martes, agosto 17, 2010

Hopes too high




Se pregunta Nebroa, desde su orilla, si algún lector (o lectora) la tornaría en protagonista de sus fantasías sexuales. Es una pregunta trampa, porque es evidente que sí, que habrá muchos lectores y probablemente varias lectoras, que lo hagan.

Nunca, en cambio, me lo había planteado. Yo, que siempre me pregunto por qué la gente, o el menos cierta gente, me lee. Aunque ahora que lo pienso, y perdonen mi presunción, intuyo que también. Algún que otro lector; no creo que alguna otra lectora, en cambio. Es lo que tienen a veces algunas palabras, algunas imágenes. Acá no somos seres humanos, mujeres de carne y hueso; sino sólo vocales y unas cuantas consonantes, y como Jessica Rabbit, we just drawn us that way.

No se preocupen, no voy a pedirles que mientan y que en ordenada fila confiesen ante mí, armada con látigo a lo Betty Page, sus sueños eróticos en los que yo sea protagonista, esto es irrenunciable, indiscutible (tampoco les disuado de hacerlo, si les place). Y no porque no los tengan, algunos de ustedes, insisto; que haberlos, haylos, sin duda; sino porque considero que las fantasías eróticas de cada cuál no deben ser del dominio público. Que como el amor, sean cosa de dos por dos; o de tres por tres, o de la cifra que ustedes juzguen pertinente; aunque a mí ya me resulte multitud.

¿Y yo?, se preguntarán... o no. En todo caso yo les contesto. No, yo no. Yo no tengo fantasías sexuales más que con Hugh Jackman. Siento que el resto de los mortales, Bruce no es mortal y Jakob Dylan se le acerca, no estén a la altura. Lo siento por ustedes, escasos blogueros del género masculino que leo con interés, no por mí; dado que son mis fantasías erótico-festivas y soy yo quien mando, me quedo con Hugh "patillas" Jackman, o nada. Al fin y al cabo sigo respirando igualmente trece veces por minuto sin ellas; porque las otras... las otras no cuentan.

P.D. 1 Laura Antonelli

P.D. 2 Jon Hamm, o lo que es lo mismo, Don Draper (Mad men), tampoco cuenta. Será que me recuerdas a él.

Si hay que elegir


Sé que entre izquierda y derecha siempre opto por la izquierda. Que si he de elegir, me quedo con el número impar, con el camino largo y tortuoso que te adentra en el bosque (con elevado riesgo de no encontrar la salida, dada mi nula capacidad de orientación) y no la senda que me conduzca a la cumbre donde aún brilla el sol. Que cruzo por los pasos de cebra aunque eso me suponga doblar tres esquinas y espero a que el semáforo se pongo en rojo derrochando los minutos (yo, que siempre llego tarde). Que prefiero la sal en las heridas y el café sin azúcar. Las guitarras desnudas a los sonidos efervescentes. El verde que emborracha al sol, el día a la noche. El humo para esconderme, la lluvia para camuflarme y las palabras para defenderme.

Sé que me gusta la luz, pero siento irremediablemente atraída por la oscuridad. Sé que quiero la alegría, pero me dejo llevar por las tristezas (las ajenas). Sé que me están tendiendo una mano para salir de las tinieblas. Y sé que yo estoy mirando hacia otra esquina, sin futuro, sin abrazos... Y te sigo.

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