Show must go on... Le pese a quién le pese, incluidos a ti y a mí.
Son casi las cinco de la madrugada del sábado cuatro de diciembre cuando escribo esto. Desconozco qué día y a qué hora saldrá publicado, aún no lo he decidido. Estaré ausente unos días, y para paliar mi ausencia, sé que pese a todo habrá quién eche de menos no ya a mi persona, sino a mis letras, por increíble que (me) parezca, había decidido dejar preparadas una serie de entradas para que se fueran publicando estos días... Acabo de borrarlas todas, quizás es que el insomnio me devuelve la coherencia o la dignidad o las entendederas, o tal vez es que me he quedado sin voz y hace un frío del carajo ahí afuera y se me han congelado las ganas, pero hace escasa media hora que deambulo por la casa y aunque debería meterme en la cama, que dentro de tres horas sonará el despertador, he puesto música, bajita, bajita, y suena Alejandro Escovedo y bailo, por dentro, al ritmo de las notas de rock and roll que me he metido en vena esta noche, cuando a las 21:30 y con puntualidad inapropiada Javier Andreu me recordó que hace años en España ya se rockanrolleaba como si del mismísimo Nashville se tratara y unos tipos tras de mí le gritaban a Julián Hernández que eran de Monforte (de Lemos, supongo) mientras que otros, al otro lado, exigían el cuenca minera, borracha y dinamitera, que somos de la cuenca, ho, y alguien tras de mí, me pedía insistentemente que no dejara caer su chupa de cuero de la valla que nos separaba del escenario, que es lo que tiene ser una jodida groupie, que sin proponérselo, ni hacer colas, ni atropellar a nadie, acabo en primera fila, pegada a la valla de seguridad y justo centrada frente al escenario, que hasta de forma totalmente involuntaria salgo en el periódico [editado, acá, es que salgo hasta mona y tal, perdonen el autobombo]... y luego estaba Johnny, que nunca nos hace olvidar que la sombra de Pepe Risi es alargada, pero que te canta eso de que no es extraño que yo esté loca por ti y casi se me olvida, aunque en realidad por quién yo esté loca después de por ti, sea por el Loco, valga la redundancia, y haya perdido la cuenta de las veces que me ha recordado, yo abajo, él arriba, a veces casi a la misma altura, salvando la distancia de mi 175 a su imponente presencia, la suerte que he tenido de conocerle.
Y me acordé de Ana, obvio, porque Ana es la fan número uno de Loquillo, yo soy la fan número dos, hace mucho tiempo que asumí que no podía competir con ella. Me hubiera gustado una vez más compartir ese concierto con ella, y con Mar, que es la fan número uno de Extremoduro, y con Palmira, que era la fan número uno de un cantautor mexicano de cuyo nombre nunca me acuerdo, pero que cantaba nuestro himno número dos (ése que decía algo así como préstame tu máquina del tiempo), porque nuestro himno número uno era y es "El ritmo del garaje" y hasta tenemos un himno número tres, "Point blank", aunque mi canción sea el "Tougher than the rest", que por cierto, gran detalle por parte de la persona que me acogió en su coche y me acompañó en el concierto, que hizo sonar en mi honor justo esa canción cuando yo subía, con premeditación y alevosía, que una será una sentimental, pero esas cosas me emocionan casi tanto como cuando el Loco a mi lado me hizo rozar por momentos la eternidad.
Y me acordé de que Manel y yo nos prometimos, en el que fue el peor de los inviernos, como si estuviésemos en medio de una película de Meg Ryan, que si al cumplir los 35 seguíamos solos nos casaríamos el uno con el otro, que el hecho de que él fuera gay y a mí me gustasen apenas el 0,01% de los hombres, carecía de importancia. Y de nuevo de Ana, Palmira y de Mar, del calor de nuestras noches a ritmo de rock and ron y de actitudes inconfesables. Y de Gabriel Sopeña, que era el primo del hermano del amigo del vecino del que tenía aquel programa de radio, al que no dejamos de acosar, presionar y chantajear hasta que nos consiguió un tête à tête con el señor Sanz en aquel minúsculo estudio de radio casi sentadas sobre sus rodillas, una para Ana, otra para mí, tras finalizar la entrevista, discutiendo sobre lo divino y lo humano, y puede que él lo olvidara enseguida, nosotras, obvio, iba a ser que no... y la despedida ya en la calle poniéndose de puntillas y la calidez de su abrazo, pese a que año tras año y concierto tras concierto siempre le recordáramos que éramos nosotras, y quién sabe, como imaginar es gratis y es lo que tienen ser una jodida groupie, a lo mejor hasta me reconoció cuando se paró y me obligó a mirarle, que al fin y al cabo, que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde.
7 perdidos en el laberinto:
Vuelve pronto.
Besos
Nela
Eso, vuelve pronto. Que yo sigo aquí, leyendo en silencio, y así estaré hasta que pase la tormenta. Pero sigo queriendo tus letras...
Uhmmm interesante, o sea que estaba a menos de 3 metros de ti...
Veo que no soy el único con himnos, aunque creo que podría discutir lo de fan número 1 y/o 2 de Don Loco!!
Qué cosas tiene la música. Lo mismo te hace recordar que olvidar o desahogarte.
Qué preciosidad, la canción de Escovedo: “…el amor es una cicatriz que llevo por ti, como una corona de espinas, como un mal tatuaje, llevo mi pecado como un anillo hermoso que me recuerda que ya no estás”. Si finalmente puedo verlo éste sábado me permitiré el mandarle una breve reseña.
Y “Tunnel of love”, mi disco catalizador. Esas primeras canciones en las que el protagonista se empeña en seguir enamorado y trabajar para conservar lo que de hecho ya está perdido. ¿Leyó usted la interpretación de la canción “Tougher than the rest” que el escritor Jim Cullen hizo en su libro “Born in the U.S.A. – Bruce Springsteen and the American Tradition” (Harper Perennial, 1998)? Me permito recomendarle su lectura (o relectura). Tal vez el libro alrededor de la figura de Springsteen más inteligente que he podido leer.
Ese pacto con Manel me hace gracia. Lo dices pensando lo lejos que están esos 35, o los que sean, y luego resulta que ya están ahí. El otro día unos amigos se lo hacían también, pero "cuando lleguemos a 50", delante de mí. Y él preguntó... "¿pero tus cincuenta o mis cincuenta?" porque claro, él ya tiene cuarenta y tantos y la cosa apremia. Me partí de risa.
En fin. Ese concierto me mata de envidia. Ahora sigo leyendo.
-Nela: Ya de regreso, al menos hasta la próxima.
-Vir: Seguro que como yo, eres de las que le gustan las tormentas.
-Zruspa: Fíjese usted qué honor, a menos de tres metros de mí. Y las damas siempre primero, aunque lo que sí se podría discutir es si somos unas damas. ¿Pasaste mucho frío?
-Mr. Heaton: No se puede ser pobre, me encantaríoa ir, y además estará el bueno de Willie Nile. Gracias por la recomendación.
-K: Hubiera estado bien compartirlo contigo, el concierto, digo. Y podemos hacer un trato nosotras, a los 40 nos casamos y atamos a la pata de la cama a nuestros fantasmas.
Que guapa eres. Ya se comprende el despecho de los anónimos.
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