Miss U (too much)...
En realidad me echo de menos a mí misma... y esto lo aclaro ahora, que cuando colgué la canción debían de ser las cinco de la mañana de este sábado, más o menos. Para evitar suspicacias, básicamente, y que nadie que no sea, se de por aludido, aunque tampoco tenga importancia, si es que eso le hace feliz. Que me hacen gracia estas cosas... aunque a las cinco de la mañana sí echaba de menos a alguien... Y es curioso, porque yo nunca he sentido, leyendo a otros, que hablaran de mí... bueno, una vez, y además era algo malo, y así era ciertamente, que la intuición nunca falla. Y supongo que sí, que me hubiera gustado, que me gustaría, claro, que en cualquier rincón de este mundo 2.0 alguien en algún momento escribiera algo dirigiéndose a un "tú" y que ese "tú" fuera yo, como yo lo hago cuando hablo de ti, sea quien haya sido ese "tú", que a lo largo de cinco años ha habido unos cuantos diferentes y en realidad a mí me hubiese gustado que sólo hubiese sido uno, que al fin y al cabo ninguno pasó de ser una inicial escrita con letra mayúscula.
Me siento muy vacía... pero bien, supongo. Me he ido quitando envoltorios y miserias y me he sentado frente al espejo dispuesta a aceptar lo qué soy y quién soy, algo a lo que me he negado desde que tengo uso de razón, siempre haciendo y deshaciendo maletas y huyendo hacia delante. Tiene por cierto bastante que ver con temas laborales, esta especie de calma imprecisa que me envuelve; para que luego piensen algunos de ustedes que mi vida sólo gira en torno a los hombres o a la presunta ausencia de ellos en mi vida. Aunque curiosamente hace bastante tiempo que no me sentía tan sola rodeada de tanta gente y con tantos planes y tantos compañeros circunstanciales, aunque advierta que yo, como siempre, sólo estoy de paso. Lo que no deja de volver a ser de nuevo una huida para no estar nunca a solas y no tener que pensar y replantearme, para no respirar por mí misma. Aunque ésa sea otra historia.
Apenas queda algo más de un mes para que finalice este año. Podría borrarlo perfectamente de mi autobiografía. No me ha hecho más sabia, ni más alta, ni más guapa, ni mejor persona. No me ha pasado nada digno de ser recordado, enmarcado y colgado en la pared. Sólo que soy un año más vieja, que hay metas cada vez más improbables, ser madre, por ejemplo, que he acumulado de nuevo un montón de números en mi agenda que tendré que borrar, fiel al ritual, la noche de fin de año, cuando en la mayoría de los casos ya ni recuerde esas caras ni qué fue lo que nos unió, si es que alguna vez hubo algo. Tal vez haya llegado el momento de tomarme en serio a mí misma, tal vez de hacer algún tipo de terapia que reconduzca mi conducta, valga la redundancia, por qué disocio siempre, porque separo y clasifico y establezco fronteras. Y no soy capaz de valorar a quién me quiere, me aprecia y me valora, como si no me considerada merecedora de ello y en cambio me arrastre e idolatre a quién nunca va a hacerlo, por el motivo que sea, que eso siempre será lo de menos, a modo de refrendo de mi incapacidad para querer y ser querida.
Porque le dije a mi expediente X que yo ya no me acuesto con alguien con el que no estoy dispuesta a compartir el desayuno y luego le pedí que se fuera antes de que yo me despertara. Porque cuando él se disculpa y dice que me echa de menos, que qué lástima que justo ahora tras apenas dos semanas juntos haya tenido que irse fuera, fines de semana incluidos, a mí me de exactamente igual que sea cierto o no, que lo es, porque no he perdido ni un sólo momento pensando en él y en realidad la idea de que vuelva es lo último que me apetece; y tendré que decírselo, claro, o más bien recordarlo o repetirlo. Que no necesito frases hechas, ni excusas, ni promesas, que no quiero nada de eso, que no le quiero en realidad, que nunca prometí nada. Que no soy como las otras, aunque eso fuera él el que me lo dijera, y en realidad no es cierto, no lo soy con él, ni lo fui con el otro, ni probablemente vaya a serlo de nuevo, porque ellos no son él, sea quién sea ese él, que probablemente no exista, aunque sí sea real y de carne y hueso, que yo una vez lo vi, y le di dos besos, dos, uno por mejilla, y me abrazó en medio de un espejismo que duró, no sé, cuánto, tal vez tres segundos de un 'me gustaría', sabiendo que en realidad aquello era una despedida o más bien el comienzo de algo, pero por separado.
Y es que no quiero empezar de nuevo, porque estoy terriblemente cansada. Aunque tampoco me apetezca salir a la calle y en breve tendré, me obligaré a hacerlo. Y bajaré al mercado del Fontán y compraré flores, y devolveré el libro de Kirmen Uribe en la biblioteca y me compraré regalices rojos, y seguiré buscando una chaqueta de cuero que haga juego con mis ojos tristes y estaré un rato ante la A de Auster echando un vistazo a los libros con mi gabardina azul, y probablemente coma con P. que está tan sola como yo y además arrastra un gripazo de mil demonios, que todo es susceptible de empeorar. Le echaré un vistazo a los portátiles, a ver si definitivamente compro uno nuevo y tomaré medidas en la cocina, que debería comenzar a decidir cómo quiero que sea la nueva. Luego regresaré a casa, y me lavaré el pelo y hasta me pondré guapa, o al menos lo intentaré, que tengo una conversación pendiente esta tarde, y me tomaré unas cuantas cervezas, que a la segunda ya paso a ser simpática, a la tercera divertida y si llego a la cuarta, quién sabe... aunque quiero que termine pronto este sábado, y que el domingo pase a ojos cerrados y de nuevo sea lunes, y de nuevo estar ocupada con el trabajo y con mis discusiones con A. y con esos días de vacaciones a la vuelta de la esquina que en realidad no necesito porque no tengo dinero para largarme a cualquier sitio donde fuera a ser bien recibida.
Y me gustaría sentirme más triste, tanto que no fuera capaz de salir de la cama. O enfadada, con quién fuera, conmigo misma, con los demás, con alguien, que siempre es más fácil poder echarle la culpa de todo a alguien. Pero no estoy enfadada, y ojalá, porque saldría a correr por el Parque de Invierno con los Jayhwaks retumbando en mis oídos, que hoy es un día muy de ellos, sopla el viento y probablemente acabe lloviendo. Pero no puedo, porque nadie ha hecho nada malo, nadie se ha equivocado, ni ellos, ni yo. Sólo son caminos que divergen, sueños chiquitos que se desvanecen, los suyos y los míos. Sólo son silencios en los que no hay nada que decir. Porque yo ya no tengo nada que decir y a lo mejor ha llegado el momento de callarme.
Me siento muy vacía... pero bien, supongo. Me he ido quitando envoltorios y miserias y me he sentado frente al espejo dispuesta a aceptar lo qué soy y quién soy, algo a lo que me he negado desde que tengo uso de razón, siempre haciendo y deshaciendo maletas y huyendo hacia delante. Tiene por cierto bastante que ver con temas laborales, esta especie de calma imprecisa que me envuelve; para que luego piensen algunos de ustedes que mi vida sólo gira en torno a los hombres o a la presunta ausencia de ellos en mi vida. Aunque curiosamente hace bastante tiempo que no me sentía tan sola rodeada de tanta gente y con tantos planes y tantos compañeros circunstanciales, aunque advierta que yo, como siempre, sólo estoy de paso. Lo que no deja de volver a ser de nuevo una huida para no estar nunca a solas y no tener que pensar y replantearme, para no respirar por mí misma. Aunque ésa sea otra historia.
Apenas queda algo más de un mes para que finalice este año. Podría borrarlo perfectamente de mi autobiografía. No me ha hecho más sabia, ni más alta, ni más guapa, ni mejor persona. No me ha pasado nada digno de ser recordado, enmarcado y colgado en la pared. Sólo que soy un año más vieja, que hay metas cada vez más improbables, ser madre, por ejemplo, que he acumulado de nuevo un montón de números en mi agenda que tendré que borrar, fiel al ritual, la noche de fin de año, cuando en la mayoría de los casos ya ni recuerde esas caras ni qué fue lo que nos unió, si es que alguna vez hubo algo. Tal vez haya llegado el momento de tomarme en serio a mí misma, tal vez de hacer algún tipo de terapia que reconduzca mi conducta, valga la redundancia, por qué disocio siempre, porque separo y clasifico y establezco fronteras. Y no soy capaz de valorar a quién me quiere, me aprecia y me valora, como si no me considerada merecedora de ello y en cambio me arrastre e idolatre a quién nunca va a hacerlo, por el motivo que sea, que eso siempre será lo de menos, a modo de refrendo de mi incapacidad para querer y ser querida.
Porque le dije a mi expediente X que yo ya no me acuesto con alguien con el que no estoy dispuesta a compartir el desayuno y luego le pedí que se fuera antes de que yo me despertara. Porque cuando él se disculpa y dice que me echa de menos, que qué lástima que justo ahora tras apenas dos semanas juntos haya tenido que irse fuera, fines de semana incluidos, a mí me de exactamente igual que sea cierto o no, que lo es, porque no he perdido ni un sólo momento pensando en él y en realidad la idea de que vuelva es lo último que me apetece; y tendré que decírselo, claro, o más bien recordarlo o repetirlo. Que no necesito frases hechas, ni excusas, ni promesas, que no quiero nada de eso, que no le quiero en realidad, que nunca prometí nada. Que no soy como las otras, aunque eso fuera él el que me lo dijera, y en realidad no es cierto, no lo soy con él, ni lo fui con el otro, ni probablemente vaya a serlo de nuevo, porque ellos no son él, sea quién sea ese él, que probablemente no exista, aunque sí sea real y de carne y hueso, que yo una vez lo vi, y le di dos besos, dos, uno por mejilla, y me abrazó en medio de un espejismo que duró, no sé, cuánto, tal vez tres segundos de un 'me gustaría', sabiendo que en realidad aquello era una despedida o más bien el comienzo de algo, pero por separado.
Y es que no quiero empezar de nuevo, porque estoy terriblemente cansada. Aunque tampoco me apetezca salir a la calle y en breve tendré, me obligaré a hacerlo. Y bajaré al mercado del Fontán y compraré flores, y devolveré el libro de Kirmen Uribe en la biblioteca y me compraré regalices rojos, y seguiré buscando una chaqueta de cuero que haga juego con mis ojos tristes y estaré un rato ante la A de Auster echando un vistazo a los libros con mi gabardina azul, y probablemente coma con P. que está tan sola como yo y además arrastra un gripazo de mil demonios, que todo es susceptible de empeorar. Le echaré un vistazo a los portátiles, a ver si definitivamente compro uno nuevo y tomaré medidas en la cocina, que debería comenzar a decidir cómo quiero que sea la nueva. Luego regresaré a casa, y me lavaré el pelo y hasta me pondré guapa, o al menos lo intentaré, que tengo una conversación pendiente esta tarde, y me tomaré unas cuantas cervezas, que a la segunda ya paso a ser simpática, a la tercera divertida y si llego a la cuarta, quién sabe... aunque quiero que termine pronto este sábado, y que el domingo pase a ojos cerrados y de nuevo sea lunes, y de nuevo estar ocupada con el trabajo y con mis discusiones con A. y con esos días de vacaciones a la vuelta de la esquina que en realidad no necesito porque no tengo dinero para largarme a cualquier sitio donde fuera a ser bien recibida.
Y me gustaría sentirme más triste, tanto que no fuera capaz de salir de la cama. O enfadada, con quién fuera, conmigo misma, con los demás, con alguien, que siempre es más fácil poder echarle la culpa de todo a alguien. Pero no estoy enfadada, y ojalá, porque saldría a correr por el Parque de Invierno con los Jayhwaks retumbando en mis oídos, que hoy es un día muy de ellos, sopla el viento y probablemente acabe lloviendo. Pero no puedo, porque nadie ha hecho nada malo, nadie se ha equivocado, ni ellos, ni yo. Sólo son caminos que divergen, sueños chiquitos que se desvanecen, los suyos y los míos. Sólo son silencios en los que no hay nada que decir. Porque yo ya no tengo nada que decir y a lo mejor ha llegado el momento de callarme.
P.D. Douglas Fairbanks Jr.
[Por cierto, dado que alguien me ha preguntado de forma anónima y obvio las formas, acerca del por qué ha casi desaparecido mi blogroll lo aclaro. Decidí quitarlo y meteros a todos en el Google Reader porque cada día era más grande y de esta forma me resulta más fácil leer las actualizaciones y además hacerlo, como suelo hacerlo yo, de puntillas y sin hacer ruido. Supongo que deberíais estar todos o no estar nadie, pero si dejé a algunos y algunas fue, no sé, porque fueron los primeros, porque hay personas, aunque ellos probablemente no lo sepan, que son parte fundamental de este espacio, cada uno porque tiene un trocito de él por motivos diferentes y derecho propio. Aunque todos, todos los demás, también forméis parte de esto y no siempre lo demuestre]