sábado, agosto 11, 2007

Volviendo a casa



Hace un escaso par de horas que ceremoniosamente te despediste en el pequeño aeropuerto rumbo al Sur, hacia el invierno, entre maletas y las mal disimuladas lágrimas de Sal que se agarraba a tu tabla de surf como si a punto de naufragar estuviera.

Por mi parte no tenía ninguna intención de ir. No me gustan las despedidas, bien sé que a ti tampoco y que probablemente te incomodó la procesión de manos que atender y besos que repartir en la que se convirtió tu partida. Demasiada gente a la que decir adiós y tan poca a la que recordar, no digamos añorar.

Pese a todo fui. Con mi más elegante vestido, mi última cara y negra adquisición, disimulando el luto que esta vez si iba por dentro. Tacones que me elevaron al menos nueve centímetros de las lágrimas, abrazos, besos y buenos deseos del resto de los presentes.

No quería estar, pero estuve con la mejor de mis sonrisas y mi displicencia…

Siempre dijiste:

-“Si me pierdo y queréis encontrarme… buscadme en Montevideo”.

Yo no conozco Montevideo y no tengo muy claro que el haberlo hecho a través de tus ojos, el haberlo percibido a través de tus sentidos sea una forma de hacerlo pese a que tú así firmemente lo creas. Tal vez por tanto no me resulte difícil encontrarte.

Yo también me voy, pero a mi Norte en busca del otoño… Nos vemos en La Paloma. Te buscaré.

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