viernes, marzo 16, 2012

Lou Reed dice que si cierras la puerta tal vez la noche (el sueño) dure para siempre




Estoy con C., que tiene muchos menos años que yo y casi tantas ilusiones como sueños. Estamos sentadas en una de esas confiterías con mantelitos blancos que tanto me gustan, cuyo gusto comparte conmigo, y donde la media de edad supera la edad de jubilación. Se nos había antojado comer pancakes con jarabe de arce, que no tortitas con nata y caramelo, que aunque sea lo mismo, no lo es, y no sólo por el sirope y tampoco porque en realidad C. diga panqueques y a mí no me guste la nata (no soporto la leche, ni sus derivados, ni nada que se le parezca en olor, apariencia o gusto aunque poco o nada tenga de producto lácteo; léase la horchata).

Y hablamos de chicos, que no de hombres... aunque es ella la que habla más bien. Y en un determinado momento me pregunta qué es eso de mantener una relación abierta, que lo ha visto en el Facebook o en el Lokalisten, ya no recuerdo. Y a mí estas cosas se me dan mal, pero lo intento pese a todo, y ella me contesta que sí, que ya le parecía, que los adultos somos muy raros.

Y hablamos de libros, de Cornelia Funke y el Capitán Alatriste; y me recuerda que yo les regalé toda la saga, pero que ella aún no los ha leído, piensa que igual no le gusta Reverte, que igual es de chicos, aunque esas distinciones le parezcan absurdas, que la saga Crepúsculo, aunque sea de chicas no va con ella.

Y hablamos de música, de Hannah Montana, aunque ella sea más de Ashley Tisdale y acabamos tarareando el 'Achy breaky heart' del padre de la artista, canción que ella no conoce pero que enseguida entona, y yo le cuento la historia de esa canción, todo un hit hace tantos años que yo probablemente tendría entonces los que ella tiene ahora. Y me pregunta qué música escucho ahora, tantos años después; qué músicos me gustan, así, que sean guapos, y no lo dudo ni un momento cuando me pide que le nombre a tres, aunque los tres a ella le parezcan unos viejunos: Bruce, Jorge y Andrés, que sobran las presentaciones. Y me dice que esos no valen, que no son guapos... y yo le digo que no es cierto y que no, que no son cosas de la edad, que yo a los catorce ya estaba enamorada de Bruce... pero ni modo, tengo que buscarme otros, pero que sean guapos de verdad de la buena, y no tan viejos, que yo no lo soy tanto... Pero no tengo otros, porque para mí eso es belleza... Aunque no la convenzo, o no del todo, y piensa que mis gustos son raros, o que no sé apreciar lo bonito, y yo digo que es como el que va repeinado con su raya al lado y sus zapatos relucientes, que las fachadas son sólo eso, fachadas, y no, no caigo en el absurdo tópico de que la belleza está en el interior, que puede ser cierto, o no, quién sabe... pero es que a mí me gustan los hombres así, que puede que no sean guapos, no sé, tal vez... pero a mí me lo parece, y eso, hasta el momento, me resulta suficiente, you know.





P.D. Helen Broderick y Constance Bennett

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