Back in your arms
En mi adolescencia era la norma ir colgada de una carpeta forrada con las fotos más inverosímiles de tus ídolos. Frases y poemas, dedicatorias y trozos de canciones, decoraban el interior. Aquel soneto de Quevedo (polvo enamorado) ilustrando a un Jon Bon Jovi aún con melena o a los Hombres G causando estragos entre las nenas (los pelos como escarpias se me ponen aún al recordar el chantaje al que era sometido Toni Cantó, haciendo de sí mismo, en aquella atrocidad llamada “Sufre mamón”). Supongo imaginarán quién aparecía en mis fotos, muchas ya en blanco y negro, apuntaba maneras, entre versos de Benedetti y Neruda, siempre un paso por delante. Citas célebres y manidas, piropos venidos a menos entre corazones atravesados con flechas y dos nombres enlazados. Diálogos de película y una frase: “Te quiero no sólo por lo que eres sino por lo que yo soy cuando yo estoy contigo”, que a mí me parecía el colmo de la madurez y de lo que significaba hacerse adulta y amar.
Hoy por inciertos motivos la he recordado… porque le quiero, no por lo que es, sino por lo que yo soy, o era, cuando estoy a su lado. Porque le echo de menos sin echarle de menos, en realidad sólo añoro a la que era yo. Una mujer más fuerte, más serena, con risas y consejos, sin neurosis y gritos al aire, con deseos y confesiones, besos y saludos.
Y sé que no es justo, que no se lo merece… acercarme a su lado y decirle: “¿Sabes?, te echo de menos.” Nunca fue suficiente, pero las ganas de esta tarde de sábado de unos brazos en los que refugiarme escondiendo la mirada en el fondo de un vaso de ginebra son demasiado grandes como para evitar descolgar el teléfono…