[Anoche, parafraseando a Daphne du Maurier, soñé que volvía a Nürnberg. Las pocas horas que dormí se vieron revueltas con sueños extraños y confusos, y uno de ellos fue el que me despertó y me impidió seguir durmiendo.
Reviví historias, circunstancias y situaciones reales y pasadas. Pero los protagonistas no eran los de entonces, era el mismo escenario y se representaba el mismo guión, pero las caras eran distintas; las de personas que entonces no conocía y tardarían muchos años en aparecer, aunque sólo haya sido rozándola, en mi vida.
Caminando por las orillas heladas del Pegnitz hacia la Andrei-Sajarov-Platz. Fue largo aquel invierno... y ya se avecina el siguiente.]
Cerrabas los ojos y entonabas siempre la misma canción y en tus labios sonaba distinta. Ohne Sahne, latte macchiato para tí. Olvidando las llaves en los rincones de las urgencias. Los posavasos centinelas de nuestras cervezas mientras trataba de enseñarte las reglas del mus. La cama como una cuna con el colchón marcando nuestras cadencias. La humedad hasta los huesos corriendo de madrugada por las heladas calles. Las tazas robadas de Glühwine reservadas para el mate. El blanco suelo de tarima cojeando con peligro inminente de vencerse el viejo armario heredado. Pan negro y mantequilla aliñados con ron y maría. Estaciones de tren siempre mirando al este. La verde Irlanda que tanto me recuerda a casa. Boinas de Bordeaux y geranios. El verano que no llega y cuando lo hace siempre se queda corto. Codillo en el Elbsee bañándonos desnudos en el lago helado. Venecia en la distancia y poemas para leer en tranvía...
Cuesta creer que en algún momento fuimos felices ahora que hemos dejado de serlo y lo somos por separado.