España es un país que nunca ha creído en su música ni en sus músicos de oficio, pienso yo. Mucho menos en la industria discográfica, siempre menospreciada y bajo la sombra de la sospecha (como si las demás industrias estuvieran impolutas). Tampoco se reconoce como es debido el trabajo en la sombra de muchos otros. Mario Pacheco, fundador de Nuevos Medios fallecido recientemente, sin ir más lejos. Por mencionar tan sólo uno de sus episodios, él fue el impulsor de “Shongai” (Nuevos Medios, 1988), un pelotazo en el exterior, probablemente inspirador de proyectos de las dimensiones de Buenavista Social Club. Aquí, en cambio, nunca pasó nada con ese disco.
Hace unos días compré el último disco de Lapido (con un diseño precioso, por cierto, inspirado en los antiguos cuadernos Rubio). Es bastante digno pero me pasa como con Springsteen, que últimamente me gusta más como escribe que como suena. Y algunas de esas colaboraciones… huelen a naftalina.
-Mr. heaton: A mí me parece un buen disco, inferior probablemente a los anteriores. El diseño es chulísimo aunque no apto para la presbicia, y las colaboraciones, directamente sobran, aunque sean las de Mike y Quique (dos debilidades personales). Y sí, la grandeza de Lapido son sus letras, pero también creo que consigue una impronta muy personal en su música.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.
4 perdidos en el laberinto:
Porque vivimos en la España de charanga y pandereta.
España es un país que nunca ha creído en su música ni en sus músicos de oficio, pienso yo. Mucho menos en la industria discográfica, siempre menospreciada y bajo la sombra de la sospecha (como si las demás industrias estuvieran impolutas). Tampoco se reconoce como es debido el trabajo en la sombra de muchos otros. Mario Pacheco, fundador de Nuevos Medios fallecido recientemente, sin ir más lejos. Por mencionar tan sólo uno de sus episodios, él fue el impulsor de “Shongai” (Nuevos Medios, 1988), un pelotazo en el exterior, probablemente inspirador de proyectos de las dimensiones de Buenavista Social Club. Aquí, en cambio, nunca pasó nada con ese disco.
Hace unos días compré el último disco de Lapido (con un diseño precioso, por cierto, inspirado en los antiguos cuadernos Rubio). Es bastante digno pero me pasa como con Springsteen, que últimamente me gusta más como escribe que como suena. Y algunas de esas colaboraciones… huelen a naftalina.
-Marikosan: Y lo que nos queda por vivir.
-Mr. heaton: A mí me parece un buen disco, inferior probablemente a los anteriores. El diseño es chulísimo aunque no apto para la presbicia, y las colaboraciones, directamente sobran, aunque sean las de Mike y Quique (dos debilidades personales). Y sí, la grandeza de Lapido son sus letras, pero también creo que consigue una impronta muy personal en su música.
"La orquesta tocaba Moonriver y el viento dejó de mentir..."
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