martes, agosto 31, 2010

Corazón de mudanza



Cuando el optimismo me envuelve camino a un par de centímetros del suelo y me mantengo tan alejada de la realidad que hasta se me olvida que hoy sale el nuevo catálogo de Ikea, y para una, que vive en una perenne mudanza, eso es mucho olvido.

De hecho acabo de enterarme que se ha casado Julio Iglesias con la tal Miranda ésa que parece haber hecho un pacto con el diablo. Es una familia muy rara, todos tan de blanco, como en una secta de Hare Krihsna desteñíos.

Y entonces me acuerdo del bueno de Neil Diamond, que siempre ha estado ahí para recordarme... sí, good times never seemed so good.

Nunca podrás alejarte de lo que ya no está a tu lado



"I'm not here to forget you
I'm here to recall
The things we used to say and do
I don't want to get over you
I don't want to get over you

I haunt the same places
We used to go
Alone at a table for two
I don't want to get over you
I don't want to get over you

Outta give me the wurlitzer prize
For all the silver I let slide down the slot
Playing those songs so blue
Help me remember you
I don't want to get over you

A fresh roll of quarters
Same old song
Missing you through and through
I don't want to get over you
I don't want to get over you

Outta give me the wurlitzer prize
For all the silver I let slide down the slot
Playing those songs so blue
Help me remember you
I don't want to get over you
I don't want to get over you
I don't want to get over you."

Placeres culpables (y fin)


[Segundas partes nunca fueron buenas]



Segundo placer culpable, “True blood”…


No les cuento nada nuevo si les digo que los vampiros están de moda. Aunque para mí nunca hayan dejado de estarlo.

Supongo que gran parte de culpa la ha tenido la innombrable saga, aunque años atrás Anne Rice y su Lestat ya tuvieron su momento de gloria y hasta Wesley Snipes se colgó unos colmillos, mientras Kate Beckinsale se paseaba ceñida de cuero negro, afortunadamente tenemos a Coppola, que llegó a poner orden.. Confesaré que sigo sin entender demasiado bien el éxito de “Crepúsculo”. Me parece lógico en el caso de las adolescentes, si resumimos la historia en chicos guapos (sin camiseta) más un amor imposible. Yo debía ser una adolescente muy rara, porque a mí la imposible historia de amor entre los mismísimos Romeo y Julieta (de los que Edward y Bella beben sin piedad) siempre me pareció una ñoñería. Siempre pensé que Romeo era un bobo suicidándose por Julieta pensando que ésta estaba muerta, si es que… y en aquel entonces para mí los únicos hombres sin camiseta que contaban eran Marlon Brando y William Holden, pero eso ya lo conté hace mucho tiempo

Pero no, no entiendo que gente adulta, supuestamente madura y razonable se enganche a sus libros y menos a las películas basadas en ellos. Y lo dice alguien que se ha leído el “Dracula” de Stoker no menos de cinco veces y uno de cuyos viajes soñados es seguir la ruta que nos cuenta Jonathan Harker en su diario. Lo cual no haya sido óbice para tragarse todas las películas de la Hammer varias veces; con Cristopher Lee haciendo de conde Dracula, con esas vampiresas de imposible pelo cardado en negligé y sus argumentos imposibles. Que ha visto “Van Helsing” unas tres veces (aunque aquí los motivos sean otros) y hasta “La noche de Walpurgis” del tristemente fallecido Paul “Jacinto Molina” Naschy, y alguna que otra portentosa obra de ese genio injustamente olvidado e infravalorado llamado Jess Franco (que fuera tío del joven Marías también cuenta). Vamos que una se mete en vena todo lo que tenga que ver con el vampirismo, bien o mal entendido, pero no puedo con esos vampiros de medio pelo que brillan con el sol y se hacen vegetarianos, si hasta “The gates” o“Buffy” molan más. Además, ya tenemos “True blood” con Anna Paquin haciendo de Anna Paquin. Y es que “True blood” es tan absurda, tan inconstante con esa mezcla imposible de géneros: surrealista, policíaco, improbable género negro, soft porn, diarios vampíricos, gore, drama social, tan llena de paletos sin complejos del profundo Sur de los States, tan delirante y grotesca que es imposible que te deje indiferente.


Tercer placer culpable, "Nip/Tuck"

Si en algún momento piensan en pasarse por el quirófano a hacerse unos arreglitos mejor no se paseen por la consulta de los doctores McNamara y Troy. Se les quitarán las ganas de colocarse en la mesa de operaciones, y si son gays o mujeres heterosexuales (o ni siquiera) las cambiarán por los brazos del doctor Troy. Es otra serie relativamente absurda, adorablemente absurda a medida que avanza, con unos cambios de guión y argumentos que resultarían improbables e imposibles en cualquier otro lugar.


Cuarto placer culpable, "Hung"

Supongo que me gustan los perdedores. Es así de simple. Y no, no se dejen engañar por el argumento a simple vista, no es la historia de un profesor de historia que no tiene donde caerse muerto y decide convertirse en “Consultor de felicidad”, es decir, en prostituto, para explotar la única herramienta a su alcance, para ejercer la única profesión para la que está capacitado. No, en realidad es la historia de dos mujeres, Tara y Lenora. Las auténticas protagonistas son ellas, sus proxenetas, las dos caras de una misma moneda.


Quinto placer culpable, "Ugly Betty"

No, no nos confundamos, no es Betty la fea que de pronto se convierte en cisne y acaba casándose con el príncipe azul que hasta ese momento la ignoraba pero de pronto descubre que está enamorado de ella (y de sus implantes y su botox y su cirugía). Es mucho más que eso, en parte porque esa escena ni existe, Betty nunca se vuelve guapa. Betty nunca babea por un jefe displicente y guapo. Betty sólo es una chica de Queens con una familia rara, que trabaja de secretaria en una revista de moda cuando ella no entiende nade moda pero sí de sentido común y que tiene la mala suerte de toparse con una de las mejores malas malísimas de la televisión, Wilhemina Slater (qué menos con ese nombre), una Vanessa Williams en estado de gracia y que parece acaba de mudarse a Wisteria Lane.


Placer culpable que se quedó en decepción culpable… "Californication"

Con lo bien que empezaba (la escena de la monja y la felación, aunque no digas que fue un sueño) y lo mal que ha acabado.


"Roma" vs. "Spartacus"

"Spartacus" no es "Roma". Nada más que añadir.


"The Tudors" no es "John Adams"


"Breaking Bad", "Rubicon", "Haven" y "Gravity" las tengo pendientes…


Nadie debe pasar a la otra vida sin haber visto "Mad men", "The Soprano", "The Wire", "Dexter", "The Shield", "The West Wing", "Doctor en Alaska", "Six feet under", "In treatment", "Holocausto", "Deadwood" y "The Gilmore girls".


"Everwood" sí es una serie para adolescentes. "Desperates housewives" no es una serie para mujeres. "Brothers and sisters" no es una serie para toda la familia.


No puedo evitar preguntarme dónde está Carrie cuando veo “United states of Tara”.


No puedo evitarme preguntarme dónde está Carrie cuando veo "The good wife".


"Harper’s Island" es una tomadura de pelo tan grande como "Lost".


En España, a veces, raramente, han sabido hacer ficción, o a mí me lo pareció: "Mujeres", "Raquel busca su sitio", "Cuestión de sexo", "Desaparecida", "Guante blanco", "El grupo" y "Brigada central" (sí, el inspector Flores, qué pasa).


Seires que juro que existen, que yo he visto, que mataría por volver a ver: "Playas de China", "Felicity", "Hermanas", "Vientos de agua" y "Treintaytantos".



P.D. Anne Francis

lunes, agosto 30, 2010

(Maybe) Our time






"I traced your arms as you laid spread out on the Sunday paper
Looked like the crime scene of an angel ghost
I heard the gate clatter to on the elevator
I wrapped myself up in it like a cold beef roast

Fell asleep, was cooked medium and placed on a dining room table in Brooklyn
Before an older couple surrounded by family and friends so wonderful and kind
I flashed back to you giving dollars to homeless men down in the bowery
Not before they convinced you it was for sandwiches and not for wine
I just could never convince you baby
This was our time
This was our time
This was our time

Now your feeding me fabulous Chinese takeout on the dampened bed sheets
Our last supper so you might say
I woke up in a cold sweat and realized we'd never cooked one meal together
You always said, "Why bother?" with the cuisines of the world laid at our feet here everyday
Then I thought of our first date back in Nashville
We shared the pupu platter you enjoyed it with such gusto I took it for a sign
We would have many happy meals together in a warm dining room somewhere maybe even
Brooklyn
That was way back then, and I was just another guy with food on his mind
But this, baby this was our time

This was our time
This was our time
This was our time
What did you have in mind?
This was our time"


Our time - John Hiatt




Ha sido escuchar esta canción esta tarde y enamorarme de ella... Con tu permiso (o sin él), me la apropio.







P.D. Marilyn Monroe





Y hablando de Springsteen y de 'Glee', aunque la original sea insuperable la camarera de 'Pushing daisies' (Kristin Chenoweth será por los restos la camarera de 'Pushing Daisies') y Mr. Schu se lo han currado.


Aunque con el original no haya competencia posible. ¿Que no me creen? Vean esto (aunque sea la décima vez que cuelgo este vídeo aquí... Bufff...


No comment...










"Debo llamar al Secretario de Estado de Ohio
 para decirle que de ahora en adelante no llevaré foto en el carné.

 ¿Sabéis por qué?
Todos deberían reconocerme."

Sue 'Glee' Sylvester



Para que luego me pregunten por qué me gusta 'Glee'. Sólo por ver a Don "Jon Hamm" Draper cantando el "Born to run" con la inestimable ayuda de Tina Fey merece la pena.





P.D.1 Entrada de la retransmisión de los premios Emmy 2010 anoche.


P.D. 2 Gracias a mi chico raro favorito, que me pasó el enlace.

Placeres culpables


Tenía una entrada pendiente, la segunda parte de las series a las que estoy encadenada. Y sí, sé que a nadie le importa. Pero cumplo mis promesas... algunas... generalmente.


Pero no va a ser ahora, que el Jefe acaba de invitarme a un café, y aunque no me guste el café es mi jefe, y aunque no fuera mi jefe...

Me había quedado en "True blood", creo...

Les dejo con Peggy "Elisabeth Moss" Olson, una de mis chicas 'Mad men' favoritas y que ayer en la gala de entrega de los Emmy estaba absolutamente fabulosa. En color, of course, porque ella lo vale.

En movimiento (el caso es andar)





[...]So what if I came knocking? 

So what if I came knocking? 
So what if I came kicking 
And it scared you a little bit, 
And I came on strong 
Would you think 
That there's something wrong with me? 
Or could it be your fears 
Of trying something real 
Or just afraid to touch 
A guy like me? 

[...] 

So if you hear some knocking 
On your window tonight 
You can bet that it's probably me. 
But let it be known 
That we're just a pair of tumbling dice 
And the outcome of these crap shoots 
Is hard to see. [...]

What if I came knocking de John Mellencamp




Ahora que mi Andrés abomina del Twitter ('[...]140 caracteres pueden metérselos profundo en medio del ojete, me importa tres pepinos perder un segundo más en el rebaño de boludos con Blackberry o lo que es peor... conectados a la nada a cambio de demostrar que son infantiles[...]'). Una va y decide conectarse, no al Twitter, que sigo sin tener la más remota idea de qué carajos es (ni intenciones, ni ganas); sino al Facebook, aunque tampoco tenga nada claro para qué sirve, cómo funciona y si a mí me va a servir de algo (sí, lo sé, últimamente le he dado a mi vida una orientación utilitarista que me asusta un poco... sólo un poco).

Llevo demasiado tiempo recibiendo invitaciones de gente, algunos hasta los conozco (o los conocí en otras vidas), que han sido ignoradas automáticamente, una tras otra, sin tregua. Gente que expone su fotografía de frente y de perfil, fecha de cumpleaños, nombre y dos apellidos, estado civil y carencias vitales. Como mi amiga Sal, posando sonriente con su nuevo peinado. Ella, que desconoce la existencia de este blog, ya que de hacerlo pondría el grito en el cielo sin abandonar los pies de la tierra (toda una artista en este menester). Posar para Facebook es políticamente correcto, contar miserias aquí, no; que ya nos conocemos (y de hecho hace casi 20 años de eso).

Como parece que la pregunta de moda ha pasado a ser: "¿estás en Facebook?" , al responder siempre que no, pasaba a tener que aguantar el subsiguiente discurso aburrido y proselitista. Llegué a un punto en el que no hubiera sido capaz de escuchar una vez más la enumeración detallada de todas las ventajas de la red social y acabé por decir que sí, que tenía un perfil allí; y antes de dar paso a la fatídica sentencia ('agrégame como amigo', parece ser que hay algunos que coleccionan amigos en la distancia virtual del Facebook como yo sugus de cereza); lo decía yo antes. Todos tan contentos, ellos en su ignorancia; yo en mi mentira. Dudo que se percataran que en realidad no había cumplido mi (falsa) promesa, ocupados como parecen todos en colgar la foto de su útlimo desayuno y en batir todos los records de desconocidos amigos agregados.

Debo confesar que caí en un momento de debilidad. Estaba el viernes a la tarde esperando que vinieran a colgarme las cortinas (digo, a ayudarme a colgar las cortinas) y como se retrasaron algo así como tres horas, yo allí sentada en mi silla (recuerden que aún no tengo sofá) dándole vueltas a lo de siempre (soy monotemática y absurda, no he acabado de entender eso que siempre repite mi madre, que si una cosa no tiene solución para qué darle más vueltas, y si la tiene, pues igualmente). Sonaba Shostakovich, que a mí siempre me baja las defensas. Algunos tienen que tomarse un cognac (o dos o tres, échale la culpa al alcohol de tu presunta desinhibición) para desnudarse, quitarse disfraces, y capas cual cebolla humana. Yo escucho a Shostakovich y sin dejar de ser yo, acabo mostrando partes de mí de las que ni yo misma soy consciente de poseer. Bien, esto no es cierto, si de algo puedo presumir, probablemente lo único, es de conocerme bien a mí misma; pero estarán de acuerdo conmigo en que suena bien al decirlo/escribirlo.

De pronto me llega una nueva invitación de Facebook que ignoro como es lo oportuno, más por inercia que por premeditación. Era de alguien que sí conocía; o conocí, más bien. Hace poco nos encontramos por inciertos motivos, sienta bien eso de ver casi 20 años después al amor imposible de tu adolescencia, ése que ignoraba tu existencia, que te hacía sentir invisible; y ser tú ahora la que le ignoras, la que le traspasa con la mirada sin detenerse en su presencia. Al que cuesta reconocer por lo mucho que ha cambiado sin ni siquiera haber cumplido los 40, en realidad debe de andar por los 36; y al que le cuesta mucho reconocer que la mujer tímida e insegura que tiene delante es la misma adolescente tímida e insegura de veinte años atrás. Me temo que tanto le cuesta reconocer que ni siquiera me reconoce y se inicia un baile de fingidas sorpresas y velados descubrimientos.

Así que allí estaba yo, con Shostakovich de fondo, que me provoca aflorar sentimientos y hasta ternuras, impaciente y sobria; combinación imperfecta para acabar meciéndome peligrosamente en un abismo de deseos incumplidos. Por eso acabo por elegir el Facebook (al final todo se reduce a una elección), la seguridad de lo desconocido e incierto y olvidar que es viernes y que no tengo el valor para quedarme con la inseguridad del otro, también desconocido e incierto y con la hospitalidad ofrecida en la calle del Arenal.





P.D. Ya saben, para todo lo demás me encontrarán a partir de ahora en la red de redes... Una buena pregunta sería qué es todo lo demás. Les prometo que cuando lo descubra se lo cuento, aquí, claro.

domingo, agosto 29, 2010

Una habitación luminosa llamada día




"No te mereces el poder de Madonna. 
No tienes confianza en ti misma, control sobre tu cuerpo, ni magnetismo sexual.
Resumiendo, tienes la sensualidad de esos pandas que están en el zoo que se niegan a aparearse." 

Sue 'Glee' Sylvester



Odio tanto los domingos por la tarde como a veces me odio mí misma, aunque lo segundo, a veces, sólo a veces, sea pasajero. Bien lo cantaba Drexler, disco rayado que hoy sólo tiene cara B... bo me lo tengas en cuenta.




P.D. Jane Wyman

viernes, agosto 27, 2010

A las del viernes, 27 de julio de 2010

Llevo media tarde sin poder moverme de casa esperando a que vengan a ayudarme a colgar las cortinas... y no es que me queje, que a lo mejor, aún sin excusas, me hubiese pasado la tarde igualmente en casa; y en todo caso agradecida y emocionada que una está por la futurible ayuda ofrecida.

He comenzado a ver la 2º temporada de "Sons of anarchy", siguen siendo igual de feos y de malos. Y me he dedicado a leer. Incluso me leído a mí misma. El invento este de las entradas aleatorias tiene su gracia, me ha hecho recordar circunstancias, momentos, personas y situaciones que había enterrado en el olvido, y no siempre con premeditación. He descubierto que aún soy capaz de divertirme conmigo misma, riéndome conmigo y de mí... que no es poco.


También he descubierto, y no la recordaba (a dónde irá el anonimato en la red cuando de forma más o menos voluntaria lo perdemos), una boina granate de Burdeos (como dijo aquél). Algunas fotos y muchas canciones. No sé, me ha hecho gracia. Sigo viva.

I'm gonna chase the clouds away

Hoy me he levantado a las cinco de la mañana, apenas he dormido, no sé, tres, cuatro horas. Como consecuencia las ojeras me llegan al piso. A las 6:13 me subí al coche, en realidad debían de ser las 6:07, tengo el reloj adelantado (llego siempre tarde, pese a todo). Al darle a la llave de contacto ha comenzado a sonar “Waiting on a sunny day”. No suelo ver señales donde no existen las señales (o eso me digo a mí misma). Pero en un coche que no era el mío (el mío para no variar vuelve a estar en el taller), en un disco que probablemente sí fuera mío… no sé, suena justamente esta canción, que siempre me ha dado un buen rollo impresionante. Es de ésas que te invitan a cantar a voz en grito, a bailar, a sonreír, a ver la luz en medio de la oscuridad…
Y tú vas y me cuentas que por fin se va a publicar la esperadísima caja del “Darkess on the edge of town”. He mirado el calendario, el 16 de noviembre es un martes. Quién ha dicho que los martes son los nuevos lunes…















Edito... es que acabo de informarme mismamente sobre qué contiene la caja, y en fin, como diría Fever, 'orgasmá' me he quedado. Y como últimamente, me da mucho por fantasear, como si alguna vez hubiera dejado de hacerlo, ya me estoy imaginando de concierto en el 2011.

No, no pretendo ser original, pero es que es mi disco preferido, como el de (casi) todos. Y sí, este va a ser mi otoño... Calling out around the world, we're going racin' in the street.



P.D. Suzy Peppers a Rachel en "Glee": Nos complicamos la vida. Buscamos chicos que no serán nuestros. El señor Schu es el perfecto para nuestros problemas de autoestima. Como no corresponde a nuestros sentimientos, refuerza la convicción de que no nos merecemos ser amadas...

Cambien a Rachel por mí, y pónganle algo así como 20 años más; eso duele...




jueves, agosto 26, 2010

Let it be me



La de abajo, bueno, la de abajo no, que es Romy "Sissi Emperatriz de Austria y reina de Hungría" Schneider, la que con Alain "Rocco y sus hermanos" Delon, formó la pareja más guapa del mundo mundial (y la más trágica) e hizo llorar a mi madre lo que no está en los escritos.
Pues eso, la de más abajo es Chrissie "The Pretenders" Hynde, que imagino que no necesita presentación.

Ya sé, la lista de mujeres a las que yo siempre he querido parecerme (a todas, o casi, menos a mí misma) es interminable. Siempre les cuento lo mismo... yo quería ser como Veronica Lake y tener una granja en Africa al pie de las colinas de Ngong, ser Audrey Herpburn, casarme con Michael Caine y soñar que volvía a Manderley perdiendo la cabeza como Ninotchka, viviendo un amor que desafiara al espacio y al tiempo con el capitán Gregg... Y quería tener la voz y el talento de Chrissie Hynde, y obvio, su flequillo...

Decía Leonor Watling, 'antes de', en una entrevista, que lo de su pelo era una tragedia griega. Y yo, que ni me parezco, ni quiero parecerme a ella (que Jorge Drexler se vaya es cuestión de tiempo y yo estaré ahí esperándole), comparto tragedia capilar con ella.
Entiendo que lo normal es que una le tenga miedo a perder la cabeza por quién no te ha de corresponder, a que te atropelle un coche cuando cruzas un paso de cebra pese a que has esperado como una completa gilipollas a que el semáforo se pusiera en verde, al dolor, al daño y a las penas, a que Bruce deje a Patti y no sea precisamente para venirse conmmigo, a que mi sobrina de tres años me pregunte por qué no tengo niños y yo me quede sin respuestas, a la depilación a la cera, al abandono, a la muerte, a sentarse en el sillón del dentista y a sus facturas. Pero ni modo, yo le tengo miedo a pasar por delante de una peluquería cualquiera de un barrio cualquiera un día de estos cualquiera, y a lo que es peor, a entrar.
Cuando decidí convertirme (aún más) en la portentosa mujer invisible, me corté el pelo. Háganme caso, si lo que quieren es desaparecer del mapa, corténse el pelo a lo garçon; a lo chico, vamos; que los franceses dicen lo mismo pero siempre lo dicen mejor (sí, lo sé, esto ya lo conté). De eso hace más de año y medio y a día de hoy mi pelo luce un aspecto indescriptible que no es ni corto, ni largo; a juego con un color igualmente indescriptible. Cuando decidí transmutarme en invisible decidí hacerlo del todo, así que abandoné coloraciones y tintes y me decanté por lucir eso que algunos llaman 'mi color natural'. A saber, como dice mi amiga C., color rata, que traducido equivale a ese castaño alcanzado con el paso de los años en las que fuimos medio rubias de infantes. Años atrás me teñía, decoloraba y me aplicaba todos los inventos habidos y por haber para travestirme de chica Pantene y obtener reflejos, luminosidad, color, intensidad y todo ese montón de bla, bla, blas que nos venden en los anuncios de champú y que por si no lo saben, son mentira.
Nunca fui rubia platino y me declaré enemiga, no precisamente íntima, de las mechas rubias; así que entre 'dulcecastañaclaracolormiel' y aguerrida pelirroja anduvo el juego. Curiosamente fue dejar de teñirme y que todo el mundo me preguntara dónde me compraba el tinte y cuál era su número. Cuando paseaba por la vida de improbable pelirroja, nadie cuestionaba que ése fuera mi 'color natural'.
No sé si se han dado cuenta, en todo caso yo se lo cuento; el mundo de una 'mujerblancasolterabusca' se divide en rubias y en morenas, en mujeres de pelo largo... y mujeres de pelo largo... y liso. ¿A qué no se lo imaginaban? Hagan una encuesta entre los hombres de su entorno, no necesariamente solteros; pregúntenles cómo es su mujer ideal aunque ya yo les digo cual sería la respuesta de una inmensa mayoría. Rubia o morena, eso va por barrios; de pelo largo y liso, y ojos azules o verdes, también va por barrios. Y como ustedes bien saben y ven a diario en sus calles, éste, nuestro país, está lleno de mujeres de pelo liso, largo, morenas o rubias y de ojos azules o verdes. Y es curioso, porque si a mí alguien me pregunta cómo es mi hombre ideal lo último de lo que se me ocurre hablar es del hipotético aspecto físico. Es de cajón que a todos nos gustan los guapos y en mi caso, paso de descripciones, que si alto, que si moreno, que si guapo... vamos, que saco la foto de Hugh Jackman que llevo en la cartera, la muestro y paso a enumerar lo que de verdad es importante en un hombre ideal.
En resumen, no soy rubia ni soy morena (jamás se me ha pasado por la imaginación teñirme del color ala de cuervo, intuyo que me quedaría fatal no haciendo juego con la palidez de mi piel), no tengo el pelo liso ni los ojos claros, ni siquiera tengo el flequillo de Chrissie Hynde; no puedo permitirme volver a cortarme el pelo.

No puedo estar amable, simpática y sobria al mismo tiempo.




-"El miedo es como el frío. 
Una vez que se ha sentido nunca se va del todo."

De 'Tokio ya no nos quiere' - Ray Loriga



Anoche me costó mucho dormir. Di vueltas y más vueltas, leí. Me aburría el libro que tenía entre manos, me aburren los libros 'guerracivilistas' (aunque después me los lea todos); tengo ganas de terminarlo, y otro en la recámara. Escuché dos veces el nuevo disco de Ricardo Arjona, "Poquita ropa"; los nocturnos de Chopin, a John Mellencamp, Christina y los Subterráneos, Caetano Veloso y a la Velvet Underground. Escribí no menos de tres posts en mi mente, que esta mañana ya había olvidado. Me recreé visualmente en las fotos de la boda de Nicolás de Grecia con Tatiana Blatnik y me pregunté por qué Rosario Nadal con el porte y la elegancia que tiene siempre parece la novia cadáver y nunca se peina. Me hubiese gustado ser fumadora no circunstancial, encender un cigarro y asomarme a la ventana, a la quietud de la noche y a mi calle desierta; tener a Edward G. Robinson o a Joseph Cotten en la pantalla muda del televisor y a mi espalda una conversación pendiente en el sofá que aún no me he comprado... contigo, claro, que estarías preparando los gin-tonics.



P.D. Romy Schneider.

miércoles, agosto 25, 2010

Valer la pena



"Y ahora enciendo un cigarrillo y aspiro hasta el final.



No me importa si esta bien, no me importa si esta mal. 
Tengo abiertas las ventanas y dejo el aire entrar.
Tengo ganas de abrazarte, 
tengo ganas de llegar al final."





Hasta el final - Coque Malla






Hace demasiado calor... al menos para mí, que soy lagarto de sangre fría. Calor africano, dice el  que supongo debe ser el portero sustituto veraniego del portero de mi edificio, que no he descubierto hasta hoy, hasta esta tarde, hasta hace un rato.


Así que entro en casa, me quito los zapatos - hoy he vuelto a ponerme tacones, otros, tengo el armario lleno de zapatos que no pongo y probablemente nunca más me pondré, pies destrozados una vez más- camino descalza y voy quitándome la ropa, dejando un reguero de prendas por el pasillo, como si tras de mí caminaras tú dispuesto a asaltarme. Esto es un atraco, tus labios o la vida; bien lo dijo el poeta.


Abro la ventana, y ahí, justo enfrente, a lo lejos, se divisa la sierra del Aramo. No, esto no es África, esto sigue siendo mi norte...





P.D. Chrissie Hynde


Algún día yo también seré insoportable


Lo que tiene trabajar con hombres, bueno, en realidad trabajar con hombres tiene muchas cosas, algunas de ellas hasta buenas, es que, en demasiadas ocasiones, te conviertes en testigo incómoda de conversaciones que no deberían de tener lugar ante de una dama tan decente y apocada como yo.
Mis estimados colegas le tienen especial querencia a diseccionar diariamente tres temas en concreto. A saber, la actualidad portada de los periódicos, el fútbol (y si no es temporada liguera poco importa, siempre habrá otro deporte u otro fichaje o las últimas declaraciones de Maradona) y las mujeres, especialmente las propias. Aunque de cuando en cuando alguna que pasa por Coronel Aranda se lleva una buena ración de miradas y comentarios, no siempre positivos y halagadores. Véase el ejemplo de esta mañana: "¿Ésa que va, a trabajar al polígono?".
Y claro, una se ve en medio de una conversación del tipo "mi mujer estos días con la regla está insoportable", "mi mujer está en casa de mis suegros y está insoportable", "mi mujer se ha ido de vacaciones con los niños y sin mí y está insoportable", "mi novia quiere que nos compremos un piso y está insoportable"... y qué quieren que les diga, que yo no tengo nada que añadir a eso. Los demás, en cambio, sí, porque parece ser que sus mujeres son tan o más insoportables. No importa, ya me meten ellos en la conversación: "Dae, ¿tú cómo haces las lentejas?, que las lentejas de mi mujer son insoportables." Y claro, una duda, ¿eso me lo preguntas porque estoy presente o porque soy la única mujer presente?. Porque si es por lo segundo, puedo volverme tan insoportable como todas vuestras mujeres juntas.
Generalmente sonrío educadamente y me dedico a lo mío, al menos en la medida de lo posible, que todo hay que decirlo, es muy poco posible.
Cuando hablan de las ajenas tampoco es que mejore la historia. No sé, se me viene a la memoria, por ejemplo, el otro día, Elsa Pataky y lo buena que estaba Elsa Pataky, y lo guapa que era Elsa Pataky y el culo de la Pataky y hasta las témporas de la Pataky. ¿Y saben lo que a mí me apetecía decirles? Pues que sí, que estará buena, y que será guapa y todo lo demás también, pero que lo que es en realidad, es la tía con menos de 40 mejor operada de España. y lo suyo no sé si tiene mérito porque antes de los 25 ya debió de pasar por el quirófano. Por qué se me ocurriría a mí abrir la boca, ya saben, que si la envidia fuera tiña, que si la abuela fuma en pipa... es que no aprendo, a las guapas no se las puede criticar. Vamos, que si digo que Rossy de Palma es una mala actriz, todos de acuerdo. Si digo que Penélope Cruz sólo sabe hacer de Penélope Cruz, una envidiosa sin remedio es en lo que me convierto.
En definitiva, ellos están acostumbrados a criticar, cuestionar, juzgar y calificar a toda fémina que se les cruce, real o figuradamente; pero a mí que ni se me ocurra decir que vi "Australia" 3 veces y "Van Helsing" 2, sólo por ver al amor de mis amores (platónicos, obvio); que me miran todos con cara de: chica, eso no va contigo. Aunque con ellos si vaya contar la cantidad de veces que vieron "Lucía y el sexo" o la última de Médem, por idénticos motivos y que nada tienen que ver con la cinefilia.
Así que en esas estábamos esta mañana. Hablando de vacaciones, vuelos y Bruselas, acabamos en los controladores. Juro que no dije nada malo de ellos, a mí como colectivo me caen estupendamente, claro, como a todos; y como particulares, como sólo conozco a una, y ya me caía fatal antes de ser controladora, no cuenta (que eligiera precisamente esa profesión tampoco ayudó mucho, siendo sincera).
¿Y qué asociación mental-visual-emocional puede hacer una romana como yo al oír la palabra controladores? Sí, lo han adivinado, César Cabo, el controlador más sexy del mundo mundial. Y por vez primera soy yo la que digo algo así como que el conflicto de los controladores me la trae al pairo porque a mí lo único que me importa es que el tal César Cabo está muy bueno. "Pero Dae, ¿qué dices?", me dicen todos al unísono sorprendidos ante mi pérdida de compostura. Claro que hay algún despistado que pregunta: "Y ése, ¿quién es?"...
-"El chulo ése que salió en 'La Noria.'
Todos asienten y afirman y descalifican. Pero obvio, a mí no se me ocurre que a toda esa panda de cuarentones la envidia les corroe por momentos. No, para nada, no soy tan simple; y no digo que ellos lo sean.
Encuentro comprensión en la media hora (40 minutos largos, que es agosto) de café (para mí coca-cola light) con las féminas circundantes. Ellas sí saben quién es Cesar Cabo y no opinan que sea un chulo, sino un chulazo, que no viene a ser exactamente lo mismo. Y como nosotras no somos tan simples (no digo, reitero, que ellos lo sean) en lugar de pasarnos diez minutos repitiendo en todos los idiomas que conocemos y en todo los vocablos posibles lo bueno que está el romano en cuestión y todo lo que le haríamos o nos dejaríamos hacer (bueno, no voy a mentir, lo segundo sí), tratamos de dilucidar por qué de repente este tío nos gusta tanto y a todas.
Yo solita he llegado a la conclusión y así lo he expuesto, que estando como estamos en un estado absoluto de decadencia moral, educacional y hasta afectiva, aparece un tipo tan aparente como él, con aspecto de tipo sano, educado, bien vestido y sin estridencias (ni piercings, ni tatuajes -al menos no a la vista), sin haberse depilado las cejas (alguien debería decirles que Fonsi Niego NO es un ejemplo a seguir a menos que quieras parecerte a Naty Abascal), ni teñirse el pelo con mechas (Guti tampoco es un ejemplo), capaz de hilvanar más de dos frases coherentes, ¿he dicho educado? y además guapo, que es lógico que el inframundo televisivo le eleve a los altares. Yo por mi parte ya le he reservado un huequito en el mío particular, ha desplazado hacia la izquierda al mismísimo David Cantero.

P.D. Frances Dee

martes, agosto 24, 2010

Muerte en el olvido



"[...]voy a recorrer esta ciudad
voy a llegar hasta el mar,
el mar me cura la herida,
y voy a saltar
voy a nadar hasta otro lugar[...]"

Berlín de Coque Malla

Camino de casa, pensando en ti. Deseando llegar, y contarte. Deseando quitarme los zapatos (quién dijo que las plataformas son cómodas). Hoy había vuelto a usar tacones después de no sé cuántas lunas. Hoy lucía el cielo gris. Hoy tenía una invitación a comer. Hoy me acordé de ti...


"Yo sé que existo
porque tú me imaginas.

Soy alto porque tú me crees alto,
y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.


Tu pensamiento me hace inteligente,
y en tu sencilla ternura,
yo soy también sencillo
y bondadoso.


Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie lo sepa.

Verán viva
mi carne,
pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo-
el que la habita..."
Ángel González

Encadenada


Ha vuelto a ocurrirme, a no poder justificar mi risa (ven, de vez en cuando me río) ante cierto usuario de la administración pública requiriendo cierto informe rural... Me acordé de Jenna Maroney (Jane Krakowski) en “30 rock”. Un día de estos tendré que pedirle a A. que repita tres veces conmigo eso de ‘rumor rural’, a ver si así se le escapa una sonrisa.

Creo que ya hablé aquí, antes, de la serie de Tina “I can see Russia from my home” Fey, y el gran, gran, Alec Baldwin, de los Baldwin de toda la vida; pero nunca me cansaré de recomendarla, que al fin y al cabo es la única comedia que me hace reír.

Sí, vuelvo a hablar de series. ¿Qué no tengo nada que contar y no se me ocurre más que volver a un tema que siempre da juego? Puede. Aunque si no tuviera nada que contar, simplemente no contaría nada, pues.

Estarán conmigo de acuerdo en que esta semana ya he cumplido, y más allá, hablando de mí, mi mismidad y mis interiores. Así que ahora toca hablar de vidas ajenas. Y al hilo de lo que comentaba, que las personas además de poder dividirse entre mujeres de pelo liso y mujeres de pelo rizado; y hombres posibles, probables, imposibles, improbables y/o descartables; puede clasificarse al personal en función de la televisión que ve. Así que porque yo lo valgo y me apetece escribir de mí, pero sin hablar de mí, voy a analizar, a ver si llego a alguna conclusión conmigo misma, las series que me gustan, las que no me gustan, los placeres culpables y las que me hacen afrontar el día con el optimismo de saber que al final del día me reencontraré con ellas.

En primer lugar, lo que no me gusta. No me gustan, en términos generales, las comedias de situación. Aunque durante un tiempo me dediqué a "Samantha who". Tal vez por la mala leche que destilaba la protagonista ‘antes de’ (malvada, hipócrita, superficial, egocéntrica, egoísta y mala sin piedad). Me gusta, adoro, “30 rock”. Alec Baldwin, de los Baldwin de toda la vida, me parece un auténtico descubrimiento -ahora mismo no soy capaz de recordar ni una sola película de su filmografía y el único dato que retengo es que estuvo casado con Kim Bassinger con quien tuvo una hija llamada Ireland (de nombres también he hablado)- y Liz ‘Tina Fey’ Lemon resume lo que yo entiendo por sentido del humor. No sé, a lo mejor es que me siento identificada con esa mujer (aunque fuera igual de neurótica que Monica "Friends" Geller o si nos ponemos, tan pija e inconstante como Rachel y pelín pirada como Phoebe, sin ser la mitad de entrañable que ella). Pero Liz Lemon es talentosa, sarcástica, sin ser especialmente guapa es guapa, socialmente inadaptada, brillante, no dice tacos, inteligente, con un fuerte, aunque oculto, instinto maternal y pésimo gusto con los hombres. Vamos, igualita que yo, hasta estudió en su juventud en Alemania y busca tipos que sepan estar callados mientras ella ve "Perdidos". A lo mejor, supongo, no sé... digo. Y bueno, claro, luego está “Will & Grace”, aunque en realidad sea más bien “Karen &... Karen” (también he hablado de ella).

Pero nunca he visto un episodio de “The Office”, o de “Modern family”, o de “Como conocí a vuestra madre”. Me tragué algunos de “Me llamo Earl”, todo ese rollo del perdón en un tipo tan desclasado como él me hacía gracia; aunque la gracia me duró cinco capítulos. He visto quince minutos de “Entourage”, me aburrió soberanamente. He visto todas las temporadas de “Friends”, al menos dos veces (algunos capítulos hasta cinco, siempre que llego a un hotel, sea donde sea, y enciendo la tele -es lo primero que hago en una habitación de hotel tras descalzarme- allá aparece Joey Triviani). He visto mucho a “Frasier” y casi tanto a “Seinfeld”, quería autoinducirme cierta dosis de intelectualidad, ni modo.

Creo que sé por qué no me gustan, al margen de que comparto o no su sentido del humor (que va a ser que no). Aunque mis teorías no me sirvan ni a mí. Siento que no me cuentan nada. He llegado a la conclusión de que me gustan las series con una trama que se mantenga en el tiempo, que me cuenten algo. De lo contrario, me aburren. ¿Por qué? Lo ignoro. Por eso no me gustan las series policíacas o de abogados o de hospitales, en las que en cada película se trata y se resuelve un caso distinto. A menos que mantengan intensidad en lo que enlaza un capítulo con otro o el protagonista sea un tal Dr. House. Un tipo cojo y adicto, con un carácter de mil pares de demonios sueltos; y que yo encuentro deliciosamente morboso adorable.

Es cierto que algunas de estas series con tramas individuales me han medio enganchado, aunque acaban por cansarme. Me gustaba mucho, por ejemplo, Brenda ‘The closer’ Johnson, su personaje, digo; en la serie "The Closer", digo. Ella y la panda de ineptos que la rodean y a los que tanto les costó aceptar tener una jefa, no un jefe. Pero acabó por aburrirme. Aunque si ahora encendiera la tele y me la encontrara, me sentaría sin dudarlo a disfrutar de ella.

Tampoco necesito que sean una tomadura de pelo, como “Lost” (no digamos “Flashforward”), pero necesito motivos para sentarme fielmente capítulo tras capítulo, a pesar del atractivo del personaje principal. Lo mismo me pasó con “Shark”, James Woods, otro grande con un papel a medida, pero que a mí acabó por cansarme. Y lo mismo con “Eli Stone”, “Monk”, “La juez Amy”. “Life” todavía me mantiene un poco más atenta, y luego, obvio, está “House”. Que es un mundo aparte porque me da igual lo que cuenten, yo le quiero a él, y no precisamente como médico de cabecera.

En resumen, me gustan los personajes atípicos, de (mal) carácter, caminando peligrosamente por los límites y senderos de la legalidad, la cortesía y la conciencia; y que generen, claro, historias, más allá de dictaminar el lupus de turno, resolver el asesinato de las tres y media o salvar de la cárcel al acusado cuando todas las pruebas apuntan contra él (motivos, escenario, oportunidad y arma del crimen), aun siendo completamente inocente.

Excepciones a la norma; “House” al margen, haberlas, haylas; siempre las hay. ¿Para qué, sino, están las normas? Series de médicos, o mejor dicho, de enfermeras, “Nurse Jackie” es la caña. No sé si me cansaré de ella, no lo creo. Muchos se empeñan en decir que es un doctor House en femenino; la mala leche y las adicciones son claros paralelismos, pero creo que tras la enfermera Jackie hay mucho más (no sólo una familia, un amante cabreado y una doble vida).

“Anatomía de Grey” en cambio, no debía de estar en esta lista. A priori demasiado ñoña, aunque me tragara hasta su ‘spin-off’, “Private practice”. Con lo mucho y bien que pintaba el personaje de Addison Montgomery, qué mal lo han hecho, el final de la primera temporada fue absolutamente surrealista. La pobre Violet (junto con Cooper, lo mejor de la serie), una completa atrofiada emocional (espejo donde mirarme) siendo sometida a una cesárea criminal. No, no me gustan las series de médicos, no van conmigo, ni siquiera si son guapos. Nunca, pese a George Clooney, me gustó “Urgencias”, aunque acabara por ver tropecientos capítulos, incluso después de su marcha, a ratos sueltos, de madrugada. Encendías la tele y siempre aparecía un capítulo de “Urgencias” en la primera.

Pero adoro a Meredith Grey, qué le vamos a hacer. La adoro porque es insoportable. Lo mismo que Yang y que el resto de mujeres de esa serie. No sólo son medio guapas, las que lo son; sino que son neuróticas, no saben comprometerse, ni tomar decisiones, pueden ser profesionales brillantes, cuando lo son, pero un auténtico desastre en su vida privada. Sí, son talentosas, excepto la pobre Izzie, que claro, era la guapa y la castigan con un cáncer. Los hombres, son sólo meros accesorios (aunque ellos sean los guapos, e incluso, supuestamente, más talentosos). Pues bien, a lo tonto me he tragado las seis temporadas, aunque en los tiempos de apariciones del novio muerto (sí, él también cantaba ‘Galway girl’ en “P.D. Te quiero”) mi fidelidad se tambaleó peligrosamente. Además “Anatomía de Grey” ha tenido el mérito de recuperar a Lucio Voreno, y eso, queridos míos, no tiene precio.

Excepciones en las series de abogados, haberlas, haylas, y sin tener que remontarse a "La ley de Los Angeles".  “Damages”, me da tanta pereza como me atrae. Es lo que tiene poner en una misma serie a Glenn Close y a un Ted Danson en estado de gracia, aunque me parezca más tramposa que “Perdidos”. “Boston legal” me entretiene las más de las veces, y si no me he aburrido de ella es porque es heredera directa de “El abogado” y juré serle fiel a su ‘spin-off’ en honor a su memoria. Cómo me gustaba “The practice”, cómo me gustaba Bobby Donnell, cómo me gustaba Eugene Young, cómo me gustaba Berlutti, cómo me gustaba Eleanor Frutt. Por una vez, y sin que sirviera de precedente, un juzgado no era un pase de modelos, los abogados no brillaban por su presencia ni por su conciencia, sus defendidos no eran siempre inocentes acusados injustamente, los acusados a pena de muerte no siempre se salvaban (incluso había quienes la defendían) y podíamos ver a Ben “Perdidos” Linus disfrazado de monja. El brillante abogado defensor, hijo del bedel de un insigne despacho de abogados, primero en su familia católica irlandesa en asistir a la universidad, orgullo de su padre y maldición de su conciencia. Qué grande Bobby Donnell (aunque esto ya lo he dicho, creo).

Series policíacas: "Life" me sigue interesando. Su prota es lo suficientemente aparente como para retener mi atención. Pero tengo que remontarme muchos, muchos años atrás. Aún con Verónica Hamel en la retina como madre de Jack "Lost" Shephard (qué mal ha envejecido). Siempre la recordaré entrando con su abrigo de pieles en la comisaría de Furillo. "Canción triste de Hill Street"... aún soy capaz de tararear la sintonía. Y qué me dicen de "Remington Steele", Pierce Brosnan apuntaba maneras. Y muy especialmente "Luz de luna". Otra que ha envejecido fatal, Cybil Shepherd (a la que siempre confundía con Kathleen Turner, vaya usted a saber por qué). Serie que tuvo el detalle de hacerme enamorar de Bruce Willis (de aquel Bruce Willis, qué mayor soy) y descubrir para el mundo la maravillosamente absurda historia de la señorita Topisto y el señor Viola.

Después, obvio, viene “Sex and the city” y las similares que trataron de recoger el testigo que dejaron Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda. Infructuosamente, todo hay que decirlo, aunque una servidora no sólo se tragó las dos películas (en el cine), se tragaría una hipotética tercera parte, sino que devoró “Lipstick jungle” y “Cashmere mafia”, Brooke Shields contra Lucy Liu. Empate a cero técnico y patatero. “Cougar town”, el intento de devolver a Courtney Cox al estrellato también me dejó fría.

De "Sexo en Nueva York", qué decir que no se haya dicho ya cienes y cienes de veces. Me importa un cuerno si fue revolucionaria, si mostró otra forma de hacer televisión, si los estilismos de Sarah J. (o lo que es lo mismo de Mrs. Patricia) supusieron un antes y un después en el mundo de la moda, si Samantha nos enseñó que otro mundo es posible, que demasiadas chicas descubriéramos que nos parecíamos peligrosamente a Charlotte, que se hablara de ¿sexo? sin tapujos, que presentara por vez primera a un cuartero de mujeres presuntamente liberadas, reales y modernas. Y no me importa, porque a mí simplemente me gustaba. Al fin y al cabo siempre me gustaron los cuentos de hadas con final feliz (precisamente porque ése nunca nos lo contaban) y "Sex and the city" tras sus muchos y variados burdos disfraces era simplemente eso, el cuento de hadas de una princesita venida a más en busca de su príncipe azul. Y claro, al final lo encuentra tras besar muchos sapos (Aidan en todo caso nunca fue un sapo, más bien la sapa fue ella; Mikhail Baryshnikov tampoco). Y mientras se tropieza con ellos tiene tiempo de vivir una vida fabulosa con sus fabulosas amigas. Y ella, la escritora que nunca lee un libro (sólo cuando cuadra que uno de sus ligues es escritor), que es más bien tirando a feucha (acabando por convertirse en un icono de la belleza y la moda) se la pasa paseando Upper East Side arriba y abajo publicitando zapatos, moda y complementos y desayunando con las otras tres, ¿he dicho que eran fabulosas?, cada una de ellas inmersas en su cuento de  hadas personal. Con finales más o menos felices para todas, que ya sabemos que Samantha, la única que se comió al lobo, purgó sus pecados con un cáncer (para una que realmente hace lo que le viene en gana). Lo dicho, si hay tercera película allá que me voy de cabeza, y el día menos pensado me veo las seis temporadas de nuevo. No me cuentan nada que no sepa, no me muestran nada que desconozco... pero la vida puede ser fabulosa.

Primas no tan lejanas son las protagonizadas por falsos adolescentes, “Buffy” también lo era, sí, lo confieso, yo la veía, hasta que dejé de hacerlo, claro. Aunque también veía "Sensación de vivir" y hasta "Falcon Crest". ¿Y he dicho que me gustan las telenovelas? Sí, creo que sí.. Y de “Glee” ya he hablado y de todos es conocida mi pasión por “Gossip girl”, serie de la que una no puede esperar absolutamente nada, y como eso es exactamente lo que ofrece, nada, no te quedas con mal sabor de boca. Por si alguien le interesa, que imagino que no, yo soy muy de Blair Waldorf, de sus estilismos y sus retorcidos juegos con Chuck Bass (aunque haya decaído bastante en la tercera temporada).

A favor de “Gossip girl”, tener al personaje que más odio-amo de la televisión actual. La sin par Jenny Humphrey. Protagonista de las situaciones más absurdas y descacharrantes que una puede encontrarse. Persigue a Nate Archibald como una loba y acaba acostándose con Chuck o la trama de la fiesta en casa del embajador (francés), que fue de penosa risa. Sólo faltó Isabel Preysler haciendo de perfecta anfitriona con sus bombones. La inenarrable historia de las pastillas camufladas en las chapas, botones, cristales de Swaroski o lo que fueran, de la chaqueta, fue motivo de que riera a mandíbula batiente durante un buen rato.

“Gossip`girl” es digna heredera de la gran “Melrose Place”, aquí, y ninguno ha cumplido los 19 (en la ficción), todos se acuestan con todos. Aunque siempre me he preguntado por qué hay dos parejas intocables, Chuck-Serena, Blair-Dan. Anda que no se liaría parda si uno de estos dos interaccionaran. Placer culpable, lo admito.

No llego a entender por qué me interesan las (des)venturas de una panda de pijos falsos adolescentes en el Nueva York que no baja de la calle 72. Donde los únicos personajes pretendidamente reales, léase, los Humphrey, dan risa con su rollo de vivir en Brooklyn, su artisteo y su proletaria conciencia. El personaje de la alternativa Vanessa está metido con calzador y los capítulos con Hillary Duff haciendo de Hillary Duff y montándose un trío con el sosainas de Dan (que le cambien de peinado ya) y la Violetera, pertenecen directamente al inframundo televisivo. Por no hablar de la aparición, por fin, de William van der Woodsen, tras tres temporadas. Pensé que se trataba de una broma al ver a William Baldwin, de los Baldwin de toda la vida. Pero no, iba en serio, era el papá de la cada vez más ceñida Serena (qué derroche de pésimo gusto el de esta chica últimamente).

Pese a la decepción que supuso Blair con todo el rollo ése del Empire State, Blair Waldorf no debería establecer el paralelismo con la peli ésa de Meg Ryan y Tom Hanks, Blair Waldorf tiene algo que recordar -a Cary Grant y Deborah Kerr bebiendo champagne rosado- he visto imágenes de la cuarta temporada, ya saben, last tango, then Paris, y ya me enamorado... de sus vestidos, claro.

Segundo placer culpable, “True blood”…

(Continuará)


Para la rutina siempre hay tiempo


Estoy sentada al lado de una ventana. No tengo demasiado por hacer. Me gusta estar aquí, al lado de la ventana, digo; no en la oficina. Miro a la calle, veo a la gente pasar, los que salen del parking, los que se sientan en los bancos a tomarse un respiro, intuyo las vidas ajenas.

Se rumorea un cambio de ubicación o una reorganización o lo que sea que hace la Administración cuando no tiene un duro y ya no tiene recursos para ahorrar. Pero yo no quiero moverme de aquí, quiero que éste siga siendo mi sitio, mi ordenador y mi ventana.

Tengo el mejor ordenador de la oficina, mejor incluso que el de los Jefes, con una superpantalla de no sé cuántas pulgadas. Me lo merecía, supongo, sólo había uno nuevo, sólo se podía cambiar uno y se hizo encuesta popular, quién tiene el peor ordenador, el más lento, el más viejo. Gané yo, y ni siquiera me postulé porque ese día no recuerdo dónde estaba. Sólo sé que él se acercó con su tumbao y me dijo, Dae, mañana tienes nuevo ordenador; no me lo agradezcas, pero que sepas que eres la única a la que se lo van a cambiar.

Con los meses cambiaron el resto, una parte, no todos. Ordenadores de segunda mano que venían de Justicia (traían las viejas etiquetas). Puede que sea una don nadie aquí, pero tengo el mejor ordenador de todo el Servicio.

lunes, agosto 23, 2010

Tengo una pregunta para ti... sí, no mires a todos lados, es por ti


Y al hilo de lo anterior, claro... ¿cuál es por cierto tu canción favorita?, de Bruce, obvio.

domingo, agosto 22, 2010

Bendita ignorancia


-“Mister… What does it mean when a man crashes out?”
-“Crashes out? That’s a funny question for you to ask now, sister. It means he’s free.”




Debería ser madrugada, pero apenas pasan cuatro minutos de las once de la noche de un domingo olvidado en un mes de agosto cualquiera en una pequeña ciudad del norte.

Debería sonar Bruce marcándonos la distancia entre los dos asientos de un coche... el tuyo, y el mío. Pero escucho a Mr. Johnny Cash y ni siquiera sé cuál es tu canción favorita. Yo no voy a ser original, y diré que la mía es Thunder road, aunque tenga no menos de 25 canciones favoritas. 

Debería estar borracha o ligeramente ebria. Pero sólo me he tomado dos coca-colas que me desvelarán y harán que mañana, a las seis, cuando suene el despertador, me niegue a levantarme.

Las madrugadas dan cobijo, el alcohol excusas y Bruce ya dijo antes todo lo que yo podría decirte ahora.



P.D. Ida Lupino y Humprhrey Bogart en "High Sierra"

sábado, agosto 21, 2010

Evita calamidad


"If I push too hard it's because I want things to be better, I want us to be better, I want you to be better. Sure I make waves you have I mean you have to. And I'll keep making them till your everything you should be and will be. You'll never find anyone as good for you as I am, to believe in you as much as I do or to love you as much."

Katie a Hubbel en "The way we were".

Debería crear una etiqueta sólo para ti.

Consuelo de tontas.

Aviso: Esta entrada va a contener tópicos, generalizaciones a mansalva, datos extremadamente autobiográficos y puede herir mi sensibilidad; al margen de ser interminable, es decir, está sin terminar (y puede que así se quede)


"Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.

Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.


Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que en ella se enreda:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso...
y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mí sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.


Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.


Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
-ese tipo grotesco y marrullero-
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta".


"Échale a él la culpa" de Vicente Gallego



[Anoche (o más bien hoy) regresé a altas fiebres de la madrugada. Una de esas salidas imprevistas que se alargan más de la cuenta, más por la pereza de regresar a una casa donde nadie te espera que por el placer de la compañía de una ciudad casi desierta.

El sueño decidió quedarse en la calle y tras dos capítulos más de "Sons of anarchy", y 20 artículos de la Ley de Contratos, me dediqué a leeros hasta que el sueño me venció, saltando de un blog a otro.

Con lo que leí en uno de ellos y ciertas ideas rondando mi cabeza, traídas de las conversaciones de la noche, me fui a la cama, donde seguí dándoles vueltas. No recuerdo quién era el autor del post en cuestión, un hombre. Mi mente estaba dispersa entonces (y no, no había bebido) y fui de un blog a otro enlazándolos durante largo rato; ahora no sabría ubicarlo. No hice allí ningún comentario porque era una entrada atrasada y con una discusión ya cerrada, pero me quedaron las ganas de decir algo al respecto, al menos que no, que no estaba de acuerdo ni poco, ni mucho, ni nada, con lo allí expuesto.

Y es que anoche, mis acompañantes y yo (y hasta un desconocido), volvimos a hablar de sexo. Pero no en términos, cómo diría, eróticos. Tampoco diría científicos, que al fin y al cabo ninguno de los allí presentes éramos sexólogos (aunque había un par de psiquiatras, nada que ver) y un psicólogo frustrado (el desconocido).]



No sé cómo se llegó a iniciar esa conversación. Yo estaba demasiado ocupada tratando de explicarle a E. (refrendada por uno de los psiquiatras) que lo de su ¿ex?novia era una conducta pasivo-agresiva, como si me fuera la vida en ello (aunque no, ya no me juegue nada). Así que no escuché el comienzo ni supe por qué de repente uno de los presentes, ejerciente este verano de Rodríguez (mujer e infantes vacacionando en Denia), comenzó a quejarse de la escasez y mala calidad de su vida sexual con su esposa. Al margen, que si las cuentas no me fallan, y probablemente lo hagan, acabara de meterse entre pecho y espalda el quinto güisqui de la noche.

Apenas conozco a su santa esposa y él no deja de ser un mero conocido, pero no me gustó el tono que utilizó para hablar de sus miserias matrimoniales, y mucho menos, las formas. El alcohol, en todo caso, siempre despeja las dudas.

Según él, fue casarse, incluso mucho antes de que llegaran los niños, y tener que rogar, presionar y hasta chantajear, para tener que dormir en la misma cama revueltos. Parece ser que antes de pasar por la vicaría, oportuno chaqué para él, Rosa Clará, para ella, compartir baño e hipoteca, él era un fiera en la cama. Y nunca, y repite y enfatiza el nunca, ha dejado a una mujer insatisfecha. Ni antes del matrimonio, ni después; que en algún lado tendría que encontrar lo que su mujer no le daba: 'no me permite bajar al pilón y ella ni se acerca al micrófono' (sic).

Risas generalizadas, comentarios del tipo 'la mayor causa del divorcio es el matrimonio' o 'una vez que te cazó ya no necesitó ofrecerse más a ti', etc... Y qué quieren que les diga, estando entre adultos, presuntamente educados, cultos, estudiados, profesionales, ¿he dicho adultos?, hay ciertas cosas, creo yo, que sobran; aunque el alcohol sea muy puñetero y una excusa perfecta, por otro lado.

No voy a hablar del matrimonio, que es algo que desconozco. Ni del obvio desgaste que ejerce la convivencia sobre una relación de pareja. Compartir facturas, crianza y despertares apurados no puede competir con una relación de fin de semana, con tres veces por semana en tu casa o en la mía, con una relación que empieza y acaba entre las cuatro paredes de una habitación de hotel. No puede... ni debe.





La primera vez que mantuve relaciones con un hombre, con un chico para ser más exactos, no era yo precisamente una púber adolescente. No fui especialmente precoz, al menos según lo que recogen las estadísticas, por mucho que se diga que éstas siempre mienten. Pasaba de los veinte, veinte y muy pocos. Supongo que hasta entonces no había sentido ninguna pulsión sexual y ni siquiera entonces; todo se debió a una apuesta, sí, como lo leen. Cuatro veinte y muy poco veinteañeras, vírgenes (cómo odio esa palabra), muchas fiestas universitarias, un trabajo que te hacía sentir adulta por vez primera, drogas, sexo y rock & roll, había que completar la ecuación. No quedaba otra.

Lo primero fue elegir el objetivo. Un objetivo común para tres de las cuatro (la cuarta no contaba, a ella le gustaban las mujeres). Fue fácil. Oli era el único moreno en un universo de rubiales, a pesar de su improbable acento de Stuttgart, Mercedes Benz, le llamábamos. Y ya saben; oh, Lord, won't you buy me a Mercedes Benz. Aquella noche de Carnaval, en la que la única no disfrazada era yo, descubrí lo fácil que era llevarse a un universitario veinteañero a la cama, o al menos hasta mi habitación; porque esto no se lo cuenten a nadie, y es que yo gané la apuesta, todos me vieron irme de la mano con él; pero tantos años después, sólo tres personas (una de ellas él) saben que allí (en mi habitación), no se completó la ecuación. Hubo drogas y mucho rockn'roll. Pero de sexo, queridos míos, nada más allá de unos cuantos besos torpes y apurados. Viviré por siempre con esa mentira sobre mi cabeza, que yo perdí la virginidad (cómo odio esa expresión) en una habitación de la Avenariustrasse, escuchando a Lou Reed y con un estudiante de Comunicación y Humanidades de acento imposible. A Dior pongo por testigo que negaré por los restos que no sea cierto, que lo cierto es mucho más torpe, sucio y oscuro, aunque sonara Springsteen, más por casualidad que premeditación. Espero me guarden el secreto.

Después llegarían otros, muchos, no sé si demasiados. Jamás he hecho una lista con mis amantes (sé de gente que lo hace y hasta los puntúa). Muchos de esos autoproclamados buenos, qué digo buenos, excelentes amantes. Que cual Atila van dejando un reguero de multiorgásmicas a su paso, que nunca han dejado a una mujer insatisfecha, y de ser así, obvio, ella era frígida, anorgásmica y una histérica de mucho cuidado, pues. Pues ni modo, durante mucho tiempo, tal vez demasiado, yo fui el pack completo. Fui frígida, anorgásmica e histérica; una y otra vez, un número suficiente como para creérmelo, primero; callármelo, después, y fingir, en último lugar. Hasta que dejé de hacerlo.

Tardé lo mío, pero cuando aprendí, lo hice rápido. A saber, en primer lugar que es fácil (y más cómodo) fingir, un orgasmo, dos, tres o los que sean necesarios. Segundo, a un hombre le encanta que le digas lo presuntamente bueno que es en la cama, y además, lo más importante es que SE LO CREE sin cuestionar, feliz como una perdiz y orgulloso como si le acabasen de conceder el Premio Nobel al descubrimiento de ese gran desconocido llamado clítoris. Y en tercer y último lugar es que las mujeres hemos vivido engañadas durante milenios, primero por obviar nuestra sexualidad, sometida al macho dominante. Ya saben, a las mujeres no nos gusta el sexo. No, claro que no nos gusta el sexo si éste consiste en mirar al techo con un tipo aporreándonos los ovarios. Y segundo porque con la llegada de la presunta liberación femenina continuó el engaño, ahora sí nos gusta el sexo, no tanto como a ellos, claro, eso nunca, que al fin y al cabo no somos muñecas hinchables, más quisieran. Y llega repasar por completo el Kamasutra, revivir la última película porno (qué daño ha hecho la pornografía), la obsesión por si el tamaño importa o no importa (y vaya si importa, especialmente la longitud de las neuronas), tener que convertirte en una autómata, ser por decreto multiorgásmica (ya dicen los sexólogos que todas lo somos en potencia), tener la garganta más profunda que Divine y los pechos más turgentes que Bo Derek. Y de repente, you know, alguien se percata, por fin, que mujeres y hombres tenemos ritmos distintos y hágase la luz, nacen "los preliminares". Aunque mucho me temo que llegan sin manual de instrucciones, y el objetivo sigue siendo meter hasta el abismo y más allá.

¿Y qué pasa a entender el macho dominante, que ve peligrar su liderazgo, con prelimanares? Ya saben, poner velitas con olor a frambuesa, a Barry White de fondo y a la parienta mirando pa'Cuenca embadurnada en sirope de fresa y chocolate mientras hace en CCC un cursillo acelerado de cunnilingus y masajes varios que pasan por tratar a los pezones como si fueran los botones del mando a distancia, ya se sabe que en una relación, por efímera que sea, quien ostenta el poder es quien posee el mando del televisor. Y sí, por efímera que sea, o nunca se han encontrado con un tipo aparente tras la bruma de las copas de más en el bar que nunca ha estado de moda y que tras los preliminares, el toma y daca y el cigarrillo compartido del después a altas fiebres de la madrugada; en lugar de quedarse dormido, como mandan los cánones masculinos; o vestirse discretamente e irse, como mandan mis propios cánones; agarra el mando y se pone a ver la teletienda. Por eso no tengo yo televisor en el dormitorio.

En esas me vi yo. Multiorgásmica en potencia (como todas). Pechos turgentes (como todas cuando se tienen menos de 25). Agilidad gimnástica y curiosidad insaciable (no decir que no a algo antes de haberlo probado; esto se me ha pasado con la edad). Aunque las películas porno me dieran risa (ahora me dan pena); todo fuera por la causa. El tamaño (el de las neuronas no cuenta, que ya habíamos quedado que sí) no importaba (¿nunca te dijeron que 20 cm era esto?). Un chico joven, moderno, sensible, respetuoso, atento, preliminal, y carajos, me gusta, un poco, lo suficiente, aunque no vaya a ser el hombre mi vida. El asiento trasero de su coche o del mío, y no suena, afortunadamente, Barry White. Y el chico le pone empeño, despliega todos los trucos aprendidos con sus dos ya ex-novias anteriores, y yo perdono la torpeza porque hace juego con la mía, aunque piense que el sexo no debe de ser eso, pero que ya aprenderé/aprenderemos.

Que no nos diera tiempo a descubrirlo juntos fue otra historia. No tragedy (qué linda canción la de la divina Emmylou), que vendrían otros a confirmar sin embargo lo que yo ya intuía, que caminaba directica a ser frígida, anorgásmica e histérica. Y como además era torpe, yo lo decía. Con mucha educación y dulzura, eso sí, la misma que he perdido con el paso de los años. Que algo hacemos/hago mal, siempre en plural, al principio especialmente; más tarde ya en el singular de la primera persona; que el romano siempre se hacía el ofendido, que era la primera con la que le pasaba, que a todas las demás las había llevado al séptimo cielo donde habita Greta Garbo. Que lo que yo debia hacer era relajarme (traducción: fumarme un porrito) y dejarme hacer (traducción: dejarme aporrear los ovarios hasta que él alcanzar el séptimo cielo, ése que habita Gary Cooper). Y vaya si le dejé hacer, tanto que le dejé de hacer.

Como dicen algunos que a la tercera va la vencida yo tuve que asumir que tenía un problema, y una vez asumido lo que mandan los cánones es acudir a un experto, y qué mejor experta que mi amiga T. que acumulaba hombres y presuponía yo, orgasmos, a la par. Y sí, ciertamente T. acumulaba, más bien encandenaba, hombres, e igualmente orgasmos, aunque estos últimos de cosecha propia. Ojiplática me que quedé cuando me dijo que el último orgasmo proporcionado por un hombre lo alcanzó durante aquellas vacaciones en Salou cuando conoció a aquel brasileño (se ve que en Brasil el clítoris había dejado de ser ese gran desconocido), pero que los demás, autoinducidos. Y una aunque era torpe, ahora sólo lo soy un poquito menos, y boba de solemnidad, sabía sumar. Y sumé dos más dos, hey, babe, que yo de esos también, pero no cuentan. ¿Me venía a contar a estas alturas de la life que el santo y seña de la sexualidad no era alcanzar el orgasmo (vaginal) mediante la penetración? Parecía ser que sí, que santo y seña si era, pero de la sexualidad masculina, y que yo tan sólo formaba parte de ese elevadísimo porcentaje de mujeres que mayoritariamente tenían orgasmos clitoridíanos (¿se dice así?).

El anterior me había dicho que mi problema se debía a que yo era lo que él llamaba una "nueva virgen", que no tiene que llegar al matrimonio para mantener relaciones sexuales, pero sí que debe de estar enamorada para no dispersarse sexualmente. ¿Pero qué me está contando este romano? Ergo, yo no estaba enamorada de él. Así que como hay chico nuevo en Chez Daeddalus y me gusta de verdad, de verdad de la buena y viene bajo el brazo con el curso acelerado CCC de masajes y cunnilingus recién hecho; y parece entender de preliminares, aunque mucho me temo que entendemos cosas diferentes en ese término (y yo no pido la luna), nada puede salir mal. Error.

De nuevo, tragedy. Muy aplicado el chico, todo hay que decirlo, pero, y disculpen la expresión, parecía estar degustando mejillones al vapor. Y cómo decirle, cómo contarle. Recuerden, me gustaba, de verdad, de la buena, y no quería que se ofendiera como los anteriores si le decía stop. De modo que sin casi proponérmelo me vi transmutada por vez primera de Meg Ryan frente a Harry y de golpe se vió inaugurado el entreacto de fingimientos varios. Que hubiese descendido un par de escalones en mi dignidad perdida y ya nunca más recuperada, carecía de importancia porque todo se vió recompensado con una satisfacción que no le cabía en la cara a este romano, traducida en una muesca más en su sandalia que lucir con orgullo, me había llevado con sus recientes estrenadas habilidades, presuntamente, al séptimo cielo, ése que habita Mae West. Afortunadamente no preguntó si me había gustado o una sandez por el estilo, no creo que hubiera tenido el valor de mentir. Pero dijo algo ¿peor?: "Ahora te toca a ti". Un clásico recurrente en mi vida, no sé si en la suya.

Y oigan, que yo entiendo el sexo como un toma y daca, un quid pro quo, un lo uno lleva a lo otro. Y supongo es comprensible, él baja al pilón y ahora me toca a mí cantarle al micrófono (por usar la misma expresión que anoche tan diligentemente usó mi apreciado colega) y subirle al séptimo cielo, ése que habita Robert Mitchum. Pero no sé, me sonó, y me sigue sonando, tan mercantilista, que le dan ganas a una de colocarse en una esquina y al menos sacarle rentabilidad.

No se crean, pese a mis palabras, que mi vida sexual de aquel entonces fue tan patética, sólo casi lo fue. Algunos destellos y alguna stairway to heaven hubo. Especialmente cuando conocí a un tipo en uno de esos bares que no estaban de moda, que ni era más guapo, ni mejor amante, ni poseía más muescas en su revólver, ni era más experto, ni mejor dotado, pero que me llevó al séptimo cielo, ese que habita Ava Gardner, haciendo algo que ningún otro había hecho antes; algo tan fácil y tan complicado a un mismo tiempo, escucharme...

Pero no a la manera de otros, pobrecicos, que pretendían dibujar las coordenadas del mapa del tesoro sobre mi cuerpo. Tocólogos frustrados que me bombardeaban a preguntas, ¿cuántos centímetros de piel debo abarcar?, ¿cuántos centrímetros debo pulsar?, ¿cuánto tiempo traducido a centímetros debo introducir?, ¿cuántos besos por minuto?, ¿cuántas caricias por segundo?; tan firmemente convencidos de que el trabajo duro tiene recompensa, cómo defraudarlos y no ofrecerles un orgasmo de alquiler aunque a continuación llegara inevitablemente mi turno para hacerlos ascender al séptimo cielo, ése que habita Clark Gable.

Y la vaina era ésa. Ellos, pasase lo que pasase, yo me ocupaba de que pasara, siempre llegaban. Yo, a ratos; cuatro veces no, una sí. Pero como todo tiene un lado bueno, no sólo comencé a reconocer mi cuerpo, sino que aprendí a reconocerlos a ellos. Un tipo que no te mira cuando te habla, que no te escucha cuando eres tú la que hablas; un tipo que se va mirando en todos los espejos, nunca te hará subir al séptimo cielo, ése que habita Mae West. Y como soy inconstante por naturaleza me cansé del papel de fingidora universal, dejé que Sally se fuese con Harry y opté por un plan B.

En realidad y de ser sincera no había ningún plan B. Hubiese estado bien tenerlo, pero nunca he sido una mujer de recursos. Seguía viva, y tenía ya veintitantos, y entraba y salía de bares que no estaban de moda tras la bruma de cervezas de más y cigarros de menos, y carajo, yo por aquel entonces todavía ligaba en las barras de los bares, y la rutina estaba, y está, infravalorada; y había, y hay, que dejarse llevar y todo lo demás, también. Necesitaba un plan B, porque en tu casa o en la mía, y aunque no tuviera quince, sentía que no me llamaría de lo contrario, y malditas las ganas de tomar un taxi, y al diablo con mis inseguridades y mis dudas. Y ahí me veía yo con un tipo con el que quería estar pero no quería estar, sabiendo que estaba condenada al fracaso, que los orgasmos de alquiler estaban de más, había conseguido subir un peldaño, sólo uno, en la escalera de la dignidad, aunque acabase de bajar tres de un sólo salto al seguirle hasta el coche.

Así que decidí que en esos casos no le daría tregua a las casualidades, que yo y exclusivamente yo tomaría la iniciativa marcando los senderos a seguir. Nada de dejarle desplegar sus trucos y artes amatorias como un pavo real dejándome hacer e impresionar para que luego le tocara a él. Diría aquí mi amiga Sal, siempre tan sabia, que si no quieres caldo, dos tazas. Y si no quieres que baje él, baja tú antes. Resumiendo, ¿qué es lo que más le gusta a un hombre, sexualmente hablando, dejando al margen montárselo con dos mujeres a un tiempo? Una felación y disculpando el lenguaje soez... si se la chupas hasta elevarle al séptimo cielo, ése que habita Steve McQueen, se olvidará de todo lo demás. Convertir mis blow jobs en excelencia tan sólo fue un efecto colateral.



P.D. Clara Bow

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