Los cuatrocientos golpes...
Yo
no quería saber, pero supe; y sí, eso lo escribió el joven Marías, pero lo
cierto es que yo vivía feliz en mi ignorancia y nada más lejos de mi intención
que salir de ella.
Los
pesares no son menos penas si son compartidos. Yo no sé, no estaba allí, no vi
ni oí, yo no supe. Incluso ahora yo no lo sé de cierto. Los secretos no dejan
de serlo por ser contados. No quiero que me cuente, en ese guión no hay papel
para mí. Si yo soy feliz sin saber dejemos que ella igualmente lo siga siendo.
Pero
no puede quedarse callada, le pesa la culpa, no podrá mirarle a los ojos, será
incapaz de compartir tiempo y espacio. Le gustaría saber de estar en su lugar.
Pero
no está en su lugar. No sabe qué es lo que
ella querría, lo que ella quiere. Yo por ejemplo elijo una vez más el no saber. Que él lo
disfrutara, que a él le conviniera y le remordiera la conciencia I wish.
Demasiadas veces estuve en el otro lugar y aprendí que nunca se quedan, que
siempre regresan para poder volver a irse a dormir al mismo lado de la cama.
Y ahora yo ocupo el otro lado.
Y ahora yo ocupo el otro lado.
P.D. Shirley McLaine y Audrey Herpburn.
2 perdidos en el laberinto:
Este blog sigue siendo tan bueno como siempre. Me encanta. Sigue escribiendo estas pequeñas píldoras, a mí me gustan.
Besos.
Gracias David... Tan sólo por tener un lector como tú merece la pena.
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