Intento leer, tengo dos libros sobre la mesilla de noche. Me aburrren, no digo que no me gusten o que sean malos, tan sólo que yo no puedo. Me gusta Henry Roth, pero no soy capaz de pasar de la página 40 de "Redención". Y del otro, le estoy prestando tanta atención que ni capaz soy de recordar su título (¿Matar de amor?), ni el nombre de su autora, sí recuerdo que es una mujer.
Tengo tanto volumen de trabajo, hoy está resultando una excepción en este mes de enero, y espero que se quede en eso, en excepción, que he tenido que abandonar las buenas malas costumbres de actualizar el blog por las mañanas. Y cuando llego a casa, pues ni modo, ni ganas, de sentarme de nuevo delante del ordenador y contar lo que no me apetece contar. Que probablemente ahora debería estar dando explicaciones... sólo probablemente, que no posiblemente. Considero que ya he hablado suficiente, que no tengo más que decir, que contar, que explicar, que aclarar, que ya sólo me queda el silencio como la más elocuente de las respuestas.
Me cansa, me cansa mucho la pretendida ingenuidad ajena, los viejos trucos que nadie conoce mejor que yo, que yo los inventé, repito y reitero. Que quiero vivir mi vida, disfrutar de lo poco o mucho que tengo, de lo que vendrá, si es que está por venir. De pasar delante de Cervantes, ver un libro de Cortázar y ponerme contenta, y fíjeseustedquetontería, con eso me conformo... al menos de momento.
P.D. Esta noche me voy a ver a Gastelo. Le tengo muchas, muchas ganas. No sé si a este blog, tan de capa caída últimamente le queda algún lector o lectora, pero de haberlo y si es ovetense o en su defecto asturiano o asturiana, que sepa que toca esta noche a las 21:30 en el Clandestino, en la calle Cabo Noval, y que es más que recomendable.
Estoy comenzando a cabrearme, ligeramente. Mi estado anímico comienza a ser de un enfado subido. No me gusta sentir que alguien, aunque sea inconscientemente, me esté volviendo culpable. Porque no, porque no tengo remordimientos, ni considero haberme equivocado, ni hablado de más, ni tomado partido. Y ni me siento así, ni quiero sentirlo; ni lo considero necesario, ni oportuno, ni urgente.
Y lo sé, que yo soy la experta en vivir realidades alternativas. Pero porque me retiro a mi burbuja, a mi mundo, a mi vida paralela, y nunca implico, o trato de no hacerlo, a los demás. Carezco de empatía, una vez más, pero es que estoy demasiado ocupada en estos momentos tratando de salir de ella, tanto que hasta por momentos lo he conseguido, que no quiero perder el tiempo. Al margen de que me conozco todos los trucos... si fui yo quien los inventó. La vida no es justa, pero esta sí que no la he inventado yo.
Feliz fin de semana... que por mi parte intuyo que va a serlo, y mucho.
Fue tras una noche en la ópera, tequileando entre amigos. Más tarde llegaría descubrir el cuitlacoche; bien djo L. que podrían pasar perfectamente otros 40 años sin probarlo. Confesar que mi primera impresión fue la de ser un repelente; claro que yo soy tan voluble que tengo no menos de cinco primeras impresiones distintas, y mi naturaleza caprichosa tiende por tanto a quedarse con la que más conviene a las circunstancias. Renombrar las calles de Brooklyn y Sintra con acento chilango y hacer un repaso por todos y cada uno de los estados de la república visitados, mientras M. nos cuenta entre sonrisas que fue un navajazo, no más; cortesía de tres viejas que la atracaron. Es lo que tienen los reencuentros, supongo...
Aquella noche en el Savoy me sentí culpable. Fue de pronto y por escasos segundos, pero lo hice. Y por eso me disculpé, o algo parecido; más por mí que por él. Aunque ahora que lo pienso no encuentro motivo alguno para haberlo hecho. Y es curioso, porque de cuando en cuando vuelve a sucederme... miro hacia otro lado y estar ahí sin estar. Aunque puede que ya no me importe, o sí, y ya sea lo de menos, que al fin y al cabo un mes ya es tiempo para tener en cuenta, ¿verdad?...
No estoy desaparecida, o no del todo... simplemente las prisas me visten, el trabajo de más y las horas que se hacen cortas. Y podría contar, que cuando se hablan de miserias y nimiedades, recursos nunca faltan. Que echo de menos asomarme aquí a volcar idioteces, y ni les cuento si hablamos de las tropecientas mil entradas pendientes de lectura en el Google Reader, que sólo de ver la cifra me entran mareos.
Volveré, y contaré, o no, pero ahora prefiero hacer algo tan simple como vivir, aunque sea a ratos...
Bromeamos, ambos, con lo de ser un pelín raritos. Que quizás por eso nos gustamos, por ser raros o diferentes y no tenemos medida, que nos vamos a la ópera y al salir del Campoamor, de reventón. Pero no es cierto, no más allá del humano afán por clasificar y etiquetar. No somos tan raros, y puede que no seamos tan altos ni tan guapos, aunque hace escasos minutos, de vuelta a la oficina y cruzando la calle, un amable anciano se me quedó mirando y más que murmurar entre dientes, vino a gritarle al mundo y dirigiéndose a mí, "pero qué mocina tan guapa"... No, simplemente somos nosotros, aunque a veces no resulte suficiente...
Es tan simple como que no sé disfrutar del momento. No estoy acostumbrada a las cosas buenas. A mí nunca me vienen bien dadas. Pienso que hay truco, trampa, trato y caducidad; y me la paso dándole vueltas, girando sobre mí misma buscando justificaciones y razones y motivos... porque no, porque no creo, porque no puede ser cierto... y ahí me quedo, perdiendo el tiempo una vez más...
Estábamos en ese bar, el de la decoración fascinante; donde se mezclan las más variopintas antigüedades con lámparas y mesas de Ikea. Donde siempre suenan 'Los Ilegales', tal vez como homenaje a su parroquiano más ilustre. De hecho nos cruzamos con Jorge en la puerta, él sale, nosotros entramos. Dentro, más encuentros; es la noche de las casualidades y la cerveza Mahou. De pronto, una improvisada jam session, un par de tipos se cuelgan sus guitarras y comienzan a versionear a Eric Clapton, no lo hacen del todo mal, aunque el cantante parece tener demasiadas pretensiones y lo que comienza más o menos bien con Mr. Clapton acaba en el surrealismo más absoluto con Luz y su "Loca", que ver a un tipo bajito, poco aparente y con exceso de ganas, desgañitándose y diciendo eso de "todo te sonríe, relájate", era demasiado; y eso que tras el "Corazón espinado" pensé que nada podría haberlo empeorado.
Me pregunta, como jodida groupie que soy, si es normal que todos los guitarristas pongan esa cara tan rara cuando tocan. ¿Qué cara rara?, porque no entiendo. No suelo fijarme demasiado en la cara de los guitarristas, sólo si son aparentes, y entonces no me parece que pongan cara rara, ponen morritos, fruncen el ceño con gesto intenso, incluso algunos ponen cara de malo... y qué le vamos a hacer, que a mí eso me pone, digo, me gusta. Sí, lo sé, soy una frívola, soy una superficial, y justo en ese momento sufro una recaída...
El que hubiese sido el perfecto padre para mis hijos, el mismo que hace un par de fines de semana se perdía en la mirada de una rubia en el bar de siempre, que en realidad no es el de siempre, sino que será el de siempre, acabó por reconocer que en realidad yo no le había enviado ninguna señal. Y yo callé y asentí y me abstuve de preguntar qué era eso de las señales...
Él entendió a su modo cuál era su camino y yo me quedé con la duda, cómo voy a enviar señales si ni siquiera sé lo qué son, y al mismo tiempo me pregunto si tal vez las envío o alguien cree recibirlas e interpretarlas, y ni modo, nada más lejos de mis intenciones.
Ahora me siento muy así, un tanto idiota, por no decir cobarde; porque a lo mejor lo he hecho y yo sin enterarme y alguien llegó a esperar de mí lo que nunca estuvo en mi ánimo ofrecer. Porque lo único que ofrezco son palabras. Eso se me da bien, hasta que me quedo con nada por decir o entiendo y acepto que ya no quiere escucharme.
No me queda otra, por tanto, ante la ausencia de señales, más que decirle que le echo de menos, como hice ayer y antes de ayer... y como probablemente haré mañana. Dónde habré dejado el móvil... Benditos e inoportunos SMS.
"A lovestruck Romeo sings the streets a serenade
Laying everybody low with a love song that he made
Finds a streetlight steps out of the shade
Says something like "you and me babe, how about it?"
Juliet says "hey, it's Romeo, you nearly gave me a heart attack"
He's underneath the window she's singing "hey la my boyfriend's back
You shouldn't come around here singing up at people like that"
Anyway what you gonna do about it?
Juliet, the dice was loaded from the start
And I bet that you exploded into my heart
And I forget I forget the movie song
When you gonna realize it was just that the time was wrong?
Juliet
Come up on different streets, they both were streets of shame
Both dirty, both mean, yes and the dream was just the same
And I dreamed your dream for you and now your dream is real
How can you look at me as if I was just another one of your deals?
When you can fall for chains of silver
You can fall for chains of gold
You can fall for pretty strangers
And the promises they hold
You promised me everything, you promised me thick and thin, yeah
Now you just say "oh Romeo, yeah, you know I used to have a scene with him"
Juliet, when we made love you used to cry
You said "I love you like the stars above, I'll love you 'til I die"
There's a place for us you know the movie song
When you gonna realize it was just that the time was wrong?
Juliet
I can't do the talk, like the talk on the TV
And I can't do a love song, like the way it's meant to be
I can't do everything, but I'll do anything for you
I can't do anything except be in love with you
And all I do is miss you and the way we used to be
All I do is keep the beat and the bad company
Now all I do is kiss you through the bars of a rhyme
Juliet, I'd do the stars with you any time
Juliet, when we made love you used to cry
You said I love you like the stars above, I'll love you till I die
There's a place for us you know the movie song
When you gonna realize it was just that the time was wrong?
Juliet
A lovestruck Romeo sings the streets a serenade
Laying everybody low with a lovesong that he made
Finds a convinient streetlight, steps out of the shade
Says something like "you and me babe, how about it?"
Estoy descubriendo estas últimas semanas algo de mí que no me gusta, que no me gusta nada, que me da miedo y asusta. Mi falta de confianza, no ya en mí, que eso viene de serie y ya no va a sorprenderme a estas alturas; la tengo asumida, convivo pacíficamente con ella. Pero sí con los otros, hacia los demás, hacia ellos.
Nunca me supuso un problema, yo siempre he estado de paso, lo llevo escrito en la frente. Yo siempre he vivido en mi burbuja de irrealidades y sueños chiquitos, siempre pensando que la realidad era tan fea que no me quedaba otra, me merecía hacerme una a medida. Y así han ido pasando los años, como el personaje de Jon Hamm, Don Draper pa'los restos, cuando en unos cuantos capítulos se ennovia con Tina Fey en "30 rock". Es un tipo tan perfecto, tan guapo, que vive en un mundo aparte, alternativo, en una burbuja al que le condenan los otros, los que no son capaces de negarle nada, de contradecirle, de mostrarle la fealdad de la realidad que le rodea, no vaya a contaminarle. Yo no soy guapa, y disto bastante de ser perfecta, aunque como me decía hace poco parafraseando a Russel Crowe en "LA confidential", por mucho que lo pretendas no eres Veronica Lake, you look better than Veronica Lake. Y ésa es la vaina, que si me dan a elegir, me quedo con la ficción, con dibujar un mundo a medida, a mi medida, donde no cabe nadie y sólo de cuando en cuando asomo la patita fuera de de la burbuja del blanco y negro y la distancia, el tiempo necesario, nunca suficiente, para darme cuenta de que hace demasiado frío y mi gabardina se ha quedado colgada en el armario.
la lluz dalgunos díes de seronda, la música callada
de la nieve, el so cayer incesante na memoria,
dexáime les zreces na boca cuando nena, la voz
de los amigos, la voz del ríu y esta casa, dalgunos llibros,
pocos, la mio mano dibuxando, a modo, la curvatura
perfecta del to llombu".
Berta Piñán
El día no ha podido empezar peor. Levantándome tarde, cinco minutos de más que al final se convirtieron en tres cuartos de hora. El desayuno, me he propuesto desayunar, yo, que nunca desayuno, apurado y de pie. Salir a la calle con el pelo mojado tras quedar atrapada en el ascensor, sangrando por la nariz y con una cita en el dentista esta tarde. La tranquilidad laboral perdida, hoy regresa todo el mundo de las vacaciones y llega la segunda pregunta más temida del año tras el “¿qué vas a hacer en Nochevieja?”, y es, obvio, “¿qué te han traído los Reyes?”. Decir que una es republicana y que no hace tratos con la monarquía no siempre cuela. Esos pendientes, ‘maravillisosímos’ y vintage recibidos a destiempo no cuentan; tan ‘maravillisosímos’ y tan vintage, por cierto, que no sé si tendré ocasión alguna de lucirlos. Y el libro dedicado de Cortázar, colocado sobre la almohada con premeditación y alevosía, ni modo, eso no fue un regalo de Reyes Magos, eso fue una declaración de intenciones.
En resumen, me duele la cabeza. A mí, que nunca me duele la cabeza. Aunque debemos andar en torno a los 25 grados en este inteligente edificio donde no hay ventana alguna que pueda ser abierta. Y digo yo, que en semejantes circunstancias sólo me duela la cabeza es poca cosa. El curso que tenía para mañana y en el que tenía puesto grandes esperanzas y una gran dosis de interés ha sido cancelado. Ayer, día de tiendas abiertas, fui a las rebajas, ilusa de mí, como si no supiera que en rebajas lo que a mí me gusta siempre pertenece a ese rinconcito ordenado bajo el cartelito de “Nueva temporada”. Tengo dos emails, dos destinatarios distintos, pendientes de una respuesta que no sé como afrontar, yo, la valiente, la que siempre tiene palabras y respuestas y oportunidad para todo. Pero es que sólo me apetece escribirte a ti, y sólo me apetece escribir de ti aunque no sepa por dónde empezar y por eso nunca lo haga.
Y esto también es una declaración de intenciones...
Vuelvo(volvemos) al bar de siempre, que en realidad no es el de siempre, que en realidad será el de siempre. Y me siento(nos sentamos) en esa esquina de la barra donde hace unos días se sentaba el que hace no más de un par de meses iba a ser el perfecto padre para mis hijos (según Sal; según yo no sería nada, nunca sería nada, y sí, tengo en mí todos los sueños del mundo) y su rubia; el mismo que supo irse con delicadeza y sin hacer ruido, sin montar escenas ni declaraciones incendiarias, siempre inoportunas y a deshora y con destiempo. Supongo por eso me cayó bien, tal vez porque tenía un mismo concepto de la dignidad mal entendida.
Pero ahora soy yo la que estoy allí sentada, en la Noche de Reyes, con los fumadores agolpándose a la puerta y disfrutando de un espacio libre de humos. Y debo caerle bien a J., me dice, porque ha accedido a acompañarnos, mientras pone a prueba mi incapacidad para las demostraciones públicas de afecto.
Y de pronto sé, siento, que ése es mi lugar, estar allí sentada entre desconocidos que poco a poco están dejando de serlo, tratando de ubicar Querétaro en el mapa, escribiendo con mi bolígrafo de tinta naranja en servilletas y pensando que puede que más temprano que tarde esto se acabe, pese a su firme sospecha de que seré yo la primera en cansarme, o eso al menos es lo que dice.
Y ya van tres... e incluso de tres en tres, aunque ésa sea otra historia.
Me gusta haber recuperado este espacio, que vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser y abandonar juegos absurdos de comunicación unidireccional y monólogos vacíos. Me gusta poder hablar de ti sin que tú sepas que hay un rincón virtual en el que se te nombra sin nombrarte. Aunque ahora no tenga demasiado que contar, porque todo lo que hubiese querido decirte tú ya lo sabes...
La normalidad vuelve, afortunadamente, y las luces de navidad se apagan, aunque para mí la Navidad terminó extraoficialmente hace días y el día de Reyes amaneció entrada la mañana sin roscón ni regalos. No hubo carta alguna con peticiones ni buenos deseos, aunque anoche, de madrugada, algo me esperara sobre la almohada, justito al volver de la improvisada parranda, aunque yo sólo quería un café... y es que Don Julio habló por él. Y yo, claro, no supe agradecer, porque aunque me gusten las sorpresas, las que te traen cosas buenas; nunca he acabado por aprender del todo cómo mostrar mi agradecimiento.
Como tampoco he aprendido a comportarme. En realidad sé que no hay normas o reglas en este juego, aunque a mí me gustaría que las hubiera, todo sería más fácil. Tener un manual que indicara cuándo hablar y qué decir, cuándo callar y cuándo desnudarse. Que no tenga que venir Aute a recordármelo.
Estaba ahí, en ese bar de barrio y esquina que nunca cierra, escribiendo en servilletas, sentada en la barra y pidiéndole al camarero canciones de Lucinda Williams entre el segundo y el tercer gin-tonic. Él estaba al fondo, no le vi al entrar. No sé si lo hizo detrás de mí o si ya estaba allí cuando yo lo hice, sólo recuerdo que de pronto se acerca a saludar a alguien a mi lado y me ve o me descubre con aparente sorpresa. Los dos besos y el 'feliz año' de rigor; el 'cómo tú por aquí', aunque en realidad estamos en su barrio. Las vacaciones bien, gracias. No tanto como las tuyas, los profesores, ya se sabe. La familia, los traslados y las inquietudes pasadas y perdidas. El silencio, y de nuevo los dos besos, sin más nada que decir. Me ha alegrado mucho verte. Lo mismo digo y lo mismo te deseo...
Se aleja y vuelve a su rincón al fondo de la barra donde le espera una rubia. Parece mayor. Siempre me decía que yo no aparentaba la edad que tenía, que parecía más joven. Perfectamente peinada, vestida de un negro que resalta sus mechas y manicura francesa frente a mis uñas pintadas de un burdeosocurocasinegro, mis vaqueros con camiseta remangada y brazaletes tintineantes en mis muñecas. Y será que voy por el tercer gin-tonic, pero pienso que su sonrisa es forzada, y que no, definitivamente no le va nada, que no le pega. Como si a mí me importara o me importase. Como si yo tuviese algo que decir u opinar al respecto. Como si dos mujeres tan distintas no pudiesen gustar al mismo hombre.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.