lunes, noviembre 29, 2010
Dice Lapido (José Ignacio) que hay que poner mucha atención porque el cielo manda avisos en forma de delirios aunque a veces tengan forma de canción*
Podría enumerar el set list, el entusiasmo del batería, la amabilidad de los cuatro y su tan bien repartido ego, que todos cantaban; que me llevé su disco a casa (creo que vendieron tres), la estupenda versión que hicieron de 'Rosalita' (que ya he mencionado), lo bien que sonó 'Rainwater', que me encanta, e hilar todas esas ideas que se supone deben componer una crónica. Pero no, no por falta de talento, que también; sino porque en realidad y pese a lo mucho que disfruté del concierto, sí, yo fui una de los tres que lo hizo, no puedo evitar que mi crónica particular derive hacia lo mismo, lo de siempre, a que te colocaste en un rinconcito de mi cabeza durante todo el concierto, en ese compartimiento estanco de mi cerebro en permanente modo on, en la estantería inferior izquierda, esquina sueños chiquitos e inalcanzables e irrealizables e irreales e imposibles y ya saben, métanle ustedes todas las "i" que les plazcan.
Y lo siento, lo siento mucho por la persona que me acompañaba, con la que compartí concierto, cervezas y cigarros. Porque sentí que me estaba comportando como una auténtica cabrona. Porque él no fue al concierto a disfrutar de él, ni siquiera fue por acompañarme, no... fue por mí, sólo por mí, que no es exactamente lo mismo, y probablemente de no ser por mí hubiese preferido estar en cualquier otro lugar, tal vez en la sala Acapulco, la del Casino, donde esa misma noche tocaba en el marco del Festival Edwin Moses, con una soberbia sección de viento, cuentan las crónicas, incluido un saxo barítono. Y mientras él, que no se lo merece, ni se lo merecía, estaba a mi lado, yo estaba a cientos de kilómetros pensando en ti. Y podría echarle la culpa a uno de los tres presentes no ausentes, a el otro, a ese chico moreno que apenas unos pasos más allá parecía disfrutar de veras, de verdad de la buena, del concierto. Como si necesitara excusas para olvidar que no te olvido y pudiese justificar ese recuerdo diciendo que él me recordaba a ti.
Porque sí, me recordaba a ti, aunque supongo que si lo hubiese mirado detenidamente no podría decir que en realidad os parecieseis tanto, o tal vez yo quise verlo así. Porque de seguro tenía la misma actitud que tú hubieses tenido, y probablemente ni siquiera era tan guapo o tal vez sí e incluso un poco más, o más alto o no tanto, e iba vestido como tú probablemente irías vestido esa noche en otro lugar y en otro concierto. Y supongo que ni siquiera él se percató del rato que pasé mirándolo sin verle, porque en realidad a quién veía era a otro, y tampoco hubiese sido justo, imagino, que llegase a pensar que tal vez le gustaba a esa chica que no dejaba de mirarle, porque en realidad no era él, no era por él...
así que me quedo con 'Girls in fire', que sonó más que estupendamente el viernes...]
P.D. Montgomery Clift
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domingo, noviembre 28, 2010
Si tengo que elegir me elijo a mí... 'fíjeseustedquetontería', porque justito detrás te elijo a ti
-¿Me echarás de menos?
- Intenta no echarme tú de menos a mí. Será una buena práctica.
[...]
-Me has enseñado que he estado viviendo en un sueño y ya es hora de volver a la realidad. Deséame suerte, Mary. Bien sabe Dios que te deseo lo mejor.
Downton Abbey
P.D. No creo que necesiten presentación.
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sábado, noviembre 27, 2010
Decía el poeta que el invierno ya no avisa como entonces, con la antelación de aquellos otros años. Considera más que suficientes los otoños concedidos de ventaja
P.D. Jennifer Jones y Gregory Peck en "Duelo al sol"
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viernes, noviembre 26, 2010
Decía Mae West que si tenía que elegir entre dos males, siempre se quedaría con aquél que no había probado
Y viene tampoco a cuento de nada, al margen de recordar que ya conté algo parecido hace más o menos un año (http://daeddalus.blogspot.com/2009/12/incidencia.html), cuando la letra E me perseguía y yo no conseguía ser más rápida.
Y es que si hay algo que me aterra, y pensarán ustedes que qué vida más plácida y sosa y aburrida la mía si en el top ten de terrores nocturnos (o diurnos), se encuentran cosas como ésta, la de enviar un mensaje telefónico nocturno (o diurno) no siempre irónico, procaz o divertido, incluso a veces convencional, a la persona equivocada, por eso de compartir inicial.
Aunque ahora sea otra letra la que me persiga, que he avanzado unas cuantas en el abecedario dejando atrás la E. Y no, no haya conseguido de nuevo ser más rápida.
P.D. Mae West
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jueves, noviembre 25, 2010
Hay noches de lluvia y de ceniza envenenándose de azules, y en esas noches los recuerdos no son nunca suficientes
Y cuando mucho rato después soy yo la que subo por Pérez de la Sala, y tras subir los cinco pisos a pie pese a los dos ascensores, y tras quitarme los zapatos y recogerme el pelo y encender las luces y bajar las persianas, no queda otra, comienza a sonar Juan Pardo y no, no es que me moleste que me sigan, porque a fín de cuentas ¿quién soy yo?
Pero y tú... ¿quién eres tú?
P.D. Charles Boyer
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miércoles, noviembre 24, 2010
Quién me iba a decir a mí que le iba a tener que pedir prestada la frase al insustancial de Federico Moccia...
Ojalá todo fuera tan fácil como enamorarse de una canción.
Sólo es hacer clic en el botón adecuado y la puedes revolver o mezclar y beber de un trago como el tequila, apurado y sin pensarlo.
Y de Montgomery Clift también me enamoré o sigo enamorada, que a diferencia de con las canciones,
no, ni modo, nunca es igual.
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Te dije que iba a ser el mejor de los otoños, ¿verdad?
Cuando se publique esto, esta tarde, yo estaré, no sé, acabando de dar explicaciones, imagino, por enésima vez en mi vida, por cuarta o quinta vez en los últimos siete días; por novena vez en el último mes. Y me repito y me reitero y parafraseo a mí misma, citándome y rescatando frases del pasado que de tan repetidas he acabado por saberme de memoria, y convirtiendo lo que debería ser en todo caso una conversación, un quid pro quo, en un monólogo mil veces repetido, y no por eso menos cierto, o menos veraz o más impostado y fingido. Que si de algo nunca he podido o sabido o querido escaparme es de mí misma, y para lo bueno o lo malo, eso nunca me ha resultado suficiente, ni he aprendido a conformarme.
Y bueno, qué más da, que no voy a programar la edición de esto... y es que es curioso, y últimamente he repetido montones de veces esto de que es curioso (antes todo era raro, ahora todo es curioso), pero a veces tengo cierta vergüenza, siento cierto pudor sobre lo que aquí escribo, aunque las más no haya lugar ni sentido para ello, que nadie o casi nadie sabe de qué o de quién hablo, y aún así me muerdo la lengua, for if the flies, en sentido figurado, que de lo contrario dolería mucho, más, si cabe; o pienso justo lo contrario, que de perdidos al río y por eso escribo compulsivamente y jamás releo y no contesto a los comentarios porque sería como hacer justo eso que evito. Así que escribo, y de nuevo en sentido figurado, cierro los ojos, you know, y no quiero estar presente frente en la pantalla al hacer click en publicar, como si fuera Pilatos y me lavara las manos y yo no he sido, yo no estaba presente.
Cambiando de tercio, aunque no tanto, en cierto sentido o más bien en ninguno, y aunque no venga a cuento de nada, cómo me gustan las expresiones taurinas, siempre tan acertadas, aunque no me gusten los toros porque me gustan los toros... Me ha venido bien contar, por primera vez, lo que tal vez pensé que nunca contaría, porque, quién iba a entenderme, quién iba a aceptarlo como algo normal, aunque fíjeseustedquétontería, para el valor que le doy yo a lo normal, ni modo, que presumo de ser la chica rara, y no porque yo lo crea firmemente, sino porque fueron otros los que me colgaron la etiqueta y yo, con la pereza que me da eso del envasado y clasificación, decidí aceptarla sin rechistar, sin molestarme a cambiarla, para qué, que al final ser la chica rara viene a ser tan bueno como ser la triste y solitaria o la amarga victimista, o todo junto a la vez o nada de ello a un tiempo, ¿verdad?
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Que sí, lo sé, sin que tú, ni Aute, ni nadie, tenga que recordármelo... que de alguna manera tendré que olvidarte, pero no es fácil, you know...
P.D. Katherine Herpburn
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Etiquetas: Entre tinieblas
martes, noviembre 23, 2010
La suerte siempre está a la vuelta de esa esquina que nunca llego a doblar, pero por si no lo sabía Cesar Pop me lo recuerda... y ha tenido que ser precisamente hoy
Y de nuevo vuelvo a caer... como si alguna vez me hubiera levantado... si es que, ya lo cantaba Serrat, no es triste la realidad, lo que no tiene es remedio...
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Palabras para un corazón averiado... siempre necesarias, nunca suficientes
Recordaba aquellos versos de Benedetti, ésos de tener una soledad tan concurrida, tan llena de adioses y de besos y de nostalgias, que podría ser organizada por tamaños, por colores, por épocas, por promesas, por tacto y por sabor. Una soledad tan concurrida que es difícil entender como no tienes tú cabida en ella...
Y al recordar él, recordaba yo que a mí en realidad nunca me gustó Benedetti, aunque a veces se me olvida. Y él a su vez me recuerda que a él nunca se le olvida que le gusta Cortázar. Que pasaba por delante del escaparate de la librería Cervantes donde hay una especie de exposición o lo qué quiera que sea sobre Don Julio, y que se acordó de mí, y se puso contento y se tomó una ginebra a mi salud.
Y ya ves, fíjeseustedquetontería, yo también me puse contenta...
P.D. Eleanor Powell y James Stewart
que en todo caso compensaré el viernes con los Whybirds]
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lunes, noviembre 22, 2010
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domingo, noviembre 21, 2010
Decía el poeta que quizás trajimos el frío para anestesiar a la derrota

Gut gegen Nordwind (Contra el viento del norte) de Daniel Glattauer
Leo en esta tarde de domingo "Contra el viento del norte" (Gracias A. por recomendármelo). He leído 177 páginas de un tirón y dudo seriamente si llegar a la página 260 y fin, porque confesaré, me está aburriendo soberanamente. Supongo que es el típico libro que debe de leerse de a poquito, que es lo que marca su propia estructura de correo electrónico va, correo electrónico viene. Aunque no recuerdo haber tenido esa sensación la primera vez que leí (porque han sido tantas las que lo he releído), "84 Charing Cross Road" de Helene Hanff (gracias J. por regalármelo), que viene a ser un poco lo mismo, con cartas y latas de lengua enlatada y medias de nylon sobrevolando el Atlántico entre Nueva York y Londres.
Y supongo debería, de nuevo conjugo el verbo deber en condicional, dejar de perder el tiempo con algo que no me aporta nada y no me produce satisfacción alguna. Aunque curiosamente ahora suena Pereza, ni siquiera me gusta Pereza y en cambio estoy tarareando que debería parecer un accidente el día que mi corazón arda como el Windsor y llegue el fin de la seronda.
Sí... de nuevo debería.
P.D. Barbara Stanwyck, Gary Cooper y Cia en "Ball of fire"
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Dice Franco Battiato que debería cambiar el objeto de mis deseos sin conformarme con las alegrías cotidianas
y con esa combinación, las madrugadas de sábado es lo que tienen]
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Etiquetas: Despedida y cierre
sábado, noviembre 20, 2010
Miss U (too much)...
Me siento muy vacía... pero bien, supongo. Me he ido quitando envoltorios y miserias y me he sentado frente al espejo dispuesta a aceptar lo qué soy y quién soy, algo a lo que me he negado desde que tengo uso de razón, siempre haciendo y deshaciendo maletas y huyendo hacia delante. Tiene por cierto bastante que ver con temas laborales, esta especie de calma imprecisa que me envuelve; para que luego piensen algunos de ustedes que mi vida sólo gira en torno a los hombres o a la presunta ausencia de ellos en mi vida. Aunque curiosamente hace bastante tiempo que no me sentía tan sola rodeada de tanta gente y con tantos planes y tantos compañeros circunstanciales, aunque advierta que yo, como siempre, sólo estoy de paso. Lo que no deja de volver a ser de nuevo una huida para no estar nunca a solas y no tener que pensar y replantearme, para no respirar por mí misma. Aunque ésa sea otra historia.
Apenas queda algo más de un mes para que finalice este año. Podría borrarlo perfectamente de mi autobiografía. No me ha hecho más sabia, ni más alta, ni más guapa, ni mejor persona. No me ha pasado nada digno de ser recordado, enmarcado y colgado en la pared. Sólo que soy un año más vieja, que hay metas cada vez más improbables, ser madre, por ejemplo, que he acumulado de nuevo un montón de números en mi agenda que tendré que borrar, fiel al ritual, la noche de fin de año, cuando en la mayoría de los casos ya ni recuerde esas caras ni qué fue lo que nos unió, si es que alguna vez hubo algo. Tal vez haya llegado el momento de tomarme en serio a mí misma, tal vez de hacer algún tipo de terapia que reconduzca mi conducta, valga la redundancia, por qué disocio siempre, porque separo y clasifico y establezco fronteras. Y no soy capaz de valorar a quién me quiere, me aprecia y me valora, como si no me considerada merecedora de ello y en cambio me arrastre e idolatre a quién nunca va a hacerlo, por el motivo que sea, que eso siempre será lo de menos, a modo de refrendo de mi incapacidad para querer y ser querida.
Porque le dije a mi expediente X que yo ya no me acuesto con alguien con el que no estoy dispuesta a compartir el desayuno y luego le pedí que se fuera antes de que yo me despertara. Porque cuando él se disculpa y dice que me echa de menos, que qué lástima que justo ahora tras apenas dos semanas juntos haya tenido que irse fuera, fines de semana incluidos, a mí me de exactamente igual que sea cierto o no, que lo es, porque no he perdido ni un sólo momento pensando en él y en realidad la idea de que vuelva es lo último que me apetece; y tendré que decírselo, claro, o más bien recordarlo o repetirlo. Que no necesito frases hechas, ni excusas, ni promesas, que no quiero nada de eso, que no le quiero en realidad, que nunca prometí nada. Que no soy como las otras, aunque eso fuera él el que me lo dijera, y en realidad no es cierto, no lo soy con él, ni lo fui con el otro, ni probablemente vaya a serlo de nuevo, porque ellos no son él, sea quién sea ese él, que probablemente no exista, aunque sí sea real y de carne y hueso, que yo una vez lo vi, y le di dos besos, dos, uno por mejilla, y me abrazó en medio de un espejismo que duró, no sé, cuánto, tal vez tres segundos de un 'me gustaría', sabiendo que en realidad aquello era una despedida o más bien el comienzo de algo, pero por separado.
Y es que no quiero empezar de nuevo, porque estoy terriblemente cansada. Aunque tampoco me apetezca salir a la calle y en breve tendré, me obligaré a hacerlo. Y bajaré al mercado del Fontán y compraré flores, y devolveré el libro de Kirmen Uribe en la biblioteca y me compraré regalices rojos, y seguiré buscando una chaqueta de cuero que haga juego con mis ojos tristes y estaré un rato ante la A de Auster echando un vistazo a los libros con mi gabardina azul, y probablemente coma con P. que está tan sola como yo y además arrastra un gripazo de mil demonios, que todo es susceptible de empeorar. Le echaré un vistazo a los portátiles, a ver si definitivamente compro uno nuevo y tomaré medidas en la cocina, que debería comenzar a decidir cómo quiero que sea la nueva. Luego regresaré a casa, y me lavaré el pelo y hasta me pondré guapa, o al menos lo intentaré, que tengo una conversación pendiente esta tarde, y me tomaré unas cuantas cervezas, que a la segunda ya paso a ser simpática, a la tercera divertida y si llego a la cuarta, quién sabe... aunque quiero que termine pronto este sábado, y que el domingo pase a ojos cerrados y de nuevo sea lunes, y de nuevo estar ocupada con el trabajo y con mis discusiones con A. y con esos días de vacaciones a la vuelta de la esquina que en realidad no necesito porque no tengo dinero para largarme a cualquier sitio donde fuera a ser bien recibida.
Y me gustaría sentirme más triste, tanto que no fuera capaz de salir de la cama. O enfadada, con quién fuera, conmigo misma, con los demás, con alguien, que siempre es más fácil poder echarle la culpa de todo a alguien. Pero no estoy enfadada, y ojalá, porque saldría a correr por el Parque de Invierno con los Jayhwaks retumbando en mis oídos, que hoy es un día muy de ellos, sopla el viento y probablemente acabe lloviendo. Pero no puedo, porque nadie ha hecho nada malo, nadie se ha equivocado, ni ellos, ni yo. Sólo son caminos que divergen, sueños chiquitos que se desvanecen, los suyos y los míos. Sólo son silencios en los que no hay nada que decir. Porque yo ya no tengo nada que decir y a lo mejor ha llegado el momento de callarme.
P.D. Douglas Fairbanks Jr.
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Etiquetas: High fidelity, Tiempo de habitaciones separadas