sábado, julio 05, 2008

Para que regreses


A veces, de cuando en cuando, me pregunto si alguna vez he amado a alguien, si he estado realmente enamorada o si he vivido el AMOR, así, con mayúsculas, de ése que no entiende de hipoteca, piso en el centro y 23 días laborables de vacaciones en Sóller o en alguna capital europea.

Supongo que si me lo planteo y tengo por tanto dudas la respuesta probablemente sea más cercana a un tibio "no" que a un rotundo "sí". En todo caso no es de eso de lo que quiero hablar, sino de lo que llega después, cuando el amor se acaba y llega el desconsuelo, porque todo gran amor que se precie debe acabar en tragedia y trapos sucios.

Alguien, una mujer, me decía hace escasos días que esta canción, "Para que regreses", cortesía del Chapo de Sinaloa, se había convertido en las últimas semanas (y ya van cinco) en su canción de referencia. Tentada ha estado de contratar una banda de mariachis y marcársela con nocturnidad y alevosía bajo la ventana de su respectivo innombrable junto a otra, también grande, de José Alfredo (Jiménez, obviamente).

En esas estábamos, discutiendo la oportunidad de demostrar su (absoluto) desprecio, inconsolable despecho, añadiría yo, cuando me pregunta cuál es mi canción para los fracasos, porque según ella, y opino lo mismo, hay una canción (o varias, a veces un disco entero, aunque esto sea más improbable), para cada estado de ánimo. Yo por ejemplo me levanto con Extremoduro sea el día que sea, y me acuesto con Chopin o Boccherini, siempre (o casi siempre), pero el resto de momentos del día y algunos de la noche tienen una banda sonora variable y dependiente de estados de ánimo y circunstancias.

Trataba yo de hacer un listado con mis canciones de despecho, lágrimas y remiendos y lo cierto es que no la tenía. Sí hipotéticamente, llegado el momento no tendría dudas y seguro me decantaría por Paquita la del Barrio, no tanto por Chavela (quién supiera reir como llora Chavela, que decía el Sabina) y sigue viva la conexión mexicana. Pero por mucho que rememore y eche la vista atrás no recuerdo ni una sola vez en que haya mentado la pobre pistolita de ninguno, y oigan, ganas no me han faltado ni me faltan, y no es que me falten redaños, pero no sé, soy olvidadiza, tiendo a obviar el rencor, un clavo siempre saca otro clavo y el que no me quiera que no me compre, al fin y al cabo no estoy en venta.

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