Goodnight old world
Aunque mi capacidad para evadir el aburrimiento siempre haya sido asombrosa, me aburría. Allí estaba, sentada bajo la lluvia en una tarde-noche de domingo, alargando ese fin de semana más largo de lo habitual que algunos llamaron vacaciones de Semana Santa, y pensando que realmente no debería haber estado allí. Que tendría que haber regresado a casa, tenía ganas de Joseph Cotten, tal vez "La sombra de una duda", con Charlie y su tío Charlie. Deshacer la maleta y acomodar los recuerdos de esos días pasados entre idas y venidas, sábanas de lino de cien años, gin-tonics a la pimienta y verdines con langostinos. Pero quise alargarlos, supongo, previendo la soledad de esta semana, y bueno, si una finalmente se aficiona al fútbol, qué menos, siendo adicta a las causas perdidas, que volverse forofa de un equipo de Segunda B con un pie en el descenso y otro en la desaparición; en un campo de tercera y en una desapacible tarde de domingo bajo el más pertinaz de los orpines.
Me aburría, reitero, y cuando me aburro invento las vidas ajenas. Y por qué no inventarme la vida de ese chico tan aparente, al menos en la lejanía, que parece trabaja para la TPA (Todo por Areces). Puede que él se aburra igualmente y esté tratando de inventarse mi vida, porque no deja de mirarme. Y tan sólo al final, cuando se pasea por delante en un amago de saludo que no llega a producirse y ya se aleja entre cables y paraguas, me doy cuenta que no tenemos ninguna vida que inventarnos mutuamente porque tan sólo tenemos que echar la vista atrás. Y claro, que la visita al oftalmólogo para revisar mi miopía, que siempre estoy retrasando, no admite más dilación.
0 perdidos en el laberinto:
Publicar un comentario