domingo, marzo 29, 2009

Con las ganas


Hace cierto tiempo conocí a un tipo lo suficientemente iluso como para que se enamorara de mí. Pese a todos mis esfuerzos por evitarlo, mi falta de cordura, mi pésimo sentido del humor y mi impuntualidad impenitente creyó ver encontrar a alguien digno de mención y durante un número incierto de meses me llamaba, me proponía o me buscaba. Fuimos lo que yo tiendo a llamar amigos circunstanciales (abusando generosamente de la palabra amigo), hasta que al final desapareció la amistad y quedaron las circunstancias.

Un buen día dejé de verlo y excepto por alguna que otra invitación aislada no supe nada más de él hasta que nos encontramos frente a frente en plena calle en uno de esos incómods encuentros en los que una duda si mirar para otro lado o vestirse con la mejor de las sonrisas y armarse de un montón de preguntas con poco o ningún interés. Yo opté por la segunda opción, me invitó a una cerveza y cuando ya la habíamos mediado y tras mantener una vaga conversación acerca de todo y de nada a un tiempo comenzamos a hablar de literatura, lo único que conseguía apasionarnos a ambos a un tiempo.

Mencionó un librillo que yo le había recomendado en otros tiempos, Historia abreviada de la literatura portátil, de Enrique Vila-Matas, libro que ostenta el honor de conseguir que yo me leyera de principio a fin el Tristam Shandy de Sterne, tras muchos intentos infructuosos pese a la esmerada traducción de mi venerado joven Marías.

Me cuenta que un buen día decidió regalármelo y se compró un ejemplar, le escribió una sin duda hermosa dedicatoria y lo guardó en un bolsillo de su gabardina para entregármelo en alguno de nuestros encuentros. Nunca se atrevió a hacerlo, supongo debido a mi escasa receptividad hacia todo lo que tenía que ver con él.

No pude evitar preguntar por qué iba a regalarme un libro que ya tenía en mi casa y su respuesta me abrumó por su racionalidad o tal vez por la falta de ella. Al poseer dos libros iguales entendía que gentilmente yo rechazaría su regalo, pero estando su libro dedicado yo le ofrecería el mío a cambio, supuestamente libre de toda firma, de forma que no sólo me regalaba algo sino que acababa poseyendo él algo que hasta entonces me había pertenecido... como consuelo menor.



6 perdidos en el laberinto:

Tordon dijo...

¡Qué tipo más interesado!
No le conozco, pero creo que has hecho bien deshaciéndote de él.
Aunque reconozco que mi afirmación peca de temeraria, tal vez atesoraba otras virtudes, su belleza estaba en el interior y bla bla bla...
salu2
PD:En vuestro reencuentro,¿ pagó él la cerveza?

Oscar dijo...

Que bueno lo de tu amigo, Tordon no lo ha entendido. Muy romantico, me gusta.

Lo de la gabardina me ha matado eso si, no sé con que tipo de sujetos te relacionas... :)

El Buscador de Miradas dijo...

Qué tipo más raro. Oscar no lo ha entendido :)
Los románticos te piden un pañuelo perfumado o una prenda más íntima si además son atrevidos.

Que busque quedarse con un libro tuyo y que lleve el suyo metido en el bolso de la gabardina (¿la misma gabardina?) indefinidamente, es bastante inquietante.
¿Notaste un sabor raro en la cerveza?

Tordon dijo...

Ese tipo no buscaba hacer un regalo, sino un intercambio...
Y eso parece poco romántico, por mucho que Oscar así lo entienda.
Concedámosle, como mucho, la duda del fetichismo.(Al de la gabardina, no a Oscar)

Oscar dijo...

Han sido pocas veces las que me he enamorado pero creo que tener algo de la contraria en cuestión siempre me ha parecido importante. Creo que era la intención de nuestro amigo, bueno, del amigo de Eva, y como conociendola un poquito no creo que fuera a darselo así como así, pues eso, que me han gustado sus maneras, que no su gabardina, aun pareciendo un intercambio.

De todas formas, de haberse dado la situación creo que no hubiese sucedido, la cosa quedaria en dos libros a cero, estoy seguro.

Necio Hutopo dijo...

Pues mira... Como plan no suena malo... Probablemente destinado al fracaso, eso sí, pero malo lo que se dice malo, no es...

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