Corazones tan blancos
Durante mucho tiempo y fíjeseustedquétontería, yo me creí eso de que fútbol y letras eran incompatibles. Que la intelectualidad estaba reñida con la elección de uno o varios colores, aunque luego llegaran Ángel Kappa o el joven Marías a contradecirme. O leía a Camus, que llegó a jugar de portero en sus años mozos, que sostenía haber aprendido del fútbol cuanto sabía de la moral humana.
Asociaba el fútbol con una panda de jóvenes descerebrados más interesados en insultar al árbitro, al contrario o a la madre del que pasaba por ahí en busca de broncas, peleas y lo que se terciara. Con toda esa panda de progenitores energúmenos creyendo que tienen un futuro Messi o Cristiano Ronaldo por hijo, las afinidades son libres, que pueblan los fines de semana los campos de fútbol infantil amenazando a propios y extraños con toda suerte de improperios y amenazas, llegando incluso a las manos, que con estos ojos que se comerán los gusanos lo he visto. Con todos esos clásicos a pie de barra en el chigre o la sidrería de turno, fichando jugadores, despidiendo entrenadores, dibujando jugadas, sentando cátedra en definitiva sobre todo lo divino y humano; pinta de vino en la mano, culín de sidra va y viene; con un tono de voz, que pa’eso soy un paisano, cagun' mimanto, diez decibelios por encima de lo que sería razonable. Con esa especie en peligro de extinción sentada en la grada de hormigón, transistor en ristre y farias humeante, será por perres, ho, mentando a la madre de todos los árbitros que en este mundo son y han sido. Con todos los adoradores de José Ramón de la Morena, de José María García, de Pepe Domingo Castaño, con las tardes aburridas de domingo, con la inercia de la multitud, de formar parte de un grupo, de reconocerte en el contrario. Con una visión simplista de la vida, Madrid o Barcelona. Con rivalidades absurdas, provincianas y baratas, Gijón y Oviedo. Con toda esa gente pobre de espíritu, huérfanos de letras. Con personas de segunda, aunque militaran en primera.
Asociaba el fútbol con una panda de jóvenes descerebrados más interesados en insultar al árbitro, al contrario o a la madre del que pasaba por ahí en busca de broncas, peleas y lo que se terciara. Con toda esa panda de progenitores energúmenos creyendo que tienen un futuro Messi o Cristiano Ronaldo por hijo, las afinidades son libres, que pueblan los fines de semana los campos de fútbol infantil amenazando a propios y extraños con toda suerte de improperios y amenazas, llegando incluso a las manos, que con estos ojos que se comerán los gusanos lo he visto. Con todos esos clásicos a pie de barra en el chigre o la sidrería de turno, fichando jugadores, despidiendo entrenadores, dibujando jugadas, sentando cátedra en definitiva sobre todo lo divino y humano; pinta de vino en la mano, culín de sidra va y viene; con un tono de voz, que pa’eso soy un paisano, cagun' mimanto, diez decibelios por encima de lo que sería razonable. Con esa especie en peligro de extinción sentada en la grada de hormigón, transistor en ristre y farias humeante, será por perres, ho, mentando a la madre de todos los árbitros que en este mundo son y han sido. Con todos los adoradores de José Ramón de la Morena, de José María García, de Pepe Domingo Castaño, con las tardes aburridas de domingo, con la inercia de la multitud, de formar parte de un grupo, de reconocerte en el contrario. Con una visión simplista de la vida, Madrid o Barcelona. Con rivalidades absurdas, provincianas y baratas, Gijón y Oviedo. Con toda esa gente pobre de espíritu, huérfanos de letras. Con personas de segunda, aunque militaran en primera.
[...]
P.D. Marsha Hunt
6 perdidos en el laberinto:
Yo siempre cuento una anécdota bastante fea.
Hace unos años, un amigo de mi hijo salío en la contraportada del periódico local de mi ciudad junto a su familia como mnodelo de familia cristiana, apostólica y romana. Pues bien, el padre de la familia era un gran forofo de balonmano y en aquella época íbamos un grupo de amigos a ver estos partidos. Ese señor en cuestión bajaba a la altura del campo de juego y perseguía al árbitro de los partidos y, desde luego, el insulto más fino que le soltaba era, hijo de la gran puta. De esa boca salían los insultos más horrorosos que he oido en mi vida. Y todo esto junto a su hijo, el mío y el resto que andaban jugueteando por el estadio.
¡Menudo ejemplo! ¿eh?
Besicos,
Oye, soy el de Boris Vian otra vez, jajaja. Entro por aqui de vez en cuando, ya que es la unica forma que hay de saber de ti, y me encuentro con que escribes de futbol...¿que ha pasado?. A mi me parece muy bien, y personalmente me alegra, porque te aleja un tanto de la imagen de mujer algo estiradilla que me habia hecho de ti. Perdóname que te lo diga, pero daba la sensación de que nos mirabas por encima del hombro a los que pululábamos por, como bien dices, aquellos lares, y no digo que a algunos con razón, independientemente de que con tacones seguramente es algo que no podrías evitar, jajajaja.
Una pena que no hayamos coincidido nunca y poder charlar tomando unas cervezas, creo que hubiera sido divertido. Espero que digas a que asocias ahora el tema del futbol. Tengo verdadera curiosidad.
Saludos desde el Mit-ico centro, jajaja
Eeeyyy Daed.. y a mi que me ha encantado la descripción que ha hecho de ti el comentarista anterior... jajajajajaja
Cómo molas 'estirada'!!!!!!
Besos
(de otra estirada...)
Frase hecha: el fútbol es como el ajedrez, pero sin dados.
Hay libros de filosofía mucho más infumables que un partido de fútbol.
¿Personas de segunda?
Recapacite, Dae.
Huntter
Ay, Mit... nada más lejos de la realidad. Habrá que tomar esas cervezas en algún momento. Ser y parecer no siempre es lo mismo.
Publicar un comentario