Dice que deberíamos meternos en cualquier portal, colarnos en el primero del que salga alguien, fingiendo que no encontramos las llaves o simulando una visita. Aunque no estemos en edad, especialmente él, o precisamente por eso. Y ríe y le brillan los ojos cuando me mira alargando su mano tratando de 'atraparme' en mi huida, esquivando los charcos, haciendo malabarismos con el paraguas, el peso de mis dudas y el de este domingo que se escapa.
Es mi victoria ésta. La de estar aquí, riendo y negando. Concediendo deseos, rechazando manos que indagan, olvidando promesas nunca repetidas. Pero la vanidad me puede y por momentos me rindo, y es entonces cuando mi conciencia se despierta, dispara las señales de alarma. No, no es esto lo que quiero aunque lo quiera. Vuelvo a negar y a reír, a alejarme con promesas. Esta vez sí sé que es la definitiva... o no.
No puedo evitar renegar por momentos del personaje en el que me he convertido sin proponérmelo del todo. Eva versus Lilith. La persona real que un día quiso esconderse tras un seudónimo tirando del hilo, buscando la salida a un laberinto al que siempre le ha faltado una pieza, probablemente la más insignificante. Acabando por convertirse en una especie de Sísifo en femenino, eternamente condenada a no alcanzar nunca la cima. La chica triste y solitaria, que sin embargo también sabe reír... aunque ya nadie le cambie la cara al disco.
Tarde de domingo recién estrenada, sugus de cereza y un par de cervezas mediadas. El bip-bip anunciando un SMS a destiempo opacando a Lamontagne. Como hace tiempo que dejé de pretender ser original me siento junto al teléfono para conjurar que suene aunque haya decidido que yo no voy a llamar, nunca me ha gustado el camino más corto. Ciertamente no es que me importe que suene o no, casi preferiría que no lo hiciera, he pasado de quererlo compartido, al todo o nada, y del todo o nada, a no conformarme con nada. Hace tiempo que aprendí a vivir con menos que eso.
Mi única experiencia paranormal la viví hace muchos años, ouija mediante. Aunque jurar, jure, por lo más preciado que tengo, que aquel vaso se movía sin que nadie lo tocara, no reconozco en mí secuelas del más allá. Y fíjense ustedes que semejante escenario hubiese sido más que probable, dadas las circunstancias. A saber, residencia estudiantil universitaria, monjil y exclusivamente femenina. Dos o tres de la madrugada cuando todas las ‘hermanas’ dormían plácidamente y nuestro exhibicionista particular y a domicilio ya había hecho su ronda (les aseguro que ver noche tras noche al mismo tipo masturbándose bajo tu ventana, pese o precisamente debido a, su descomunal miembro, llega a ser tremendamente aburrido). A alguien se le ocurre la idea de intercalar entre partidas de póker una “experiencia inolvidable y excitante, a partes iguales”, tales fueron sus palabras. Y no, no era escaparse por la ventana saltando la verja, que ésa de excitante, por repetida, no tenía nada.
Pero no soy supersticiosa, no creo en la suerte, menos aún en la mala, puedo pasar al lado de un gato negro sin cruzar los dedos o caminar bajo una escalera sin tocar madera. Sin embargo últimamente no puedo evitar plantearme “¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Soy tan insignificante que no creo tener enemigos que me echen ‘mal de ojo’, tampoco tan mal pensada como para creer que alguna de las personas que me rodean últimamente sea gafe. El método de echarle la culpa de todo a los otros, a los demás, fue flor de un día y tampoco excesivamente efectivo. He llegado a pensar que tal vez deba aplicar los principios del “feng shui”, o que los anteriores inquilinos practicaban vudú o santería, creo haber reconocido un hueso de pollo haciendo limpieza en uno de los armarios. Tal vez se cometió un atroz asesinato entre esas cuatro paredes. Cualquier explicación, por irracional que sea, me sirve. Ya pueden comenzar a sucederme cosas ‘buenas’ o dejaré de ponerle velas a mi bendito Malverde.
jueves, enero 28, 2010
No contenta ni satisfecha con haber estrellado mi coche, conmigo dentro, of course, pero eso sí, con el cinturón y a poco más de veinte por hora (no tengo clase ni para tener accidentes) cuando por fin lo recupero, descubro que he perdido las llaves (y no tengo copia)... Lost to the river. He rastreado mis cincuenta metros cuadrados y nada (acabo de descubrir las ventajas de no tener muebles para estos menesteres), he interrogado al portero, recorrido palmo a palmo el garaje, los dos ascensores y el camino que los une, y nada. Desaparecidas y mañana es viernes y yo quería exiliarme el fin de semana de mi exilio interior y no me gusta ir cargada como una mula en el transporte público y ya me veo en esta ciudad en la que nunca hay nadie en domingo y no tengo otros planes y estoy sola y adicta a series que no puedo ver porque mi disco duro externo de almacenaje ha decidido jubilarse y no tengo a quién echarle la culpa de mis cotidianas desgracias... Patética vida la mía...
Él no lo sabe aún, pero le debo algo. Agradecimientos varios, ciertamente imprecisos, que ni siquiera se imagina y probablemente nunca llegue a conocer. Es curioso como la gente irrumpe en tu vida sin proponérte(se)lo, o sí, y no es que vuelva ésta del revés, o la cambie o pinte de otro color, para eso están otros, sino que la devuelve a la normalidad, y a veces ése puede ser suficiente motivo para tener que dar las gracias.
Qué bien sienta de cuando en cuando, especialmente por ser la excepción, cabrearse, enfadarse e indignarse, no necesariamente por ese orden. Especialmente cuando no es contigo, sino con otro. Y no, nada que ver con mi declaración de intenciones de ayer. Este enfado-cabreo-indignación (puede que por este orden) tiene una motivación justa, clara, premeditada y alevosa. Aunque nada me guste menos que eso, que los malos rollos, las malas caras y la retirada de improbables afectos y saludos. Hay límites que nunca deberían cruzarse, porque una vez que se cruzan es muy difícil, por no decir imposible, volver atrás. La cordialidad y la buena educación no implican necesariamente ser una gili* que traga con todo. Una vez dije que tenía los sentimientos de una ameba, hoy le retiro el título, ofendería a las amebas con la comparación y además no creo que éstas tengan capacidad para mentir. Yo lo tolero todo, la confusión, la mediocridad o la falta de talento, pero nunca, jamás, aprobaría la mentira, y menos aún, si ésta es reiterada. Cómo vamos a pasar a partir de ahora siete horas diarias frente a frente, en realidad algo menos de seis y media, descontando la media hora de café de rigor, es un 'problema' que él tendrá que resolver, no yo. Ya he perdido suficientemente el tiempo concediéndole el beneficio de la duda, que para mí todo el mundo es 'bueno' mientras no se demuestre lo contrario.
miércoles, enero 27, 2010
No hablar de algo que no sea una frivolidad propia es una norma autoimpuesta que hoy quiero romper. Sé que hay un grupo de apoyo en Facebook, pero yo, qué gran noticia, no estoy en el Facebook, ni intención que tengo y sé que eso me aleja un poco más si cabe, de la sociedad que me rodea. En todo caso, red social de adhesiones al margen, desde este humilde, literalmente, rincón, quiero mostrar mi 'apoyo' a Pepe el Ferreiro, o lo que es lo mismo, a José Naveiras Escanlar, fundador, alma máter, corazón y cabeza y director hasta ayer del museo etnográfico de Grandas de Salime, que supo poner sobre el mapa a uno de los rincones más bellos, más alejados y desconocidos del Occidente asturiano.
No voy a entrar en el fondo de su 'destitución', aunque los motivos esgrimidos por la insigne y nefasta Consejera provoquen más risa que convicción cuando después de más de 20 años se cuestione la supuesta anarquía en el funcionamiento, pero desde luego sí en las formas, humillantes e indignantes y con ese cierto apego al caciquismo que con tanta frecuencia saca a relucir nuestro ilustre gobierno autonómico.
Acabo de tomar la firme decisión de erradicar de mí la culpa. Sólo por hoy voy a convertirme en víctima, a acusar, culpar y responsabilizar a los demás, ese ente abstracto, de todo lo malo que me pase en el día de hoy. De lo bueno, como es obvio, soy dueña y señora.
Rectifico, no sólo de lo que me pase en el día de hoy, mejor digamos en la última semana o incluso en el último mes, que la lista de 'agravios' ya sería suficientemente larga y merecería el esfuercito. Básicamente porque hasta ahora no me ha pasado nada malo (ni bueno), aunque el día es largo y (no) confío en el destino. Que ese Dios al que algunos le rezan, les coja confesados. Mañana volveré a reconocer mis culpas ante el espejo.
martes, enero 26, 2010
Quiero un amor que no cueste trabajo...
jueves, enero 14, 2010
De vuelta a la "blogosfera"... ya ni recuerdo qué quería contar aquí y probablemente, de recordarlo, ya no me apetecería contarlo...
Él: -"¿Te has cambiado el corte de pelo?"
Ella: -"Sí, ¿por qué? ¿No te gusto?"
Él: -"Sí, sí, es sólo que cuando una mujer se cambia de peinado quiere decir que está a punto de cambiar de hombre"
La bonne année
lunes, enero 11, 2010
Como escribió Javier (Marías), yo no quería saber, pero supe... y no, no me avergüenzo de que mis manos sean de tu color, ni de portar un corazón tan blanco.
Menuda forma de empezar un domingo. Mi disco duro externo, donde lo guardo absolutamente todo, ha decidido decir basta y NO SE ENCIENDE. Para una analfebata informática como yo eso es peor que quedarse en medio de la calle y desnuda. Necesito ayuda urgentemente.
P.D. 1 Leo en no sé donde que Nena, la de 99 Luftballons, ha sido abuela. Eso suaviza mi disgusto.
P.D. 2 En realidad lo he leído en el Bild.
>
sábado, enero 09, 2010
Para compensar, o al menos intentarlo.... Mr. Johnny Cash, sin olvidar a la gran June Carter...
¿Por qué me acuerdo de esto en este preciso instante...? Vaya Vd. a saber.
Ya sólo me queda Roberto Carlos para regresar a mi infancia musical hortera y verdadera.
viernes, enero 08, 2010
Estoy perdiendo el tiempo, lo sé. Construyendo una quimera, un castillo de naipes... pero me gusta. Me hace sonreír.
jueves, enero 07, 2010
-“Tienes que conocerlo”. -“Puede que ‘tenga que’, pero te aseguro que no lo conozco”. -“Pero si es el vecino del primo del hermano del novio de S.” -“Pues no conozco al vecino del primo del hermano del novio de S. Übrigens, no sabía que el novio de S. tuviera hermanos”. -“Pues él si te conoce”. -“¿Y de qué me conoce a mí este romano? -“Keine Ahnung. Sólo sé que él quiere verte”. -“¿Por qué?”. -“Eso tendrás que preguntárselo a él. ¿Me das permiso para darle tu número?”. -“No”. -“Bien. Pues le paso tu dirección de correo”. -“Esto… tampoco…”
Clic…. Cuelga el teléfono…
Días después en mi bandeja de entrada… “Soy P. y soy el vecino del primo del hermano del novio de S., que sí, que tiene un hermano. Y no, no te conozco … pero quiero hacerlo”.
Respuesta daeddalusiana: “Por qué”.
“Porque J. me ha hablado de ti”.
Autopregunta daeddalusiana: “¿Qué c* tiene que ver J. con este romano y conmigo?”.
Y entonces recuerdo, o creo recordar y llamo a S. y le pregunto si ese tal P. es ese tipo bajito, calvo y gordito, abogado o algo así, que era el novio de la hermana de la prima de su vecina. Ella no sabe, no contesta, pero cree que sí y como alguna vez debí decir que la insistencia me conmueve, y en parte es cierto, aunque siempre haya excepciones que rompan la norma, el tipo insiste… “¿Qué es lo peor que puede pasar?...
Pensamiento daeddalusiano: “Que seas ciertamente el tipo bajito, calvo y gordito, pedante abogado, novio de la hermana de la prima de la vecina de S”.
Y pasa una semana, y dos, y tres, y el tipo reaparece con su insistencia. Y S. también dice eso de “¿qué es lo peor que puede pasar?, ¿qué sea bajito, calvo y gordito?... Tú tampoco eres precisamente Sofía Loren”. Por inexplicables razones a mí siempre se me ‘no-compara’ con la Loren (si al menos me pareciera a Jane Mansfield).
Acabo cediendo. Ni yo misma tengo claro por qué. “Tienes que distraerte”, dice S. “A cualquier cosa se le llama distracción a día de hoy”, digo yo.
Me pasa su número. “Me llamas y concertamos una cita” escribe él. “Hora, lugar… decide tú” sigue diciendo. Pero me resisto a llamar y finalmente, pese a todo, le envío un SMS con día, hora y lugar. No han pasado ni 12 segundos cuando suena mi teléfono y yo automáticamente contesto. Los reflejos, en ocasiones, me traicionan.
-“Hola… soy P”. Dice arrastrando las palabras, en un acento inclasificable y no identificable. Acabo de descubrir qué es lo peor que pudiera pasar, que tenga una dicción horrible y un acento peor. Así que cuando llega el día D y me llama él, porque quiere que nos veamos, aunque sepa que tan sólo es para llorar en mi hombro, arreglar su mundo y alimentar su ego (de que no vaya a pasar nada más ya me encargo desgraciadamente yo), no tengo ningún remordimiento en mandar un apresurado SMS al tal P., anulando la cita en virtud de un compromiso ineludible, urgente, irremplazable e irrechazable.
12 segundos, y no precisamente de oscuridad, y suena el teléfono. Vuelvo a caer y contesto, entre otras cosas, porque al no haber guardado su número en la agenda, no lo identifico.
-“Hola… soy P…. ¿Qué tal te viene mañana a la misma hora, mismo lugar?..
Mi mala conciencia, que en ocasiones me guarda muy malas pasadas, contesta por mí y acepta la oferta.
Llega mañana, la hora y el lugar pertinente. Soy puntual, como excepción a la norma, y me pongo a esperar, pero como no diviso a ningún tipo bajito, gordito y calvo entre los muchos fumadores a la puerta del establecimiento y hace demasiado frío, decido refugiarme en el ambiente caldeado del interior y asomarme a breves intervalos para ver si aparece el tipo en cuestión.
Han pasado ya diez minutos, cinco son los que rebasan la hora citada y yo ya empiezo a impacientarme. Le concedo un plazo de 15, el cuarto de hora de rigor con el que yo siempre llego tarde a todos lados. Sigo asomándome de cuando en cuando, pero ni rastro.
Han pasado ya los 15 minutos y ya me hago ilusiones de un “plantón” en toda regla, cuando suena el teléfono. De nuevo vuelvo a contestar sin identificar el número.
-“Hola… soy P…. Llevo esperándote 15 minutos. ¿Dónde te has metido?”.
Espero sepan perdonar el exceso de "youtubismo" de hoy pero los días de fiesta perdidos en medio de una semana me desconciertan hasta el punto de ni saber donde vivo. Me preguntaba alguien por mi dirección y no sabía si era nº 3, 5º o nº 5, 3º, por no hablar de la letra colocada encima de mi puerta.
Parecería domingo, sino fuera porque es miércoles y el noticiero nos anuncia nieve y descenso generalizado de las temperaturas, que no tiene nada que ver, pero yo tan sólo quería decir que adoro esta canción (últimamente no sé vivir sin Ray Lamontagne). Así que ya me voy, que tengo que seguir perdiendo el tiempo, y teñirme el pelo, y pintarme de rojo las uñas (de los pies) y esperar que una voz suene al otro lado del teléfono, aunque también podría ser yo la que llamara, pero entonces perdería mi condición de víctima y hoy hace juego con mis ojos.
El placer de recuperar la "ñ" enfrentándose a un nuevo año. No hay buenos propósitos, deseos ni intenciones. Sin nueva vida porque hace mucho que abandoné la actual y sigue habiendo demasiadas cosas que no entiendo pero sigo buscando.
Como hace tiempo que no escribo a SSMM de Oriente no pude menos que sorprenderme que se acordaran esta mañana de mí, saltándose el acuerdo de "no regalos" firmado y celebrado años atrás. Emocionada y agradecida, yo que sólo tan sólo pedía, en la misiva que no llegué a escribir, no ya que me concedieran presentes y deseos, como el niño de Gloria Fuertes que desprecia el oro, el incienso y la mirra, sino tan sólo la fortaleza y el valor para ser yo quien los haga realidad, y en último caso, cuando menos, intentarlo.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.