jueves, octubre 21, 2010

Dice Lou Reed que en el fondo se trata de actuar como un hombre, manejar las cosas de la mejor manera posible



R. y yo nos conocimos en nuestro primer año universitario. Ambas recién llegadas y con los 18 recién cumplidos. No compartíamos estudios, ni siquiera cafetería ni partidas de mus (yo nunca llegué a aprender); pero sí residencia, éramos vecinas de habitación. Noches de estudio, exhibicionista a domicilio, cafetera (nunca llegué a acostumbrarme al café), regalices, magdalenas de chocolate y discos de Los Rodríguez.

Nunca tuvimos demasiado en común, supongo. E imagino que igualmente, tantos años después, seguimos siendo frontalmente diferentes y puede que sigan siendo más las cosas que nos separan que las que nos unen. Nos vemos poco, cada vez menos, que parece ser es maldición común al paso del tiempo. Ya se sabe que la vida te lleva por caminos diferentes aunque vivamos en la misma ciudad, probablemente a no más de quince minutos andando la una de la otra. Pero como estamos en tiempos de las nuevas tecnologías y en la era de la comunicación, hablamos y/o nos escribimos con relativa frecuencia, aunque nunca nos contemos nada. Ella porque parecer no tener nada que decir y yo porque siempre digo lo mismo, 'todo bien', sin entrar en detalles que a nadie le importan. A veces me pregunto qué pensaría la gente que me "conoce" de mi vida real, en algunos casos desde hace tantos años como ella, si leyese esto, lo que aquí escribo.

R. tenía un novio en el pueblo, desde los 15, un compañero de instituto que ni siquiera le gustaba especialmente; pero era lo que tocaba. Algo que yo nunca entendí, lo que tocaba. Su mejor amiga allí era la novia del mejor amigo de él, y saliendo en cuarteto se dejó llevar, supongo. A lo largo de ese primer año se veían de fin de semana en fin de semana, que no todos; los puentes, las vacaciones de Navidad, algún día suelto. Algo que resultó serle útil a él para compaginarla con otra, desconociendo ambas la existencia mutua. Y evidentemente al llegar las vacaciones de verano y hacerse semipermanente la presencia de R., él no tuvo otra que enfrentar la realidad y elegir. Lo de elegir es un suponer, porque podría no haberlo hecho, y no me refiero a quedarse con las dos, sino con ninguna; aunque eso en realidad también es una elección. Se quedó con la otra, supongo que porque era con la que más tiempo pasaba.

No puedo decir que aquella primera ruptura le hiciera especialmente daño. De hecho se divertía contando la anécdota del novio que durante tan largo tiempo le puso los cuernos. Se sentía protagonista de una historia que algunas en cierta forma envidiaban, no por la infidelidad, sino por haber tenido un novio tan apuesto por el que tenía que competir con otra, quién sabe si incluso con otras. No creo que le marcara la anécdota, ni que ésta fuera a condicionar sus futuras relaciones o su percerpción de los hombres. Aunque ella muchas veces así lo fingía. Era una buena excusa para justificar determinadas actitudes, el desengaño del primer amor.

Después llegarían otros, no muchos, que era mujer de ideas muy claras y el 99,99% de los hombres no merecían la pena. Y ya se sabe que no hay peor falta de criterio que el criterio absoluto. Precisamente el que fue el gran amor de su vida, aunque ella lo negará y dirá que es el actual, se lo presenté yo haciendo de involuntaria celestina, y en tanto era uno de los que podía entrar en el 99,99%, que me temo que la falta de criterio de mi criterio era aún mayor. Lo único que le salvaba, para mí, era que le gustaban los Ilegales. De hecho nos conocimos en un concierto de Joge Martínez y sus chicos y acabamos en el Diario Roma con el propio y el tipo con el que por aquel entonces, aún sabiendo que entraba en ese elevado porcentaje, yo perdía el tiempo. Supongo que más tarde aparecería ella, que andaría por cualquier otro lugar con compañías más ilustres bailando salsa o algo similar, que llegarían los dos besos de rigor y el intercambio de información básica y de teléfonos. No sé cómo lo conseguía, pero ésa era su especialidad, conseguir que todos los hombres en metros a la redonda le diesen su teléfono. Y no, no era especialmente llamativa, ni guapa, ni siquiera simpática; pero su insistencia no tenía límites y su capacidad para la convicción, tampoco.

Pasarían cuatro años desde ese día hasta que pusieron fin, o él puso fin, para ser más exactos, a una relación intermitente. Pasaría un año más hasta que ella dejase de tratar de saber de él, eso sí, siempre desde la distancia y la discreción, y puede que otro año más hasta que dejó de hablar y/o pensar, al menos en apariencia, en y de él. Y no, yo juraría que aquello no era amor. Desde luego no lo que sentía él por ella, y lo que ella sentía por él más bien rayaba la obsesión. No, que el que no haya perdido los papeles alguna vez en su no-relación con otra persona, que no tire la primera piedra, que acabaremos todos lapidados.

Si de ella hubiese dependido, le hubiese pedido en matrimonio; y es más que probable que él se hubiese dejado arrastrar hacia el altar. Porque aunque estaba enamorado de otra, eso a R. no le preocupaba. Cuando esa otra se casó con otro y él se vistió de luto ese día, hasta le arregló el nudo de la corbata. Sabía que ella jamás le correspondería, que él jamás renunciaría a ese amor imposible y platónico por otro más terrenal; así que jamás la abandonaría. Flaco consuelo, saber que alguien está a tu lado por no poder estar al lado de la persona a la que en realidad quiere. Saber que su fidelidad no depende de ti, sino de ésa otra a quinientos kilómetros casándose vestida de blanco en una ermita junto al mar. Pero ella, incomprensiblemente, parecía conformarse... y él, por momentos, también. Claro que de repente le entraban las dudas y debía de pensar que entre la soledad y su objeto de deseo, prefería la soledad, así que desaparecía por momentos; aunque ya he comentado que la insistencia y la capacidad de convicción de R. no tenían límites, como si se hubiese pasado media vida pidiendo los teléfonos ajenos a modo de ensayo y preparación para esos cuatro años de ni contigo ni sin ti.

A su alrededor todos callábamos, al principio; conceder el beneficio de la duda es privilegio al que deberíamos siempre tener derecho. Y al fin y al cabo suele estar de más decirle a una persona adulta cosas del tipo, 'pero si él no te quiere', 'pero si él está contigo por no estar solo', 'pero si él simplemente se deja querer', 'pero si él demuestra menos afecto que un cactus, que al menos estos últimos pinchan, hacen daño y sangre'. 'pero si él...' Ella ya conocía todos los peros, los asumía, los aceptaba y se enfrentaba a ellos. Que es cuestión de tiempo, siempre decía. Y probablemente fuera cierto, que ambos lo creyeran, que en algún momento uno de ellos saliera del letargo y reaccionara. Que fuera él, lógicamente, aunque tardara cuatro años y algunos meses de menos.

Poco sé de su vida a partir de entonces. Que conoció a otra novia, con la que según R. no era feliz. Que aunque ya no se vieran, él se lo contaba. O él le hablaba y ella llegaba a semejante conclusión. No sé si llegó a considerar en algún momento que a su lado llegara a serlo. Por su parte ella quedó completamente desolada durante no menos de un año y seis meses, y ya no es que el 99,99% de los hombres no mereciera la pena, es que ninguno podía compararse con él. Llegaron otros, de ida y vuelta, más como consolación que como convicción, y acabaría por llegar el actual, con el que recientemente ha cumplido su primer aniversario.

A R., como a tanta gente, le gusta decir a los demás lo que tiene que hacer. Y cuando digo demás, hablo de mí. Aunque sea a distancia y sus consejos no se salgan de que soy una frívola exigente sin los pies en la tierra narcisista paranoide adicta al victimismo. Con otras palabras, claro; pero que en esencia viene a ser lo mismo. Y oigan, que excepto en lo de paranoide hasta puedo estar de acuerdo, pero no sé, que en mi pueblo dicen "le dijo la sartén al cazo". Se me hace raro escuchar consejos desde la altivez y la soberbia mezclados con la displicencia, de alguien tan sólo un poco más arriba en la escala de las atrofiadas emocionales.



P.D. Priscilla Lane

miércoles, octubre 20, 2010

Blues para un hombre desafinado

 






Me siento tentada de generalizar y caer en los tan manidos tópicos. Tal vez como compensación por haber apagado hoy el despertador, levantarme una hora más tarde de lo que debería, haberme bebido tres coca-colas (sólo una de ellas light y por tanto el equivalente a no sé cuántas decenas de terrones de azúcar) y que tenga que quedarme en la oficina hasta no antes de las seis de la tarde.

Así que podría hablar del daño que ha hecho la pornografía en la conducta sexual del hombre (el daño que han hecho otros factores en el de la mujer me lo ahorro, que es mirarme en un espejo), pero mejor lo dejo para otro momento; y podría hablar de lo previsibles que son los hombres, algunos, o casi todos o uno en concreto. Al que por cierto llamaremos, por ejemplo Ramón. Y no, ni se llama Ramón, ni su nombre empieza por R.

A Ramón le conozco desde hace un incierto número de años. Seis, tal vez; no recuerdo, tal vez más. Era un tipo bastante atractivo por aquel entonces. Supongo que el que tuvo, retuvo; aunque los años, pasados los cuarenta, no perdonan a algunos. En todo caso sigue poseyendo una personalidad arrolladora, cierto halo de malditismo y muy mal café, que eso, parece ser, a ciertas mujeres les pone. No a mí, por cierto; o al menos no a menos que vaya combinado con una cara B. Está divorciado, tiene un par de hijas cuasi adolescentes a las que les pasa un cheque semanalmente y una buena colección de amantes despechadas. Y no, no le conozco en el sentido bíblico, que supe retirarme a tiempo, aunque por poco. Y no, eso no me convierte en un ser moralmente superior.

Por otro lado está, pongamos, Lolita. Que hace mucho, por cierto, que dejó de serlo; una adolescente hipersexuada. Ahora es una mujer a punto de cumplir los 40, con un hijo adolescente que vive con su padre (se casó demasiado joven, enamorada hasta las trancas y velando por huir de la casa familiar donde un padre viudo se hacia cargo de cinco hijos, ella la única fémina), tiene una hipoteca y un descapotable, un trabajo al que dedica la mitad de su tiempo y un ex-novio con el que ni contigo ni sin ti; que tiene demasiado miedo a quedarse solo a punto de cumplir los 45, cuando ya ni el efecto tarima le hace atractivo ante sus alumnas veinteañeras, su presa favorita; y la cruz en el calendario de una relación que empezó mal y ha acabado peor.

Lolita y su ex-novio de ida y vuelta se conocieron como compañeros de oficina con una tercera en discordia, yo. Aunque en realidad la tercera en discordia era la mujer de él. Su matrimonio, nunca pretendió ser original, hacía aguas. Claro que su mujer tampoco pretendía ser original y no pensaba lo mismo. Aunque pronto se le aclararon las ideas y los papeles del divorcio, que por cierto ella tuvo que presentar al margen de colocarle las maletas en la puerta, porque él, mucho me temo, no tenía demasiada intención ni de abandonarla a ella, ni al hogar familiar, ni al reguero de alumnas veinteañeras, ni a Lolita y supongo que a unas cuantas cosas y mujeres más.

Yo los presenté, a Lolita y Ramón, se entiende. Por casualidad, sin premeditación ni alevosía. Por iniciativa propia jamás le hubiese hablado a él de ella. Una mujer atractiva, fuerte, segura; aunque a veces tenga que mirarse dos veces en el espejo para reafirmarse sobre sus tacones de diez centímetros mientras retoca el carmín de sus labios. Que aún se ríe sin complejos, que sabe lo que quiere, lo que no quiere, lo que está dispuesta a ceder, la parcela de alma que ya no tiene a la venta o las renuncias que está dispuesta a asumir.

No, jamás se me hubiese ocurrido, porque tras la fachada de mujer moderna de rompe y rasga, de yo estoy aquí y con mi pan me lo como, del ya no tengo años para perder el tiempo en juegos donde corro el riesgo de quedarme jugando a solas; del yo no admito sucedáneos, que se nos rompió el amor de tanto usarlo; del tú en tu casa y yo en la mía; hay una mujer real de las que aún corren el riesgo de tropezar, caer y enamorarse, aunque ella afirme que eso del amor es un pecado de juventud del que ella está vacunada; que no la pillará una vez más ese toro, que por eso ya nunca se viste rojo.

Porque Ramón es de esos hombres que deberían estar clasificados y catalogados como peligros andantes. Y yo le quiero, y le respeto... a veces, todo hay que decirlo. Sería perfecto si se conformase con ser el amante de turno, de cinco a seis, tres veces por semana entre las cuatro paredes de una habitación de hotel y alguna que otra escapada de fin de semana. Quizás algún domingo de pereza a esas horas inciertas de la tarde o en la cena de algún viernes como entreacto a los gin-tonics. Que no molesta, ni exige, ni te cuenta su vida; que te intercala con otras sin perder la gracia y las buenas formas. Pero no, aunque en esencia sus relaciones se reduzcan a eso, que no es poco, y bienvenidas si eso es lo que se desea; él se empeña en demostrar que en realidad quiere más, que quiere implicarse en tu vida, que quiere hacerte sentir querida, admirada y no sólo deseada. Pero no...

Porque acaba por tanto, siempre, enredado en el juego del sí, pero no. Del hoy no puedo pero te llamo más tarde. Del me voy, pero me quedo y en todo caso siempre dejo la puerta abierta, que nunca se sabe cuándo voy a regresar, como si son las tres de la mañana de un día laborable, no importa, tú siempre tienes que estar dispuesta aunque él no lo esté; no vaya a echarte en cara que eres una ingrata y que sólo lo buscas a él para un polvo probablemente no tan bueno; no vaya a sentirse usado, ultrajado, minusvalorado, abusado. Que sí, que lo siente, y lo que es peor, se lo cree.

Y yo los presenté, sí, un buen día, no sé cómo, una tarde de compras. Yo en la búsqueda infinita de una nueva cazadora de cuero (llevo en ello más de un año); ella comprando pijamas en Primark, y él pasando por ahí, que es lo que mejor se le da. Aparecer, porque sí, de repente, de improviso, sin motivos ni razones. No presté demasiada atención a las señales, a las chispas que saltaban, a las miradas que se intercambiaron, y sólo encogí los hombros y me dije que no era mi business, cuando días después supe que esa misma noche se fueron juntos a la cama, y que repitieron las siguientes.

Eso me lo contó ella, claro, que él es muy discreto... cuando quiere. Que sabía que no duraría mucho, que le divertía y le hacía reir a diferencia del último cuasitreintañero. Que era un hombre adulto y adusto que no iba a dormirla con cuentos de hadas. Que tendría fecha de caducidad, no más de tres meses, probablemente, cuando ambos se cansaran el uno del otro o terceras personas se cruzaran en sus vidas... Y yo asentía, despreocupada, qué puede importarme a mí lo que hagan con consentimiento mutuo dos personas adultas.

Pero han pasado más de tres meses, en realidad han pasado ya casi seis. Y él sigue siendo el hombre adusto y adulto que la hace reir. Pero también el que hace que se la pase pendiente del teléfono, pendiente de sus cambios de humor y de planes, de sus silencios y de la falta de respuestas que ya le cuelgan de las ojeras. Porque han pasado a ser sólo dos, a veces una, las noches que por semana comparten; cuando incluso hace sólo un par de meses hablaban de mudarse a vivir juntos, y a ella, que juró que jamás compartiría cuarto de baño con alguien del otro sexo que no fuera su hijo, le hizo ilusión la idea, porque la idea fue de él, obvio, que a ella ni se le hubiese ocurrido.

Y yo no supe, o no quise verlo. Que al fin y al cabo quién soy yo para decirle a una mujer adulta que ése es el hombre equivocado. Y tuve que hacerlo, tuve que ver como iba tejiendo su tela de araña, con paciencia, poco a poco, sin hacer ruido y al despiste. Como ella se iba alejando de todo lo que construyó con mucho esfuerzo todos este tiempo pasado, como iba cayendo en una inconsciencia sin remedio, sin darse cuenta, lentamente; para acabar despertándose de madrugada, a solas, entre sábanas frías y revueltas.

Entiendo que ésas son las direcciones que yo tomo, las que no conducen a ningún lado, porque en realidad no sigo coordenadas ni tengo destino. Pero ella no, ella no se merece estar más horas a ras de suelo que sobre sus tacones, ni tener que forzar sonrisas apagadas cuando siempre ha sido la persona de entre todas las que conozco que más luz ha irradiado. Ella nunca ha sido de las tristes, de las torpes, de las ingenuas que se deslumbran con el primer destello. Ella nunca ha sido de las mías...




P.D. Susan Saint James

Cuenta atrás





"She stares off alone into the night
with the eyes of one who hates for just being born
for all the shut down strangers and hot rod angels
rumbling through this promised land"



Si hay una canción, aunque hay muchas, es ésta... creo que el día que consiga escucharla sin llegar a emocionarme cuando llega el final, es que habré muerto... Qué grande, pero qué grande...







Starting from zero got nothing to lose


Como para mí, a diferencia de otros exquisitos, lo vintage no es sinónimo de más y mejor; y además el "Working on a dream" fue... bueno, qué más da... fue, que ahora todo es pasado.










P.D. Luciana Paluzzi

martes, octubre 19, 2010

Aunque he caminado entre las sombras sigo buscando la luz






Tendría que haberme quedado hasta las cinco, pero a las tres me puse la gabardina y me fui. Mañana, tal vez pasado, tocará recuperar el tiempo perdido. Es impresionante lo poco que importa, todo o nada...

Tendría que haber pasado por casa, cambiarme de zapatos y dejar mi maxi-bolso cargado de cachivaches inservibles, un libro y dos carpetas de apuntes. Pero también llevo el Ipod y ha salido el sol y no tengo hambre, así que paso de largo por delante del portal de mi casa y me encamino hacia el Parque de Invierno. Suena Silvio, aunque no acabe de entender por qué tengo a Silvio en mi Ipod, o tal vez se me ha olvidado, que yo no soy nada, o muy poco, de Silvio. Pero suena "La gota de rocío" y se queda y yo tarareo y recuerdo cuando la cantábamos al filo de la madrugada en Nordfriedhof. Y sonrío, aunque no tenga motivos para hacerlo, pero es lo que tienen los buenos recuerdos, y supongo que yo últimamente me alimento de ellos, de los buenos, de los no tan lejanos; de las sonrisas y las palabras ajenas que llegaron porque sí, sin buscarlas, sin premeditación o alevosía.

Y pienso que el hombre que más me quiso y al que yo nunca supe querer, me ha borrado de su vida; y el que fuera mi mejor amigo me ha borrado de su Facebook. Que el único hombre en muchos meses dispuesto a ocupar el lado izquierdo de mi cama aunque yo nunca le invitara apareció en tan mal momento de su vida que ha decidido borrar mi número de móvil para no sentirse tentado a llamarme a deshoras. Que mi mejor amiga me dice que ese tipo que conocimos el fin de semana pasado y que desde entonces no ha dejado de llamarme sería el perfecto padre de mis hijos; y aunque no dude de su bondad, honestidad, sinceridad y otro buen montón de palabras que acaban en -ad, ya he dejado de cogerle el teléfono; sería fácil, y perfecto, y hermoso, saber corresponder al que sin duda sería el tipo adecuado. Que puede que no pueda ascender hasta dentro de dos o tres años y que los traslados vuelven a retrasarse por enésima vez y por tanto sigo condenada siete horas al día y una tarde a la semana, al vacío más absoluto. Que ayer fue el cumpleaños de alguien, al que llamé no menos de cinco veces sin dejar mensaje en el contestador que siempre saltaba, quería felicitar en persona y no lo conseguí; no menos de cinco hermosas llamadas internacionales con su correspondiente coste para mi maltrecha cuenta telefónica. Que hoy tres personas distintas me dijeron que estaba muy guapa, como si eso fuese un mérito y no se debiese a que trataban de ser amables y yo me hubiese peinado y abusado del iluminador. Que en lo que va de semana otras tantas me han dicho que parezco muchísimo más joven de lo que realmente soy, y no, no se referían a mi ingenuidad galopante y a mi inmadurez siempre en tránsito. Que hoy al hijo de una compañera de trabajo de cuatro años, le han diagnosticado determinada patología y que a ella lo que más le preocupa es que vaya a carecer de habilidades sociales y empatía. Y la entiendo y lo comparto, porque a mí todo lo anterior me importa menos que nada, no me preocupa, no le dedico ni una décima de segundo. Hace tiempo que dejé de sentir, que dejé de tener la capacidad ni tan siquiera de ponerme triste... hace tiempo que miro hacia otro lado y ni tan siquiera encuentro el vacío.







[Suena Tracy Chapman]

Hoguera de vanidades




Hasta que yo cumplí los 12 años, más o menos, no llegaron los restaurantes chinos a las Asturias de Oviedo. Así que eso de comer con palillos sólo se veía en las películas americanas o cuando ibas a la capital o cruzabas fronteras. Recuerdo que mi hermana, una de ellas, que tengo varias, que debía de andar por los 15 o 16, se pasó dos días enteros practicando en todas y cada una de las comidas, incluyendo merienda, cena y desayuno, con unos palillos improvisados y ante la complacencia de mi madre. Su único objetivo, parece ser, era impresionar al ligue de turno.

Ya ven, cosas más absurdas se han hecho con tal de deslumbrar a un tipo. Yo por ejemplo me leí enterita la bibliografía de Erich Fromm. Claro que fue unos cuantos años más tarde y el tío en cuestión era una mezcla entre Carlos Tarque y Calamaro; por si alguien dudaba de la oportunidad de tamaño esfuerzo. También es cierto que a día de hoy dudo seriamente que lo hubiera hecho, no ya por él, sino por cualquiera. Y no sólo leer a Erich Fromm, o a quién fuese; sino hacer algo a lo mejor no tan absurdo tan sólo por afán de impresionar. O tal vez sí, quién sabe que podría llegar a hacer con tal de impresionarte a ti. Aunque suponer que pudiera impresionarte de forma alguna, me temo, es suponer en demasía.

A raíz de aquel episodio, mi hermana, una de ellas, y parte de mi familia, aprendieron a comer con palillos. Yo juro que lo intenté, pero mi torpeza no tiene límites, y mi constancia en cambio sí. Así que abandoné bien pronto pensando que si se habían inventado el cuchillo y el tenedor, y hasta la cuchara, aunque yo sólo la use para la sopa, por qué iba a empeñarme en un absurdo, que además tanto me costaba. Y para ser sincera, tampoco tenía a nadie a quien impresionar; y cuando lo tuve, me resultó más fácil leer "El arte de amar" y evitar los restaurantes chinos.

Muchos años después, en un restaurante chino de ésos con los patos colgados secando ante la cristalera, en un Chinatown cualquiera de una ciudad cualquiera de los States, recibí una clase magistral del dueño del restaurante. Obsesionado con que su pato lacado a la pekinesa no podía ni debía ser comido a la manera occidental. Pero como yo estaba más preocupada en explicarle que without the skin, que en atender sus explicaciones, no aprendí nada que no supiera. Que es lo que tiene evitar los restaurantes chinos, que una desconocía que precisamente era eso lo que se comía.

Y de este modo, aunque me encanta la comida oriental, aún me queda por descubrir en Oviedo un buen restaurante chino con servicio a domicilio, y me apasiona el sushi, no me verán nunca en un restaurante del ramo. Y las veces que por inciertos motivos he caído, he acabado, en el segundo caso, comiendo con las manos los mokis; que será poco ortodoxo, pero siempre queda como una extravagancia frente al uso convencional del cuchillo y tenedor.






P.D. Ni siquiera contigo, o tal vez sí, que al fin y al cabo, no podría, ni aunque me lo propusiera, hacer más el ridículo. Que al fin y al cabo me "debes" una comida. Aunque en todo caso, por favor, si en algún momento decidieras saldar tu "deuda", que no sea comiendo sushi.

Lealtades





"Well darling
Won't you come a little closer
I promise pretty darling
I didn't know what I was saying

And now I pray
That you won't say it's over
Come here pretty baby
And rest your head on my shoulder

With Just one kiss
And we started
And would lead me to the brokenhearted
The brokenhearted
The brokenhearted

And tell me that you need me
Well now baby
The lonely nights keep growing lonelier
And my love for you
Just keeps growing stronger

Like a wheel of chance
So endlessly turning
My fate lay in your hands
My heart's already burning
And a sweet fire your kiss started

And would lead me to the brokenhearted
The brokenhearted
The brokenhearted

And tell me that you love me
Tell me that you want me girl

The cruel mistakes I've made
The hard turns that I paved
For the good times and the laughter
Girl I should've known
The indifference that I've shown
I'd pay forever after
And darling
Now all I'm trying to say is passion
And Love they have a way
Slipping into blackness
And care for a certain way
The deck is cut the car is turning
The hand is playing
And all we ever hoped for
Turns to ashes and drifts away

Now all that I love
Slip into this darkness
Don't leave to the brokenhearted
The brokenhearted
The brokenhearted
And tell me that you love me
Tell me that you need me
Tell me that you love me
Tell me that you want me
Tell me that you need me
Tell me that you want me
Tell me that you love me
Tell me that you love me
Tell me that you love me
Tell me that you want me
And come on pretty darling".





[No dejo de escucharla y cada vez me gusta más... aunque no sea objetiva, nunca lo he sido.
Me preguntaba alguien a qué se parecía esta espera.
Con qué se podía comparar esta emoción...
No supe contestarle.
¿Acaso lo sabes tú?]

lunes, octubre 18, 2010

Dice Neil Young que te vi en mis pesadillas, pero que te veo en mis sueños y debería vivir mil años para saber qué es lo que eso significa



Siempre que pienso en Jorge Drexler pienso en su primer disco español.
                         Siempre que pienso en "Vaivén" pienso en esta canción.
Y siempre que la escucho... bueno, es más de lo mismo*.
Y tú ya lo sabes, ¿no?








(*)Aunque me pasa con no menos de cien canciones, y subiendo, que no todo va a ser el 'tougher'...


[Suena Caetano Veloso]

Para seguir tejiendo de colores una realidad a medida





Cuando ustedes lean esto será al menos lunes por la tarde, y vayan ustedes a saber por dónde andaré yo. A lo mejor seguiré delante de una pantalla en blanco en la oficina o camino de casa o en el supermercado haciendo la compra, paseando escuchando a Emmylou Harris, durmiendo la siesta, haciendo spinning, comiendo, leyendo o 'mad menizándome'. Me gusta escribir en un determinado momento y hacer que se publique en otro... ya lo he contado unas cuantas veces. Así que ahora, a una incierta hora de la tarde del domingo, escribo esto, que puede que vea la luz mañana, o tal vez no... que generalmente no releo lo que escribo, y tal vez debería...

Anoche me comporté bien, para ser un sábado. A las nueve estaba en casa, y las once en la cama, que tocaba madrugar e ir de romería a un examen con media función pública asturiana. Leí unas cuantas páginas de un libro que no me gustaba y acabé por dormirme al filo de la medianoche mecida por Schubert. Y a las 2:17 sonó el pitido de un SMS. Sé la hora exacta porque estoy ahora con el móvil en la mano borrando mensajes y tratando de entender algunas cosas que no entiendo, e imagino que nunca acabaré por entender.

Confesaré dos cosas: una, que de primeras no pensaaba contestar al "estas up?", entre otras cosas porque no lo estaba hasta que me despertó el teléfono, y dos, de segundas, la decepción; sí, lo siento, hubiese deseado que hubiese sido otro, si espero que alguien me despierte de madrugada con un mensaje, que al menos fuera con el mensaje inconveniente#2, o aunque no fuera inconveniente, incluso mejor así. Y no, no se crean, no hay tantas personas que tengan mi número y se dediquen a enviarme mensajes de madrugada (y no tan de madrugada), pero alguna, incomprensiblemente, si hay... sólo que era la equivocada... o puede, probablemente, que la equivocada sea yo...










P.D. Claudia Cardinale

Onanismo visual (IV)





[No he podido resistirme...]

Espacio sin límites



A mí, ser la víctima, como es obvio y todos ustedes saben, se me da muy bien; es mi hábitat natural... Por eso me cuesta tanto pasar al lado contrario... y es que no me apetece, me da pereza y hasta podría buscarme dilemas morales para justificarme, no quiero hacer daño y bla, bla, bla...


Con lo a gusto que yo estaba en mi irrealidad paralela... Qué c*, si soy yo la que tengo que echar de menos a un extraño...  y no que unos no tan extraños me echen de menos a mí.




P.D. Rita Moreno

domingo, octubre 17, 2010

No sé... supongo que va por ti





Alguien me dijo hace un rato que iba a borrar mi número de teléfono para evitar, no sé, tentaciones, supongo, de llamar en plena madrugada...

Tal vez deberia hacer lo mismo... con el tuyo, se entiende.







"If I had my way I'd be in your town
I might not stay but at least I would've been around
Cause there's something about what happens when we talk
Something about what happens when we talk
Does this make sense It doesn't matter anyway
Is it coincidence or was it meant to be
Cause there's something about what happens when we talk
Something about what happens when we talk
Conversation with you was like a drug
It wasn't your face so much as it was your words
Cause there's something about what happens when we talk
Something about what happens when we talk

SOLO

Well I can't stay round cause I'm going back south
But all I regret now is I never kissed your mouth
Cause there's something about what happens when we talk
Something about what happens when we talk
Cause there's something about what happens when we talk
Something about what happens when we talk".

Sigo queriéndome vestir de azul

He dicho....

sábado, octubre 16, 2010

Heart with no companion





Probablemente, sin duda, si echara la vista atrás y leyese, por ejemplo, lo que aquí escribí hace justo un año, seguro que no me equivocaba si digo que te nombraba sin nombrarte. Hace ya un año y unos cuantos meses, verano del 2009, hiciste acto de presencia en eso que algunos se empeñan en llamar vida. No eras el más guapo, ni el más alto, ni siquiera tus chistes eran buenos, pero tu seguridad en ti mismo abrumaba y mi inconsciencia hacía juego con ella; que te lo dije a tiempo, no cariño, no es que sea valiente, es que soy una inconsciente, y tú dijiste vale y me subí a tu coche.

Desde entonces has entrado y salido tantas veces de eso que algunos llaman mi vida, que he perdido la cuenta de las veces que quise que te fueras, de las veces que te eché de menos. Incluso de que una vez te dije que creía que me estaba enamorando de ti, aunque el matiz estaba en el verbo creer, que por cierto tú no supiste o no quisiste ver... que joder, Dae, no me hagas esto, que esto no está bien... y seguiste conduciendo en una noche por carreteras sin nombre bajo la lluvia.

Que yo no sé filtrar, no sé determinar qué información es la adecuada, no sé callar si siento que tengo que contar; aunque bien sé que cualquier otra mujer con dos dedos de frente sabe retirarse a tiempo, sabe asumir lo inevitable y no dibuja una realidad paralela a su antojo. Pero no, yo no, yo hago declaración de intenciones y envío febriles SMS en plena madrugada. Lo que tú nunca entendiste es que yo no buscaba tu respuesta, yo no buscaba tu reacción, y a ti, que siempre decías que lo mejor de mí, a diferencia de otras, es que siempre era honesta, dejaba de gustarte mi sinceridad. Simplemente no entendía por qué debía callarme, por qué debía fingir una indiferencia que no sentía... que bien sé que es lo correcto, que es lo que se estila. Como siempre me decía Sal, nunca hay que dar un paso hasta estar convencida que no va a ser en falso; a la que por cierto nunca le gustaste, aunque eso fuera mutuo y se lo haya callado durante demasiado tiempo. Que ésa es otra, yo siempre defendiéndote, más por costumbre que por convicción. Incluso hace unos días, que me encontré por casualidad con el innombrable, el desaparecido, tu admirado y querido Gurb (que sí, que ya sé que es mutuo y la culpa es mía, no podía ser de otra manera). Que te nombró en la segunda frase, tras el saludo, y a partir de la quinta no dejó de hablar de ti, y ya te imaginas que no precisamente con cariño, que del amor al odio hay un paso; aunque yo permanecí inquebrantable a mi lealtad no elegida, cuestión de mal entender la educación, supongo. Pero, ¿sabes?, se acabó, y no, porque a partir de ahora cuando oiga que otros te critican, incluso tus alumnos, ¿sabes que una vez escuché una conversación en un garito de Cimadevilla entre dos chicos que hablaban sobre ti?, o con D., que jamás se atrevió a hacerlo abiertamente delante de mí, como si a mí me importase o no supiese que se callaba más de lo que contaba... No, no pienso a volver a defenderte... en realidad no pienso volver a hablar de ti. Y mañana por la tarde, cuando suene el teléfono, que ése es tu hábitat natural, los domingos por la tarde, no lo cogeré, sonará a ritmo de Mancini o lo que es peor, cortaré la llamada, y claro, como tú no lees esto tendrás que llegar tú solito a semejante conclusión.

Y el próximo en habitar el limbo será Gurb, aunque a éste no creo que le pille de sorpresa.

Y oigan, qué bien sienta sacar la goma de borrar, aunque una se quede sola, más si cabe... pero siempre me quedará Bruce, que la música nunca nos abandona... y qué ganas, y qué bien suena, y que ya queda menos... y siempre queda algún extraño, al que nunca se ha tenido y por tanto es fácil extrañar, al que apenas se conoce y por tanto es fácil imaginar, you know, que como decía el poeta, sé que existe porque yo le imagino. Aunque aún no haya aprendido a filtrar y a callar y a fingir y a limitar; aunque no deba decirlo, pero si lo siento, por qué habría de callarlo... miss you.







[Suena Leonard Cohen]

Esto me pasa por dejar la puerta abierta



Fiebre, yo me iría contigo a cualquier parte, que lo sepas...

Gracias, Chico de la bolsa, a mí también me gusta la Weizen :)


Anónimo... por si no tenía bastante con uno ahora sales tú... y en este caso deberías ser un poquito valiente y si tienes algo que decir, decirlo dando la cara, ¿no te parece? Aunque el no por respuesta ya lo tengas...


Les dejo con Lokua Kanza... que siempre ha tenido la capacidad de recordarme que aún me queda un trocito de alma.

Related Posts with Thumbnails