viernes, febrero 24, 2012

Down at the twist ans shout



"We can't speak like lovers we used to be.
We can't change ancient history
and love wounds with such simplicity
and I threw it down, down down down, down..."




Regreso de la biblioteca. Me gusta ir a tratar de estudiar allí, a perder el tiempo entre libros y leerme las páginas finales de novelas que nunca leeré. El piloto del contestador parpadea, pero sólo le sigue un pitido intermitente. Saludo al portero con un lacónico buenas tardes y recuerdo que anoche tuve un extraño sueño con él, pero sin ser él; tenía otra voz, un acento uruguayo, como aquel de mis viejos amores. Escucho a Mary Chapin Carpenter mientras me descalzo y me hago reverencias a mí misma a lo largo del pasillo al quitarme la ropa. Ya llego tarde y aún tengo que vestirme de señorita bien ubicada.

Y te vi. Esta tarde, hace un rato. Cruzando la plaza de la Gesta. Tal vez salías de la cafetería del Auditorio, donde casi siempre nos citábamos. A ambos nos gustaban los lugares impropios.

No sabía ni imaginaba que estuvieras aquí. Te sabía lejos, en la distancia y aún más en el tiempo. Te observé, dudé si acercarme y saludarte, hey, babe, here I am... Pero no lo hice. No hubiera sabido qué decirte, y cuando levanté la vista de nuevo, habías desaparecido en el subsuelo del parking.

Estabas guapo. Aunque tú no hubieses estado de acuerdo, siempre afirmabas sentirte ajeno a ti mismo con traje y corbata. Pero lo estabas, con tu gesto serio y adusto concentrado en tu Blackberry y tu nudo Windsor a medio deshacer (no me dio tiempo a aprender). Decías sentirte disfrazado cuando tocaba ponerse el saco gris, y yo no podía evitar sonreír y pensaba lo mucho que me enternecía veros desubicados entre patrones y solapas.

Nunca imaginé que fuera a ser así, un visto y no visto, un saludo abortado, unas palabras que no llegaron a salir, besos dados al aire. Siempre pensé que si alguna vez volvíamos a encontrarnos nos perseguirían un reguero de reproches y promesas incumplidas. No llegamos a ser amigos, no nos llamamos por nuestro cumpleaños ni nos felicitamos el nuevo año. No volvimos a contar el uno con el otro; y yo imaginaba palabras de más y explicaciones de menos. Llas que tú nunca dabas y por tanto nunca pedías; y yo, obvio, por tanto no contaba. Si tú no querías saber o no sabías preguntar, ni modo, no iba a ser yo. De atrofiada emocionalmente a atrofiado socialmente, hablar de lo que sentíamos nunca fue lo nuestro y de tanto que nos callamos, nos callamos hasta el final.

Recuerdo que una vez sí nos vimos. Como tantas otras noches, aunque esta vez por separado, en el Ca Beleño. Estaba acompañada de los madrileños y te vi de pasada al acercarme a la barra a pedir mi segunda Guinness. Estabais ambos sentados en una mesa del fondo, al final del humo y las conversaciones y supe que no me habíais visto. Podía haber vuelto a mi sitio y ciertamente estuve tentada de hacerlo, pero me dije que ya era hora de comportarme como una mujer adulta y que no podía pretender esconderme cada vez que fuera a encontrarme contigo. Así que con la mejor de mis sonrisas y uno de esos, mis chistes malos, en mis labios, me acerqué a vuestra mesa, os planté un par de besos a cada uno y supongo que hablé mucho y demasiado deprisa soltando una buena sarta de tonterías. Volví con los míos con la satisfacción del deber cumplido y pasados no más de cinco minutos, a pesar de que juraría que vuestras respectivas cervezas estaban intactas, pasasteis a mi lado con un vago gesto de despedida en dirección a la puerta. Dos semanas después me preguntabas vía correo electrónico qué habías hecho mal. No supe contestarte.

Y hoy, esta tarde, al verte, no sentí nada.




4 perdidos en el laberinto:

Brenda Velásquez dijo...

Me gusta tus escritos, que bárbaro encontrarte con un antiguo amor, lo que todas hacemos escondernos pero tienes razón no hay el porque y que genial que hayas acercado a saludarlos :) y lo que no sentiste nada bueno pues ya son cosas del pasado, te sigo sigueme en
http://princesailusa.blogspot.com/

Mi casa de juguete dijo...

Y cuánto alivia no sentir nada!

Blackrose dijo...

¿A veces no te da miedo no sentir nada por alguien por quien lo sentiste todo? Yo lo llamo vértigo, pero es probable que ni la altura emocional sea tal ni la sensación se asemeje al mareo.
De todos modos, comparto con el comentario de arriba el alivio que da notar que las cosas ya no ahogan tanto.

Un abrazo. :)

flower dijo...

Qué bien lo has relatado, y cómo me has permitido sentir tus sentires. Y como dice Mi casa de juguete, qué alivio no sentir ya por él!!! ¡Ay!

Besicos,

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