miércoles, enero 19, 2011

V

Fue tras una noche en la ópera, tequileando entre amigos. Más tarde llegaría descubrir el cuitlacoche; bien djo L. que podrían pasar perfectamente otros 40 años sin probarlo. Confesar que mi primera impresión fue la de ser un repelente; claro que yo soy tan voluble que tengo no menos de cinco primeras impresiones distintas, y mi naturaleza caprichosa tiende por tanto a quedarse con la que más conviene a las circunstancias. Renombrar las calles de Brooklyn y Sintra con acento chilango y hacer un repaso por todos y cada uno de los estados de la república visitados, mientras M. nos cuenta entre sonrisas que fue un navajazo, no más; cortesía de tres viejas que la atracaron. Es lo que tienen los reencuentros, supongo...

Iba a ser un sueño, pero era (es) mi vida




Aquella noche en el Savoy me sentí culpable. Fue de pronto y por escasos segundos, pero lo hice. Y por eso me disculpé, o algo parecido; más por mí que por él. Aunque ahora que lo pienso no encuentro motivo alguno para haberlo hecho. Y es curioso, porque de cuando en cuando vuelve a sucederme... miro hacia otro lado y estar ahí sin estar. Aunque puede que ya no me importe, o sí, y ya sea lo de menos, que al fin y al cabo un mes ya es tiempo para tener en cuenta, ¿verdad?...








P.D. Montgomery Clift

Hasta aquí he llegado



Hace dos noches le pedí que no me rompiera el corazón.


Él, por supuesto, juró que no lo haría...


De inmediato me di cuenta de lo absurdo de mi petición... yo no tengo corazón.



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