De supersticiones y otros demonios
Mi única experiencia paranormal la viví hace muchos años, ouija mediante. Aunque jurar, jure, por lo más preciado que tengo, que aquel vaso se movía sin que nadie lo tocara, no reconozco en mí secuelas del más allá. Y fíjense ustedes que semejante escenario hubiese sido más que probable, dadas las circunstancias. A saber, residencia estudiantil universitaria, monjil y exclusivamente femenina. Dos o tres de la madrugada cuando todas las ‘hermanas’ dormían plácidamente y nuestro exhibicionista particular y a domicilio ya había hecho su ronda (les aseguro que ver noche tras noche al mismo tipo masturbándose bajo tu ventana, pese o precisamente debido a, su descomunal miembro, llega a ser tremendamente aburrido). A alguien se le ocurre la idea de intercalar entre partidas de póker una “experiencia inolvidable y excitante, a partes iguales”, tales fueron sus palabras. Y no, no era escaparse por la ventana saltando la verja, que ésa de excitante, por repetida, no tenía nada.
Pero no soy supersticiosa, no creo en la suerte, menos aún en la mala, puedo pasar al lado de un gato negro sin cruzar los dedos o caminar bajo una escalera sin tocar madera. Sin embargo últimamente no puedo evitar plantearme “¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Soy tan insignificante que no creo tener enemigos que me echen ‘mal de ojo’, tampoco tan mal pensada como para creer que alguna de las personas que me rodean últimamente sea gafe. El método de echarle la culpa de todo a los otros, a los demás, fue flor de un día y tampoco excesivamente efectivo. He llegado a pensar que tal vez deba aplicar los principios del “feng shui”, o que los anteriores inquilinos practicaban vudú o santería, creo haber reconocido un hueso de pollo haciendo limpieza en uno de los armarios. Tal vez se cometió un atroz asesinato entre esas cuatro paredes. Cualquier explicación, por irracional que sea, me sirve. Ya pueden comenzar a sucederme cosas ‘buenas’ o dejaré de ponerle velas a mi bendito Malverde.
8 perdidos en el laberinto:
pues como decian "los suaves"
maldita sea mi suerte
Yo también tuve un exhibicionista en mi último barrio universitario... era incluso entrañable; claro que, yo vivía en piso de estudiantes y era un 3º y nunca se nos ocurrió calibrar el artilugio... sin duda tu residencia monjil pone un merecido acento en toda esta historia de onanismo suburbano y otros demonios ;D
Sobre la suerte yo tengo 2 ó 3 teorías, pero la verdad es que intercaladas, o más bien confusas. Unos días estoy con Los Suaves, otros me viene aquello de al saber lo llaman suerte.
Échate al feng shui mientras tengas la casa lo suficientemente vacía :)
lo bueno de la suerte es que, como no se ve, se puede manipular sin que nadie se de cuenta ;)
Con Los Suaves yo me quedo... 'Las vueltas que da la vida el destino se burla de ti... dónde vas triste de ti. Dónde vas triste de ti'. Me viene perfecto...
Ahora que lo pienso en la mudanza se me rompió un espejo...
Tranquila, son sólo 7 años ;)
En el colegio mayor que estuve yo, hubo una época que un grupo de unos diez chavales se acercaba, se tumbaban en un prado que se veía desde nuestras ventanas y se ponían a masturbarse todos a la vez. Solo fueron un par de fin de semanas. No hay nada como el exhibicionismo para quedarse a gusto. Bueno, en realidad sí que lo hay.
Y en cuanto a la suerte... es tan relativo,que no sabría que decirte.
yo solo creo en lo que veo..
Me repiten mucho últimamente desde distintas vías que nuestro pensamiento conforma la realidad. Piensa alegre y te sucederán cosas alegres. Piensa cenizo y etcétera.
Por si acaso yo voy por la calle hablando sola "todo está bien en mi mundo", "me acepto y me perdono", y así. Todo con tal de cambiar conexiones neuronales nocivas, por probar...
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