lunes, julio 23, 2012

Los cuatrocientos golpes...




Yo no quería saber, pero supe; y sí, eso lo escribió el joven Marías, pero lo cierto es que yo vivía feliz en mi ignorancia y nada más lejos de mi intención que salir de ella.

Los pesares no son menos penas si son compartidos. Yo no sé, no estaba allí, no vi ni oí, yo no supe. Incluso ahora yo no lo sé de cierto. Los secretos no dejan de serlo por ser contados. No quiero que me cuente, en ese guión no hay papel para mí. Si yo soy feliz sin saber dejemos que ella igualmente lo siga siendo.

Pero no puede quedarse callada, le pesa la culpa, no podrá mirarle a los ojos, será incapaz de compartir tiempo y espacio. Le gustaría saber de estar en su lugar.

Pero no está en su lugar. No sabe qué es lo que ella querría, lo que ella quiere. Yo por ejemplo elijo una vez más el no saber. Que él lo disfrutara, que a él le conviniera y le remordiera la conciencia I wish. Demasiadas veces estuve en el otro lugar y aprendí que nunca se quedan, que siempre regresan para poder volver a irse a dormir al mismo lado de la cama.


Y ahora yo ocupo el otro lado.



P.D. Shirley McLaine y Audrey Herpburn.

2 perdidos en el laberinto:

Clifor dijo...

Este blog sigue siendo tan bueno como siempre. Me encanta. Sigue escribiendo estas pequeñas píldoras, a mí me gustan.

Besos.

Daeddalus dijo...

Gracias David... Tan sólo por tener un lector como tú merece la pena.

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