viernes, mayo 28, 2010

Ayer veía en un cine "Sex and the city 2"... A lo mejor se trata de eso, de no tomarse nada absolutamente en serio (ni todo lo contrario)...

lunes, mayo 24, 2010

Le rouge et le noir ne s'epousent-ils-pas?



En estos tiempos en los que hay que conformarse con abrir el Trola (léase el Hola) y encontrarse con el careto de la señá Duquesa (de la casa de Alba de no toda la vida), a su ubicuo funcionario y a su progenie o la autoencumbrada princesa del distrito madrileño de San Blas; una tiene que desintoxicarse con el Paris Match y similares. Qué tiempos aquellos en los que quienes rellenaban sus páginas de colorín eran las casquivanas princesas de Mónaco (antes de dedicarse al circo) y su divina madre; todas las casas reales (venidas a menos) habidas y por haber (Romanov incluidos); la repudiada princesa de ojos tristes y su sustituta; los Windsor, adláteres y agregados; siendo la (cuasi)única aportación patria la de Naty Abascal, que al menos tenía el buen gusto de ir de Oscar de la Renta y la de la filipina de profesión sus labores (la peliteñida Gunilla no cuenta). Así que, cómo no agradecer que de allende los Pirineos nos lleguen cotilleos e infidelidades varias con la marca del glamour por bandera. Y el último protagonista, cómo no podía ser de otra manera, es una de mis debilidades, Bernard-Henry "no sin mi camisa blanca abierta hasta los límites de la decencia" Lévy, de profesión ¿filósofo?; del que obviamente no he leído (ni intención tengo) ninguno de sus libros, lo cual no es óbice para adorarlo. Porque, cómo no adorar a alguien que afirma sin complejos "Je suis un superstar" , extasiado por haber descubierto un nuevo tono de gris para su pelo. Porque Dios habrá muerto, pero su pelo está perfecto (el de Bernard-Henry, se entiende).

Acá referencia fotográfica del susodicho poniendo cara de malo:




Intuyo que muchos de ustedes no saben de qué les hablo (y menos que les importa, imagino). Así que les pongo en antececentes y vamos a lo que importa. Bernard-Henry "no sin mi camisa blanca abierta hasta los límites de la decencia" Lévy está casado en terceras nupcias con la barbie geriátrica, digo actriz francesa (el concepto no es patrimonio de Anita "la fantástica" Obregón) Arielle Dombasle (aunque de francesa tenga lo que yo, puesto que nació en Connecticut); a la que hay que reconocer un pasado profesional decente (Pauline à la plage), pese a sus incursiones en Miami Vice (ya saben, la de Don Johnson, el ex de Melanie Griffith, la hija de Tippi Hedren, la de los pájaros).

Acá la pareja en tiempos suponemos que felices aunque sus caretos (el de ella con sonrisa de dientes-dientes y el de él de perro apaleado )parezcan desdecirlo:




Bernard-Henry "no sin mi camisa blanca abierta hasta los límites de la decencia" Lévy tiene dos hijos de sus dos matrimonios previos al de la barbie geriátrica. Quién interesa, aunque no resulte relevante para esta historia, es su hija Justine (fruto de su primer matrimonio con Isabelle Doutreluigne) y que a su vez contrajo nupcias con Raphaël Enthoven, hijo a su vez de Jean Paul Enthoven, a la sazón uno de los mejores amigos de su padre. A Justine Lévy la presentan siempre como una autora bestselling (a saber qué quiere decir exactamente eso), aunque sea popularmente más conocida, además de por ser hija de su venerado padre, porque su marido la dejó tirada para largarse con Carla Bruni, antes de que ésta se convirtiera en Madame Sarkozy y después de que ésta se liara con Jean Paul Enthoven (primero el padre, después el hijo y en medio Mick Jagger). Aunque ésta sea una vieja historia que seguro conocen, nunca viene mal refrescar la memoria. Pero la infidelidad que quiero contar es otra, haciendo acto de presencia la sin par Daphne Guinnes. Y qué quieren que les diga, le alabo el gusto a Bernard-Henry (cómo me gustan estos nombres compuestos franceses tan chic, nada que ver con un Bernardo Enrique o un Manuel Alejandro) porque Daphne Guinness, además de no ser precisamente una jovencita (no debe de ser mucho más joven que la barbie geriátrica) es maravilisosísima (bien diría el añorado Papuchi). ¿Y quién es ella? Se preguntarán ustedes, o no. Pues es una inglesa de ascendentes irlandeses, hija de un barón y heredera de la familia Guinness (la cerveza del mismo nombre); ex de Spyros Niarkos (el hijo de Stavros Niarkos, de los Niarkos de toda la vida; es decir, tres generaciones), y consuegra en su momento de la Paris (Hilton), que tuvo durante un tiempo por novio al Stavros Niarkos de tercera generación.

Acá Daphne Suzanna Diana Joan Guinness que estará igual de remendada que la barbie geriátrica, pero luce mejor:



Es otra de profesión sus labores, aunque entre sus labores se encontrara frecuentar el círculo de amistades de Andy Warhol; y no sé sabe bien si con su dinero (es una heredera de las de verdad) o con el del griego, se ha ido dedicando con el paso de los años a forjarse una maravillisosísima colección de haute couture (de las de verdad). Cuando ustedes se preguntan (si es que lo hacen) quién carajos se pone esos vestidos que se ven las pasarelas de moda... acá la respuesta, Daphne Guinness.


Sólo por haberse calzado los zapatos armadillo de Alexander McQueen tiene todos mis respetos. Por haberse liado con Bernard-Henry y pasearse de su brazo por las calles de Niza con ese bolso, mi envidia:


domingo, mayo 23, 2010

Señoras que han visto en su 'flashforward' el final de Lost y no lo han contado




P.D. Te echaré de menos, Sayid.

[Edito: A mí me gustó].

jueves, mayo 20, 2010

sábado, mayo 15, 2010

A mi compañera P., funcionaria interina, no le va afectar el famoso recorte del 5% sobre su salario de 1.000 € porque el próximo jueves será cesada y se irá al paro; y como bien ella se teme, pasará a convertirse con más de 40 años ya cumplidos, en parada de larga duración. Y es que a la gente que aplaude la medida y a Pepe Blanco que en directo y desde Tele 5 afirma en este preciso instante que ése es el precio que tienen que pagar los funcionarios por disfrutar de estabilidad laboral, habría que recordarles la figura del funcionario interino, que nada más lejos está que de tener un puesto de empleo de por vida. Ese detalle parece que nadie lo tiene en cuenta. Como tampoco el que no se haya esclarecido sobre qué se va a aplicar el tanto por ciento correspondiente, sueldo base o complementos. Aunque intuya yo que sobre lo primero, con lo que los grupos y cuerpos bajos, en los que el sueldo base proporcionalmente es más representativo que los complementos en su salario, se van a ver más afectados que los de superior categoría donde los complementos tienen más peso.

Y no digo yo que las medidas adoptadas por el gobierno no sean necesarias, aunque lleguen tarde, muy tarde, y a mí personalmente me parezcan burdas, improvisadas y facilonas. Además ya han comenzado con las excepciones, no se aplicará a las empresas públicas; a los altos cargos, que al fin y al cabo no suelen ser funcionarios, ni tocarlos; los liberados sindicales, esa casta privilegiada y para mí de incomprensible existencia, seguirán campando a sus anchas; seguirán creándose plazas de asesores, jefes de gabinete, concediendo prebendas y asignando jefaturas en función de favoritismos y tendencia política; generándose dietas, chiringuitos inútiles, fundaciones, viajes promocionales, recepciones y paseos en coche de lujo; seguirá elevándose la tasa de interinidad porque no hay oferta de empleo público. Pero no, la culpa es mía, que un buen día aprobé no una, sino dos oposiciones, que abandoné la empresa privada por una cuestión de prioridades; aceptaba un mísero sueldo a cambio de mi tiempo. Y ahora tengo que ver que mi vecino de 21 años se alegre de que a mí me bajen el sueldo cuando yo jamás me alegré que se quedara hace unos meses en el paro, cuando estos tres últimos años sin formación ni preparación alguna y subido a un andamio triplicaba por tres mi salario y aparcaba su deportivo de alta gama al lado de mi viejo utlitario de más de 15 años. Sí, yo debo arrimar el hombro, y lo arrimo, y lástima que el 2 de junio estaré de vacaciones y fuera de España, y por tanto no podré ejercer mi derecho a la no huelga, que del tema sindical prefiero no hablar, que me enerva. Y sí, pretendo ser solidaria con todos los españoles que hasta ahora han vivido por encima de sus posibilidades, equipando sus casas con televisiones de plasma en cada habitación y sus vidas con vacaciones en Punta Cana (todo se paga a plazos), y vendiendo su alma a 30 años por pisos que no pueden pagarse, poniéndose en manos de especuladores (bancos, constructores e inmobiliarias). Con esa figura tan entrañable en esta Asturias mía que son los prejubilados de la minería, que a los 42 años se van a su casa con pensiones que triplican por 3 las de cualquier jubilado medio y que "chollean" en los ratos libres que les deja el chigre; con los autónomos que cobran con una mano y declaran con la otra; con los empresarios que contratan en condiciones denigrantes, a sin papeles aprovechándose del miedo, la ignorancia y la debilidad de los inmigrantes; solidaria copn todos los licenciados recién salidos de esa fábrica de parados que es la Universidad de Oviedo, que se creen con derecho a que alguien les reclame y les ofrezca un trabajo en la calle Uría sólo por tener un título enmarcado y colgado en la pared, pero que no están dispuestos a ensanchar horizontes, aprender lenguas y cruzar el Pajares, que lejos de la tierrina se convierten en leyendas urbanas. Sí, seré solidaria, dejaré de gastar en lo que no gasto.

Jaque a la reina



Me pinto las uñas, de los pies, de color berenjena. Jamás las de las manos, aunque una vez y durante no más de un par de días las llevé de color negro y otra vez me convencieron que el jade era el color de moda (durante un par de horas)... pero siempre llevo las de los pies pintadas. No hay una razón determinada. En realidad nunca me miro las uñas y en invierno, y desde que me mudé a Oviedo y dejé de ir a la piscina, tampoco nadie me las mira, digo, las ve. Eso me lleva a calcular el tiempo que hace que no me desnudo delante de alguien (o me desnudan), aunque quitarse los calcetines, los panties o lo que corresponda, nunca las medias, siempre es lo primero en esos menesteres y recuerdo ahora la última vez que lo hice, desnudarme ante presencia ajena, y como se fijó en mis uñas de azuloscurocasinegro y me preguntó ese alguien el motivo, no ya del color, sino el por qué de pintarse algo que nadie va a ver (excepto yo) en es(t)e largo invierno. Como si hubiera que tener una razón... que por cierto no encontré. Tengo el defecto que enredarme con tipos multineuronales y en exceso racionales que por tanto ni me entienden a mí ni son capaces de aceptar que según que cosas se hacen porque sí... porque hacen bonito.

Piedras en el camino


"I took a walk in the rain one day on the wrong side of the tracks
"I stood on the rails till I saw that train
Just to see how my heart would react
Now some people say that you shouldn't tempt fate
And for them I would not disagree
But I never learned nothing from playing it safe
I say fate should not tempt me

[...]

I've crossed lines of words and wire and both have cut me deep
I've been frozen out and I've been on fire and the tears are mine to weep
Now I can cry until I laugh and laugh until I cry
So cut the deck right in half, I'll play from either side

[...]"

I take my chances -
Mary Chapin Carpenter


Este fin de semana no debía estar aquí. Ayer me esperaban con los brazos abiertos fuera de Oviedo para merendar. Pero acabé por encontrarme demasiado cansada. Una excusa tan mala como otra cualquiera aunque me había levantado a las seis, fichado a las siete y abandonado el trabajo a las dos para subir al coche y largarme y por tanto llegar cuanto antes.

A las dos y diez estaba en casa. A las dos y doce minutos me subía al coche pero tomé la dirección contraria en la autopista y acabé en Ikea de forma quizás no del todo inconsciente y sufriendo un ataque de compras compulsiva. Aunque adoro esa tienda, especialmente sus precios y paquetes planos, nada peor que una casa cien por cien Ikea; y la mía va por el camino de convertirse precisamente en eso. Concretamente cuando mi hermana C. me pedía que le enviara una foto para ver como había quedado finalmente mi dormitorio (sí, finalmente me he comprado una cama y he dejado de dormir en el suelo) la remití a la página 145 del catálogo Ikea 2010.

Después, claro, vienen el arrepentimiento y las devoluciones, y los paquetes que ya no son tan planos y (me)prometo estar el sábado para la comida. Pero me levanto tarde (para un día que puedo permitírmelo y ayer me dieron las tantas viendo Callejeros -algún día tengo que hablar de las despedidas de solteros y solteras -y leyendo ese libro sin fin que es El asedio de Pérez-Reverte) y sin ganas y con lluvia y acabo de lavar el coche y... (me)prometo hacer acto de presencia en el brunch del domingo (qué cursi se ha vuelto alguna gente de un tiempo a esta parte), aunque tenga serias dudas de cumplir mi promesa y sigo en casa y bajo las persianas y escucho a Billie Holliday mientras extraño fumarme un cigarro y una botella de ginebra. Luego me paso buena parte de este sábado (aún le queda un buen trecho) viendo cuatro capitulos de Fringe seguidos (sin tabaco ni ginebra) -serie que tiene el honor de conseguir que tape mis ojos con las manos apartando la vista de la pantalla una media de dos veces seguidas por capítulo- y me emociono al reconocer una calle de Boston, aunque sólo haya estado una vez en mi vida allí, walking the red line, y Boston me pareciera una ciudad tan anodina y digna de recuerdo como cualquier otra. Y ahora me voy al supermercado de la esquina a comprarme unas cervezas (con limón) y algo de comer (no sólo de señaldá vive el hombre, en este caso la mujer) para seguir tapándome los ojos viendo Fringe y emocionándome con las empinadas calles de Beacon Hill.



P.D. 1 Lupe Vélez

P.D. 2 En realidad no sólo vi Callejeros. También seguí todos los detalles de la boda de Dolores "si me queréis irse" Lolita Lola (Flores). Zapeaba yo y ojiplática y patidifusa me quedé cuando me encuentro con Jorge Javier Vodkas preguntándole a Juan el Golosina si estaba borracho, y el Juanillo, que tiempo le ha faltao para salir de la boda y plantarse en el plató para cascarlo, asegura estar no borracho, sino ciego; y a fe mía, y a la de Rossy de Palma, que era cierto. Porque esa es otra, qué pinta Rossy de Palma vestida de boda (estaba guapa y todo, aunque ustedes no se lo crean) en un programa de televisión hablando de una boda que no es la suya y contando que ha comido carabineros.

Bells are ringing






"Is it too much to ask
I want a comfortable bed that won't hurt my back
Food to fill me up
And warm clothes and all that stuff
Shouldn't I have this
Shouldn't I have this
Shouldn't I have all of this, and

Passionate kisses
Passionate kisses, whoa oh oh
Passionate kisses from you

Is it too much to demand
I want a full house and a rock and roll band
Pens that won't run out of ink
And cool quiet and time to think
Shouldn't I have this
Shouldn't I have this
Shouldn't I have all of this, and
passionate kisses from you".

Passionate kisses - Lucinda Williams







P.D. No sé... digo. Tal vez pases por aquí...

Proof of life



He bajado las persianas, apenas pasan de las dos del mediodía, creo que afuera llueve... no importa, acá dentro, también.



P.D. Katherine Ross

jueves, mayo 13, 2010

Every time you go away




No sé quien eres... pero ya te echo de menos.

Banda sonora para una tarde de jueves

Y toda la tarde...



Me apetecía escuchar a Mr. Johnny Cash y me apetecía escuchar esta canción, ignoro el motivo, pero ambos me hacen sentir extrañamente bien.

El original, ya saben...

Nadie dijo que fuera fácil


Me he pasado toda la mañana tarareando esta canción... como si tuviera algo que ver conmigo.

(hay)Lugares peores



Siempre digo que odio mi trabajo, pero no es cierto, miento. No puedo odiar algo que no tiene contenido. Odio madrugar, dar los buenos días sin casi obtener respuesta, sentarme aquí, a pesar de las vistas (mirando la vida pasar), delante de este ordenador desde el que hoy (y ahora) escribo. Como todos, como casi todos los días, aunque las más de las veces acabe archivándose en la papelera. Leo los periódicos que dicen que me bajarán un 5% (de media) mi mísero sueldo y la chulería de un colega que afirma que si fuera posible reducir aún más su ritmo de trabajo, lo haría (al menos un 5%).

Entiendo el cabreo de la gente, que aplaudan una medida tan populista, chapucera e ineficaz. Pero no conozco a ningún alto cargo que sea funcionario. Ergo, a los asesores, jefes de gabinete, directores generales y toda la fauna ‘pata negra’, nadie les tocará su ya no tan mísero sueldo. Pero es lo que nos merecemos, dice la tribuna, el precio a pagar por nuestra estabilidad laboral. Y ya se sabe, somos vagos, cotillas y desalmados. Aquí un ejemplo, en horario laboral y desatendiendo mis obligaciones con el ciudadano para cultivar mi ‘yo’ narcisista vía Blogger.

Que sí, que tienen razón, que no trabajamos. Me pongo de ejemplo. Fiché a las ocho y cuarto de la mañana (bastante más tarde de lo habitual, pero eso es otra historia). Saldré a las cuatro de la tarde (igual no les salen las cuentas, no, no son 7 horas, no trabajo de ocho a tres). Ha sonado el teléfono cinco veces hasta ahora, que son exactamente las 12:45. Tres de ellas no cuentan. A qué hora salía al “café”, a qué hora debería hacer acto de presencia el Gato de Sargadelos, léase, el Jefe (en honor al gato de Cheshire) y una llamada del HUCA (Hospital Central de Asturias) -es la quinta en lo que va de semana- para avisarme de que tenía una cita en urología en enero del 2011. Las otras dos correspondientes a dos estimados compañeros. El primero me acusaba de ser la responsable de haber recibido un rapapolvo por parte de su jefe (sí, sorpréndanse, los funcionarios, algunos, reciben broncas por parte de sus jefes). Parece ser que yo no le informé debidamente de algo. El email con acuse de recibo y notificación de leído me convirtió en destinataria de una disculpa; posterior, obvio, a la respectiva bronca. La segunda correspondía al Marqués, de nuevo una bronca, esta vez telefónica y a distancia. No sé de qué me habla. Una solicitud de registro, un post-it amarillo, una ausencia de oficio, una sospecha infundada. Acordamos, acordó, archivarlo en la papelera; y él, obvio, no se disculpa.

A eso de las diez emito una tasa sancionadora, 3.001 euros por una infracción administrativa que no viene a cuento. A las once redacto una resolución y su respectivo traslado, que probablemente llegará en dos semanas al destinatario. El Gato de Sargadelos está reunido, mañana estará de curso, el lunes en Madrid y el martes en Valladolid. No podrá firmarla por tanto hasta el miércoles, luego irá al Registro de Salida, ese ente desconocido, me lo devolverán en un par de días más; pasará al ordenanza y de ahí al día siguiente a Correos (lo que estos hagan con la carta ya se escapa de mis dominios). Esto igualmente puede que les sorprenda, que el responsable de la lentitud del funcionamiento de la Administración no sea el funcionario tramitador (vago y maleante por añadidura) del proceso respectivo, sino la excesiva burocracia impuesta no por designio divino, sino por las leyes, y como ya saben, o deberían saber, que el desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento, les animo a que le echen una ojeada, que nunca viene mal, a la Ley 30-92, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y el Procedimiento Administrativo Común; que como poco, será más amena que lo último de Pérez-Reverte que me estoy metiendo entre pecho y espalda.

Acepto que mi situación es envidiable. Por un sueldo apenas mileurista dos llamadas, emitir una tasa, media hora de café (me compré un bolso en el Calatrava y le eché un ojo a un vestido maravillisosísimo en Massimo Dutti), notificar una resolución y a las cuatro de la tarde en la calle.

No les cuento, claro, que aquí nadie se habla con nadie. Que cuando alguien se va se celebra una fiesta y no necesariamente de despedida. Que a mi lado trabaja un auxiliar administrativo no funcionario (contratado por una de esas empresas fantasma de concesiones públicas) ganando 856 euros. Que tengo “compañeros” que ni saben como me llamo y sólo se dirigen a mí cuando necesitan algo… moza. Que el Gato de Sargadelos, cada vez que me ve me dice eso de: “no me olvido de lo tuyo”, y lo mío son las innumerables veces que en su despacho le he rogado, pedido, implorado, solicitado, invocado, instado, reclamado, llorado, suplicado y todos los sinónimos que se les ocurran, que me asigne más trabajo o en su defecto que me asigne al servicio dos plantas más arriba desbordado de trabajo.

No les cuento que quiero irme, largarme, huir, esconderme... que regalo mi plaza de funcionario de carrera al mejor postor.

P.D. Jeanne Moreau


miércoles, mayo 12, 2010

(torpe)Mercernaria



Intento, he dicho intento, asumir mis contradicciones. Siempre (la mayor parte del tiempo) he estado sola por elección propia, y siempre, a un tiempo, me he sentido sola y deseado (tal vez no lo suficiente) huir de esa situación.

Me gusta llegar a casa y no tener que encontrarme con nadie. Poder organizar mi tarde, mi comida y mi espacio. Aunque odio cocinar sólo para mí y a medida que avanzan las horas y me sumerjo en otras vidas, siempre huyendo de mí misma –los libros y los escaparates ayudan- y va cayendo el día, comienzo a extrañar una mano tendida.

No se trata de tener a alguien dispuesto a escucharme, para eso basta descolgar el teléfono. Sé que hay quién se preocupa por mí, aunque sea en la distancia (y mi madre no cuenta), que sigue mis pasos tendiendo una red bajo mis pies (más dura será la caída). Puede que necesite sentirme querida y venerada, tenida en cuenta, admirada, idolatrada u odiada, lo que sea antes que provocar indiferencia; algo muy humano por otro lado. Pero tampoco es eso, ni todo lo contrario.

P.D. Janet Leigh en "Touch of evil" (Sed de mal).

Cadenas


Yo quería irme, aún quiero hacerlo. La noticia de esa rebaja del 5% (veremos en qué se transforma cuando llegue a la Administración Autonómica), alienta aún más mis ganas. Aunque ni siquiera tenga decidido un destino, Europa en todo caso; una gran ciudad, sin duda; una lengua accesible y siempre al norte, obvio. Dublín, Londres, Berlín, Amsterdam (el holandés, ese ruido de fondo, que decía siempre) o Estocolmo... Hago y deshago maletas; apunto y tacho ideas (terminar la filología y reconvertirme).

Sé bien que no lo haré… ya no. Que mis trayectos de ida siempre tuvieron vuelta, aunque no siempre regresara. Que me quedaré aquí, hasta la próxima, odiando mi trabajo; contando los minutos que quedan para que den las dos, los días para pedir un traslado, los meses para la próxima oposición; los años que juegan en contra (se te va a pasar el arroz, me decía alguien ayer antes de caer fulminado).

No sé en qué momento tiré la toalla, quizá el 19 de octubre de 2009 cuando ante el notario de punto (que sepa Vd. que a partir de ahora es rica, señorita), yo, la doña ‘hayquefomentarelalquiler’, estampé mi firma en un contrato de compraventa de piso en el centro con plaza de garaje y vistas (ni siquiera tengo que colgar cortinas). Y ahora, por más que lo intento - o eso me digo- no logro vislumbrar un futuro, y no me queda otro que mirar p'atrás para encontrar motivos.

P.D. 1 Elke Sommer y Paul Newman en "The price" (El premio).

P.D. 2 Me hacía gracia el gentilicio, hidrocálido; aunque siempre tuviese las manos frías –los inviernos eran largos.

domingo, mayo 09, 2010

La respuesta no siempre está en el viento



"Come to my rescue.
Oh, come here to me,
take me and keep me
away from the see".

Sea of heartbreak - Rosanne Cash


Yo misma me respondo... no a la primera y un casi sí a la segunda...

P.D. Acá Mr. Johnny Cash...

Encrucijada


"Soon morning comes
to warm the world and wake you up.
Night is gone awful fast.
It ain't wrong to be sad".

On up the mountain - Jakob Dylan


¿Se puede ser (y estar) más divino? Y me refiero al hijísimo... ¿Acaso hay una mejor canción que defina, éste, mi domingo? Si hasta la tristeza, ya saben, está permitida.

Más vale tarde (que nunca)


When I look at myself, I am so beautiful I scream with joy!

Maria Montez



En la pertinente llamada dominical mi madre me pregunta por ti -siempre le gustaste, supongo que porque no te conocía- y yo, que hace 39 entradas que te he olvidado siento la irreprimible tentación de importunarte irrumpiendo en tu paz dominical. Así son los caprichos, de ida y vuelta. Ahora que me has olvidado, yo te pedí que lo hicieras; soy yo la que no quiero que lo hagas.

sábado, mayo 08, 2010

Oro parece, plata no es

Adivina, adivinanza -he visto la foto y no he querido, aunque podido, resistirme- ¿quién es el buen mozo (disfrazado)vestido de hippy trasnochado, haciendo acto de presencia en la anual fiesta flower power de los petartos y petardas que en este país son y han sido?



Y ha sido ver a mi ídolo Javier "comoserricoycuasinomorirenelintento" Hidalgo y no poder, aunque querer, resistirlo.







P.D. En color... porque ellos lo valen.

Hopeless devoted to you



"Puede ser que un día de estos nos quedemos sin futuro,
y tú sigas con tu teatro".

Duele verte de Ricardo Arjona



Aunque a veces no lo parezca (demasiadas), especialmente en este foro, una tiende a ser tremendamente discreta. Tres balas en la recámara... ahí se quedan. Tres tremendas (y lindas) historias dignas de éste, no tan digno lugar; pero tú, tú y tú; léeis esto (aunque en concreto tú no sepas que yo sé). Ni modo, como la tumba falsa de los Tigres me quedo. Y se me quedan con las ganas (o no) de ser coprotagonistas tratando de encontrar la salida al laberinto. Para la próxima, quién sabe, igual se me antoja crucificarme en la pared.



P.D. 1 Jean Arthur y James Stewart en "You can take it with you" (Vive como quieras).

P.D. 2 Acá la gran Lola Beltrán.


On the rocks

(Mi)Andrés se ha cortao el pelo... y mi coche no arranca, ¿qué será lo próximo?


viernes, mayo 07, 2010

Even cowgirls get the blues



Ya lo cantaba Emmylou... y es que no se puede mirar hacia atrás (y mucho menos p'alante). Experta que es una en dar un paso p'alante retrocediendo otro de inmediato, acabando, obvio y ab eterno, en el mismo lugar; no vaya a volverme estatua de sal.


jueves, mayo 06, 2010

If I have a hammer


¿Alguien sabe cómo se cambia un telefonillo o portero automático o cómo se llame sin tener que pedirle ayuda al portero? Es que me he hecho socia del club "make it yourself" y obvio, no he conseguido hacer nada por mí misma.

Eternamente agradecida si alguien me echa una mano (aún siendo virtual y a distancia), aunque ya he dado mil vueltas a toda página de internet sobre el bricolaje y sigo sin aclararme, no puede ser tan complicado y yo tan torpe. Pa' alguna cuestión práctica debería servir tener un blog.

P.D.1 En realidad iba a hablar yo de una historia que me ha inspirado/recordado Fiebre en su última entrada, pero no, no me apetece ponerme triste (no más de lo que ya soy, que a veces en las ecuaciones hay que despejar más de dos incógnitas).

miércoles, mayo 05, 2010

Ángel Cristo y la sordidez

Siempre he pensado que los niños nacidos a mediados de los 70 fuimos unos privilegiados en lo que a televisión se refiere. Y viene este romano, que supongo se levantaría con la muerte de Ángel Cristo y no se le ocurriría escribir nada mejor, acusando a Chanquete de “latente pederastia”. Pa’habernos matao.

Porque yo lo valgo



Ya lo he contado en varias ocasiones, cuando era muy, muy chiquita y aún creía en los milagros (cómo sino iba a conseguirlo), quería parecerme a Audrey Herpburn. Para mi madre, que sólo veía películas de Gary Cooper (que estés en los cielos), el paradigma de belleza y saber estar era Grace Kelly. Pero ni modo, demasiado distante y fría su Alteza Serenísima. Así que saltando de una rubia a otra llegué a Veronica Lake y como ahí necesitaba un milagro y tres deseos, acabé por intentar ser como la otra Herpburn (Katherine), a donde salvando las distancias, me resultaba más fácil acercarme. Pero como de lo que quiero hablar no es de mis parecidos no razonables, se van quedando con las ganas (o no) de saber si alcancé mis objetivos. Porque superada (aunque no del todo) mi etapa de querer ser protagonista de peli en blanco y negro y olvidadas mis aspiraciones de una Madame Tura cualquiera (en realidad sólo aparcadas esperando tiempos más propicios), pasé a querer parecerme a casi cualquiera que apareciera en la portada del Super Pop y cómo no, yo también quise ser Jennifer “Rachel” Anniston (y tener su pelo). Más tarde pasaría una etapa mística, viviendo sin vivir en mí; quise ser como la Doña, María Felix, y ya puestos como cualquier mala antagonista de culebrón mexicano bañada en laca… y así un largo listado que no voy a exponer para no aburrirles, porque en definitiva nunca he querido ser yo (pero eso ya lo saben).

Una de mis últimas aspiraciones era ser morena, pero no de pelo, sino de tez. Es decir, estar morena y como lo de tomar el sol estaba descartado (sólo he conseguido acabar llena de ampollas) y era una chapucera con las cremas autobronceadoras (acabando llena de manchas) centré mis expectativas en las sesiones de rayos UVA cuando comenzaban a causar furor los solárium. Mi ‘ídola’ y ejemplo a seguir era y es, como no podía ser de otra manera, Begoña de Trapote; ya saben, la cuñadísima (qué bajo has caído Isidoro), una de las hermanas García Vaquero, más conocidas por las lenguas viperinas como las ‘Vacía Carteras’. Sólo ella es capaz de ir a un funeral (de 'alto standing') en leggins, negros, of course y 'peep toe' (ejemplo a seguir; no se me olviden tomar nota del estilismo, o 'outfit', como dicen ahora las 'egobloggers'; qué daño ha hecho The Sartorialist, equiparable al de Carrie Bradshaw). Tras más de 20 sesiones sólo conseguí un ligero tono dorado, como aquél de los eternos veranos de mi infancia a orillas del Cantábrico (seguro que de haber veraneado en Benidorm eso no me pasaba). Así que cada vez que salía de la cabina pasada la vigésima sesión y viendo que en lugar de avanzar en mi moreno lo que avanzaba, y a pasos agigantados, era la urticaria, ante las miradas entre despectivas y condescendientes de las monísimas chicas del centro de estética, decidí abandonar y resignarme al blanco lechoso en loor de mi salud dermatológica y en detrimento de la estética.

Y es que sí, las chicas de peluquería, siempre son monas, jóvenes y perfectamente manicuradas, no sé si pedicuradas, aunque lo intuyo. Y te miran con altivez, de abajo a arriba y de arriba a abajo; y yo lo entiendo, por qué acaso se vive una situación más humillante (la del ginecólogo no cuenta) que encontrarte encuerada sobre una camilla y ante una (a veces dos) desconocida, dándote órdenes, arriba, abajo, ábrete de piernas, dobla la rodilla, date la vuelta, sube el tobillo; si duele, me lo dices; si te quema, me lo dices; y tú claro, no dices nada mientras te aplica ese infame instrumento de tortura que es la cera (qué lejanos aquellos tiempos, afortunadamente, previos a la cera ¿fría?).

Sí, hoy toca… (aunque me esté quitando y pasando a las nuevas tecnologías de la depilación, que igualmente duelen).

P.D. Betty Grable.

Palabras (agradecidas)ajenas


Me ha gustado tanto este artículo de Rosa Montero en El País, que copio y pego… desde luego todo un “alivio” para mi conciencia; aunque “La montaña mágica” no se encuentre entre esos ‘clásicos’ insufribles que mutilo sin piedad. Yo también podría hacerme esa pequeña biblioteca de retazos, cono justa cabida en una estantería Billy de Ikea; aunque no hay verano que no me proponga (re)leerlos sin saltarme una sola de sus páginas. No lo he conseguido, aún… obvio.

[Creo que, a estas alturas de mi vida, podría haber confeccionado una pequeña pero apañada biblioteca compuesta por todos los fragmentos de libros que me fui saltando mientras leía, páginas y páginas que me resultaron plúmbeas o inconsistentes y por las que simplemente crucé a paso de carga hasta alcanzar de nuevo una zona más sustanciosa. La novela es el género literario que más se parece a la vida, y por consiguiente es una construcción sucia, mestiza y paradójica, un híbrido entre lo grotesco y lo sublime en el que abundan los errores. En toda novela sobran cosas; y, por lo general, cuanto más gordo es el libro, más páginas habría que tirar. Y esto es especialmente verdad respecto a los clásicos. Axioma número uno: los autores clásicos, esos dioses de la palabra, también escriben fragmentos infumables. Quizá habría que definir primero qué es un clásico. Italo Calvino, en su genial y conocido ensayo Por qué leer los clásicos, lo explica maravillosamente bien. Entre otras observaciones, Calvino apunta que un clásico es "un libro que nunca termina de decir lo que tiene". Cierto: hay obras que, como inmensas cebollas atiborradas de contenido, se dejan pelar en capas interminables. Otra sustanciosa verdad calviniana: "Los clásicos son libros que, cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad". Guau, qué agudo y qué exacto. Y una sola observación más: "Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes". Chapeau a mi amado Calvino, que ha conseguido a su vez convertir en clásico este bello ensayo que uno puede leer y releer interminablemente.

Los clásicos, pues, son esos libros inabarcables y tenaces que, aunque pasen las décadas y los siglos, siguen susurrándonos cosas al oído. ¿Y por qué la gente los frecuenta tan poco? ¿Por qué hay tantas personas que, aun siendo buenos o buenísimos lectores, desconfían de los clásicos y los consideran a priori demasiado espesos, aburridos, ajenos? Axioma número dos: respetamos demasiado a los clásicos, y con ello me refiero a una actitud negativa de paralizado sometimiento. Yo no creo que haya que respetar los libros. Hay que amarlos, hay que vivir con ellos, dentro de ellos. Y pegarte con ellos si es preciso. Discutía el otro día con un amigo escritor sobre La montaña mágica de Thomas Mann, una obra que mi amigo recordaba como un auténtico tostón. Sé bien que el gusto lector es algo personal e intransferible, y que lo que lees depende mucho del momento en que lo lees. Pero me cuesta entender que La montaña mágica le pueda parecer a alguien un ladrillo, porque es un texto moderno, sumamente legible, hipnotizante. Una especie de colosal cuento de hadas (o de brujas) sobre la vida. El título no engaña: es una montaña mágica en donde suceden todo tipo de prodigios. La gente ríe bravamente frente a la adversidad, calla cosas que sabe, habla de lo que no sabe, ama y odia y, de la noche a la mañana, desaparece. Esa montaña que representa la existencia, permanentemente cercada por la muerte, es el escenario del combate interminable de los enfermos, que luchan como bravos paladines medievales o escogen olvidar que van a morir. La vida es una historia que siempre acaba mal, pero nos las apañamos para no recordarlo.

Este libro de Mann es una novela amenísima sobre la que pesa una sutil, indefinible sombra de amenaza que oscurece el luminoso cielo montañés. Algo se nos escapa constantemente, algo nos acecha y nos espera, y en ocasiones llegamos a notar sobre la nuca el cálido soplo del perseguidor. Pero además, en medio de ese permanente desasosiego, brilla el sentido del humor, y los personajes participan en juegos y en fiestas, coquetean, cotillean, se enamoran, se pelean y se fingen eternos. Como todos hacemos.

Ahora bien, no es un libro perfecto, porque ni en la vida ni en las novelas es concebible la perfección. La longitud de ese universo-talismán que es La montaña mágica depende de las ediciones, pero viene a ser de unas mil páginas. Y resulta que, desde mi punto de vista, le sobran varias decenas. Dentro del libro hay una parte que podríamos calificar de novela de ideas y que consiste en las discusiones filosófico-políticas de dos mentores antitéticos, Settembrini y Naphta. Intuyo que debía de ser lo que más le gustaba a Mann en su momento, pero yo hoy encuentro esas peroratas definitivamente roñosas y oxidadas, ilegibles, pedantes y pelmazas. Suele suceder con los grandes discursos que los autores meten de contrabando en sus novelas, creyendo que ahí están dando las claves del mundo: por ejemplo, le pasa al gran Tolstói en Anna Karenina, cuando Lyovin, álter ego del escritor, se pone a soltar doctrina.

Quiero decir que probablemente Mann creía que con esas sesudas lucubraciones estaba atrapando el desconcierto esencial de la vida y el caótico derrumbamiento de un mundo que se acababa y era reemplazado por otro (no en vano la novela se publicó en 1924, tras el trauma de la Primera Guerra Mundial), pero en realidad todo eso no lo aprendemos, no lo percibimos por medio de la verborrea mortecina de Naphta y Settembrini, sino en el ciego y desesperado patalear de los personajes a lo largo de la novela, o en la maravillosa escena de la pérdida del protagonista en una tormenta de nieve, en el fragor de la blanca soledad y en el delirio en el que sumerge. Ahí es donde Mann sigue siendo enorme. Por eso creo que hay que leer La montaña mágica y saltarse sin complejo de culpa todas las páginas que te parezcan muertas. O ignorar las tediosas novelitas pastoriles de la primera parte del Quijote. O pasar a toda prisa las aburridas y meticulosas descripciones de ballenas que incluye Moby Dick. Todos estos libros son maravillosos porque crecen y cambian y están vivos: uno no puede acercarse a ellos como si fueran textos sagrados esculpidos en piedra, dogmas temibles e intocables. Sáltate páginas, en fin, sumérgete y disfruta. ]


El artículo al completo... acá.

P.D. Olivia de Havilland y Rita Hayworth en "The strawberry blonde".

lunes, mayo 03, 2010

Obviedades



Llueve, hace un día triste, gris, como si el calendario hubiese ido hacía atrás plantándose en marzo... y me encanta. Subir los cuellos de la gabardina, esconderme entre sus pliegues y caminar bajo la lluvia con las gotas de agua enredándose en mi pelo... aunque todo el mundo diga que es la tarde perfecta para acostarse en un sofá a perder el tiempo. Yo pierdo el tiempo los días de sol viviendo sin vivir en mí.

P.D. Marlene Dietrich

(mucha) Pereza

1. ¿Saben cuál es el peor libro, pero lo peor de lo peor, que he leído en mi vida? Y he leído muchos, muchos libros y muchos libros malos, pero el más malo malísimo fue, hace ya un tiempo, “Perdona que te llame amor”, de un italiano, un tal Moccia. Juro que ha sido de lo más insufrible que me tenido que tragar en mucho tiempo. Y parece que hay una segunda parte y hasta una película dado su éxito que no comprendo… Por supuesto no me perderé ni el uno ni la otra.

2. Leo finalmente “Sin noticias de Gurb” y hasta me cuesta terminarlo pese a sus escasas 141 páginas. Dado que ha sido un regalo y se espera el veredicto, me pongo de acuerdo conmigo misma para mentir y contarle que me ha encantado, se me ha hecho corto, ha sido divertidísimo, etc, etc… afortunadamente sigo con la saga nocilla para resarcirme.

3. Más o menos (aunque en realidad menos que más) tengo un trabajo de 8 a 3 y una vida social cuasi inexistente, pero apenas saco tiempo para dedicarle a este invento y es un quiero y no puedo.

P.D. Por supuesto, sigo sin noticias de Gurb (el cazador cazado).

Related Posts with Thumbnails