domingo, septiembre 12, 2010

Efectos colaterales de una solitaria tarde de domingo





[Ya decía Alejandra Pizarnik que deseaba un silencio perfecto y que por eso hablaba. Y como la cobardía me persigue y yo no soy más rápida voy a contar y decir aquí, aunque a ustedes poco les importe, todo lo que a lo largo de este trimestre no dije y ni modo, tuve que decir.  Que nunca es tarde, si la dicha es buena, aunque en este caso las palabras no pronunciadas hayan desembocado aquí y nunca lleguen a su destino.]






Una, dos, tres... empezamos por ti. que me gritaste... y a mí nadie me grita. En realidad nadie debería gritar a nadie, cierto. Y yo jamás grito... Me lo merecía, puede; el fondo, que no las formas. Aunque la llamada comenzara con una y mil disculpas, las mías; y que no fueran sinceras, porque no, no lo eran, carecía de importancia; eso tú no lo sabías (ni lo sabrás, eso que te pierdes). 

Estaba cabreada, contigo; pero especialmente, y esa era la peor parte, conmigo. Por no haber sido capaz de decirte a la cara que la sangre había comenzado a hervir por mis venas cuando escuché lo que tuve que escuchar, cuando sin molestarte a buscar una absurda disculpa dijiste que tenías que irte, apuraste la cerveza te levantaste y te fuiste, pagando la cuenta, eso sí. Y negaré haber dicho esto, pero en ocasiones qué bien sienta que te mientan aunque sepas perfectamente que te están mintiendo. No te hubiese costado nada inventarte una excusa cualquiera, porque allí me quedé, sentada, procesando la información, que soy de ritmos lentos, sintiéndome más absurda, si cabe, de lo habitual... y luego al par de días me gritas al teléfono y yo aguanto estoicamente tus gritos casi creyendo que los merecía, y se me vuelve a olvidar decirte y contarte, lo mucho que me ha molestado, lo defraudada que me siento, el extraño en el que te has convertido, la lejanía que se ha interpuesto entre nosotros, el quebranto de las ilusiones empeñadas... No, no necesito que nadie venga a redecorar y ubicar mi vida... ah, claro, se me olvidaba que en realidad no lo hacías por mí, sino por él... y eso si que no, ni modo, los amigos de mis ya no amigos no son mis amigos. 




Por momentos creí que me estaba enamorando de ti, falsa alarma, dudo haber estado enamorada de alguien en ésta, mi puta vida. Pero en ese momento así lo sentí, así lo dije y así te sorprendí aunque nunca me apeara del casi. Y tú única reacción fue decir que eso estaba mal, que estabas tratando de construir una relación, con otra... y que yo te había mentido... sí, claro, yo conozco a alguien y las dos horas y media puedo jurar y prometer que no voy a enamorarme, ni colgarme, ni engancharme, ni subirme a su moto, ni a meterme en su cama so pena de enamoramiento galopante y no correspondido. Joder, yo lo creía, y no tenía por qué callarme... y también dije que me iría, para que tú siguieras construyendo tu no-relación (que lo cortés no quita a lo valiente)... pero tú dijiste que no y yo dije que se me pasaría, siempre se me pasa, aunque fueras más alto que  yo (incluidos tacones) y tuvieras esa voz y ese acento, y acariciaras la taza de café al beber y me llamaras borracho a las tres de la madrugada para decir que pese a todo ella no era como yo, aunque la que durmiera a tu lado era ella,  y no te gustara Sabina (no puedo respetar a un tipo al que le guste Sabina), y tus zapatos nunca estuvieran relucientes (un hombre que dedica más tiempo a lustrar sus zapatos que a mirarte no es de fiar, no lo olviden nunca y no me den las gracias por el consejo)... sí, a pesar de tantas cosas, de creer firmemente que a lo mejor, tal vez, con el tiempo, quizás si la constelación de Orión brillara esa noche, podrías haber sido el hombre de mi vida; te olvidé, te borré, di un par de remiendos más a mi corazón, lo recoloqué y tire p'alante con tus risas y mis llantos. Te animé, apoyé, escuché y aconsejé. La maldecí a ella cuando tú la maldecías, la odié cuando tocó odiarla y la consideré sublime, alabé su savoir faire y su belleza cuando pasó por aquí. Y nunca, nunca, no sé si por respeto o cobardía, me permití crearme una opinión propia sobre la segunda persona del plural... y poco a poco fui olvidando y enterrando en el más profundo de los olvidos y la desmemoria la que tenía de la segunda del singular. Así que cuando llegó la decadencia, que siempre llega más temprano que tarde, no dije te lo advertí, no dije lo sabía, no dije que era lo inevitable, lo lógico posible, lo esperado, lo previsto... No, seguí siendo fiel a tu causa, en una guerra que poco a poco y casi sin darme cuenta había dejado de ser la mía, y colaboré a levantar tus trincheras y ofrecí mis risas a tus llantos y mi cama se convirtió en tu refugio por que llamabas siempre después de las once aunque supieras que yo siempre me retiro a las once, que salías en ese momento de la Uni y no querías estar solo, y que te harías la cena, mi nevera siempre vacía y te traerías el café y algo de licor; y yo como en la canción de Emmylou te decía que cogieras un taxi, que yo lo pagaría en la puerta, y te esperaba desvelada y te acompañaba redondeando los cuatro litros de agua diarios mientras tu te emborrachabas a la salud de todas las ingratas que en tu vida han sido, y acababas tan borracho que no quedaba otra que quedarte a dormir en el lado izquierdo de mi cama desocupada y yo retirando noche tras noche la torre de libros acumulados sobre la silla sobre la que reposaba la cobija. Y al día siguiente me levantaba tratando de no hacer ruido y te dejaba dormir, y regresaba a casa a mediodía y me encontraba una nota en la que siempre decías que ya me recompensarías, sino fuera porque la hacía pedazos podría jurar que siempre era la misma. Y ni te dabas cuenta que la única persona que había ocupado en ocho meses mi cama fueras tú, Y no sé si decir que es injusto, pero sí que es ingrato que la única persona que ha ocupado el lado izquierdo de mi cama se haya dedicado a dormir la borrachera que otras, nunca yo, provocaran.

[Siempre me he preguntado si alguien, alguna vez, se habrá emborracho por mí y pese a mí.]



Sigue sonando "Incident on 57th street" aunque hace largo rato que se me agotaron las lágrimas... y ahora te toca a ti. Ahora debería decirte lo que nunca te he dicho... tal vez lo haga... mañana.

Puede que a lo mejor hasta te lo diga... sólo a ti.

Ahora estoy demasiado cansada.


A la sombra de un guindo




Quiero más... cada día que pasa un poco, más... y eso puede convertirse en un auténtico problema...



(Ha pasado un transeúnte)Se cierra una puerta





Está sonando el Incident, una y otra vez, a veces lo hago, escuchar una misma canción hasta el paroxismo... se me eriza el vello y las lágrimas comienzan a caer. Y me gustaría que estuvieras aquí, aunque nunca te gustara, o no del todo, o no como a mí, o no a mi manera, you know, y aquella vez hicieras la excepción sólo por complacerme, como lo hacías todo, por mí, sólo por mí, olvidándote de ti; y aparecías con bombones y un ramo de lirios, nunca te gustaron las rosas amarillas, no del todo, no como a mí, no a mi manera...

Y un buen día desapareciste... también por mí, yo te lo pedí. Aunque no te gustara la idea, o no del todo, o no como a mí, o no a mi manera... pero todo fuera por complacerme...

Y ni siquiera sé por qué te recuerdo ahora, cuando el tiempo ya nos ha alejado tanto, aunque siga sin borrar tu mensaje de felicitación de cumpleaños tres meses atrás... o quizá sí... tú lo sabrías...

No, no estoy triste... sólo cansada, confusa... extraña.







P.D. Mirna Loy y William Powell en "The thin man".

Querer quedarse queriendo irse





"Yo no canto, no celebro
no bailo desnuda y ebria
sobre mi ataúd..."

Alejandra Pizarnik




Hace dos meses que no le veo. Hace un mes que le debo una llamada y que no contesto a las suyas. Todos los días a eso de las once, justo después de lavarme los dientes, cuando comienzo a deambular quitándome la ropa, cojo el teléfono y comienzo a escribir un mensaje que nunca envío y que siempre comienza con una disculpa... de marcar y descolgar (o viceversa), ni hablamos... 

Ha pasado un año... y a mí me parece un siglo...



Hace un mes que nos vimos. Hacía dos años que no lo hacíamos. No hemos vuelto a vernos. Ha llamado un par de veces desde entonces. Yo sólo he contestado una de ellas. Han llegado invitaciones desde entonces. Las he rechazado todas. Me da miedo ver en sus ojos a la mujer en la que me he convertido... que es exactamente igual a la de entonces.

Han pasado seis años... y yo no olvido...



Esta mañana me pregunta... me hace la pregunta que yo no quiero hacerme... ¿Para qué voy a preguntarme si conozco la respuesta y ésta no va a gustarme? Y lo sabe... y eso duele, más, si cabe...


















P.D. Susan Strasberg

Vértigo







Que seas de azufre... y tu cuerpo sea de llamas
sobre un cuerpo de agua...





Aunque sepa, una vez más, que me estoy equivocando...



Quería ir al cine, pero no me apetece volver a conducir hoy, el cine más cercano en esta ciudad está a  15 minutos  (en coche). Me he puesto a leer, esta mañana me compré dos libros por 2 euros, en realidad iban a ser tres, pero el vendedor me miraba con cara rara y dejé  "El amante de Lady Chatterley". No me concentro, me pongo a ver una serie, me levanto a los diez minutos. Tengo que planchar, la pila de ropa es inmensa y aunque nunca planche los vaqueros  si no lo hago mañana no tendré nada que ponerme; y mañana tengo que ir vestida decentemente, tacones incluidos aunque tenga los pies destrozados; mi nula asertividad es lo que tiene. Tengo hambre , pero no quiero cocinar y tampoco quiero llamar al chino por quinta vez en esta semana (aunque su comida sea pésima yo soy omnívora). No me apetece estudiar; ni salir a la calle, está medio lloviendo;  ni meterme en la cama a dormir la siesta; ya he limpiado el baño; he tarareado cinco canciones; escrito toda esta sarta de tonterías  aquí; he abierto el Facebook y sigo sin saber para qué sirve ; nunca veo la tele; no tengo con quién hablar; no quiero beber a solas...

sí, decididamente prefiero,  pese a todo, equivocarme.


No quiero que mis domingos, no quiero que mis días, sean así...

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