sábado, octubre 30, 2010

Tengo una pregunta para usted

He descubierto eso de Formspring y me ha hecho mucha gracia. Dudo que alguien tenga interés en hacerme alguna pregunta, se pueden hacer de forma anónima, por cierto. Pero ahí lo dejo, en la parte izquierda... en todo caso, prometo contestar...

Y no estoy borracha, aunque debería o parecería... que estas cosas a mí nunca me han pasado o no me pasan... Es como si hubiese mordido la manzana de Blancanieves o soplara el viento del sur y hubiese perdido la brújula que indica el norte. Que no me conozco, ni me reconozco a mí misma queriendo ser otra y estar en otro lugar... en el de cualquiera... no, no en el de cualquiera, no, en el mío, siendo yo, pero siendo esa otra... que pudiera entenderte o consolarte o apoyarte o ser... simplemente ser. Y ni siquiera entiendo por qué...



[E. se hubiese sentido muy orgulloso de mí. Él que es incapaz de soltar una sola lágrima desde la muerte de su padre, al que yo siempre he envidiado por eso, por mi tendencia a parecer María Dolorosa y ser la llorona universal siempre a punto de correrse el rímmel que nunca me quito, con mis perennes cercos oscuros bajo los ojos. Pero no, y a punto estuve, y ahí se quedaron, justo al borde, luchando por emerger sin que yo hiciera nada por impedirlo, y en el último momento decidieron dar media vuelta. Al menos sé que aún tengo lágrimas, y que probablemente más temprano que tarde, tal vez esta noche, volverán a hacer acto de presencia]

Ya lo dijo Alejandra Pizarnik, sólo tú haces de mi memoria una viajera fascinada, un fuego incesante





Ha resultado, el que según Sal hubiera sido el perfecto padre de mis hijos, un tipo más inteligente de lo que parecía. Se ha retirado a tiempo. Disculpándose por su vehemencia, así lo ha dicho literalmente, "creo que he sido muy vehemente, y tú tienes las cosas muy claras, Dae, clarísimas". Y yo me he sentido un poco así, rara, con la sensación de que esa retirada a tiempo le supone a él una victoria y soy yo por tanto la que quedo derrotada. Que supongo que sí, que es absurdo, bueno, exactamente absurdo no; más bien es indicio de mi elevada idiotez y falta de madurez, que un tío me rechace porque previamente le he rechazado yo sin rechazarle objetivamente porque ha resultado ser lo suficientemente intuitivo como para darse él cuenta y me sienta, no sé, ¿ofendida?... en fin, no sé qué más ha dicho, que yo en definitiva no le enviaba ninguna señal o algo así, es que ya ni le estaba escuchando, desde lo de 'vehemente', palabra que se quedó flotando en el aire hasta que se pegó a las solapas de mi americana y me di cuenta de que efectivamente, 'vehemente', lo fui yo no hace tanto, con otro, claro, se entiende; y nada mejor que recibir de tu propia medicina para darte cuenta de lo fácil que es perder los papeles con un tipo extraño y aparente; que ahora resulto ser yo la extraña, no tan aparente.

¿Duele? No, supongo que no, es obvio. Doler, duelen otras cosas. Cuando te rechaza alguien a quien tú sí deseas. Entonces el desamparo sí es absoluto. ¿Mal entendido orgullo? Probablemente, que al fin y al cabo la suya ha sido una reacción adulta. Y ya van tres de tres... retiradas a tiempo y reacciones adultas, digo; y ninguna por mi parte, todo hay que decirlo. Situada yo en el lado contrario del ring, a verlas venir.

En uno de los tres casos, sin haber sabido encajar los golpes, por cierto; que supongo ahora puedo decirlo, que me he comportado como una idiota. ¿Volvería a hacerlo?, sin duda; ¿lo seguiría haciendo?, probablemente; ¿se me pasará y/u olvidará?, supongo... ¿Quiero que se me pase?, no; ¿tendría que hacerlo?, sí. ¿Debería irme a la cama y no estar aquí contando esto? También...

Que había prometido comportarme, mantenerme sobria, alejada del teléfono y en modo olvido on. Y he cumplido... al menos una parte, no del todo, que no puedo evitarlo, o no quiero, you know, quién sabe... y es que te echo de menos, aunque esto no tenga por qué saberlo nadie... ni siquiera tú.




P.D. Mirna Loy

viernes, octubre 29, 2010

Come on (Let´s go tonight)






Feliz noche de viernes... nos vemos en los bares...



P.D. Palabrita del niño Bruce que hoy me comporto, no bebo y olvido...

Minuto 1:40




Supongo que es mucho pedir... aunque yo me conformo con mucho menos, me conformo contigo.

Should I stay or should I go

Odio ser tan dependiente de los demás, trazar planes siempre en función de otros, y que esos otros, no uno, ni dos, sino tres, me dejen plantada y yo no sea capaz de seguir caminando en esta tarde de viernes bajo la lluvia y esta vez sí, sin paraguas. 

Learning how to live



"I can't feel my love anymore
I can't feel my love anymore
mystery and the splendor
don’t thrill me like before
I can't feel my love anymore

I don’t want to talk to anyone
I don’t want to talk to anyone
all the words that used to work
are melted in the sun
and I don’t want to talk to anyone

Faces look familiar,
but they don’t have names
towns I used to live in
have been rearranged
Highways I once traveled down
don’t look the same
Everything has changed
Everything has changed

I can’t find my joy anywhere
I can’t find my joy anywhere
all the magic vanished into the misty air
and I can’t find my joy anywhere

Now I don’t know where my faith has gone
Now I don’t know where my faith has gone
from the wonder I had a sense of
to the brightest star that shone
and now I don’t know where my faith has gone

Faces look familiar,
but they don’t have names
towns I used to live in
have been rearranged
Highways I once traveled down
don’t look the same
Everything has changed
Everything has changed".






P.D. Marilyn Maxwell y Richard Conte




[Tengo que desengancharme, y no sólo de Lucinda... a lo mejor debería volverme lesbiana]

jueves, octubre 28, 2010

Si tú estás, me vale cualquiera...



Parece ser que sí, que esta vez es la buena y que habemus concurso de traslados. Desde hace unos días circula un borrador con vacantes y todas las novedades que parece ser se incluyen en la forma de provisión. Y que sí, que ésta es la buena, la buena noticia, se entiende.

La mala, la cara B... después de esperar casi un año podrían haber esperado unos meses más, hasta febrero, por ejemplo, que es cuando cumplo yo dos años en este puesto de trabajo y así poder optar a cualquier plaza fuera de la Consejería que tan amablemente me acoge. Pero no, como no alcanzaré los dos años por poquito, sólo puedo moverme dentro de ella. Primera reducción drástica del número de plazas a las que puedo optar.

Segunda reducción al descartar las plazas en las que ganaría aún menos de lo que gano ahora. Me muero por salir de aquí, pero el maldito parné me hace más falta que nunca, que acaban de revisarme la hipoteca. Así que un puesto base sin complemento alguno no es opción.

¿Qué me queda entonces dentro de esta Consejería y con algún tipo de complemento como el que ya tengo? O quedarme donde estoy, que tampoco es una opción, o cínco míseras plazas que estarán más solicitadas que Carlos Chaouen en un día de feria.

De esas cinco, en realidad, debería quedarme con cuatro. Porque una se va a ir para alguien que conozco, interesado y con bastante más antigüedad que yo.

Otra está situada tres armarios más allá de la mía y sospecho que está tan vacía de contenido como ésta, sin contar que mi actual ordenador es mejor y que renunciar a la ventana y a ver la gente pasar por la calle Coronel Aranda es mucha renuncia.

En resumen sólo tres opciones, que dada mi escasa antigüedad y lo solicitadas que imagino estarán, me dejan en bastante mal lugar y con pocas, poquísimas posibilidades. Pero no desisto, y la esperanza es lo último que se pierde, que claro, está la opción de irme fuera de Oviedo, y pongamos elegir Tineo o Cangas del Narcea... que obviamente no es opción, aunque en ese caso no tuviera rivales.

Habrá que comenzar a sacar velas y conjurar a la suerte que siempre tan esquiva me resulta...



Y en realidad esto no es más que una excusa para escuchar a Carlos Chaouen...




"Qué te diría
Después de tantos años que me identifican
Tras algunos colchones de casas ajenas
Y desayunos con otras en camiseta


Qué te diría
Después de los partidos de cada domingo
Fui más cauto en el ilusionismo
Y la avería del mundo sigues sin vida 


Te diría que tengo los zapatos sucios
El alma desangrada de tantas mentiras
Te diría que tengo sólo el tiempo justo
Sin embargo tengo todo el tiempo del mundo


Dame la mano que contigo es más llevadero
Este camino que conduce del cielo al infierno
En mis descuidos no me tomes muy en serio
Dame un papel protagonista en tus sueños


Qué te diría
Despues de las palabras detrás de la hoguera
Algunos revolcones en otras melenas
y canciones sonando en cada estrella


Qué te diría
Que a veces me pierdo en mi fantasia
Y me gustan los bares donde se hace de día
Y los amantes que buscan las esquinas


Te diría que tengo las manos cansadas
Pero las tengo a punto para otras batallas
Te diría que tengo sólo el tiempo justo
Sin embargo tengo todo el tiempo del mundo


Dame la mano que contigo es más llevadero
Este camino que conduce del cielo al infierno
En mis descuidos no me tomes muy en serio
Dame un papel protagonista en tus sueños


Dame la mano que contigo es más llevadero
Este camino que conduce del cielo al infierno
En mis descuidos no me tomes muy en serio
Dame un papel protagonista en tus sueños".




P.D. Katherine Herpburn (que digo yo que no necesita presentación).

Como Joni Mitchel, quiero que me dejes hablar y escupir mi amargura nacida del dolor y de las noches sin dormir



No me gusta, imagino que como a tantos, escuchar las conversaciones ajenas vía teléfono móvil. En el autobús, a punto de subirse al avión o al bajarse, en las estaciones de tren, o en plena calle, en la cola del supermercado, en la del cine e incluso a veces, dentro de la propia sala. Y tampoco me gusta, obvio, que se escuchen las mías. Por pudor, básicamente, y porque siempre me siento extraña con un teléfono en la mano. Aunque después sea capaz de mantener interminables conversaciones telefónicas si se da el caso, que se da, alguna vez, pocas.

Suelo caminar muy deprisa. Muy, muy deprisa cuando voy a solas, y bastante deprisa cuando lo hago acompañada. Casi parecería, y en muchos casos así es, que llego tarde a algún lado. Así que, aunque odie ir caminando y hablando en plena calle por el móvil, raramente mis conversaciones son captadas por oídos ajenos. Paso como una exhalación.

Hace un rato volvía de una interminable, y todo hay que decirlo, divertidísima, reunión, cuando suena el teléfono y aparece la voz de mi amiga Sal al otro lado con el clásico "¿puedes hablar?"... Pues sí, puedo, que voy camino a la oficina, y estoy en la calle, aunque intuyo que va a ser una llamada interminable, que ha vuelto a la fase ni contigo ni sin ti. Pero no, es bastante concisa, sorprendentemente... ha decidido dejarle, sí, pero no del todo. Que bueno, que se ha levantado con la convicción del ya no más, pero a lo largo que ha ido pasando la mañana la determinación se ha ido diluyendo. Y vuelta a empezar. Que digo yo que si somos amigas desde hace casi veinte años será por qué algo tendremos en común.

Y como es sí, pero no, y vuelta a empezar aunque ya no más, ha decidido recurrir a las clásicas listas de pros y contras, que a ella en estos y otros casos, siempre le funcionan. A un lado lo bueno, al otro, lo menos bueno; porque malo, lo que se dice malo, desde hace un par de horas que no encuentra nada... y de repente se queda sin nada más que contar o que querer contar, y esto, cuéntame tú algo, que tú también deberías hacer una lista a dos columnas... Y yo, esto, ¿por qué?, si a mí todo me va bien, si yo siempre bien, si las cosas están bien, tú sabes, siempre bien, todo bien...

Y no sé, pero de repente rompo a hablar y a contar... y no paro. Aunque sé que ella ha dejado de escuchar hace un rato, que yo siempre he sido muy cómoda de tratar porque nunca rompo diques ajenos, hasta que lo hago, en ese preciso instante, y empiezo a contarle una historia de la que nunca antes le había hablado, o muy poco y a grandes rasgos, pasando casi de puntillas, contando sin contar. Y de repente me veo parada en un semáforo, hablándole en voz alta al teléfono y con un tipo mirándome con una media sonrisa a mi lado escuchando lo que estoy contando... Hacía mucho tiempo que no cruzaba un semáforo en rojo.





P.D. Y creo que sí, que haré esa lista a dos columnas... y la colgaré aquí, obvio.

miércoles, octubre 27, 2010

De horas, días infernales, comportamientos improcedentes y es la falta de amor la que llena los bares




Hoy ha sido un día, laboralmente hablando, infernal. ¿Quién dice que los funcionarios no trabajamos por las tardes o que nunca nos exigen tareas que deberían estar para ayer con jefes que de vacaciones en la otra punta del mundo dejan instrucciones imprecisas e inexactas o que no nos grita el de presupuestaria porque si no tenemos las fichas de acreedores para las nueve de la mañana cuando en realidad ya son las cuatro tropecientos buenos ciudadanos que no tienen culpa de la ineficacia y el mal funcionamiento de la administración pública asturiana se quedarán sin cobrar la subvención que les pagarán no antes de tres meses por una reclamación impuesta hace casi dos años?

Reconozco que trabajar contrarreloj por primera vez después de tanto tiempo no ha estado mal del todo.



Y durante al menos unas horas me he olvidado de lo idiota que puedo llegar a ser...










"Por lo menos te he mandado cien mensajes
super cursis en plan sueño con tu boca.
Por favor, no se lo cuentes a nadie,
que esta noche es que estoy un poco idiota.

Quizás me he cargado más la última copa.
El caso es que estaba fría mi cama
y te echaba de menos mi pijama
y de abrazarte y de estrujarte me moría de ganas.

Soy igual que un niño castigado sin recreo,
dibujando corazones cada vez que no te veo.
Pero, no pasa nada, mañana se me quita.
Olvida mis chorradas, demasiadas cervecitas.

Simplemente te he mandado cien mensajes
super cursis en plan sueño con tu boca.
Por favor no se lo cuentes a nadie
que esta noche yo es que estoy un poco idiota.

Esto debe ser como una gripe.
En vez de fiebre lo que ocurre es que sonríe
mi cara si recuerdo los momentos en que te siento
tan cerca y me entretengo
dibujando corazones como un niño sin recreo.
Con lo golfo que yo he sido y lo tonto que hoy parezco.

No me tomes en serio, yo al menos no lo haría.
Pero, cuelga tu primero, (¡Joder macho vaya día!!).

Y es que encima te he mandado cien mensajes,
super cursis en plan sueño con tu boca.
Por favor no se lo cuentes a nadie
que esta noche yo es que estoy un poco idiota.
(mal te veo, rafita, mal te veo)".




P.D. 1 Rafa Pons toca en el Clandestino el viernes (C/Cabo Noval). Y por cierto mañana en la  sala Acapulco (Casino de Gijón), Arizona Baby + Los Coronas... Y si no, siempre nos quedarán los bares...

P.D.2 Louise Lasser


[Y sigue sonando Lucinda...]

I want my soul to feel brand new






Me cuenta Sal, en medio de su penúltima crisis erótico-senti-existencial con ese impresentable con el que comparte la parte de su vida y de su cama que él le permite compartir, que se ha pasado casi una hora llorando y borrando mensajes de móvil y correos, a modo de anticipo para borrarle de su vida. Aunque ambas sabemos que podrá borrar lo primero, pero no lo segundo. Extraño caso de dependencia el suyo, o tal vez es que todas lo sean, las dependencias, irracionales, digo.

Supongo que aunque debe de ser una buena catarsis, al margen de cuestiones de espacio, virtual, y sin atender a la higiene mental; yo nunca lo he hecho, básicamente porque soy de efectos más inmediatos, sin criterio alguno saco la goma y fijo, limpio y doy esplendor sobre la marcha. Si no voy a contestar, para qué mantenerlo, y si voy a hacerlo, una vez hecho, para qué mantenerlo.

Bueno, venga, sí, que alguno o algunos conservo, y quién no, pero esto no se lo cuenten a nadie... pero no es norma, es excepción, que de cuando en cuando llega un puñado de frases dignas de ser recordadas, atesoradas durante un tiempo para ser releídas, o no, que a veces sólo cuenta que estén ahí. Aunque inevitablemente siempre, más temprano que tarde, llegue el momento en el que mantenerlos sea absurdo y no quede más remedio que la purga. Por mucho que joda duela. Porque duele, para qué negarlo, al menos en algunos casos.

Por ejemplo tengo un email en mi bandeja de entrada fechado el 8 de julio de 2010. Es el más antiguo del puñado de ellos que conservo, que sí, que conservo unos cuantos pese a todo, y ahí se quedarán una buena temporada. No sé por qué no lo borro, si ni siquiera lo contesté. Una felicitación de cumpleaños, mi respuesta, la respuesta a mi respuesta... y ahí se quedó, testigo mudo de una comunicación truncada. No dice nada importante, ni digno de recuerdo, ni siquiera de alguien que lo sea. Pero supongo que de alguna forma el día que lo borre habré borrado una parte de mí, que si bien yo mutilé de mi vida, de momento, paradójicamente, quiero que siga ahí.

Con los SMS me ocurre algo parecido. En cuanto envío uno, lo borro ipsofactemente, como diría Fever; de forma compulsiva e irreflexiva. Y claro que hay excepciones, muchas, tal vez demasiadas; aunque a día de hoy, y ni siquiera tengo que coger el teléfono y mirar para comprobarlo, sólo conservo un primer mensaje enviado por mí, que de momento sé que no voy a borrar.

En el buzón de entrada ocurre lo mismo, recibo y borro, conteste o no conteste. Y sí, conservo alguno, pocos, pero ahí están, y lo que les queda, supongo. El día que los borre habré vuelto a la normalidad, el caso es que no sé quiero despertar... o no puedo.






P.D. Helen Mack y Chester Morris

You should have a little faith in me





Esta noche toca el gran John Hiatt en Madrid, viernes en Barcelona y sábado en Donosti. Y yo no podré estar en ninguno de los tres, como mucho el viernes escucharé a Rafa Pons, que aunque tan sólo sea por ese 'un poco idiota' con el que tan identificada me siento últimamente, ya merecerá la pena.

Siento tremenda envidia de los que disfruten de él hoy en la Joy, y sin duda estaré en espíritu. Que John Hiatt, a lo largo de los años y sin hacer demasiado ruido aparente, ha ido colocando un más que estupendo buen puñado de canciones.

Tómenselo como tarea para el día de hoy, descubrir a John Hiatt. Nunca me lo agradecerán lo suficiente.





P.D. Lotte Lenya

Como cantaba el Lichis, te he apuntado en una barra de hielo mi dirección y mis mejores deseos...




Sigo sin pillarle el punto al Facebook, supongo consecuencia de mi más que evidente carencia de habilidades sociales; y excepto escribir alguna tontá de cuando en cuando y colgar canciones vía Spotify, poco uso le doy. Por cierto que no he colgado aún ninguna de la Jurado, aunque a estas alturas poca reputación e imagen me quede por mantener a buen recaudo. Y de ser sincera, está comenzando a asustarme un poco... El Facebook, digo, no mi reputación; que ésa ya no tiene remedio.

Hace un par de días en fase de aburrimiento agudo me puse a buscar, tratando de recordar sin demasiado éxito, a mis viejas compañeras del colegio. Llegué a encontrar a tres, y como es obvio no tenía nada que decirles. No más fructífero, pero sí más divertido fue tirar del hilo de los amigos de amigos y encontrarse con que en ese irreal mundo, enemigos irreconciliables en la calle, se envían saludos y felicitaciones virtuales. Yo sigo sin caerme del guindo y sin entender cierto tipo de ¿amistades?

Porque ésa es otra, y no, no hablo de tener más de mil amigos, que supongo todo es posible. Acaso no presume Sánchez Dragó de haberse acostado con más de mil mujeres, ¿o era Julio Iglesias? No, hablo de "mis amigos", como aquél que me envió una invitación, y vaya, tu quoque, Brutus, fili mi, con la de tiempo que hace que no nos vemos y la cantidad de veces que nos repetimos que tenemos que ponerle remedio, pues va y le acepto, a ver si vía Facebook nos ponemos de acuerdo en fecha y hora. Pero va a ser que no, que a las dos horas me dice que me borra, que apenas usa el Facebook (aunque su muro demuestre lo contrario) y que fue por error, no sé qué historia del correo electrónico. No es que me importe, pero me pregunto si eso significa que si nos cruzamos por la calle va a cambiar de acera y evitar saludarme, y eso sí me preocupa. Supongo, debería.

Después están los que me envían sus invitaciones con grandes alharacas, "qué alegría Dae, verte por aquí y bla bla bla", y luego ignoran tu existencia por completo y parecen contestar y hacer caso a todo el mundo excepto a ti. También me pregunto si es sinónimo de que la próxima vez que nos veamos van a retirarme el saludo.

En tercer lugar los que no dejaban de enviarme invitaciones cuando yo no estaba en Facebook, y que cordialmente reenvié cuando finalmente me uní, más por reciprocidad, cortesía y educación, que por otra cosa, todo hay que decirlo. Ahora, semanas después de que no las aceptaran, ya he logrado comprender que sin duda las suyas fueron, por tanto, "un error".

Mención aparte merece la gente que no conoces de nada, ni siquiera virtualmente, que al fin y al cabo ya es un tipo de conocimiento, que te abruma, literalmente, con invitaciones. Concluyo entendiendo que muchas de ellas, tal vez la mayoría, son "errores".

Y claro, esto me lleva a preguntarme si la escasa gente que tengo como "amigos", de veras les apetece serlo y estar ahí o han aceptado "como un error" mi invitación; o viceversa, y me enviaron la suya también equivocadamente. Porque ése sí que es el auténtico error. Así que de de darse ese caso, hagan el favor de borrarme, que yo aún no he aprendido a hacerlo, que a desfacedora de encuentros nadie me gane.







P.D. Laura Antonelli

martes, octubre 26, 2010

Dice Quique que de haberlo sabido no hubiera sido la noche en tu espalda, ni hubiera habido corazón en la garganta...



"Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido
procura tener a la mano a un amigo que cuide tu frente y tu voz.
Y que cuide de ti, para ti y tus vestidos
y a tus pensamientos mantenlos atentos y a mano a tu amigo.

La importancia de verte y morderte los labios de preocupación
es hoy tan necesaria como verte siempre
como andar siguiéndote con la cabeza en la imaginación.
Porque sabes, y si no lo sabes, no importa,
yo sé lo que siento, yo sé lo que cortan después unos labios
esos labios rojos y afilados
y estos puños que tiemblan de rabia cuando estas contenta.
Que tiemblan de muerte si alguien se te acercara a ti.

Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto
se tenga cerrada porque no vaya a ser yo el viento de la noche
y te mida y recorra la piel con mi aliento
y hasta te acaricie y te deje dormir
y me meta en tu pecho y me vuelva a salir
y respires de mí...
O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos
y todo por no hacerme un poco de caso
ten miedo de mayo
y ten miedo de mí.
Porque no vaya a ser que cansado de verte
me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas
y te bese los pies
y te llame mi diosa
y no pueda mirarte de frente
y te diga llorando después:
por favor tenme miedo
tiembla mucho de miedo mujer
porque no puede ser..."



Sí, de haberlo sabido, de haberte avisado... no hubiese dejado de ser lo que nunca tuve que dejar de ser y ahora ya no quiero ser...





P.D.Gracias Amber, por descubrírmela...

Martes de octubre, día de feliz no cumpleaños en el que se admiten regalos y felicitaciones varias. Aunque sobre decir que tú serías el auténtico regalo





De cuando en cuando, por aquí, la gente celebra su aniversario, el día que desembarcó en el mundo bloggeril o alcanza la entrada número 100, la 501, la 999 o la 413, que cada cuál elige la fecha que menos rabia le de. A mí por ejemplo me gusta mucho mi entrada número dos, pero nunca la celebré, ni siquiera recuerdo cuándo la escribí, y debería. En realidad soy poco de celebraciones y nunca se me ocurrió felicitarme por haber escrito más de mil entradas, que tiene mérito teniendo en cuenta la nada en la que navegan mis letras.


Tampoco tengo aniversario que celebrar, porque no recuerdo cuándo comencé a escribir aquí. En sucesivos lavados de cara estuve a punto de cargármelo, no una, ni dos, sino tres veces, y perdí la referencia temporal; con lo cual mis no sé cuantos primeros posts tienen todos la misma fecha de publicación. Leyendo y tirando del hilo podría situarme allá por el verano del 2005, tal vez principios de otoño, pero no lo sé con certeza. Tampoco tiene la mayor importancia, supongo. 

Y así, condenada como estoy a no besarte nunca, sin ni siquiera tener la excusa de brindar con champagne porque aquí cumpla años, he decidido que hoy sea mi no cumpleaños. Pongamos que un 26 de octubre de 2005 escribiera aquí por primera vez y celebremos, cada uno a su modo y manera, que eso es lo bueno de la alegría, a diferencia de la tristeza, que nos vuelve iguales en modos y lágrimas. Y celebren, festejen, besen y vístanse de domingo conmigo, que ya habrá tiempo de soplar las velas, o no... que nunca se sabe si los vientos nos serán favorables.






P.D. Dana Wynter

I'm not just like a woman






Tú dirás, probablemente, que si una se comporta como una tonta aun no siéndolo; por inoportunidad, mal entendido orgullo o casualidad, no se merece otra que ser tratada como tal. Aunque siempre se espere del interlocutor mayor agudeza y no necesariamente visual.





P.D. Supongo que tendré que comprarme un burro si lo que quiero es luchar contra molinos.

lunes, octubre 25, 2010

Pues eso...









P.D. Gilbert Roland


[No logro sacarme esta canción de la cabeza... entre otras cosas]

domingo, octubre 24, 2010

Mi corazón es tan absurdo como una llamada perdida

Estoy bastante borracha, y es fantástico, porque yo borracha soy tremendamente divertida y desinhibida y digo lo que pienso sin pensar lo que digo, aunque bueno, eso ya lo hago siempre, pero cuando estoy borracha no me arrepiento, que siempre se le puede echar la culpa a mi estado alcoholizado. Aunque esta mañana, sin estar borracha, le dije a alguien que yo no me acostaba con hombres comprometidos y él me contestó que no tenía sentido del humor. Y bang, le he dicho a alguien, a otro alguien, esta noche, que no se hiciera ilusiones, que soy un corazón perdido, y me ha contestado que vale... y no he dejado de mirar en toda la noche a ese camarero moreno que siempre estaba al fondo de la barra con su media melena y su estudiada barba descuidada... y no sé en qué jodido momento comenzaron a gustarme los chicos guapos y las camisas de cuadros, y sí, sé que me repito, pero es que últimamente no me queda otra...









[Iba a borrar esta entrada esta mañana al levantarme... pero ese comentario tan lúcido me lo ha impedido.
Acá escuchando a Willie Nile y deseándoles un buen domingo a todos sin excepciones,
aunque a algunos más que a otros, tendrán que disculparme, pero si son guapos y llevan camisas de cuadros...]

sábado, octubre 23, 2010

Hago chas y aparezco a tu lado (II)






Una vez lo hice, pasar lista... al hilo de lo anterior. Aquí, por si a alguien le interesa: http://daeddalus.blogspot.com/2009/04/is-there-anybody-alive-outhere.html, y confesaré, ahora puedo decirlo, que me hizo mucha ilusión que se levantara la mano y se dijera presente.

No pretendía eso ayer. De hecho me planteé la posibilidad de no habilitar los comentarios para esa entrada en concreto, pero eso sería la segunda vez y no creo que las excepciones deban tomarse tan a la ligera. No quería recolectar un puñado de halagos, sin duda inmerecidos y agradecidos. Ni que nadie me dijera que no me fuera. Gracias en todo caso, y gracias a quién tendió su caña de pescar por si acaso "desaparecía". Pero no, en este caso el victimismo pretendía quedarse a un lado. Sólo era una reflexión en voz alta.

Nunca pretendí que esto se convirtiera en un medio para conocer gente, porque entre otras cosas partía de que el anonimato era irrenunciable, y vayan ustedes a saber dónde se habrá quedado. Pero a veces es inevitable acabar dando ese paso. Bueno, inevitable tampoco, que si algo se quiere evitar, se evita; pero supongo que es casi consecuencia natural que al ir tendiendo puentes algunos se vayan cruzando, las más de las veces por un cúmulo de casualidades que por premeditación o alevosía.

La gente que me conoce realmente y lee esto, supongo que lo hace desde la distancia y el pudor. No es lo mismo ser sólo un personaje que se intuye o adivina, que una persona de carne y hueso, que es mucho más que un puñado de vocales, consonantes y signos de puntuación. No es lo mismo quedar un día para compartir un café porque se comparte ciudad, intereses o circunstancias. C
uriosidad simplemente la mayoría de las veces y un nada que perder; que construirse un extraño o extraña a medida. Porque en el primer caso el personaje queda fuera, aparcado en una pantalla; en el segundo el personaje es el protagonista absoluto de la función.

Y sobre eso último es sobre lo que yo reflexionaba ayer, aunque después, como tantas veces que quiero hablar de una cosa, acabara hablando de otra. La extraña sensación de no saber lo que ustedes se imaginan que soy, en el caso de que se les pase por la imaginación tal cosa.

Bromeaba con alguien hace unos días y decía que esto del blog no era un buen invento para ligar. Y no, no es que yo lo tuviera como la finalidad de escribir aquí. Nada más lejos de mi intención, que de tenerla, como es obvio, trataría de "venderme" enseñando mi mejor lado, que aunque chiquito, está ahí. Esta persona me repetía que era tan simple como que yo podía llegar a "asustar", un poco o un mucho; que era, digamos, "intensa" en algunos aspectos, tal vez demasiado. Y supongo que puede ser cierto, no sé, tampoco es ésa mi intención; ni ligar, ni parecer "intensa", ni mucho menos asustar. Pero especialmente, de lo que más lejos querría estar es de la posibilidad de decepcionar. De no ser lo que alguien espera o se imagina. De que el paso de ficción a realidad, aunque no haya nada de lo primero aquí, sea un rotundo fracaso.




[Sigue sonando Lucinda... me he hecho un mix con "Metal firecracker" y "Lake Charles",
que se repite hasta tender a infinito]

Hago chas y aparezco a tu lado





A veces me pregunto, si un buen día me diera por desaparecer y dejar de escribir aquí; que supongo que llegará, no sé si más temprano que tarde o a la inversa; si alguien iba a echarme de menos. No sé, yo si sé que echaría de menos mi más que diaria cita con algunos blogs. Incluso en algunos casos me he planteado seriamente la opción de "desengancharme" de ellos, aunque al fin y al cabo la lectura sigue siendo inofensiva, y la atracción virtual hacia las letras ajenas siga siendo precisamente eso, virtual (desgraciadamente, en algunos casos, al menos).

Si alguien, no sé, se preguntaría qué ha sido de mí o dónde me he metido. Y sí, lo sé, suena a tremenda pretensión por mi parte. Probablemente la respuesta sea evidente...

No suelo mirar nunca las estadísticas del Google Analytics, en parte porque no sé, en parte porque tampoco me interesa saber que un lector se ha conectado desde Cuenca a las 16:13 y lo ha vuelto a hacer a las 20:19, siendo el tercer día que lo hace; y para conocer las palabras de búsqueda que llegan a este blog, como imagino que a casi todos, no hace falta ser especialmente perspicaz. Al margen de que casi me siento invadiendo vuestra privacidad. Porque por un lado estoy yo, que escribo y que muestro voluntariamente, pero por otro estáis vosotros, que tenéis todo el derecho a ser anónimos, pasar sin hacer ruido, de puntillas y con el spray de la invisibilidad a punto.

Pese a todo a veces me puede la curiosidad cuando de repente veo que hay 11 persona a la vez supuestamente visitando/leyendo/echando un vistazo a esta página; y claro, no puedo evitar preguntarme quién y por qué.

Hablando ayer con un devoto lector y contándome éste los motivos por los que lo hacía, no pude evitar acordarme del resto... Y no, no pretendo pasar lista y que se levante la mano, que eso ya lo hice una vez. Pero no sé, sigue sorprendiéndome porque probablemente yo no me leería a mí misma y a veces siento que me gustaría establecer una comunicación con el otro lado y que esto no fuera un diálogo unideraccional. Aunque probablemente, sin duda, para eso están los comentarios, y también, por cierto, mi dirección de correo electrónico en la esquina superior izquierda (que nadie usa, todo hay que decirlo). Tal vez mejor así, supongo, que ya lo dije anteriormente, lo que mejor se me da es ser una extraña.

Aunque siga preguntándome por qué lo haces, si es que lo haces.





Y en realidad esta última pregunta va dirigida a dos personas... sólo que ellas no lo saben.







P.D. Terry Moore




[Sigue sonando Lucinda, como durante los últimos tres días]

viernes, octubre 22, 2010

If Wishes were horses, I'd have a ranch





Me he pasado buena parte de la tarde sentada sobre cojines viendo cuatro capítulos seguidos de la tercera temporada de "True blood" (la de los hombres lobo). Y he pensado que no es ni medio normal que prefiera estar delante de una pantalla viendo, como adolescente alucinada con "Crepúsculo", un desfile de tíos buenos y torsos desnudos, acompañada de sugus de cereza; que salir a esta ciudad hoy especialmente engalanada e inundada por el sonido de las gaitas.

No sé en que momento comenzaron a gustarme los chicos guapos y las camisas de cuadros...



Dice Leonard Cohen que si lo que quieres es un amante, él hará todo lo que le pidas; pero si lo que quieres es otro tipo de amor, se colocará detrás de una máscara





Hoy es un día perfecto para disfrazarse y creer que hay un sueño a la vuelta de la esquina que puede convertirse en real. Así que kiss me quick, que la vida es breve y no me importa que me mientas, que ya lo dice Lucinda...


Besarme, mentir... no importa el orden.




Pero hazlo...                         por favor.






Dust in the wind







[Anoche, parafraseando a Daphne du Maurier, soñé que volvía a Nürnberg. Las pocas horas que dormí se vieron revueltas con sueños extraños y confusos, y uno de ellos fue el que me despertó y me impidió seguir durmiendo.

Reviví historias, circunstancias y situaciones reales y pasadas. Pero los protagonistas no eran los de entonces, era el mismo escenario y se representaba el mismo guión, pero las caras eran distintas; las de personas que entonces no conocía y tardarían muchos años en aparecer, aunque sólo haya sido rozándola, en mi vida.

Caminando por las orillas heladas del Pegnitz hacia la Andrei-Sajarov-Platz. Fue largo aquel invierno... y ya se avecina el siguiente.]








Cerrabas los ojos y entonabas siempre la misma canción y en tus labios sonaba distinta. Ohne Sahne, latte macchiato para tí. Olvidando las llaves en los rincones de las urgencias. Los posavasos centinelas de nuestras cervezas mientras trataba de enseñarte las reglas del mus. La cama como una cuna con el colchón marcando nuestras cadencias. La humedad hasta los huesos corriendo de madrugada por las heladas calles. Las tazas robadas de Glühwine reservadas para el mate. El blanco suelo de tarima cojeando con peligro inminente de vencerse el viejo armario heredado. Pan negro y mantequilla aliñados con ron y maría. Estaciones de tren siempre mirando al este. La verde Irlanda que tanto me recuerda a casa. Boinas de Bordeaux y geranios. El verano que no llega y cuando lo hace siempre se queda corto. Codillo en el Elbsee bañándonos desnudos en el lago helado. Venecia en la distancia y poemas para leer en tranvía...

Cuesta creer que en algún momento fuimos felices ahora que hemos dejado de serlo y lo somos por separado.

Perfecta imperfección


Cuando esta mañana salí de casa, ni siquiera hace un cuarto de hora, no se habían puesto aún las calles. A las siete menos cinco estaba ante la puerta y dos minutos más tarde encendiendo las luces y disfrutando de la poco más de media hora de tranquilidad antes de que empiecen a llegar los más madrugadores a la oficina. Llevaba despierta desde entrada la madrugada, creo que no he llegado tan pronto a trabajar nunca antes.

Sobre mi mesa sólo tengo dos tareas pendientes para una mañana que se ha de alargar hasta casi las tres, aunque con eso de ser viernes igual le robo un cuarto o media hora. Tengo que dosificar por tanto el trabajo. Y aunque no tenía demasiada intención de escribir, entre otras cosas porque no tengo nada que contar o en todo caso contaría lo de siempre, aquí estoy. Supongo que necesito mantener las manos ocupadas o me quedaré dormida sobre el teclado.

Se presenta un fin de semana extraño, lleno de planes, citas y personas a las que ver. Y si ahora alguien me preguntara qué es lo que querría hacer yo sólo diría que quedarme encerrada en casa y dormir y olvidar y ver capítulos de "True blood". Siempre me quejo de no tener planes, y paradojas de mi inexistencia, cuando los tengo, de todas las formas y colores e incluso caras B y alternativos, no me apetece ninguno. En realidad miento, sí querría otras opciones, que obviamente no son posibles, pero en fin.

Últimamente han entrado varias personas en mi vida, entre otras cosas porque yo les abrí la puerta, y no es que me arrepienta de haberlo hecho, que ampliar horizontes humanos siempre es bienvenido, pero siento que me importan cada vez menos, y eso no me gusta. Y no porque no siempre haya sido así, o al menos un poco, o al menos no tanto como ahora. No sé, hay alguien que lleva llamándome toda la semana y con el que he quedado esta tarde, sólo que él no sabe y tendré que decírselo cuanto antes, que no voy a aparecer. Bueno, en realidad no tengo nada decidido, pero si empiezo a dudar me conozco lo suficiente como para saber de qué lado va a caer la pelota. Y es una persona estupenda, como decía Sal cuando lo conocimos hace una semana, el que sería un perfecto padre para tus hijos... pero no, aunque siempre que llame le responda y hablemos y nos contemos, porque supongo que la buena educación mal entendida me puede y prefiero descolgar y meterme en una conversación que no me importa mientras mi mente vuela que dejar sonar el teléfono o inventarme excusas. Últimamente lo hago demasiado, y también me preocupa, porque yo siempre era de mantenerme a buen recaudo para evitar retiradas a destiempo, que lo último que deseo es herir a nadie. Aunque lo esté haciendo, con él, con el otro, con el de más allá. Y lo que es peor, no me importa. No me importa haberme equivocado más en estas últimas semanas que en los últimos cinco años. Gestos y palabras de más. Y en realidad miento si dijo que no, que no me preocupa, porque no es así en todos los casos, pero casi, que no es lo mismo, lo sé, pero poco puedo hacer por arreglar lo que sí querría arreglar. Porque sí me duele sentir que en un determinado momento o en varios momentos no era ésa mi intención. Y es extraño sentir que te golpeas una y otra vez contra la misma pared, cuando lo único que quieres es atravesar una puerta, que esta vez sí, ha sido otro el que te la ha cerrado ante tus narices.

Porque no puedo permitírmelo, pero lo único que desearía es irme unos cuantos días fuera, tampoco demasiado lejos, no necesito destinos exóticos ni lejanos. Sintra o Huelva, y ser por un tiempo, tal vez no más de una semana, una completa desconocida, que eso se me da bien. Soy estupenda como desconocida, extraña y lejana, ni se imaginan... el problema viene, obvio, cuando dejo de serlo.



P.D. Terry Moore

jueves, octubre 21, 2010

Dice Lou Reed que en el fondo se trata de actuar como un hombre, manejar las cosas de la mejor manera posible



R. y yo nos conocimos en nuestro primer año universitario. Ambas recién llegadas y con los 18 recién cumplidos. No compartíamos estudios, ni siquiera cafetería ni partidas de mus (yo nunca llegué a aprender); pero sí residencia, éramos vecinas de habitación. Noches de estudio, exhibicionista a domicilio, cafetera (nunca llegué a acostumbrarme al café), regalices, magdalenas de chocolate y discos de Los Rodríguez.

Nunca tuvimos demasiado en común, supongo. E imagino que igualmente, tantos años después, seguimos siendo frontalmente diferentes y puede que sigan siendo más las cosas que nos separan que las que nos unen. Nos vemos poco, cada vez menos, que parece ser es maldición común al paso del tiempo. Ya se sabe que la vida te lleva por caminos diferentes aunque vivamos en la misma ciudad, probablemente a no más de quince minutos andando la una de la otra. Pero como estamos en tiempos de las nuevas tecnologías y en la era de la comunicación, hablamos y/o nos escribimos con relativa frecuencia, aunque nunca nos contemos nada. Ella porque parecer no tener nada que decir y yo porque siempre digo lo mismo, 'todo bien', sin entrar en detalles que a nadie le importan. A veces me pregunto qué pensaría la gente que me "conoce" de mi vida real, en algunos casos desde hace tantos años como ella, si leyese esto, lo que aquí escribo.

R. tenía un novio en el pueblo, desde los 15, un compañero de instituto que ni siquiera le gustaba especialmente; pero era lo que tocaba. Algo que yo nunca entendí, lo que tocaba. Su mejor amiga allí era la novia del mejor amigo de él, y saliendo en cuarteto se dejó llevar, supongo. A lo largo de ese primer año se veían de fin de semana en fin de semana, que no todos; los puentes, las vacaciones de Navidad, algún día suelto. Algo que resultó serle útil a él para compaginarla con otra, desconociendo ambas la existencia mutua. Y evidentemente al llegar las vacaciones de verano y hacerse semipermanente la presencia de R., él no tuvo otra que enfrentar la realidad y elegir. Lo de elegir es un suponer, porque podría no haberlo hecho, y no me refiero a quedarse con las dos, sino con ninguna; aunque eso en realidad también es una elección. Se quedó con la otra, supongo que porque era con la que más tiempo pasaba.

No puedo decir que aquella primera ruptura le hiciera especialmente daño. De hecho se divertía contando la anécdota del novio que durante tan largo tiempo le puso los cuernos. Se sentía protagonista de una historia que algunas en cierta forma envidiaban, no por la infidelidad, sino por haber tenido un novio tan apuesto por el que tenía que competir con otra, quién sabe si incluso con otras. No creo que le marcara la anécdota, ni que ésta fuera a condicionar sus futuras relaciones o su percerpción de los hombres. Aunque ella muchas veces así lo fingía. Era una buena excusa para justificar determinadas actitudes, el desengaño del primer amor.

Después llegarían otros, no muchos, que era mujer de ideas muy claras y el 99,99% de los hombres no merecían la pena. Y ya se sabe que no hay peor falta de criterio que el criterio absoluto. Precisamente el que fue el gran amor de su vida, aunque ella lo negará y dirá que es el actual, se lo presenté yo haciendo de involuntaria celestina, y en tanto era uno de los que podía entrar en el 99,99%, que me temo que la falta de criterio de mi criterio era aún mayor. Lo único que le salvaba, para mí, era que le gustaban los Ilegales. De hecho nos conocimos en un concierto de Joge Martínez y sus chicos y acabamos en el Diario Roma con el propio y el tipo con el que por aquel entonces, aún sabiendo que entraba en ese elevado porcentaje, yo perdía el tiempo. Supongo que más tarde aparecería ella, que andaría por cualquier otro lugar con compañías más ilustres bailando salsa o algo similar, que llegarían los dos besos de rigor y el intercambio de información básica y de teléfonos. No sé cómo lo conseguía, pero ésa era su especialidad, conseguir que todos los hombres en metros a la redonda le diesen su teléfono. Y no, no era especialmente llamativa, ni guapa, ni siquiera simpática; pero su insistencia no tenía límites y su capacidad para la convicción, tampoco.

Pasarían cuatro años desde ese día hasta que pusieron fin, o él puso fin, para ser más exactos, a una relación intermitente. Pasaría un año más hasta que ella dejase de tratar de saber de él, eso sí, siempre desde la distancia y la discreción, y puede que otro año más hasta que dejó de hablar y/o pensar, al menos en apariencia, en y de él. Y no, yo juraría que aquello no era amor. Desde luego no lo que sentía él por ella, y lo que ella sentía por él más bien rayaba la obsesión. No, que el que no haya perdido los papeles alguna vez en su no-relación con otra persona, que no tire la primera piedra, que acabaremos todos lapidados.

Si de ella hubiese dependido, le hubiese pedido en matrimonio; y es más que probable que él se hubiese dejado arrastrar hacia el altar. Porque aunque estaba enamorado de otra, eso a R. no le preocupaba. Cuando esa otra se casó con otro y él se vistió de luto ese día, hasta le arregló el nudo de la corbata. Sabía que ella jamás le correspondería, que él jamás renunciaría a ese amor imposible y platónico por otro más terrenal; así que jamás la abandonaría. Flaco consuelo, saber que alguien está a tu lado por no poder estar al lado de la persona a la que en realidad quiere. Saber que su fidelidad no depende de ti, sino de ésa otra a quinientos kilómetros casándose vestida de blanco en una ermita junto al mar. Pero ella, incomprensiblemente, parecía conformarse... y él, por momentos, también. Claro que de repente le entraban las dudas y debía de pensar que entre la soledad y su objeto de deseo, prefería la soledad, así que desaparecía por momentos; aunque ya he comentado que la insistencia y la capacidad de convicción de R. no tenían límites, como si se hubiese pasado media vida pidiendo los teléfonos ajenos a modo de ensayo y preparación para esos cuatro años de ni contigo ni sin ti.

A su alrededor todos callábamos, al principio; conceder el beneficio de la duda es privilegio al que deberíamos siempre tener derecho. Y al fin y al cabo suele estar de más decirle a una persona adulta cosas del tipo, 'pero si él no te quiere', 'pero si él está contigo por no estar solo', 'pero si él simplemente se deja querer', 'pero si él demuestra menos afecto que un cactus, que al menos estos últimos pinchan, hacen daño y sangre'. 'pero si él...' Ella ya conocía todos los peros, los asumía, los aceptaba y se enfrentaba a ellos. Que es cuestión de tiempo, siempre decía. Y probablemente fuera cierto, que ambos lo creyeran, que en algún momento uno de ellos saliera del letargo y reaccionara. Que fuera él, lógicamente, aunque tardara cuatro años y algunos meses de menos.

Poco sé de su vida a partir de entonces. Que conoció a otra novia, con la que según R. no era feliz. Que aunque ya no se vieran, él se lo contaba. O él le hablaba y ella llegaba a semejante conclusión. No sé si llegó a considerar en algún momento que a su lado llegara a serlo. Por su parte ella quedó completamente desolada durante no menos de un año y seis meses, y ya no es que el 99,99% de los hombres no mereciera la pena, es que ninguno podía compararse con él. Llegaron otros, de ida y vuelta, más como consolación que como convicción, y acabaría por llegar el actual, con el que recientemente ha cumplido su primer aniversario.

A R., como a tanta gente, le gusta decir a los demás lo que tiene que hacer. Y cuando digo demás, hablo de mí. Aunque sea a distancia y sus consejos no se salgan de que soy una frívola exigente sin los pies en la tierra narcisista paranoide adicta al victimismo. Con otras palabras, claro; pero que en esencia viene a ser lo mismo. Y oigan, que excepto en lo de paranoide hasta puedo estar de acuerdo, pero no sé, que en mi pueblo dicen "le dijo la sartén al cazo". Se me hace raro escuchar consejos desde la altivez y la soberbia mezclados con la displicencia, de alguien tan sólo un poco más arriba en la escala de las atrofiadas emocionales.



P.D. Priscilla Lane

miércoles, octubre 20, 2010

Blues para un hombre desafinado

 






Me siento tentada de generalizar y caer en los tan manidos tópicos. Tal vez como compensación por haber apagado hoy el despertador, levantarme una hora más tarde de lo que debería, haberme bebido tres coca-colas (sólo una de ellas light y por tanto el equivalente a no sé cuántas decenas de terrones de azúcar) y que tenga que quedarme en la oficina hasta no antes de las seis de la tarde.

Así que podría hablar del daño que ha hecho la pornografía en la conducta sexual del hombre (el daño que han hecho otros factores en el de la mujer me lo ahorro, que es mirarme en un espejo), pero mejor lo dejo para otro momento; y podría hablar de lo previsibles que son los hombres, algunos, o casi todos o uno en concreto. Al que por cierto llamaremos, por ejemplo Ramón. Y no, ni se llama Ramón, ni su nombre empieza por R.

A Ramón le conozco desde hace un incierto número de años. Seis, tal vez; no recuerdo, tal vez más. Era un tipo bastante atractivo por aquel entonces. Supongo que el que tuvo, retuvo; aunque los años, pasados los cuarenta, no perdonan a algunos. En todo caso sigue poseyendo una personalidad arrolladora, cierto halo de malditismo y muy mal café, que eso, parece ser, a ciertas mujeres les pone. No a mí, por cierto; o al menos no a menos que vaya combinado con una cara B. Está divorciado, tiene un par de hijas cuasi adolescentes a las que les pasa un cheque semanalmente y una buena colección de amantes despechadas. Y no, no le conozco en el sentido bíblico, que supe retirarme a tiempo, aunque por poco. Y no, eso no me convierte en un ser moralmente superior.

Por otro lado está, pongamos, Lolita. Que hace mucho, por cierto, que dejó de serlo; una adolescente hipersexuada. Ahora es una mujer a punto de cumplir los 40, con un hijo adolescente que vive con su padre (se casó demasiado joven, enamorada hasta las trancas y velando por huir de la casa familiar donde un padre viudo se hacia cargo de cinco hijos, ella la única fémina), tiene una hipoteca y un descapotable, un trabajo al que dedica la mitad de su tiempo y un ex-novio con el que ni contigo ni sin ti; que tiene demasiado miedo a quedarse solo a punto de cumplir los 45, cuando ya ni el efecto tarima le hace atractivo ante sus alumnas veinteañeras, su presa favorita; y la cruz en el calendario de una relación que empezó mal y ha acabado peor.

Lolita y su ex-novio de ida y vuelta se conocieron como compañeros de oficina con una tercera en discordia, yo. Aunque en realidad la tercera en discordia era la mujer de él. Su matrimonio, nunca pretendió ser original, hacía aguas. Claro que su mujer tampoco pretendía ser original y no pensaba lo mismo. Aunque pronto se le aclararon las ideas y los papeles del divorcio, que por cierto ella tuvo que presentar al margen de colocarle las maletas en la puerta, porque él, mucho me temo, no tenía demasiada intención ni de abandonarla a ella, ni al hogar familiar, ni al reguero de alumnas veinteañeras, ni a Lolita y supongo que a unas cuantas cosas y mujeres más.

Yo los presenté, a Lolita y Ramón, se entiende. Por casualidad, sin premeditación ni alevosía. Por iniciativa propia jamás le hubiese hablado a él de ella. Una mujer atractiva, fuerte, segura; aunque a veces tenga que mirarse dos veces en el espejo para reafirmarse sobre sus tacones de diez centímetros mientras retoca el carmín de sus labios. Que aún se ríe sin complejos, que sabe lo que quiere, lo que no quiere, lo que está dispuesta a ceder, la parcela de alma que ya no tiene a la venta o las renuncias que está dispuesta a asumir.

No, jamás se me hubiese ocurrido, porque tras la fachada de mujer moderna de rompe y rasga, de yo estoy aquí y con mi pan me lo como, del ya no tengo años para perder el tiempo en juegos donde corro el riesgo de quedarme jugando a solas; del yo no admito sucedáneos, que se nos rompió el amor de tanto usarlo; del tú en tu casa y yo en la mía; hay una mujer real de las que aún corren el riesgo de tropezar, caer y enamorarse, aunque ella afirme que eso del amor es un pecado de juventud del que ella está vacunada; que no la pillará una vez más ese toro, que por eso ya nunca se viste rojo.

Porque Ramón es de esos hombres que deberían estar clasificados y catalogados como peligros andantes. Y yo le quiero, y le respeto... a veces, todo hay que decirlo. Sería perfecto si se conformase con ser el amante de turno, de cinco a seis, tres veces por semana entre las cuatro paredes de una habitación de hotel y alguna que otra escapada de fin de semana. Quizás algún domingo de pereza a esas horas inciertas de la tarde o en la cena de algún viernes como entreacto a los gin-tonics. Que no molesta, ni exige, ni te cuenta su vida; que te intercala con otras sin perder la gracia y las buenas formas. Pero no, aunque en esencia sus relaciones se reduzcan a eso, que no es poco, y bienvenidas si eso es lo que se desea; él se empeña en demostrar que en realidad quiere más, que quiere implicarse en tu vida, que quiere hacerte sentir querida, admirada y no sólo deseada. Pero no...

Porque acaba por tanto, siempre, enredado en el juego del sí, pero no. Del hoy no puedo pero te llamo más tarde. Del me voy, pero me quedo y en todo caso siempre dejo la puerta abierta, que nunca se sabe cuándo voy a regresar, como si son las tres de la mañana de un día laborable, no importa, tú siempre tienes que estar dispuesta aunque él no lo esté; no vaya a echarte en cara que eres una ingrata y que sólo lo buscas a él para un polvo probablemente no tan bueno; no vaya a sentirse usado, ultrajado, minusvalorado, abusado. Que sí, que lo siente, y lo que es peor, se lo cree.

Y yo los presenté, sí, un buen día, no sé cómo, una tarde de compras. Yo en la búsqueda infinita de una nueva cazadora de cuero (llevo en ello más de un año); ella comprando pijamas en Primark, y él pasando por ahí, que es lo que mejor se le da. Aparecer, porque sí, de repente, de improviso, sin motivos ni razones. No presté demasiada atención a las señales, a las chispas que saltaban, a las miradas que se intercambiaron, y sólo encogí los hombros y me dije que no era mi business, cuando días después supe que esa misma noche se fueron juntos a la cama, y que repitieron las siguientes.

Eso me lo contó ella, claro, que él es muy discreto... cuando quiere. Que sabía que no duraría mucho, que le divertía y le hacía reir a diferencia del último cuasitreintañero. Que era un hombre adulto y adusto que no iba a dormirla con cuentos de hadas. Que tendría fecha de caducidad, no más de tres meses, probablemente, cuando ambos se cansaran el uno del otro o terceras personas se cruzaran en sus vidas... Y yo asentía, despreocupada, qué puede importarme a mí lo que hagan con consentimiento mutuo dos personas adultas.

Pero han pasado más de tres meses, en realidad han pasado ya casi seis. Y él sigue siendo el hombre adusto y adulto que la hace reir. Pero también el que hace que se la pase pendiente del teléfono, pendiente de sus cambios de humor y de planes, de sus silencios y de la falta de respuestas que ya le cuelgan de las ojeras. Porque han pasado a ser sólo dos, a veces una, las noches que por semana comparten; cuando incluso hace sólo un par de meses hablaban de mudarse a vivir juntos, y a ella, que juró que jamás compartiría cuarto de baño con alguien del otro sexo que no fuera su hijo, le hizo ilusión la idea, porque la idea fue de él, obvio, que a ella ni se le hubiese ocurrido.

Y yo no supe, o no quise verlo. Que al fin y al cabo quién soy yo para decirle a una mujer adulta que ése es el hombre equivocado. Y tuve que hacerlo, tuve que ver como iba tejiendo su tela de araña, con paciencia, poco a poco, sin hacer ruido y al despiste. Como ella se iba alejando de todo lo que construyó con mucho esfuerzo todos este tiempo pasado, como iba cayendo en una inconsciencia sin remedio, sin darse cuenta, lentamente; para acabar despertándose de madrugada, a solas, entre sábanas frías y revueltas.

Entiendo que ésas son las direcciones que yo tomo, las que no conducen a ningún lado, porque en realidad no sigo coordenadas ni tengo destino. Pero ella no, ella no se merece estar más horas a ras de suelo que sobre sus tacones, ni tener que forzar sonrisas apagadas cuando siempre ha sido la persona de entre todas las que conozco que más luz ha irradiado. Ella nunca ha sido de las tristes, de las torpes, de las ingenuas que se deslumbran con el primer destello. Ella nunca ha sido de las mías...




P.D. Susan Saint James

Cuenta atrás





"She stares off alone into the night
with the eyes of one who hates for just being born
for all the shut down strangers and hot rod angels
rumbling through this promised land"



Si hay una canción, aunque hay muchas, es ésta... creo que el día que consiga escucharla sin llegar a emocionarme cuando llega el final, es que habré muerto... Qué grande, pero qué grande...







Starting from zero got nothing to lose


Como para mí, a diferencia de otros exquisitos, lo vintage no es sinónimo de más y mejor; y además el "Working on a dream" fue... bueno, qué más da... fue, que ahora todo es pasado.










P.D. Luciana Paluzzi

martes, octubre 19, 2010

Aunque he caminado entre las sombras sigo buscando la luz






Tendría que haberme quedado hasta las cinco, pero a las tres me puse la gabardina y me fui. Mañana, tal vez pasado, tocará recuperar el tiempo perdido. Es impresionante lo poco que importa, todo o nada...

Tendría que haber pasado por casa, cambiarme de zapatos y dejar mi maxi-bolso cargado de cachivaches inservibles, un libro y dos carpetas de apuntes. Pero también llevo el Ipod y ha salido el sol y no tengo hambre, así que paso de largo por delante del portal de mi casa y me encamino hacia el Parque de Invierno. Suena Silvio, aunque no acabe de entender por qué tengo a Silvio en mi Ipod, o tal vez se me ha olvidado, que yo no soy nada, o muy poco, de Silvio. Pero suena "La gota de rocío" y se queda y yo tarareo y recuerdo cuando la cantábamos al filo de la madrugada en Nordfriedhof. Y sonrío, aunque no tenga motivos para hacerlo, pero es lo que tienen los buenos recuerdos, y supongo que yo últimamente me alimento de ellos, de los buenos, de los no tan lejanos; de las sonrisas y las palabras ajenas que llegaron porque sí, sin buscarlas, sin premeditación o alevosía.

Y pienso que el hombre que más me quiso y al que yo nunca supe querer, me ha borrado de su vida; y el que fuera mi mejor amigo me ha borrado de su Facebook. Que el único hombre en muchos meses dispuesto a ocupar el lado izquierdo de mi cama aunque yo nunca le invitara apareció en tan mal momento de su vida que ha decidido borrar mi número de móvil para no sentirse tentado a llamarme a deshoras. Que mi mejor amiga me dice que ese tipo que conocimos el fin de semana pasado y que desde entonces no ha dejado de llamarme sería el perfecto padre de mis hijos; y aunque no dude de su bondad, honestidad, sinceridad y otro buen montón de palabras que acaban en -ad, ya he dejado de cogerle el teléfono; sería fácil, y perfecto, y hermoso, saber corresponder al que sin duda sería el tipo adecuado. Que puede que no pueda ascender hasta dentro de dos o tres años y que los traslados vuelven a retrasarse por enésima vez y por tanto sigo condenada siete horas al día y una tarde a la semana, al vacío más absoluto. Que ayer fue el cumpleaños de alguien, al que llamé no menos de cinco veces sin dejar mensaje en el contestador que siempre saltaba, quería felicitar en persona y no lo conseguí; no menos de cinco hermosas llamadas internacionales con su correspondiente coste para mi maltrecha cuenta telefónica. Que hoy tres personas distintas me dijeron que estaba muy guapa, como si eso fuese un mérito y no se debiese a que trataban de ser amables y yo me hubiese peinado y abusado del iluminador. Que en lo que va de semana otras tantas me han dicho que parezco muchísimo más joven de lo que realmente soy, y no, no se referían a mi ingenuidad galopante y a mi inmadurez siempre en tránsito. Que hoy al hijo de una compañera de trabajo de cuatro años, le han diagnosticado determinada patología y que a ella lo que más le preocupa es que vaya a carecer de habilidades sociales y empatía. Y la entiendo y lo comparto, porque a mí todo lo anterior me importa menos que nada, no me preocupa, no le dedico ni una décima de segundo. Hace tiempo que dejé de sentir, que dejé de tener la capacidad ni tan siquiera de ponerme triste... hace tiempo que miro hacia otro lado y ni tan siquiera encuentro el vacío.







[Suena Tracy Chapman]

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