Pablito clavó un clavito
Regresando a mi norte, en el que para no variar está lloviendo tras el diluvio madrileño del sábado, con un único disco en la guantera, casualidades te ofrece la vida, "Personal", de Quique González, su primer disco, el que me lo descubrió y al que más apego le tengo. Algo más de cuatro horas a solas, conduciendo un coche que no es el mío dan para mucho, incluso para escuchar repetidamente esas 11 canciones y elegir una como banda sonora del comin' home. También, obvio, para hacer repaso de estos tres escasos días que se han quedado cortos y que ganas tiene una de alargar, teniendo en cuenta que tengo por delante una absurda semana en la que sólo trabajaré el lunes, extraños privilegios del funcionariado. O tal vez convertir en permanentes, que vente pa Madrí, me repitieron insistentemente. Según C. es mi hábitat natural, yo, que no sé ni cruzar la Gran Vía con el semáforo en rojo y acabé perdiéndome por la Latina a una hora incierta de la tarde a pesar de llevar pulcramente dibujadas y escritas las esquinas a doblar. Tras recorrer tres veces arriba y abajo la calle Cuchilleros y no menos de cuatro la plaza de la Cebada, y sin preguntar; que ya se sabe que preguntando se llega a todos lados, no por cuestión de orgullo, sino de oportunidad, nadie sobrio pese a la hora no especialmente tardía en tres metros a la redonda, llegué a mi objetivo. La fiesta había empezado sin mí aunque tuve la recompensa de las sonrisas y los sonoros besos de J., las risas y la compañía del artisteo circundante y hasta los codazos de R. señalándome la puerta por donde entraba un tipo alto, aparente y según supe pronto soltero, sin compromisos y con un sonoro nombre vasco. Bueno, más que aparente, era guapérrimo, y más que alto, era muy, muy alto; y yo, mala sea mi suerte, sin tacones, en vaqueros desvaídos y sin peinar (lo que tiene dormir en los sofás de casas ajenas donde no se estila el uso del secador). Pero el guapérrimo y altísimo vasco resultó ser tan encantador que se creyó que la belleza estaba en el interior y debió hallarla en mis entretelas, porque tres horas después parecía que sólo habían pasado cinco minutos y un buen número de cervezas. Y ya se sabe que el alcohol es lo que tiene, que te hace buscar taxis con luz verde y ponerte Chanel Nº 5; aunque también traiciona, especialmente cuando te sorprende con el estómago vacío y el rímmel corrido; o será que tienen razón los que dicen que los géminis tenemos personalidad bipolar, porque me niego a pensar que fuera un acto de lucidez que de pronto me diera cuenta de que no quería compartir ese asiento trasero con un tipo alto, guapérrimo y de nombre sonoro; que sin duda sí en cualquier otro momento, pero no entonces. Tan encantador como educado se bajó del coche con la perplejidad en su hermoso rostro (era condenadamente guapo), pensando, imagino, cosas horribles sobre mi persona y mi comportamiento, probablemente no del todo inciertas y ante el desconcierto del taxista que no acababa de entender quién subía, quién bajaba y quién permanecía... Fui yo la que me quedé, aunque sólo el tiempo justo para enviar un mensaje que probablemente no sería leído, a un tipo no tan guapo, ni tan alto, ni con un nombre tan sonoro; para decirle precisamente eso... que el taxi tenía luz verde y yo Chanel Nº 5.
P.D. Helen Mack
[Pregunta técnica para lectores-blogueros-usuarios del Facebook,
¿por qué no consigo que las entradas del blog salgan en el muro de Facebook?]
¿por qué no consigo que las entradas del blog salgan en el muro de Facebook?]
15 perdidos en el laberinto:
Daeddalus, la mujer con criterio.
¿Sera eso lo que me mantiene interesado en tus historias?
Justo lo que me aleja.
Pues no se porque no leerian tu sms, si los escribes la mitad de bien que aquí, vamos como para no leerlos, melon tiene que ser uno. :-)
Claro que alguien leyó el mensaje. Pero la oportunidad se viste de negro en algunas ocasiones....y uno decide dejarla pasar......quizá no sea la opción mas esperable, pero no ser ni alto, ni guapo, ni de nombre sonoro no le exime a uno de ser fiel a determinadas cosas. Y decididamente no era ni la noche, ni el momento, ni las personas. A veces es mejor no estar que estar sin estar.
La vida tiene extraños giros.
¿Qué clavito clavó Pablito?
Y a nuestras edades...¿a quién le interesan los guapérrimos?
Dame un "vivérrimo" y verás.
Le hago un siete.
Y me lo esnifo si se deja.
Criterio... sí. ¿Pero acaso sirve de algo? ¿Me hace ser más guapa, más alta, más feliz o mejor persona? No, creo que no...
Anónimo, los suelo escribir peor, la falta de espacio es lo que tiene. Aunque siga siendo de las absurdas que hasta ponen tildes y las palabras completas sin abreviaturas.
Esto... pues eso...
Extraña asociación de ideas la mía, Fever, que nada tiene que ver con Pablitos clavando clavos...
Y sí, a ciertas edades los guapérrimos te dejan un poco fría. Aunque yo tenga la insana costumbre de acabar encontrando tremendamente guapos a los vivérrimos.
A los guapérrimos me los paso yo por donde Pablito clavó un clavito..
(Perdón por la soez, que sé que soy una señorita, de nombre y de profesión...)
Acá señoritas lo somos todas, y algunas como tú hasta de profesión, sólo que a veces se nos olvida ;)...
¡Qué maravilla leer este blog! :
Hasta los feuchos sentimos que vamos a tener una segunda oportunidad y en nuestro corazón vibra -desbordante-el revivir de una ingenua esperanza.
Besotes, castigadora.
Y es que siempre nos quedará la música estimado Tordon... pero no se crea, a mí me gustan los guapos, por eso me gusta usted. Tan sólo es que la belleza es un concepto muy difuso.
Y por cierto, aclaro que el número de destino sí es alto, sí tiene un nombre sonoro y por supuesto sí es guapo... que las comparaciones son siempre odiosas y en el tan está la clave.
Esta mañana iba a escribir un comentario y luego me arrepentí. Pero se ha quedado conmigo lo que te quería decir, y no, prefiero decirlo.
Se trataba de lo irónica que es la vida a veces. De que sabemos mejor lo que no queremos que lo que sí, y así vamos tirando. Que, así dicho, alto, guapo, de sonoro nombre y con algo de conversación, suponemos también que algo de coco, por extensión, parece imposible echarle del taxi.
Pero no es eso. Qué será.
Qué bien te entiendo.
En cualquier caso, el taxi, cuando escribiste el mensaje, ya no tenía la luz verde.
No te arrepientas nunca K.
Y sé lo que quiero, tan perfectamente como sé lo que no quiero, pero a veces, si no es posible conseguir lo primero, habrá que replantearse lo segundo.
Publicar un comentario