Desayunos solidarios
Con escasa antelación sobre las ocho de la mañana y recién llegada y aún no del todo despertada me recibe con una amplia sonrisa, la reservada bien para las ocasiones especiales, ésas en las que hay algo que celebrar (o no, simplemente la vida es bella en ocasiones), bien para implorar favores o prebendas. Intuyo que sus intenciones se inclinan más a lo segundo que a lo primero y yo que apenas he desayunado contraviniendo a la nutrición más elemental (puedo asegurar que lo intento, lo de desayunar, digo, pero mi desidia y mis cinco minutos de más bajo el agua de la ducha son más poderosos que mi voluntariosa conciencia) apenas saludo murmurando buenos días mientras me deshago de paraguas y gabardina y despliego el periódico en el que pretendo hundir mi ya no tan voluntariosa conciencia durante al menos quince minutos contraviniendo (de nuevo) a mi muy querido, admirado y respetado, al tiempo que sin par, Consejero. Al tercer mandamiento no aludo. Y respecto al cuarto, yo sólo lloro cuando mis lágrimas pueden confundirse con la lluvia.
-"¿Te unes a una buena causa?" Me pregunta cierto tiempo después manteniendo la misma sonrisa, que todo lo puede, con la que me recibió y sin que venga a cuento. Miedo me dan sus buenas causas. Para ella la solidaridad pasa tanto por comprarse esas botas de tacón imposible, color imposible y charol imposible, sin olvidarse de un precio imposible, que la buena de su amiga F., dependienta de unos grandes almacenes nunca conseguirá vender, como la de hacer cola en las rebajas de enero (siempre en las de enero, nunca en las de julio, el por qué lo ignoro y nunca me he atrevido a preguntarlo) desde intempestivas horas de madrugada ante las puertas de esos mismos grandes almacenes, no vaya a darle a alguna de las sufridoras y potenciales clientas una lipotimia y entre la bárbara turba imbuida por el furor inconsciente y rebajil no vaya a haber nadie dispuesto a prestar los primeros auxilios. También es cierto que colabora con Ong's varias y que ella misma en ocasiones ha sido definida como una Ong andante y con dos patas, especialmente desde aquel verano en que planeamos irnos a Bolivia por una buena causa. La buena causa también tenía dos patas y a diferencia de nosotras una aparente conciencia, y digo aparente porque a las dos semanas conoció a una despistada estudiante de medicina neoyorquina que debía pensarse que Bolivia estaba al sur de Tijuana, se casó con ella, y a los seis meses ya estaba viviendo (aún no tengo claro de qué) en Staten Island (pidió una excedencia y se exilió de la tiza). A diferencia de él, ella si mantuvo su compromiso, renovado todos los veranos desde entonces. Pero ese detalle y acá, entre nos, no es suficiente para que yo me fíe de sus buenas causas.
-"Sabrás que los funcionarios de justicia están en huelga..." comienza a ilustrarme cuando por fin claudico y le cedo la palabra y mi escucha. Algo he leído en los periódicos, parece que se nos avecina una temporada agitada en lo que a reivindicaciones laborales se refiere, las que le están montando al innombrable entre otras, pero aún así reconozco mi ignorancia en lo que se refiere a causas y motivaciones y ella sin perder el tiempo me cuenta acerca de sus objetivos que debo decir me parecen justos y razonables, claro está que ella si se lo propusiera sería capaz de convencer hasta el más incrédulo y yo soy de las ingenuas. Parece ser, me indica, que han montado una suerte de bar o cafetería, "Café solidario" lo llaman (después de visitarlo añadiría el calificativo de hipercalórico) en el Palacio de Justicia, donde por 1'50 € tienes derecho a café y pincho de tortilla o bizcocho o tarta o lo que a una se le antoje, con la marca de casero y solidario y por supuesto ya ha decidido que a partir de ya mismo desayunaremos allí todos los días y hasta el fin de la huelga (el plural me incluye a mí entre otros despistados colegas).
A mí la palabra huelga siempre me ha sonado bastante lejana y debo confesar que yo sólo pisé las calles a modo de manifestación en un tiempo lejano y durante otra vida, las causas perdidas se me perdieron hace tiempo. Disculpen si no me alisto bajo ninguna bandera (al modo del uruguayo). Aún así fui y repetí y más que café solidario se ha convertido en punto de reunión de media función pública asturiana, desconozco si esta iniciativa se realiza en las otras comunidades autónomas donde también se está en pie de guerra. Volví a escuchar sus reivindicaciones, siguieron pareciéndome coherentes y justas y en boca de personas sin tanta capacidad de convicción como mi colega y sin embargo amiga, así que deben serlo efectivamente. Llevan más de 50 días de huelga y como dijo alguien eso es tener pelotas tratándose de gente con sueldos que oscilan entre los 900 y los 1.500 euros. No parece que de momento la historia tenga visos de solución y ciertamente lo siento por los sufridos usuarios entre los que por cierto yo me encuentro, pero no puedo negar mi comprensión y solidaridad hacia ellos. Suena a tópico y probablemente lo sea, como probablemente esté fuera de lugar mostrar mi apoyo a su causa desde aquí. En todo caso esto va por Santiago, colega, amigo y digno funcionario en huelga.
3 perdidos en el laberinto:
Y bueno, como de la huelga no puedo decir nada... Porque cada quién lucha desde y cómo puede... Sólo debo apuntar que de esto:
"Una despistada estudiante de medicina neoyorquina que debía pensarse que Bolivia estaba al sur de Tijuana"... Pues, mira que biendo el mapamundi, resulta que Bolivia está, efectivamente, al Sur de Tijuana... muy lejos, pero al Sur.
Y ahora tendré que escribir cien veces "debo teclear viendo el teclado"... "biendo"... "biendo"... Maldita sea... Viendo.
Sí, claro, jajaja, geográficamente desde luego... pero en realidad yo me refería a otra cosa, tal vez no he sabido explicarlo.
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