martes, abril 26, 2011

Por todas las noches que me quedan sin ti y por todas las madrugadas en las que pensaste en mí al escuchar esta canción




Así que se la dedico a otro... que en este caso si sé que canción elegir.

Suspicious mind



A veces, en realidad muchas veces, de ser sincera casi siempre o siempre, me pregunto qué haces aquí. Una vez dijiste que te divertía. Supongo que a mí me hubiera gustado más otra respuesta. No sé, que de cuando en cuando te acordabas de mí y te hubiera gustado que aquello hubiese resultado diferente; y en realidad ni siquiera sé por qué, siendo yo parte contratante; más allá de una vanidad mal entendida, la misma que ahora me persigue sabiendo que tanto tiempo después sigues aquí. Imagino que te sigues divirtiendo y que al leer esto ni siquiera te darás cuenta que me estoy dirigiendo a ti.

Iba a dedicarte una canción de los Burning... pero ni siquiera sé cuál te gustaría. De gustarte alguna, digo.

Goodnight old world



Aunque mi capacidad para evadir el aburrimiento siempre haya sido asombrosa, me aburría. Allí estaba, sentada bajo la lluvia en una tarde-noche de domingo, alargando ese fin de semana más largo de lo habitual que algunos llamaron vacaciones de Semana Santa, y pensando que realmente no debería haber estado allí. Que tendría que haber regresado a casa, tenía ganas de Joseph Cotten, tal vez "La sombra de una duda", con Charlie y su tío Charlie. Deshacer la maleta y acomodar los recuerdos de esos días pasados entre idas y venidas, sábanas de lino de cien años, gin-tonics a la pimienta y verdines con langostinos. Pero quise alargarlos, supongo, previendo la soledad de esta semana, y bueno, si una finalmente se aficiona al fútbol, qué menos, siendo adicta a las causas perdidas, que volverse forofa de un equipo de Segunda B con un pie en el descenso y otro en la desaparición; en un campo de tercera y en una desapacible tarde de domingo bajo el más pertinaz de los orpines.

Me aburría, reitero, y cuando me aburro invento las vidas ajenas. Y por qué no inventarme la vida de ese chico tan aparente, al menos en la lejanía, que parece trabaja para la TPA (Todo por Areces). Puede que él se aburra igualmente y esté tratando de inventarse mi vida, porque no deja de mirarme. Y tan sólo al final, cuando se pasea por delante en un amago de saludo que no llega a producirse y ya se aleja entre cables y paraguas, me doy cuenta que no tenemos ninguna vida que inventarnos mutuamente porque tan sólo tenemos que echar  la vista atrás. Y claro, que la visita al oftalmólogo para revisar mi miopía, que siempre estoy retrasando, no admite más dilación.

Modo frivolidad 'on' elevado a la enésima potencia

Cuando en las revistas del cuore se habla de elegancia siempre hay un nombre encabezando la pertinente lista, la inefable Rania de Jordania, espejo en el que se mira la prinZesa Letizia I la Retocá. Aunque mí esa mujer siempre me ha parecido un insulto andante, entre otros motivos por cabeza visible de una monarquíe medieval donde las mujeres en mayor o menor medida son seres invisibles; mientras ella se pasea por medio mundo como icono de elegancia con sus haute couture, su botox y operaciones estéticas varias. Aunque a su favor haya que decir que en su presencia se intercambian los roles y el rey Abdalá es el que parece ejercer siempre de mero acompañante florero, unos cuantos centímetros más abajo.

Pero como la ética nunca debe o debería estar ceñida con la estética, una siempre ha tenido cierta (o mucha) debilidad por Mozah bint Nasser Al Missned, o lo que es lo mismo, una de las tres esposas del jeque Hamad bin Jalifa al Thani; más conocida por estos andurriales como la jequesa de Qatar. Aunque problablemente haya pasado más veces por el quirófano que Rania y Letizia juntas (entre otras cosas por cuestión de edad) y sea tan representativa de la mujer musulmana actual como la propia Rania o la princesa ésa jordana que se casó con el de Dubai, el padre de esos dos que se la pasan jugando a algo parecido al polo y cuya imagen si yo tuviera diez años menos, bueno, pongamos quince, adornaría mis carpetas (la de los hijos, no la del padre).

A mí Rania me parece insulsa, rancia, fea (antes de operarse) y desubicada. Letizia todo eso y mucho más... Por eso le estaré eternamente agradecida a la mujer favorita (por el momento) del jeque Hamad bin Jalifa al Thani. Aunque haya quien opine que parece recién salida de una película de serie B donde haría de mala malísima con acento ruso, of course. Pero no me discutan que su presencia siempre es imponente, no deja indiferente a nadie y aunque roza la extravagancia, nunca cruza esa línea.

Tal vez me guste por ser una nota discordante donde la elegancia pasa por marcar los puritos huesos y esta mujer luce curvas y femineidad sin necesidad de mostrar nada.




Y no me digan que este look a lo Mad men hasta los tobillos, en violeta monocolor subido, no es digno de dejarme muerta al más puro estilo Rosa Klebb.



Por no hablar del vestido de gala, esa especie de bata-camisón-negligé de luxe, gorrito de dormir a juego incluido. La clase se tiene o no se tiene, y desde luego no se adquiere en un quirófano.

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