sábado, julio 07, 2007

Quemad, quemad, malditos...







REALISMO MÁGICO


las llamas rompían

contra el falso techo

de nuestro dormitorio

como olas en marejada

contra el dique del muelle:




esto no es realismo mágico:




esto es realismo:




la casa entera

y no solo aquel cuarto

se llenó de ceniza

y de humo negro:

estábamos follando

cuando el pantalón de mi pijama

y su camisón transparente

se corrieron al mismo tiempo

encima del brasero eléctrico

prendiéndose fuego ellos

la ropa de la cama

y una estantería con libros




esto no es realismo mágico




esto es realismo




pero fue mágico:




era la noche de san juan

y la ciudad entera

estaba tomada por las hogueras,

la gente danzaba a su alrededor

y saltaba por encima de ellas

y nadie, nosotros tampoco, resultó

con quemaduras




de
David González. Inédito.

Mecánica nacional



Me deprimen los tíos que esperan en un coche,
el codo necesario sobre la ventanilla
y la radio ofendiendo con la canción de moda.

Quedan bien en las tardes de sol, y los veranos,
por extensión, son suyos. Cuando cruzas
la calle sola y pesan
la calle, el sol, el día que te vive,
ahí están ellos, fuma que te fuma,
dueños del sol, del día, de la calle y del coche.

No me gustan.
¿Qué novias que no llegan
o qué esposas con bolsas o qué amigos
esperan siempre? En otras circunstancias
de lugar y de tiempo harían un buen cuadro
de Hopper. Pero no:
aunque se les ve solos, simbolizan
la compañía; siempre tiene premio
su paciencia contenta.

Será eso en el fondo, una traición
pequeña, involuntaria, como un miedo doméstico:
la culpa de no ser más que costumbre.




Monstruos perfectos de José Luis Piquero

Los aeromozos de Iberia




Se llama Carlos. Tiene un apellido incomprensible, al menos para mí. Y a la única conclusión a la que he llegado es que no se apellida ni García, ni Fernández, ni Suárez… quiero decir que no tiene un apellido común y corriente. De ser así lo entendería, creo. Es sobrecargo en Iberia. Esa compañía a la que estoy abonada permanentemente pese a la pérdida de maletas, a los retrasos, a las carreras por la interminable T4, y muy especialmente pese a sus precios, aunque entre tanta compañía low cost, paradojas del mundo globalizado, yo siempre acabo volando con ella, donde siempre encuentro el mejor precio.

De un tiempo a esta parte, pese a todo eso y mucho más, frecuento sus aviones y una determinada ruta, y entre tantos inconvenientes que me hacen esbozar disgusto cada vez que tengo que dirigirme al aeropuerto he encontrado una luminosa motivación en forma de perenne sonrisa convirtiendo esos vuelos en casi apetecibles (sólo casi, no nos pasemos).

La sonrisa de Carlosnosequé (nunca entiendo el apellido) es de galán de cine. De cine clásico de los 50, made in Hollywood, por supuesto, al estilo Cary Grant. De esas que ahora no se encuentran. Tal vez de cuando en cuando George Clooney esboce un atisbo de ella, aunque a veces, las más, se quede en mueca.

Ya he perdido la cuenta del número de veces que hemos coincidido, ¿hemos coincidido?, que presunción por mi parte, digamos mejor que ya son innumerables las veces en que me he dado de bruces con él, porque yo siempre tropiezo con todo el mundo en los pasillos de los aviones, y si no soy yo ya se encarga mi equipaje de mano de hacerlo convenientemente.

No suelo prestar atención a todas esas explicaciones que las azafatas y ¿azafatos? dan acerca de cómo colocarse la mascarilla y el chaleco o la ubicación de las puertas de emergencia. Y dado que el sobrecargo, mi único objeto de interés, suele hacer la exhibición para los pasajeros de primera y yo vuelo en económica (clase), queda fuera de mi ángulo de visión pese a mi más que vanos estiramientos de cuello, suelo enfrascarme en la lectura de un libro o un periódico. Si acaso echo una mirada de reojo a la azafata de turno, me fascina esa sonrisa de “dientes, dientes” a medio camino entre la resignación y la burla, enseguida me centro en la lectura. Pero en mi último vuelo al margen de que Carlosnosequé volvía a ser el sobrecargo, iluminando el avión con su sonrisa y su porte, e insisto en que es uno de esos hombres que ya no se encuentran por la calle y por los que una siente una más que manifiesta debilidad; había una novedad, al menos para mí, en forma de un ¿azafato? (¿cómo se les llama?) mucho más joven y probablemente mucho más guapo, por el que no pude dejar de sentirme atraída, por inexplicables razones y en todo caso muy diferentes a las que motivaban mi atracción hacia Carlosnosequé. En él la permanente sonrisa seña característica de ese gremio era pura ausencia. Su gesto, o más bien mueca, el que exhibía mientras extendía los brazos, los acercaba o mostraba el chaleco expresaba tal hastío, tanta desgana, incluso me atrevería a decir asco, que era absolutamente llamativo. ¿Tendría un mal día?. De lo contrario habría que explicarle el mecanismo de la sonrisa.

¿La recuerdas?




Nunca me gustó Bob Marley y no exagero si digo que me produce urticaria escucharle, pero hay una honrosa excepción, Redemption song.

Me gusta la original, me gusta la versión un tanto descafeinada que hizo Ben Harper y me hace gracia escuchar a Mr. Johnny Cash.




"Emancipate yourselves from mental slavery;
None but ourselves can free our minds.
Have no fear for atomic energy,
'Cause none of them can stop the time.
How long shall they kill our prophets,
While we stand aside and look? Ooh!
Some say it's just a part of it:
We've got to fulfil de book."

Redemption song

Pulmones para parar la lluvia


Me llama Sal esta mañana al trabajo.

-" Llevo varios días intentando localizarte. Estás desaparecida desde hace una semana". Cierto, móvil apagado, exiliada en casa ajena, no me conecto al messenger (menos de lo habitual al menos, si eso es posible), y las maletas aún sin deshacer. En la semana de mi cumpleaños me exilio, con retorno.

Eso Sal ya debería saberlo. Incluso debería saber de que al margen que desaparezco de la superficie tenía un viaje previsto.

Me cuenta que ha tenido que hacer tropecientas llamadas hasta conseguir dar con el número de mi curro, ella lo dice así, curro. Que lo había perdido. Pues con lo fácil que es, en cualquier guía.

Tiene dos entradas para el concierto de esta noche, o una entrada de sobra, no la entiendo bien porque hay demasiado ruido a mi alrededor. Él no la acompaña o algo así. Que va a estar muy bien, que van a ir tal y cual, que después podemos perdernos un rato en Cimadevilla, intenta sobornarme con tequila... y yo no sé de qué concierto me habla.

Tengo un periódico desplegado ante mí y lo hojeo mientras su conversación deriva hacia su monotema (su ex), pongo en marcha el proceso de respuestas automático para ese tema en concreto. En la portada aparece una crónica del concierto que AYER (miércoles) dió el grupo mexicano Maná. Una ligera sospecha cruza mi mente, no tan ligera teniendo en cuenta el despiste permanente en el que vive envuelta Sal...

-"Pero chata, que ese concierto fue ayer". Y además, llovió.


P.S. No me gusta nada, de nada, Maná.

La edad media en el cine


Por diversas cuestiones hacia uno de los autores...

El libro merece la pena, y mucho.

Un lunes cualquiera (aunque sea de junio)




El teléfono suena. Gesto de fastidio. ¿De arriba? La voz altisonante y autoritaria de costumbre. ¿El viernes? ¿El lunes? La culpa nunca es vuestra. Lo necesito ahorita. ¿Dónde? ¿Alumno? ¿Profesor? Que idiotez de pregunta. Comienza a llover. Necesito. Necesita él. Encuentro. Espera. No sabe no contesta. La culpa siempre es tuya. No sabe los apellidos. ¿Y el DNI? Letra incluida. Teléfono. Nueva espera. M. se impacienta. M. se disculpa. M. sonríe. Inexplicables motivos. Me crucé en el parque. Más sonrisas. N. sigue ajena. Cinco regalices rojos. La cara avinagrada de Maribel. ¿Septiembre? Ni de coña. La ignorancia es muy atrevida. Mis disculpas. Servilismo. Sigue lloviendo. Demasiados gestos. Nuevo intento. Aprendiz de poeta. Me recuerda a I. También pelirrojo. La sonrisa de Carmela. Encuentro en la escalera. ¿Pero dónde está él? Que decepción. Ya ni me atrevo. Mucha pata negra. Recital entre bostezos. ¿Pero quiénes son estos? ¿Y qué me están contando? Aplausos forzados e inducidos. Margaritas a los cerdos. Iñigo fumado. Llueve con ganas. Ese tema me enerva. Te rojo. Para ella un verde. Buenas palabras. Se guarda las galletas (y el azúcar). El refrendo (serán cabron*). Lloraba. Dos meses. La calma que precede a la tempestad. Me temo lo peor. Ellas no llegan. Él hace hora y media que espera…A la vuelta había salido el sol.




La x marcó la diferencia. Texón, Tejón...

Supongo que hay besos y besos, pero que decepción...

Martiño, Marcos e Irene




Irene tiene quince años. Hoy cumplirá dieciseis, y aunque yo cumpla exactamente el doble compartimos día de cumpleaños. Acaba de ponerse un piercing en el ombligo, mechas y extensiones. Yo acabo de quitármelo, me he cortado el pelo y le he concedido una tregua a los tintes.

Su frase favorita es -Que te cagas-. La mía, obviamente, no.


Para Irene, todo está que te cagas. Todo lo bueno, se entiende. Melendi y El Sueño de Morfeo están que te cagas. Los tebeos de Esther que le robó a su hermana mayor están que te cagas. Orlando Bloom y Dani "Canto del loco" están que te cagas. La paella de su tía de Calpe y los milhojas de Rialto (mira, en eso coincidimos) están que te cagas. Los piratas del Caribe 3 y Spiderman, también tres, están que te cagas. Pero lo que de verdad, de la buena, está que te cagas, -por las patas abajo- añade entre risas Marcos, su mejor amigo, es una serie de televisión que se llama El internado.

Realmente parecería que entre Irene y Marcos deben ser más las cosas que les separan que las que les une. Porque a Marcos, que también tiene quince, le gustan Serrat y Rufus Wainwright, los libros de Cornelia Funke y Laura Gallego y su serie preferida es Everwood. Pero ahí están los dos frente a mí e Irene no se recupera de su asombro.

-¿Qué para tí la reina del glamour sería Dita von Teese y si te apuran hasta la Preysler pero en ningún caso Paris Hilton?

-¿Pero que tú no conoces El internado?

Pues no, nunca la he visto. En realidad es que yo no veo la tele (mentira cochina, apenas la veo, que no es lo mismo, los informativos de Sánchez Dragó y alguna que otra serie a la que sin remedio me engancho, la última ha sido Cinco hermanos). Y no, no veo Los Serrano, ni Los hombres de Paco (aunque reconozco que Hugo Silva está que te cagas), que eran sus series de referencia hasta que estrenaron hace dos semanas El internado, en Antena 3 y con gran éxito de audiencia, puntualiza Marcos. Y con Martiño Rivas, añade Irene. ¿Y quién carajo es Martiño Rivas? Rápidamente Irene despliega una revista ante mí donde se ha publicado un reportaje sobre la serie. Revista a la que por cierto le quedan pocos minutos de vida porque hay cosas que parece no cambian en contra de lo que yo creía, siendo una de ellas la costumbre de adornar las carpetas con las fotos del los ídolos adolescentes de turno.

Leo con cierto detenimiento el reportaje, con interés más aparente que real, descubriendo un par de datos interesantes. Parece ser que Amparo Baró se cansó de repartir collejas a diestro y siniestro y que El internado debe de ser la serie de los hijos de. Una de las protagonistas es Elena Furiase, hija de Lolita, nieta de Lola y sobrina de Antonio (Flores), el otro es Martiño Rivas. Marcos hace las presentanciones, -es hijo de Manuel Rivas-, dice muy ufano. ¿Manuel Rivas, el escritor?, ¿A Manuel Rivas le ha salido un hijo actor que ya tiene 22 años? Pues sí, parece ser que sí.

-¿No te parece muy sexy? Pregunta Irene. Pregunta retórica intuyo yo.

Asiento fingiendo convicción, y en honor a la verdad el chiquillo es guapo, probablemente más que su padre. Pero cómo explicarle a Irene que lo que si fue verdaderamente sexy fue (escuchar y) conocer a Manuel Rivas en aquel otoño alemán, que me queres, amor.... Aunque Reich-Renicki tildara de cursi a El lápiz del carpintero.

Y no, Irene, aunque te lo prometí, no vi esta noche El internado. Había entrada libre para ver (y escuchar) a Vanexxa y la curiosidad me pudo ante esa ¿neocabaretera? al menos en apariencia.

Y sí, Irene, Martiño Rivas está que te cagas.

Mamá, yo quiero ser inmortal



"Algunas pocas cosas te rodean ahora.
Tal vez te creas inmortal
esta noche de mundo,
cuando tu cuerpo no decide aún
a creer en la historia,
y me miras triste,
-cinco años ya vigilándome muda-
desde la seriedad y la fotografía."

de Luis García Montero

Lo que daríamos algunos por resultar inmortales (por mi parte, la mitad de mi alma). Pero no inmortales al uso, es decir, viviendo eternamente, sino inmortales en la memoria de los que nos conocieron, perviviendo en su recuerdo hasta el final de sus días e incluso más allá.

Cruce de caminos


"I remenber those snow-capped mountains
and a song on F.M. 93 oh my darling
I have grown with you
but my roots on both sides of the sea."
Noa


Se pasaba las tardes fumando al sol en el Parque María Luisa, viendo la vida pasar, como a él le gustaba recordar. Allá, en Sevilla, practicó su incipiente español, y en contra de lo previsible, llegó a hablar un más que correcto castellano sin rastro de acento andaluz. Era un apasionado de la Semana Santa (sevillana). Le emocionaba la "madrugá", aun sin entender muy bien de qué iba todo eso. Siendo completamente agnóstico y habiendo recibido una educación religiosa protestante decidió declararse en rebeldía y hacerse devoto del Cristo de los Gitanos por ser una figura masculina. Decía que estaban en minoría, ya que mantenía una curiosa teoría acerca de las vírgenes y la devoción popular sevillana. No sé si su "afición a las iglesias" comenzó allí, yo le conocí un par de años después de su experiencia sevillana), afición o interés que me contagió y aún mantengo. La primera vez que me propuso entrar en una iglesia le miré con cara total de asombro.....pero cuando has perdido el último tranvía, debes esperar más de una hora bajo la marquesina, la temperatura es de cero grados (y bajando), ha comenzado a nevar, y no tienes ni un céntimo en el bolsillo, una iglesia se convierte en el mejor de los refugios. A determinadas horas siempre están vacías, sus puertas abiertas, y nunca deja de ser lugar cálido en el que sentarse... Siempre me gustó el olor a incienso.



"Si ves Moldava abajo, río abajo -frente a la Isla de Kampa y el Molino del Búho- un cubo de basura tiernamente mecido, dulcemente mecido hasta el agotamiento..."

Teníamos hambre, hambre de nada...

Pasaba por aquí


Esta mañana me encontré a un viejo amigo por la calle. Bueno, no deja de resultar un tanto curioso ese eufemismo que estoy utilizando, puesto que ni es viejo, aunque me saca unos cuantos años, y mucho menos es, ni fue, amigo.Lo cierto es que me crucé con él, tras tiempo sin verle, a pesar de haber mantenido cierto contacto a lo largo de estos meses, aunque muy espaciados, dos, a lo sumo tres veces, contactos que se reducían básicamente a un simple: -"hola, ¿cómo estás?, deberíamos vernos un día de estos", aunque traducido a nuestro "idioma".

El encuentro fue casual, incómodo, fugaz, no duró apenas cinco minutos, es difícil saber qué decir en estos casos, o al menos a mí me lo resulta. Nunca he sabido hablar de "nada", creo que es todo un arte que se me escapa, ¿y de qué vas a hablar con alguien a quien no tienes nada que decir?. Es evidente que tras el tópico y esperado saludo de "¿cómo te van las cosas?" se produce un silencio incómodo, roto normalmente por una vaga excusa de llegar tarde a algún sitio, alguna cita que espera impaciente en la otra punta de la ciudad o un tren a punto de partir, con lo que se produce una aún más rápida despedida, dos besos apurados mientras se comienza a alejar uno con paso acelerado y cierto desconcierto, murmurando entre dientes una disculpa, recordando otros momentos pasados junto a esa persona en la que sí tuvo cosas que decirle.

Y hablando de todo esto, me he acordado de una vieja canción de Luis Eduardo Aute, "Pasaba por aquí", he estado rebuscando entre discos y viejos cassettes, sé que la tengo por algún lado, pero sólo he sido capaz de encontrar la versión que hizo de ella hará unos pocos años a golpe de cello Pedro Guerra, siempre me gustó esa canción, y me gusta la versión de Guerra, pese a que no me gusten sus dientes.

Suena ahora de fondo, y aparece una imagen que se ha perdido, el chico que pasa como sin querer por delante de la casa de la chica, y también sin poder resistirlo llama al telefonillo. ¿Alguien hace uso ahora de los telefonillos?... Todo debe reducirse a llamadas perdidas y SMS.

"Si yo sólo pasaba por aquí....ningún teléfono cercay no lo pude resistir,pasaba por aquí....."

......sigue sonando el disco, José Mercé cantándole a los buitres que sobrevuelan el alba, y Serrat, debo aplicarme el cuento... "de alguna manera tendré que olvidarte.... y nada más, apenas nada más...."

De vez en mes




Desde hace unas semanas los medios de comunicación vienen recogiendo la noticia de la aprobación en los States de una nueva píldora anticonceptiva que suprimiría la menstruación, y lo que es más importante, sus circunstancias.

Entiendo que a un tiempo surjan voces críticas que pongan en duda sus efectos secundarios, eficacia o consecuencias, pero casi parecería que a nadie le parece una buena noticia. Multitud de expertos, ginecólogos, psicólogos, terapeutas, psiquiatras y articulistas de todo tipo han dado su opinión, pareciendo ponerse de acuerdo en que no supone un gran avance. Decía uno de ellos, creo que era ginecólogo, que para la mujer media española, y decía literalmente lo de mujer media española, no sería de ninguna utilidad, que la rechazaría, que no le encontraría sentido, que nuestra menstruación, la de la mujer media española, insisto, forma parte de nuestra ideosincrasia.

A mí no me han preguntado, desde luego, porque mandaría ahora mismito mi menstruación y mi condición de mujer media española a la mierda. Soy tan feliz y me siento tan orgullosa de ser mujer en esos días como nos muestran los anuncios de compresas... No jodan, y yo no digo tacos, pero esos días son cinco, cada 26, y sino fuera por el bendito ibuprofeno no me levantaría de la cama. Para que luego me venga la insigne Carmen Gómez Ojea a decir que el invento en cuestión no es más que una artimaña del aberrante machismo capitalista imperante para desproveer a la mujer de parte de su femeneidad.

No comment

Porque sos tan fashion




Esta vez le toca a Kevin Johansen. Porque o lo amas o lo odias. Porque ha sacado nuevo disco. Porque se parece al Piojo López. Porque a mí siempre me gustaron los porteños. Porque es un des-generado. Porque se acuerda de Amparo. Porque nació en Alaska. Porque es más de lo mismo. Porque eligió el Sur. Porque me apetece. Porque quiso ser. Porque no es ni Manu Chao ni Jorge Drexler. Porque a mí me encanta y tú no lo soportas.




"Hay mucha gente
Caminando sola por la ciudad
Nadie los mira
Pero vos y yo sabemos que están
Porque te cuesta tanto ver que sos uno más…"

Sos tan fashion

Si la voz de la radio te enamora


¿Patrick de Frutos? ¿Patric D. Frutos? Nunca supe su nombre con seguridad.
Hace tiempo recordaba a Rafa Arboleda, y hoy recuerdo a Patrick de Frutos (que así era como me imaginaba yo que se escribiría su nombre), también desaparecido del mapa (radiofónico) y al que hace al menos diez años que no escucho (¿tanto tiempo ha pasado?).

Me he pasado una buena parte de la mañana buzeando en internet, en ese google que todo lo puede, pero no ha habido suerte, como con Rafael Arboleda otra vez que ha fallado.

P.D. Parece ser que es Patrick D. Frutos...

Jugando en el Ateneo



"I love to be
under the see
in an octopus`garden
in the shadow"

The Beatles




Me pregunto si los Beatles seguirán formando parte de la banda sonora de su vida o tal vez han sido sustituidos por Jonathan Richman. A mí me gustaban más los Stones, y al escuchar canciones como Octopus’ Garden, una de sus favoritas, me reafirmaba en la idea; supongo que la "cancioncita" tendría un significado oculto, que evidentemente a mí se me escapaba, pues yo jamás he entendido la gracia que puede suponer estar bajo el mar a la sombra de un jardín de pulpos.Su Beatle favorito, si la memoria no me falla, era George Harrison, y hablaba de él con tanto apasionamiento como el que utilizaba al discutir sobre fútbol: el Real Madrid, el equipo de sus amores; El Larguero, su programa de referencia. Compartíamos clase de matemáticas, y entre derivadas e integrales él me iba descubriendo ese supuesto maravilloso universo de canciones que Lennon y los suyos construyeron; al mismo tiempo que trataba de averiguar qué tenían de mágico 11 hombres vestidos de blanco corriendo tras una pelota. El día que por fin comprendí lo que era un fuera de juego, recibí mi título de "futbolera oficial", título que por cierto perdí con los años.

Será que ha llegado junio



Deseo contarte una historia. Desearía, de ser posible, contártela única y exclusivamente a ti. Me encantaría que fuera posible hacerlo en voz muy baja, casi en susurros, tratando de evitar indiscreciones.

No te asustes, que esto no es una declaración de amor. No es nada extravagante. Ni tan siquiera es un volumen inédito de paranoias, tú tienes el copyright oportuno y necesario para eso. No hay seres extraños ni fantasmas, ya convertidos en espíritus libres. Hace mucho tiempo que ciertos recuerdos yacen a buen recaudo en cajas de zapatos junto a recortes de periódicos, para abrirlas en tardes de lluvia como la de ayer (lluvia que parió charcos y barro) y no olvidar lo mucho que una ha vivido y lo mucho que aún le queda por vivir.

Me conoces desde hace cierto tiempo, varios años tal vez. Nos vimos algunas veces, sin horarios fijos e incluso hubo un encuentro furtivo. Nos hemos dicho muchas cosas, y a veces pienso que nunca nos dijimos nada.Siempre pensé que nuestra relación, algo parecido a la amistad, se componía de todo aquello que nos hacía soñar y emocionarnos. En ocasiones me daba por pensar que tú y yo hubiésemos formado una buena pareja. A veces bromeabas con la idea, y me decías, E., tú y yo deberíamos estar juntos, y así mutuamente, supongo, lamernos las heridas que otros nos habían causado. Yo siempre me reía y nunca me lo tomaba en serio. Tú estabas demasiado enamorado de ella, me pregunto si aún la recuerdas, y yo, bueno, yo siempre estaba enamorada, aunque en mi caso, sin cambiar de escenario, había multiplicidad de actores, y cuando ahora echo la vista atrás y rememoro estos últimos años, no puedo evitar horrorizarme ante la lista de mis ex. Santa paciencia la tuya cuando me escuchabas tras cada fracaso. Ahora ya puedo decirlo, sentía cierta punzada de envidia cuando te oía hablar de Ella, así, con mayúsculas; siempre presente. Ahora entiendo el por qué de esa envidia, porque a un lado estaba yo, con mi incapacidad para entender el Amor, también así, con mayúsculas. Nunca había sentido nada igual por nadie, y dudo mucho que alguien lo hubiera llegado a sentir por mí.

Además yo no era tu tipo, ni tú eras el mío, aunque eso era lo de menos. Y nos parecíamos demasiado, aún siendo tan distintos. Creo que a pesar de todo nos conocíamos, sabíamos demasiado de las debilidades ajenas, de nuestros puntos flacos, de nuestros odios y carencias. Y en toda seducción se necesita un punto de impostura. Uno en esos casos siempre se mueve en la penumbra, como en un cuadro tenebrista. Con miedo a mostrarse tal y como es. A no adaptarse a los sueños e imaginaciones del otro. Y tú siempre conociste mis miserias. Y a pesar de eso seguías ahí.

Nunca me ha quedado del todo claro qué es lo que yo pinté en tu vida, lo único que si sé es que serías de las únicas personas siendo generosa, y no siéndolo, la única, que hubiera salvado de todo ese tinglado. Sé que eso no significa mucho, y es muy probable que a tí eso te provoque menos que nada, pero la vida es confusa, más lo son sus casualidades, y no pretendo encontrar ningún significado oculto en ellas.
Siento que me han quedado por decirte muchas cosas, o que tal vez dije demasiadas y fueron equivocadas, siempre mirándome al ombligo y quejándome del desastre en que se había convertido mi vida.

Recuerdo la última vez que nos vimos, y lo recuerdo como una especie de despedida, aún sin decirnos adios, tal vez ya no teníamos nada que decirnos, tal vez tuvimos una oportunidad y la dejamos pasar, tal vez yo me equivoqué... y no miro con nostalgia hacia atrás, sino con agradecimiento.

Porque a veces se siente la tentación de vivir en un eterno pasado sin darse cuenta de que lo vivido nunca se va a recuperar y el futuro será siempre otro también recuerdo que te debo esa Pikantus...


P.D. ¿Sabes? Me corté el pelo, creo que si me vieras ahora no me reconocerías... han cambiado tantas cosas...

Todo es muy elástico




Bienvenido al maravilloso mundo de la administración local, autonómica o estatal, que en nada se diferencian si exceptuamos el sueldo y el nombre, y a su pequeño muestrario de horrores.

Sus horarios de 8 a 3 que nadie parece cumplir, aunque yo me pase más de una tarde (y de dos y de tres allí), sus señores directores generales y secretarias de despacho, con sus altos cargos eminentemente masculinos y sus subalternos mayoritariamente femeninos, con los asesores y puestos de confianza ocupados por los tíos, primos, sobrinos y allegados del consejero de turno, esos colegas y sin embargo nunca amigos con los que tienes que sortear las vacaciones de verano antes que ceder y tratar de llegar a un acuerdo en el reparto de las fechas, los sindicatos y su seguiremos informando, más ocupados en descalificarse unos a otros que en resolver los posibles conflictos, sin olvidarnos por supuesto de los compañeros liberados, los sindicaleros, como los llama una colega y sin embargo amiga, los jefes y jefecillos, que haberlos haylos en contra de la creencia general de que los funcionarios no tenemos jefe, y aunque tú no te lo creas dan órdenes y de cuando en cuando te gritan o te cuelgan el teléfono exigiéndote que un determinado expediente debe estar sobre su mesa antes de las nueve de la mañana. Cierto es que muy probablemente llegadas las nueve de la mañana ni se acuerde de que te lo ha pedido puesto que la persona que a él le exigió tenerlo sobre su mesa a las nueve y cuarto, tal vez un Jefe de servicio, al que a su vez le exigió, pongamos un Director general para las nueve y veinte que a su vez fue requerido por la Secretaria del Consejero para las nueve y veintitrés minutos estará reunido discutiendo acerca de nada o tal vez ya disfrutando de su media hora de café, irrenunciable y sagrada, oficialmente a las once, pero que debe ser muy elástica, como le gusta decir a la madre coraje. Que para ella todo es muy elástico, lo divino y lo humano.
Pero por encima de todos estos y de alguno que otro que se me olvida yo destacaría a las operarias de servicio, todo hay que decirlo, por su mala leche, literal y figurada.

En mi centro de trabajo son envidiadas por todas y todos. A saber, tienen un horario ridículo que ellas se encargan de recortar a la hora de entrada y salida, reduciéndolo a un máximo de cuatro horas diarias y no dan palo al agua, que se lo pregunten a las sufridas mangas y puños de mis camisas, o a las arañas que campan alegremente en hermosas telarañas en las cuatro esquinas de todos y cada uno de los cuartos. Eso sí, siempre tienen a mano un ambientador con olor a mandarina que a mí me produce unas tremendas ganas de comer naranjas, y parecería que a lo único que se dedican es a pasearse con el spray en una mano y la fregona en la otra perfumando y perfumándonos. Afortunadamente son escasos esos momentos, porque de esas digamos cuatro horas de estancia en el centro, de trabajo efectivo resultará sólo una hora y media. Será que necesitan al menos una hora para cambiarse y otra para descambiarse de ropa, sin olvidar que la media hora del café es irrenunciable.

Desde un principio yo me sentí irresistiblemente atraída, por oscuras razones (hoy tendré el placer de escuchar de nuevo a Ángel González) hacia su cuarto. Intuía, y no me equivocaba, que allí debía haber algo, ¿A qué se dedicaban cuando se la pasaban allí encerradas?, ¿por qué prácticamente todo el personal del edificio se pasaba la mañana entrando y saliendo de allí?. Un buen día decidí dar el paso y llamé tímidamente a su puerta, me hicieron pasar amablemente, en honor a la verdad en hospitalidad nadie les gana.

Su cuarto parecía el Mercadona, con un completo surtido de bebida y comida. Vino, sidra, cerveza (¿alcohol en el centro y horario de trabajo?), agua y refrescos, café siempre caliente (no preguntes si recalentado ni en qué día está hecho y por supuesto ni se te ocurra mirar la caducidad del brick de leche), convenientemente servido en unas tazas de plástico amarillo, que a mí me dan un yuyu… afortunadamente yo no bebo café, por lo que mi declinación es sincera. Pastas, bombones, pasteles, tartas, restos de celebraciones varias, cumpleaños, santos, bodas, bautizos y comuniones, nacimientos de nietos y sobrinos, jubilaciones. Despliegan un fervor desaforado en todo tipo de celebraciones y tienen un enorme calendario colgado en una pared exclusivamente destinado a anotar este tipo de eventos. Por mi parte a mí aún no han conseguido sacarme ni mi edad ni fecha de nacimiento.En época de castañas organizan auténticos amagüestos asando las castañas en un hornillo multiusos que lo mismo sirve para recalentar el café como para freír el hígado (encebollado, y ahora acabo de darme cuenta del por qué de ese uso continuado y abusivo del ambientador con olor a mandarina) que a alguien le ha regalado a la cuñada del primo de la vecina del cuarto que hizo la tradicional matanza de San Martín en la aldea. Y si el hornillo se estropea siempre hay soluciones imaginativas y alternativas, que yo aún no me he repuesto de la visión de una cazuela de barro con morcilla matachana al calor del radiador. Todo ello hay que añadir convenientemente aromatizado con lejía, Pronto, decapante, ambientador de mandarina y diversos productos de limpieza. Porque no sólo el hornillo es multiusos, sino también el cuarto. Almacén, taquillas y buffet libre en un mismo espacio y a un tiempo. Cuarto de la plancha, en alguna ocasión se han traído la colada de casa, plancha incluida, y se montan en un plis plas una servicio de planchado, tentada estoy de llevarles mi ropa.

Más habitual es el servicio de manicura y peluquería. Como a veces debe fallar el despertador y no debe darles tiempo a alisarse el pelo en casa allí se llevan los bártulos y a la hora que tardan en cambiarse le arañan unos minutos para peinarse y estar debidamente presentables, que nunca se sabe a quién van a encontrarse por los pasillos. Intuyo yo que a poca gente pues los pisan más bien poco.Qué añadir, a mí ya no me sorprende nada después de encontrarme a una haciéndose la cera, sí, depilándose las piernas. Ver para creer.

Yo no suelo participar de sus celebraciones y declino sistemáticamente sus invitaciones, lo único que bebo es de mi botella de litro y medio de agua, pero me gusta visitarlas al menos una vez por semana, para secuestrarles cierta revista de tirada semanal, que no nombraré aquí, el último de mis vicios vergonzosos e inconfesables.

Cuando hoy acudí puntualmente a mi cita de todos los jueves las encontré especialmente alteradas y en reunión asamblearia. Como medida de presión para reivindicar no se qué estaban decidiendo, por unanimidad, que se limitarían a ¿limpiar? (digamos perfumar) exclusivamente los pasillos por donde pasan los usuarios y no debajo de nuestras mesas y sillas, eso es de nuestra competencia, que todo es muy elástico.Para V., la madre coraje.... por cierto, mi cumpleaños es el 13 de junio.

Declaración de intenciones





Le confesaré algo y no añadiré eso de "ahora que nadie nos oye (ni nos lee)"... acá, entre nos... ¿Tengo yo cara de interesarme por el cine estonio? Oiga, tal vez usted dirá que sí, que la tengo... pero le aseguro que la tenga o no, no la tengo, y que el cine estonio me interesa menos que nada... Lo que me interesaba era obviamente... otros intereses... la vida es muy dura en ocasiones, a la par que ingrata, y si se cruza en tu camino quien se cruza y te lleva de la mano pretendidamente original... sí, amor mío (lo de amor mío es de cara a la galería, nunca he pronunciado semejantes palabras, al menos no en ese orden) en versión original y sin subtítulos, que no me gustan las palomitas...

La canción de la semana




No hace mucho descubrí el modo de subir canciones a mi blog e inmediatamente me entró la fiebre por ello. Mi idea inicial era asociar una canción o un vídeo a cada uno de mis escasos posts, los escritos y los futuros; pero como toda fiebre, fue pasajera y pronto me aburrió.

Sin embargo permaneció la idea de colgar cada semana una canción distinta.

La primera en alcanzar tal honor fue Read my mind, de The Killers. Canción que descubrí en un bar hace unos meses cuando sonaba de fondo entre risas y cervezas. Me transmitió tan buen rollo que me enganchó de inmediato. Ocupó ese puesto durante algo más de una semana y fue sustituida por Meravigliosa creatura, de Gianna Nannini.

Cuanto le deben a la publicidad algunas canciones, pese que a algunos, como a Tom Waits, no parezca gustarles que se use su música en los anuncios. Y vaya si era bonito aquel anuncio de Audi con una más que preciosa versión del Innocent when you dream. En todo caso acabó en demanda. Y aquel otro anuncio de ¿Nescafé?, la dulce y susurrante voz de Carla Bruni y su Quelqu'un m'a dit.

Ahora le toca el turno a Gianna Nannini, rockera italiana de voz rota poco conocida en España y que yo recordaba de mis años alemanes, donde tuvo su etapa de gloria. En no se qué anuncio de coches se utiliza una versión un tanto dulcificada de esa Meravigliosa creatura.

A su vez a la signora Nannini la ha sustituido Ariel Rot(henberg), hermano de Cecilia, cuñado de Fito, ex-cuñado y colega de Calamaro. Ese tipo por el que no parecen pasar los años ni las canas. Mucho mejor (para mí siempre será Hace calor) de Los Rodríguez, en curiosa versión a ritmo de bandoneón, casi irreconocible, compartiendo micrófonos con el hermanísimo Calamaro (Javier).

Muy poco musicales están resultando estos últimos días pero firme candidato para la semana que viene tal vez sea Kevin Johansen, que acaba de publicar nuevo y recomendable disco, sino eres de los que lo odia a muerte, porque a Kevin o lo adoras o lo detestas.

Ciencias o letras




Cuando yo estudiaba el extinto B.U.P. todo era muy simple, eras de ciencias o de letras. Los exiliados de las matemáticas no dudaban ni un segundo en su elección y a los demás nos aleccionaban con la manida frase "esa carrera no tiene salida" para tratar de orientarnos. El catálogo de carreras que ofrecía mi pequeña ciudad del norte era moderadamente limitado y curiosamente, la mayoría de esas no way out eran carreras de letras.

A mí se me daban bien las matemáticas, la física, la química, y además, me gustaban. Pero también me sentía atraída por la historia, la geografía, el arte o la literatura, incluso el latín, aun recito de memoria amo, amas, amare, amavi, amatum y demás. Y creo que esta última inclinación era más fuerte. Pero ni modo, tu capacidad, intelectual, se desperdiciaría en una carrera como Historia del arte, Filosofía o Filología. Circulaba entonces la idea, al menos circulaba en mi colegio (de monjas), que las carreras de letras competían en la segunda división de la enseñanza y que una media de sobresaliente estaba destinada a la ciencia. Sin mucha convicción y menos vocación, vocación que a día de hoy sigo sin encontrar, acabé matriculándome en una de esas carreras técnicas y modernas. Lo único que tenía claro es que tras el COU quería ir a la universidad, vivir fuera (de casa de mis padres) y recorrer el mundo, sin olvidar de hacerme la promesa de que algún día en un incierto futuro estudiaría una de esas "inútiles carreras", tal vez filosofía o filología árabe.

La promesa, como buena promesa, se me olvidó bien pronto, tan ocupada como estaba en organizar mi vida fuera, las clases en la universidad y recorrer el mundo, al menos una pequeña parte de él, al margen de la agotadora tarea de convencer a mis compañeros de pupitre, mayoritariamente hombres, que yo podía ser tan mona como las estudiantes de derecho. La facultad de derecho era el centro neurálgico del ligoteo y todo futuro ingeniero que aspirara a serlo tenía que echarse una novieta (o dos o las que pudiera) entre sus monísimas y siempre impecables estudiantes. No lo conseguí, yo siempre fui la colega, y me resigné a compartir juergas y partidas de mus en la cafetería de la vecina (y rival) Escuela de Marina Civil, en nuestra escuela se habían prohibido los juegos de cartas.

Años después recuperé la idea y sistemáticamente año tras año ocupaba un lugar preferente en mi lista de propósitos de año nuevo, y mi año nuevo siempre comienza en septiembre, como cuando era chica y ese mes era el del la vuelta al cole.

Este pasado otoño la idea fue fiel y puntual a su cita anual, y ostenta sino el primero creo que el segundo puesto de la lista de propósitos destinada al olvido. He decidido firmemente llevarla a la práctica, para algo sirve la UNED, ¿no?.

La vaina ahora consiste en decidir qué carrera estudiar, o más que estudiar, en qué carrera matricularme, que lo de estudiar está por ver. Me fui derechita a la página web de la Universidad a distancia y al margen de lo poco clara y engorrosa que resulta, primera decepción, la oferta de titulaciones tiende a ser bastante escasa. Pese a todo, estoy decidida. ¿Filosofía?. Tal vez Políticas.

Realidad o ficción




Hace un incierto número de años me enganché a un blog que se convirtió en lectura diaria obligada. Las tribulaciones de un asturiano en Londres (ahora en Amsterdam), tristemente (al menos para sus lectores) abandonado desde hace unos meses por su autor. En su post de despedida (es de los que se despiden, no de los que lo hacen desaparecer sin más, como echaré de menos En busca y captura, y tampoco de los que un buen día sin previo aviso dejan de actualizar), éste aseguraba firmemente, por si alguien lo ponía en duda, que todo lo que contaba en él era la pura verdad. Como si este dato fuera de suma importancia, no fuera a creerse nadie que lo suyo era puro teatro (que pa'eso ya está la canción).

Dicen (y escriben) por ahí que el mejor blog que nunca se ha escrito fue Diario de una mujer gorda, que acabó plasmándose en un libro, desconozco si con tanto éxito de público y de crítica. Lo cierto es que aquel diario no era tal, todos entendemos un diario como la transcripción más o menos fiel de los avatares cotidianos, y en este caso, nada que ver, pura (y deliciosa ficción) y la autora (la supuesta autora, Mirta Berlotti) no era autora, sino autor (un escritor argentino de nombre Herman Casciari).

Ese comentario es frecuente en muchos blogs, "lo que aquí se cuenta es verídico, se basa en hechos reales, circunstancias y lugares, personas y nombres." como si éso tuviera importancia para el futurible lector. A mí al menos me importan un carajo las verdades o las mentiras que se cuenten, mientras me atrapen, pero parece que es de suma importancia no caer en la impostura, al menos en la aparente.

Y tú, ¿cuál elegirías?




Mañana laboral especialmente ociosa la de hoy. Rencillas varias entre los colegas, el tema estrella es la rebelión de las limpiadoras que se niegan a limpiar no se qué (una vez más y ya he perdido la cuenta de sus medio huelgas); fútbol, ¿aguantará el Madrí como líder hasta el final?; política, elecciones municipales y autonómicas, la nueva mayoría de GaVino, pese a que todos aseguran no votarle, y mi tremenda alegría por enviar al paro a mi querido alcalde (en funciones y en breve ex), aunque no pueda demostrarla delante de mi jefe, exconcejal y mentor del por entonces, hace 12 años, vendedor de seguros y actual, 12 años después, regidor de mi ayuntamiento y presidente de no se qué asociación de concejos. Agotados pues los temas de rigor llegamos a algo más interesante, del que obviamente todas mis colegas se retiran excepto la Viudita alegre, muy puesta ella en literaturas varias. ¿Cuál es el mejor inicio de un libro que hayamos leído nunca? Ella se lo tiene que pensar, a mí de inmediato me vienen dos textos a la memoria, y si quieres te lo recito en inglés (teníamos al Drexler de fondo), no sabría cuál elegir, me quedo con los dos.



Obvio que uno serían las frases iniciales de Diablo guardián de Xavier Velasco:

"Ave María Purísima: me acuso de ser yo por todas partes. O sea de querer siempre ser otra. Y hasta peor: conseguirlo, ¿ajá? Me acuso de bitchear, witchear y rascuachear, de ser barata como vino en tetrapak, y al mismo tiempo cara, como cualquier coatlicue traicionera. Me acuso de haber robado, no una ni dos veces sino a toda hora y en todo lugar, como chingado pacman cocainómano. Me acuso de acusar al confesor por mis pecados, y de haberlo nombrado Demonio de Mi Guarda sin siquiera explicarle la clase de alimaña que estaba contrayendo. Porque a mujeres como yo no las conoces; las contraes. Como los matrimonios y las enfermedades y las deudas. Ay, mi Diablo Guardián: Dios te lo pague. " [...]



E igualmente obvio:



"No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados". [...]



No creo que necesite presentación.

Cohen vs. González




"I choose the rooms that I live in with care,
the windows are small and the walls almost bare,
there's only one bed and there's only one prayer;
I listen all night for your step on the stair."

Tonight will be fine

Hablaba esta tarde con un amigo, o más bien discutía, sobre música y gustos musicales. Sí, hoy entre mis temas de conversación hubo más que detenciones de folklóricas. Como estábamos francamente aburridos y justo cuando nos disponíamos a salir a la calle comenzó a llover decidimos volver a nuestros cómodos asientos del Café Oriental. Agotados nuestros respectivos temasdeldía, vida laboral y sentimental y no necesariamente por este orden y al hilo de una canción que sonaba de fondo recordamos uno de nuestros absurdos juegos, que no tiene nombre propio pero que viene a ser una búsqueda del origen de una determinada canción en otras canciones. Es decir, en quién se ha inspirado el compositor o más bien directamente a quién ha plagiado.

Por ejemplo yo afirmo muy solemnemente que Sabina no es más que una versión mejorada y comercial de Javier Krahe y éste a su vez de Brassens. Comentario que le ofende en lo más profundo pues él venera el suelo que pisa y el aire que respira el flaco de Úbeda.

Todo esto viene a cuento porque releía los periódicos atrasados de esta semana en el trabajo hoy y en una noticia pequeñita de las últimas páginas se decía que Suzanne, la mítica canción de Leonard Cohen, cumplía 40 años. Literalmente decía, “Suzanne, esa loca que recorría la orilla del río de la mano de Cohen”. Me entraron ganas de recuperar a Cohen, al que tengo muy abandonado y recordé que tenía en casa un DVD a medio ver, una especie de documental que muestra un concierto homenaje que se le hizo, "I’m your man". Así que esta noche mientras cenaba frente al televisor (una vez más) ví la segunda parte y descubrí una versión maravillosa de una no menos maravillosa canción, “Tonight will be fine” a cargo de un adorable Teddy Thompson, el mismo que se encargó de parte de la banda sonora de Brokeback mountain junto al sin par Rufus Wainwright. Escuchando y rescatándola del olvido tuve una revelación.




"Inventamos mareas
tripulábamos barcos,
encendía con besos
el mar de tus labios.

Y toda tu escalera."

Aunque tú no lo sepas

Cortar o no cortar



Hay gente que posee una personalidad arrolladora, una gran simpatía o simplemente encanto. Otras, a lo Barbara Streisand poseemos una característica física que en ocasiones llega a anularnos por completo.Hay quien dice que la nariz de Barbara Streisand lo dice todo acerca de su persona, y la susodicha debe opinar lo mismo, porque hace gala de ella orgullosamente y aprovecha todas las oportunidades que se le presentan para presentar su perfil en las fotos.En todo caso a mí francamente la Streisand me parece una petarda, como cantante y no digamos como actriz. Ni en “Tal como éramos” la perdono. No quiero hablar de ella, ni de su hermosa nariz judía, que sin duda lo es, sino de mí, o para ser más exactos de mi pelo. Que viene a ser lo que la nariz a Mr. Streisand. O más bien venía a ser, porque me lo corté.

Yo tenía un pelo absolutamente indomable, y como siempre he pensado que la naturaleza es sabia, la dejé hacer. Quiero decir que tenía una larga melena, rizada y de color impreciso que dependiendo de mis cambios de humor oscilaba entre castaño-rubio-pelirrojo. En más de una ocasión escuché: “no te cortes jamás el pelo, no cambies de peinado, dejarás de ser tú”. Y sin creérmelo del todo hacía caso, no fuera a convertirme en Sansón.Pero un buen día me apeteció cortarme el pelo. Cortármelo de verdad, a lo garçon, que dirían los pedantes. Así que me senté frente a Manolo, el peluquero al que semanalmente acude mi hermana y yo muy esporádicamente, y le dije que quería “cortar”. Él se horrorizó y no cortó. O bueno, sí, pero sólo un poco, y salí de allí con una media melena ridícula.Cuando llegué a casa recordé que una de mis compañeras de trabajo siempre presumía de cortarse y teñirse el pelo ella misma en casa, y fuera cierto o no, tiene un corte impecable y su rubio, aunque de bote, parece natural. Si ella puede, yo también. Y cogí las tijeras. El desaguisado me llevó directamente a la peluquería, a otra peluquería, me daba literalmente vergüenza que me vieran con ese aspecto en mi peluquería nohabitual y finalmente si conseguí cortarme el pelo. No había más alternativa.

No sólo no perdí la fuerza, sino que me encontré increíblemente guapa, diferente, cambiada, más joven. Alguien me dijo que parecía tener quince años, cuando tenía exactamente el doble.Aquel cambio fue exactamente hace un año. Tuve que someterme a la rutina de visitar todos los meses la peluquería o incluso cada tres semanas porque mi pelo crece a una velocidad endiablada y lo cierto es que aunque me sigo gustando en el espejo cada vez que me cruzo con una melena pienso, yo tenía una así, al menos los fines de semana y fiestas de guardar, que era cuando la soltaba a lo leona de la Metro, mientras que los laborables tenía un estilo más Elena de Borbón, una mujer a su larga trenza pegada. Desde que lo descubrí yo también me hice incondicional de ese peinado.

Y ahora viene mi dilema. Hace dos meses que no me corto el pelo. Me ha dado por dejarlo crecer. Me temo que me esperan por delante meses de tortura hasta tener un aspecto medianamente decente a pesar de la rapidez que se da mi pelo en crecer. Quiero tenerlo largo, pero me gusta más como me queda corto. Quiero que me crezca, pero no me gusta mi aspecto mientras lo hace (sí, las extensiones son una opción, pero no me convence). Y entre tanta duda ya he vuelto a pedir cita en la peluquería.

P.S. Manolo, el peluquero, de cuando en cuando se transforma en Nel, y se pone al frente de la Col.la Propinde (léase "cochá"), ya puestos a promocionar el folklore local...


Mokomitas

No son precisamente fabulosos, pero lo prometido es deuda... y son de mi pueblo... y tengo cierta debilidad hacia ellos... y... el resto me lo callo... al menos por el momento.





Reencuentro/desencuentro




Hay muchos tipos de reencuentro con tus ex, la mayoría de ellos muy poco dignos, al menos para la que suscribe. No suelo ser amiga de mis exnovios, amantes o lo que hayan sido, por no ser no soy ni amiga de mis amigos (me parece una completa idiotez). Así que cuando el azar o la alevosía, que nunca se sabe, nos cruzan no se cómo comportarme o de qué hablar, sin encontrar el momento exacto y oportuno para cortar la noconversación y despedirme con un incierto hasta la próxima sabiendo que al menos por mi parte no hay deseo alguno de que se de esa próxima vez.

El último de esos encuentros/desencuentros lo tuve esta madrugada, a una hora incierta del sábado en un pueblo (grande, pero pueblo al fin y al cabo) con mar y después de un concierto.

Iba acompañado del que por aquel entonces y supongo que todavía ahora, era su mejor amigo. Y es que yo siempre juego al 2x2 pero elijo el uno equivocado. Me equivoqué entonces y sigo haciéndolo ahora. Teniendo en cuenta que en este tipo de equivocaciones, con mejores amigos por el medio, rectificar no sólo no es fácil sino imposible y lo único que nos queda es batirse en retirada.

Así que anoche tocó reencuentro/desencuentro y tras los titubeos de rigor, me ha visto no me ha visto, saludo no saludo, huyo y me escondo o me voy directa a ellos, finjo no haberlos visto o les lanzo la mejor de mis sonrisas, vinieron los saludos, las presentaciones, los ¿recuerdas a?, etc, etc… y todas esas cosas que se dicen en estos casos cuando no hay nada que decirse (y menos ganas aún). Hablamos mucho y no hablamos de nada. Bebimos mucho. Necesito estar ocupada cuando no tengo nada de lo que hablar, y tener algo en las manos, un vaso o un botellín de cerveza, es una buena alternativa. Hablé yo de mi trabajo, mucho, de mis desgracias laborales y de mis más aun desgraciadas colegas, que siempre es un buen tema y dadas mis actuales circunstancias no deja de resultar divertido. Pregunté por su perra, tenía una dálmata preciosa llamada Laika, que fue lo único que eché de menos cuando lo nuestro se acabó. El mejor amigo aunque presente en casi toda la conversación no intervino apenas y mis acompañantes habían desaparecido misteriosamente. Tras dos horas largas por fin nos despedimos. Él no parecía tener prisa por desparecer y aguantaba estoicamente y con sonrisas varias mi discurso (laboral) de modo que yo no encontraba momento de callarme. Tal vez porque no tenía ninguna otra cosa de la que hablar y ese tema parecía incluso interesarle. Pero yo estaba ligeramente borracha y en proceso de acabar completamente.

Cada vez me costaba más descifrar su acento, que tanto me fascinó y ahora me horrorizaba, hubiera necesitado a un buen intérprete.

Por fin me vi libre, y sola como quedé, mis acompañantes se habían batido en retirada hacía mucho tiempo, me fui a casa, directita a la cama. Dormí poco, unas tres o cuatro horas. Me despertó el teléfono móvil. Un SMS del noruego. Tuve que leer y releer el mensaje, todo lo extenso que puede ser un SMS, para entender primero qué decía, me cuesta horrores descifrar todas esas abreviaturas, y después qué quería decir. Se disculpaba. Volví a leer y releer. Había encontrado un anillo, mío, perdido supuestamente en su casa en el principio de los tiempos. ¿Precisamente esa madrugada? Si quería recuperarlo le avisara. ¿Pero de qué me está hablando este romano si nos hemos visto hace tres horas y hacía año y medio que no nos veíamos? Lloré (de forma figurada) y mucho por aquel anillo, de hecho en su momento lo que me dolió fue la pérdida del anillo, no nuestra ruptura, al fin y al cabo fui yo quien le dejé. Y ahora, que me había olvidado de él y del anillo, aparece de nuevo.

Francamente, no tengo ni la más mínima intención de recuperar ninguna de las dos cosas.

Esos pequeños detalles


Siempre le he llamado Mr. Holmes. Él se lo toma entre risas varias y nunca tuerce el gesto sin acabar de comprender del todo que el apodo se debe a que es igualito a Basil Rathbone. Aunque afortunadamente a él no tenga que explicarle quién es, o era, Basil Rathbone, porque lo que más me gusta de él es que siempre me escuchao fingiendo más que bien que me comprende y sabe en todo momento de qué o de quién estoy hablando.

Mr. Holmes y yo nos conocemos desde hace un buen puñado de años cuando una amiga común se empeñó, sin éxito aparente, en emparejarnos. A él lo acababa de dejar su noviadetodalavida por su mejor amigo, y a mí, no recuerdo, pero imagino que alguien me habría acabado de dejar, por aquel entonces todavía me dejaban. Y ella debió de pensar que era una buena oportunidad de juntar dos nuevas soledades. No sé que es lo que le diría a él para convencerle, porque nunca me ha parecido el tipo de hombre que se someta alegremente a los experimentos de una particular celestina, en todo caso si recuerdo que a mí tuvo que rogarme y rogarme, una cena, sólo una cena, que él invita, que necesita caras nuevas, que alguien le escuche. Vamos, que al final acepté cuando acabé creyéndome que yo era su salvación y que me necesitaba a mí, justo a mí, para olvidar el trance de haberse encontrado a su amigo y a su chica, juntos, revueltos y en su cama. No hay nada como apelar a mi ego para convencerme de algo.

Ella le dio mi número y así comenzó el baile de llamadas y acuerdos/desacuerdos sobre cafés, cenas, horas y lugares propicios. Supongo que quedaríamos un viernes, tal vez un jueves, ya no lo recuerdo. Estos últimos siempre han sido ideales para esas citas inciertas, te aseguras por un lado que el fin de semana te quede “libre” por si resulta un encuentro aburrido, sin intención de repetir y por otro, si resulta bien siempre está a mano la opción de volver a verse el sábado, nunca el viernes, demasiado seguido y precipitado. Lo cierto es que fuera el día que fuera nos encontramos, nos caímos bien al primer golpe de vista y no nos resultó difícil encontrar de qué hablar. Era lo suficiente encantador como para que la tentación de salir corriendo a las primeras de cambio fuera desechada. No me aburrió en ningún momento con su charla y no sacó a relucir el tema que según nuestra celestina particular le atormentaba, a saber, su exnovia, tema para el que yo estaba perfectamente preparada con un par de discursitos acerca de la fragilidad del amor y fidelidades varias. Debo confesar que me sorprendió no encontrarme con el típico renegado post-fracaso amoroso y si sin embargo con un bebedor insaciable de tequila que a las siete de la mañana aun se mantenía en pie y conservaba la coherencia, el equilibrio, la conversación y el sentido del humor.

Resumiendo, que Mr. Holmes me ganó para su causa, lo suficiente como para romper mis estúpidas reglas de no quedar dos días seguidos con el mismo tipo tras una primera cita y decidimos volver a vernos la noche del viernes, es decir, tan sólo unas pocas horas después de nuestro primer encuentro. No tenía pinta de ser el hombre de mi vida, pero era lo que yo llamaría un buen proyecto.Horas después, mismo lugar, misma hora. Probablemente menos incertidumbre y más expectativas. Dos besos de rigor tras mi más que considerable retraso y hace una cerveza. Local pequeño, atestado de gente, demasiado calor, se quita la cazadora o la prenda de abrigo que llevara en ese momento, no recuerdo, era invierno. Mi vista se nubla y por momentos no veo o no quiero ver lo que veo. Su atuendo, lo que lleva puesto. Indescriptible, camisa de franela a cuadros, de esas que yo llamo de leñador, por encima, chaleco de lana, verde oscuro. Un horror, un auténtico horror, un espanto, más que eso, un atentado contra el buen gusto, una tragedia griega. El fin, y yo que he jurado siempre y de corazón que lo que importa es la belleza interior reniego ipso facto de todas las veces que con convencimiento me lo repetí, pero con el matiz de que la apariencia física debe ser el reflejo de esa bella interioridad en forma de un corte de pelo o unos J. Choo; pero en un chaleco de lana verde, no, nunca. Seré una fashion victim, de la moda ajena, especialmente, pero es que ese chaleco no se lo hubiera perdonado ni a Steve Mcqueen. Apuré la cerveza de un trago y decidí pasar a la cena lo antes posible mientras planeaba mi huida, un dolor de cabeza, una llamada inoportuna, unos tacones imposibles.

A pesar, muy a pesar del chaleco y de sus camisas de leñador Mr. Holmes me ganó, no esa noche, obviamente, y sólocomoamiga. Y nos vimos, y nos vemos muchos otros jueves, pero eso sería otra historia. Y esos pequeños detalles, unos cuadros fuera de sitio o un verde que emborracha hicieron que no fuera lo que tal vez debió haber sido.

P.S. Nunca más volví a verle con ese chaleco verde musgo, pero ya era demasiado tarde... y no hubo vuelta atrás.

Sin luz con Rafa Arboleda



"... ya tengo por fin en casa el telescopio japonés.
Es el último modelo.
Ideal para mi nueva perversión.
La causa de mi desvelo.
Mi vicio inconfesable.
La conducta más reprobable.
No sé lo que me pasa últimamente.
No dejo de espiar a mi vecina de enfrente..."


Hoy me he acordado y no sé muy bien por qué de Rafael Arboleda, o Rafa Arboleda. Era un locutor de radio que con una seductora voz combinaba las ondas radiofónicas con la publicidad; aún resuena en mi cabeza su voz en un anuncio de la ginebra Larios y habrán pasado unos 12 o 13 años desde las veces en que su voz acompañaba mis primeras noches de estudio universitario. Eran tiempos en los que aún escuchaba la radio.

Creo recordar que la primera vez que escuché su voz fue en el programa La Jungla, de Cadena 100, con un Abellán por aquel entonces inspiradísimo y acertado. Y no deja de ser curioso que hace poco descubriera una noche luciendo palmito en la televisión autonómica del Principado (de Asturias), la TPA (todo por Areces) a un tal Alfredo García, que en su momento también formó parte de la fauna junglera. Aunque hoy resulte difícil de creer la Jungla era entonces y estoy hablando aproximadamente del año 94, un programa innovador e irreverente. Al menos a mis oidos bastante inexpertos en cuestiones radiofónicas en particular y en la vida en general (aún no conocía a Gomaespuma y eso que llevaban ya más de 15 años en el medio).

La definición que mejor le cuadraría a Arboleda era la de tremendo reloco, que diría Andrés. Anárquico, sin orden ni contenidos (ni concierto). Brilló con luz propia en las madrugadas con un programa que se titulaba "Enciende la noche" y creo recordar que aunque pasó por varias emisoras él mantenía el formato del mismo, cual el sempiterno Luis del Olmo y su "Protagonistas". Acabé perdiéndole la pista, tal vez fui yo quien dejó de escuchar la radio.

Viendo en TVE al resucitado para los medios Jesús Quintero tras su largo exilio andaluz me viene a la memoria que tal vez el estilo de Rafa Arboleda era precisamente el de Quintero. A saber, protagonismo absoluto de los silencios, interrumpidos de cuando en cuando por canciones, monólogos y delirios varios donde siempre había chicas, cigarros y cervezas, el clic del zippo al encenderse, el sonido de su respiración o el exhalar al expulsar el humo del tabaco mientras murmuraba, qué calor.

Recuerdo sus susurros pegada a la radio con la certeza de que era a mí únicamente a quién se dirigía. Conseguía que el oyente, la oyente, se sintiera protagonista absoluta de sus delirios y discursos.

Pero lo que todas esperábamos impacientes noche tras noche era una sección, por llamarlo de alguna manera, que a hora incierta y sin previo aviso se colaba en nuestros cuartos. Un juego un tanto pueril al que todas sucumbíamos. Sonaba una vieja canción "Espiando a mi vecina", de un Pingüino en mi ascensor (un grupo un tanto estúpido que vió la luz al amparo de la hoy magnificada movida madrileña) y todas y todos debíamos encender y apagar la luz del flexo 3 veces seguidas con el objetivo de vislumbrar a algún vecinito o vecinita, allá con los intereses de cada cual, en el vecindario.

Me encantaría decir que en una de esas noches vi encenderse y apagarse una luz al mismo tiempo que la mía, a través de la ventana, pero no fue así. Las únicas que entraban en el juego eran las de mi propio edificio, a la sazón una residencia de estudiantes, plagada por tanto de chicas insomnes enchufadas a la radio. No sirivó nunca como reclamo para atraer a algún vecino, sino a un exhibicionista que le cogió querencia a visitarnos noche tras noche. Pero ésa es otra historia.


Confidencias a medianoche






La primera llamada que recibí el día de año nuevo fue de Mar (la primera y la última, porque tras la suya apagué el teléfono, odio esos sms que se cuelan como virus en esos días).

Nos vemos tan poco y tenemos tantas cosas que contarnos que nos pasamos horas y horas al teléfono. Soy poco comunicativa y muy poco dada a hablar de mis vicisitudes pero cada vez que la tengo al otro lado del teléfono se me acumulan uno tras otro en una especie de lista mental todos aquellos temas de los que tengo que hablarle, y ella, bueno, expansiva por naturaleza, como buena gaditana, siempre tiene algo que decir. Así que nos interrumpimos la una a la otra, ejercemos nuestras peores maneras y saltamos de un tema a otro, en realidad siempre son los mismos: estado sentimental, laboral, familiar, social y vuelta al estado sentimental, para terminar, siempre, haciendo repaso a todos y cada uno de los conocidos comunes.

En una de cada cinco llamadas ella acaba llorando La llamada en la madrugada del recién inaugurado año no era la quinta desde el último llanto telefónico, pero lo hubo, tal vez año nuevo, estadísticas nuevas.

No me atrevería a calificar de pueriles los orígenes de esos llantos, en todo caso poco importa que sean la emoción, la pérdida, la rabia o la alegría desbordante lo que los provoquen.

Recuerdo que la primera vez que escuché su llanto a través del teléfono también fue durante una llamada navideña, las primeras Navidades desde que nuestros destinos se habían separado, ella volvió a su Sur y yo regresé a mi Norte. El motivo era demasiado tópico como para reproducirlo aquí, al margen de que “aquí” tampoco debe tener cabida el innombrable, el suyo, tal y como le prometí solemnemente ante una taza de Glühwine que me abrasaba las manos, otros se hacen hermanos de sangre mezclando las respectivas, nosotras para juramentos solemnes utilizamos el Glühwine, el origen de esta ceremonia es francamente incierto al margen de ser terriblemente engorroso dada nuestra afición a prometer, que crece exponencialmente desde que hemos cumplido los 30, en casi todo momento y lugar, con la consiguiente imposibilidad en la gran mayoría de los casos de tener una botella de Glühwine a mano.

La última llamada siguió el esquema habitual, adaptado a las circunstancias, que fuera Nochevieja para ella, Silvester para mí. Una a orillas del Atlántico en los Caños y la otra a casi 10 bajo cero y con un entusiasta teniente-coronel de la Bundeswehr (increíble que R* a sus 38 ya tenga esa graduación) y su colección de petardos y fuegos artificiales. Debo tener en cuenta para los años venideros a la hora de elegir el lugar donde despedir el año que en él la explosión de todo tipo de artilugios no sea preceptivo en orden a la “tradición”, prefiero atragantarme con las uvas puestos a elegir.

El repaso habitual, los que están y los que fueron, incluidos los innombrables respectivos, el suyo y los míos…

Se llamará Jimena, la niña de Oli y Chris, en febrero, Naty ha sentado la cabeza con la polaca y se van a comprar un adosado en Erlangen, Laura ha cumplido un año y Jan y Ali ante tal avalancha de nacimientos, embarazos y partos parece que quieren tener un hijo, Quela y Waltraud siguen en San Diego, pero la segunda ya ha anunciado su regreso, Antonio llama de cuando en cuando, Paula sigue en Santiago y Alex en Monterrey, ayer me emborraché con las Carolinas, Alex se va a Australia, el padre de Fabian se ha arruinado, la tercera Carolina y Jens, bien gracias, Cata sigue siendo una especie de Frau Doktor House, etc, etc… ¿no sabes quién ha llamado?... ¿Increíble, verdad?…

Y al final, invariablemente, la pregunta de siempre… ¿has sabido algo del mexicanito lindo?... No… Y le cedo la palabra de forma un tanto forzada, nunca me queda claro si ella se da cuenta, supongo que sí, es una mujer inteligente… en todo caso toma la palabra elegantemente y me cuenta, que nos echa de menos, que te echa de menos, que el trabajo en el banco la aburre, que se siente prisionera en su torre de cristal, que fue su elección…

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