Esta entrada es pura higiene mental. No necesita fotografía, ni canción, ni tan siquiera lectores. Por título, del que también carece, vendría bien eso de "funcionaria cabreada", parafraseando a cierto sindicalista, más correcto sería llamarle sindicalero, en relaciónn a la tan traída y llevada "carrera profesional" de la función pública asturiana.
Me he pasado toda la semana leyendo en los periódicos y escuchando en las tertulias espontáneas de las cafeterías, insultos, improperios y descalificaciones varias por parte de un más que funcionariofóbico respetable. Aunque tratándose de un país en el que la gente se manifiesta por miles para salvar a un equipo de fúrbol manquepierda, mientras se está quedando al paro, no sé por qué me sorprendo. Y es que una tiene cierto afán corporativista y es escuchar la palabra funcionario seguida del término vago y recordarle a quien lo considere oportuno, o no, que yo soy funcionaria y que suelo levantarme a las cinco y media de la mañana, horario no necesariamente incompatible con ser una vaga, pero les aseguro que una no se levanta a esas horas para pasarse la jornada laboral leyendo el periódico como afirman las malas lenguas.
Yo, que no cobré ese dinero por causas que no vienen a cuento y que en todo caso son testimonio de una tremenda injusticia y del mal desarrollo de ese plantemiento, me tuve que tragar durante meses las vacaciones, viajes y abrigos de visón que mis estimados colegas se agenciaron con ese dinero que nunca tuvieron que recibir y sin embargo nadie les obligará a devolver. Confesaré que mi primer y maquiavélico impulso fue descolgar el teléfono y desearle a Blancanieves sin sus siete enanitos un "feliz" descanso vacacional en Benidorm a costa del erario público, cuando recordé que este año y gracias a la hucha de la carrera profesional indebida, había cambiado el destino patrio por la francesa Provenza y una no le tiene querencia a amargarle las vacaciones a nadie que tenga el gusto y el placer de veranear entre campos de lavanda. No hizo falta en todo caso, fue ella la que llamó toda indignada.
Virgencita, virgencita, que me quede como estoy; que estará diciendo Ana Rosa (Migoya) mientras yo me quedo con la duda de a cuento de qué viene esto de poner a media Función Pública en su contra, la otra media ya lo estaba, se encargaron con gran eficacia, por cierto Pin y Pon (léase Riopedre y el innombrable Consejero a lo John Wayne) y a toda Asturias (funcionariofóbicos del mundo, uníos) contra la Función Pública.
2 perdidos en el laberinto:
El problema de los funcionarios es el horario fijo, el empleo estable, los sueldos por encima de media (no siempre, lo sé)... El problema con los funcionarios es la envidia, así de fácil. Todos querrían ser funcionarios para disfrutar de sus "beneficios". Desde dentro se ve distinto. Una persona muy querida, es una profesora que se levanta cada mañana a las cinco para tomar el coche y plantarse en otra provincia para enseñar a unos adolescentes que no siempre quieren aprender. Luego, vuelve el coche para regresar a la otra provincia ya casi de noche. Y así cada día. Los detalles son reflejos que se pierden.
¿Sueldos por encima de la media? Puede ser en determinados colectivos, pocos, pero generalmente en eso salimos perdiendo. Casi cualquier funcionario ganaría más en la empresa privada, eso sí trabajando muchas más horas y probablemente en peores condiciones laborales.
Como yo digo siempre, hasta los 65 años la Función Pública está abierta a cualquiera que prepare una oposición, incluidos los envidiosos.
Publicar un comentario