jueves, noviembre 22, 2012

There's a seat on the corner. I keep every night wait til the evening begins. I feel like a stranger from another world but at least I'm living again*



Apareció ella, Lucinda, de riguroso negro, o al menos eso parecía desde la no excesiva distancia del patio de butacas. Sonó Lake Charles y las lágrimas llamaron a la puerta. Más tarde, días después y ya de regreso al otro lado del mar, supe que el día anterior había cantado Passionate kisses. De haberlo sabido… Pero no lo sabía, obvio. 

Y en realidad tampoco sabía que iba a encontrarme con ella a orillas del Támesis en aquella sala que no era el Royal Albert Hall, en una tarde de domingo de un otoño que ni parecía otoño ni parecía domingo. Las casualidades no existen y la suerte, siempre tan esquiva, hace tiempo que se rindió a mis pies para tras un triple mortal y dos piruetas largarse doblando esa esquina que tal vez yo ya nunca alcance.





P.D. Días frenéticos con un abrigo prestado dos tallas más grande, tal vez tres, y el agradecimiento que tomó forma de galletas de mantequilla que nunca llegaron a su destino. Porque es fácil, tal vez demasiado, acostumbrarse, aún sin querer. O queriendo, que sin ser lo mismo viene a ser igual cuando uno deja de ser un extraño


 *Til I am myself/Blue Rodeo

jueves, octubre 04, 2012

Sucesión de sí mismo


Desde acá, donde la distancia no es olvido, hablamos de infidelidades e inseguridades varias. Y qué se yo, que nunca he sido infiel, o tan sólo un poco una vez, si es que se puede serlo a ratos. Aunque aquello fuera el preludio del fin o el anticipo de lo que vendría después y me colocaría a mí de víctima y culpable. Tantas vidas pasadas desde entonces y como decía el poeta careciendo ante ti de todos los recursos.

Lo recuerdo porque en un rato perdido leo a Lady Tea (que sí, os leo, a ti y a todas las demás aunque ya no lo parezca) y en un comentario afirmo (y reafirmo) que se puede ser hombre infiel y feliz en su matrimonio. Y digo/dije hombre, porque hablábamos de hombres. Y generalizo, claro, aunque generalizar siempre sea injusto y falso y probablemente poco apropiado y aquella vez todas, porque todas eran mujeres, me miraran horrorizadas. Especialmente ella, que sigue ignorante y feliz tantos años después… Hacía tan sólo un rato que él me hablaba por enésima vez de su última conquista. Que no, que a quien quería era a su mujer; pero lo poníamos tan fácil. Tantas horas perdidas en el despacho es lo que tienen, la tentación al otro lado de la pantalla. Demasiadas carencias afectivas disfrazadas de porqué lo llaman amor cuando quieren decir sexo. Que el amor es otra cosa, no así el engaño, supongo.

jueves, septiembre 20, 2012

miércoles, septiembre 12, 2012

La condición humana




No me gustan los animales. Lo he puesto de manifiesto en muchas ocasiones, en este lugar entre otros. No me gustan los gatos. Es más odio a los gatos. Jamás comprenderé qué gusto le encuentra la gente a convivir con un canario, un caniche o una iguana. Imagino que igualmente la gente no entenderá porqué me pinto las uñas de azuloscurocasinegro.

Asumo el sambenito que esto conlleva. No ser una persona confiable, no ser una buena persona… lo he oído demasiadas veces, si no te gustan los animales no eres bien. Como si eso nos colocara en el otro extremo, como si nos convirtiera en maltratadotes, en fin…

No soy abiertamente antitaurina. No, eso tampoco. Y no porque me gusten los toros, que si desapareciesen no los iba a echar de menos, sino porque les tengo cierto, digamos, respeto. Conozco varias personas a las que admiro, quiero y respeto que pueden pasar horas y horas hablando admirados sobre las faenas de José Tomás. Son inteligentes, brillantes, en esencia buenos y hasta uno tiene un perro. Si ellos les ven algo, que desde luego yo no veo, le concedo el beneficio de la duda a la mal llamada Fiesta Nacional, aunque no sea mi fiesta.

Pero amanece el día de hoy y leo esto: 


A pesar de la tendenciosidad del artículo, me indigno (que supongo es lo que pretende el autor del mismo). Una escucha hablar, por ejemplo, al Agropecuario, acá Fran Rivera, y aunque no entienda qué mínimo resquicio de atractivo puedan encontrarle Lagartiburu y la ex Maja de España y ex señora de Herrera para protagonizar una de las escenas más bochornosas y divertidas de la última televisión, sí entiende que semejante ser no da más de sí con su Lourdes, su Sevilla, su Rocío y su, ojú, qué arte.

Pero por más que lo intento no logro comprender qué lleva a la locura colectiva de todo un pueblo (imagino que detractores, haberlos haylos en Tordesillas) en nombre de la tradición. Qué empuja a un ser anónimo, anodino, a una persona vulgar y corriente a una orgía de sangre y sufrimiento.

La condición humana, supongo.



P.D. Gene Tierney

martes, septiembre 11, 2012

Tenemos que hablar




Nunca unas palabras sonaron tan dulces pese a que una esté acostumbrada a que en las películas y los libros esta frase sea el preludio del abismo.

El futuro llama a la puerta y se abre paso a marchas forzadas, y ni modo, no me queda otra que darle la bienvenida.

viernes, septiembre 07, 2012

De repente el último verano


Curioso que precisamente en este largo y cálido verano que aún se resiste a despedirse me reconciliara con ella. Pero es que no podía soportar ver una película, fíjeseustedquetontería, en la que Katherine Herpburn hiciera de mala y Montgomery Clift no saliese guapo… que la belleza está en el interior, todo el mundo lo sabe.


P.D. Para la terapia de esta semana se recomienda escuchar fervientemente a los U.S. Rails y al señor Jim Cuddy y sus camisas y sus Blue Rodeo. Ambos estarán pronto por estos lares y nadie en su sano juicio, mental y musical, debería perdérselos.

lunes, septiembre 03, 2012

La educación perdida... y nunca encontrada



Estamos tan acostumbrados al griterío injustificado y a las sinrazones varias, al estás conmigo o contra mí y por tanto obra en consecuencia porque eres un facha o un rojo de mierda, al porque yo lo valgo y soy yo quien lo digo, al no te escucho porque sólo me oigo a mí mismo... que de repente llega no una, sino dos personas, que atienden pacientemente a tus explicaciones, asienten y escuchan con atención; te rebaten educadamente pero suavecito, como quien no quiere la cosa y sin darte la razón no te la quitan, que una, sabiendo que en absoluto están de acuerdo con lo que están escuchando y ante esa diríase pasiva actitud siente que le están dando la razón como a los tontos… Y qué pena, ¿no?


P.D. Ivonne de Carlo

viernes, agosto 31, 2012

Living with ghosts



Qué mala soy ejercitando el odio... Cinco, diez minutos no más y aunque no habite el olvido, la vida sigue... ¿sigue?

lunes, julio 30, 2012

EL PLAGIO ESTÁ FEO

REPITA USTED CONMIGO...

Palabras a (des)tiempo







En los últimos tiempos asisto estupefacta a la lectura ajena de cuitas y desgracias amorosas ajenas. Entiendo que cada cual escribe de lo que bien le viene en gana y no soy yo la más indicada para dar lecciones de pudor a nadie cuando aquí y ahora he contado todo lo contable…

No sigo demasiados blogs, al menos no de forma rutinaria y constante, más allá de unos cuantos de cocina y otros tantos de moda con outfits imposibles. Me fascinan tanto los delantales almidonados como los zapatos de Prada, pero de cuando en cuando sí visito a los y las habituales y aunque sólo sea tirando del hilo voy descubriendo nuevas lecturas. En ocasiones de escasos minutos, otras pueden durar horas.

Parto de la idea de que el exhibicionismo es ingrediente necesario, nunca suficiente, para crear un blog; y reitero lo anterior, que cada cual hable de lo que quiera y allá sus lectores si lo encuentran ameno y/o interesante. Mismamente me sorprende que alguien pueda llegar a leer lo que aquí está escrito, pero ya se sabe, hay gente pa’to, y agradecida que está una, no lo duden.

Otro ingrediente fundamental es la mentira. Nuestras vidas son rutinarias, aburridas, predecibles, en la mayor parte de los casos faltas de sensibilidad y menos gusto. Desde luego tampoco poseemos el armario de Olivia Palermo o la cocina de Martha Stewart, y ni falta que nos hace, oigan; que para eso está la imaginación, para cubrir los huecos que una realidad si no triste, sí gris, nos deja.

Se puede mentir, adornar la realidad o directamente inventársela. Ejemplos hay a montones y no seré yo quien abra la caja de Pandora. No hay que olvidar que el primer gran blog era el diario de una mujer gorda que ni era mujer ni estaba gorda, pero que tenía talento. No es lo mismo que quien cuelga fotos, entre otras, de la hermanísima Pippa Middelton y las hace pasar por su persona, ¿acaso sus lectores no hojean el Hola?

Mientan, desahóguense y cuenten sus miserias, pero no lo olviden; háganlo con elegancia.

Y por favor, que no se les note…



Un consejo por cierto que nadie ha pedido…Ésta no es la vida real, ésta es la vida que yo cuento que vivo, no la revuelvan y la mezclen con la que se vive una vez se aleja uno de la pantalla del ordenador.






P.D. Vilma Banky.

viernes, julio 27, 2012

Confundiendo recuerdos con cenizas

Éste se la levanta... Lo pensé. No llegue a decirlo en voz alta. Me arrepentí.

No de la hipocresía de creer o pensar y omitir. No de la contundencia y la soberbia con la que ésas palabras llegaron a mi mente. No de que en realidad me importara menos que nada.

Me avergoncé de esas palabras, de esa expresión, de ese léxico tan impropio en mí. Me avergoncé de las formas, no del contenido. Yo sólo quería irme, subirme a un taxi y quitarme los zapatos. Pasaban de las seis de la mañana y yo a las seis de la mañana sólo estoy despierta en los aeropuertos y en los trenes que viajan hacia al norte.

No quería ir, pero me lo pidieron, no lo suplicaron. Soy chica fácil en cuestión de favores y buena educación.

Ni siquiera era guapa. Tal vez de haberlo sido...

martes, julio 24, 2012

Si fuera un rancho me llamarían tierra de nadie*



La idea inicial… sí, nosotros teníamos un plan y un calendario con días contados en rojo… era hacer un viaje por toda la República. Así, de forma grandilocuente, recorrer todos y cada uno de los 32 estados desde Mexicali a Tapachula, desde Salina Cruz a Mérida, desde Veracruz a Matamoros… o lo que nos diera el tiempo, las ganas y los pesos.

De haberlo sabido, pero entonces no sabía, de haber intuido que ése sería nuestro destino. Pero las circunstancias no son sino azar, y la suerte, ya se sabe, suele ser esquiva y malagradecida. Al margen de que una tiende hacia la desconfianza y quién se iba a creer que los de entonces seríamos los de ahora. Que los encuentros fortuitos y casuales nos llevarían a estos días a la sombra de un mariachi desafinado.

De haber intuido que ése sería nuestro lugar cuántas malgastadas madrugadas nos hubiéramos ahorrado. Llevábamos a México en la piel y aún no lo sabíamos. Como aquella noche de Carnaval cuando ellos agarrados del brazo entonaban la canción ascendiendo por la calle Oscura. Wonder Woman y El Zorro seguidos por mi persona, la única sin disfraz en 1.300 metros a la redonda. Yo te conozco, güey…

Porque a veces no se necesitan excusas, tan sólo deseos y de poder elegir un lugar donde vivir ése sería Querétaro... o Coyoacán, pese a que los semáforos nunca se pongan en rojo por las noches y yo sea de las que nunca cruza hasta que no le dan luz de paso. Nunca bajes de la camioneta, nunca te pares, nunca mires a los ojos, nunca desafíes. Y ahora pásele, güerita; una taquiza y un Agua de Jamaica que comienza el reventón.







P.D. Marlene Dietrich en "Sed de mal".










*Rita Hayworth en "Gilda".

lunes, julio 23, 2012

La Navidad, al menos la mía -tan lejana, la de todos- huele a Spekulatius. Todo el mundo lo sabe.




Trato de hallar la fórmula, la combinación perfecta. La mezcla adecuada entre la canela y el cardamomo, el jengibre y el clavo. Ensayo, prueba y error. Como las marshmallows, de Mercadona, of course, de mis demonios.

La repostería es ingrata. Como algunas mujeres. Aunque no todo se base en la apariencia, casi, quién lo diría.


El aroma de las fresias, las hortensias y las peonías marchitándose en la ventana se confunde con el de la pimienta y la nuez. ¿Acaso hay flores más hermosas? Supongo que si le preguntara diría que sí, los jazmines, tal vez los lirios; y sin duda las gardenias. Perfectas para lucir en el pelo en una noche cualquiera de verano. 


Pero aquí no hay verano, todo el mundo lo sabe.

Los cuatrocientos golpes...




Yo no quería saber, pero supe; y sí, eso lo escribió el joven Marías, pero lo cierto es que yo vivía feliz en mi ignorancia y nada más lejos de mi intención que salir de ella.

Los pesares no son menos penas si son compartidos. Yo no sé, no estaba allí, no vi ni oí, yo no supe. Incluso ahora yo no lo sé de cierto. Los secretos no dejan de serlo por ser contados. No quiero que me cuente, en ese guión no hay papel para mí. Si yo soy feliz sin saber dejemos que ella igualmente lo siga siendo.

Pero no puede quedarse callada, le pesa la culpa, no podrá mirarle a los ojos, será incapaz de compartir tiempo y espacio. Le gustaría saber de estar en su lugar.

Pero no está en su lugar. No sabe qué es lo que ella querría, lo que ella quiere. Yo por ejemplo elijo una vez más el no saber. Que él lo disfrutara, que a él le conviniera y le remordiera la conciencia I wish. Demasiadas veces estuve en el otro lugar y aprendí que nunca se quedan, que siempre regresan para poder volver a irse a dormir al mismo lado de la cama.


Y ahora yo ocupo el otro lado.



P.D. Shirley McLaine y Audrey Herpburn.

Ingredientes: Mucho y un poco de nada




Miro uno de esos blogs en los que mujeres perfectas con delantales almidonados posan en cocinas impecables ante toda suerte de dulces, galletas decoradas y cupcakes, que no magdalenas; asegurando que lo suyo no es el fondant, pero mostrando tartas de pisos infinitos con lazos, bucles, muñecas Barbie y Bobs Esponjas.

Aseguran ser seres normales, de carne y hueso, con oficio e hijos. Mujeres despeinadas y de manos enharinadas por más que una sólo vea una impecable manicura, un color de pelo que envidia tú el de Taylor Tomasi*, una Kitchen Aid reluciente y todo el catálogo de Lékué.

Afirman que los macarons no son tan difíciles, que el secreto está en tamizar, en el merengue italiano, en las proporciones, en la temperatura del horno, en el enfriado, en… Ensayo, prueba, error; que a la tercera va la vencida.

Y va a ser que no, o tal vez sí, que en eso consiste la vida... y no morir en el intento.








jueves, mayo 31, 2012

Me has enseñado a respirar... [Juan Gelman]



No sé porqué nos acordamos de aquella canción de Carlos Chaouen cuyo título no recuerdo, aunque en realidad nunca recuerdo los títulos de las canciones de Carlos Chaouen. O tal vez fue él el que la recordó... Así que corrí hacia la breve estantería del pasillo y cogí una antología de González, Ángel; tampoco recordaba el título del poema, pero apareció ahí, entre bandoneones que recorren columnas vertebrales y canciones de invierno y de verano con balandros y bañistas, cabos helados y distancias insalvables...


Me basta así

Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti; 
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia 
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando  -luego-  callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.

Creo en ti.

Eres.

Me basta.



(In)certidumbre



Hace un tiempo, tal vez un par de semanas, tal vez tres, un compañero de trabajo a escasos metros de mí ilustraba a otro sobre el uso y el disfrute del What's up. El instructor afirmaba rotundamente que dicho invento había cambiado su vida porque le había hecho distinguir entre dos tipos de amigos, los caros y los baratos. De modo que si quería ir a un concierto, pongamos el de Rebeca Jiménez (tan sólo unas 20 personas entre el público, aunque todo hay que decirlo algunas de ellas muy entusiastas) y no tenía acompañante, no había dudas, enviaba un pseudo mensaje a un amigo de los baratos, que no iba a gastarse él las pelas en un SMS para invitar a un improbable concierto de una tipa a la que nunca había escuchado por mucho que su compañera Dae, la del gusto exquisito e impecable, la hubiera recomendado. Si tenía que avisar a alguien de que llegaría (muy) tarde porque una vez más los mineros habían cortado la carretera, que ese alguien fuera de los baratos, porque como fuera de los caros se quedaría esperando sine die, al igual que se quedaron esperando las cuencas mineras por una reconversión industrial que nunca acabó de llegar.

A mí personalmente esa aplicación, y a diferencia de él, no me ha cambiado la vida, aunque sí he de reconocer que ha supuesto un gran ahorro en mi factura telefónica y que le ha dado otra vuelta de tuerca más a mi escasa sociabilidad. 

De pronto me llegan mensajes de gente que no conozco, recuerdo, ubico o identifico. Supongo estaré catalogada como una amiga barata "por fin" y los que permanecieron en silencio durante meses, tal vez años, ante la gratuidad de la comunicación se acuerdan de mí y de mi existencia. Es enternecedor, halagador, conmovedor, turbador e incluso emotivo (añadan todos los -or que les plazcan) que la gente se acuerde de ti, te invite a fiestas y a saraos varios a los que nunca asistirás con la convicción de que has sido invitada porque saben que nunca harás acto de presencia, que te recuerden tal concierto, aquella exposición, una película del ciclo de los lunes en el Teatro Filarmónica o que los U.S Rails tocarán en otoño en Avilés (las cosas buenas siempre suceden en otoño, todo el mundo lo sabe, y sí, el mes de diciembre también puede ser otoño).

Que todo eso es genial, que te pregunten qué tal, cómo andas y te cuenten su vida en tres palabras, todo muy bien sin ni siquiera dar las gracias. Todo el mundo lo sabe; todo muy bien, gracias. Pero es que yo no recuerdo, no sé, no reconozco... y no voy a peguntar, y tú quién eres, me he olvidado de ti, ya no te recuerdo. ¿Cómo es posible que conserves mi número después de tantos años, de tanta distancia, de tantos silencios?

Yo borro números. Yo olvido, memoria selectiva sin retorno... pero permanezco en los teléfonos ajenos sin hacer ruido ni céntimos de gasto




[Y acá deberían sonar los U.S. Rails, "Gonna Shine", por ejemplo...

Donosti, here we go...]

viernes, mayo 11, 2012

(Looking for) The heart of saturday night (Tom Waits)


[Al leer, o más bien releer, mi última entrada escrita y publicada ayer, 
no he podido evitar sentir cierto pudor, cierta vergüenza ajena.

Es una sensación que me acompaña desde hace bastante tiempo, más de un año tal vez,
 y que en cierto modo me “impide” escribir aquí. 
Nunca me importó demasiado “desnudarme” a base de palabras; 
contar intimidades, que no privacidades, varias, y aludir a terceras o segundas personas, 
las que tuvieron la suerte o la desgracia de cruzarse conmigo.

Y no es que ahora respete más mi entorno, o lo resguarde con más celo 
o sienta o tenga en menor medida la necesidad de contar; 
porque ésta sin duda sigue ahí. 
De algún modo pienso que no tengo derecho a hablar de alguien que no va a leer esto, 
que no me ha dado permiso para reproducir sus palabras
 y que probablemente de pedírselo no me lo concedería. Pero ni modo…]




Hace tiempo le prometí que le buscaría una novia. Sabía que detrás de su fachada de chico sin compromisos se escondía un tipo que era tan capaz de amar como cualquier otro. Sorprendentemente no me dijo que no. Hasta le hizo gracia la idea y me animó a que a la par le buscara otra para su carnal. Inseparables ambos en las noches de los viernes en las que sin cita previa nos encontramos en ese bar en el que podemos pedir sus canciones.

Supongo que pensó que no iba en serio, o tal vez sí, pero que fracasaría en el intento. No le faltaba intuición. Hice un repaso entre todo el género femenino de mi entorno y o eran demasiado mayores, o demasiado jóvenes o demasiado comprometidas o demasiado… Pero no cejé en mi empeño basándome en la ley del embudo, lo que no es bueno para mí, subirme a una noria, no tiene porqué no serlo para él. Y como el mundo no se acaba entre las cuatro paredes de mi habitación donde siempre son las cuatro y diez por qué no probar más allá.

Confesaré aquí y ahora, aunque no diré su nombre, que de inmediato tuve una clara y firme candidata. Ilustre blogguera y mejor persona. Estuve a punto de escribirle y contarle, pero al final no me atreví. Me imaginé por momentos su cara leyendo mi correo, pero qué me está contando esta romana. Por qué voy a querer yo conocer a quien no conozco. En el fondo debo confesar que soy una romántica con las ilusiones ajenas cual señorita decimonónica. Efectos colaterales de haber leído demasiado a Jane Austen, supongo.

En todo caso la idea no se me fue de la cabeza, que al fin y al cabo una promesa es una promesa, aunque ya nadie espera que las promesas se cumplan y sean más propias de los caballeros sin que esto implique que yo sea una dama.

Es guapo, rockero y futbolero a la manera de Andrés Calamaro. No creo que dichos intereses deban de ser recíprocos, en todo caso si lo tuyo es Camela o el tecno-pop igual no sois muy compatibles, pero por probar, nunca se sabe.

Yo le caigo bien, lo que implica que su buen gusto no se puede poner en duda. Me da que es un tipo de estos de antes, con un alto sentido de la honestidad, el honor, la lealtad a los amigos y todos esos rollos masculinos que tan ajenos nos resultan a algunas mujeres. Me consta que es el perfecto caballero que niega ser y que ese recoger lo que nosotras sembramos sólo es una forma de darle tiempo al tiempo. Le gusta Bruce, por Dior, qué más le podemos pedir…

Como ya dije una vez: Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriréis si tenéis algo de lo que hablar...


daeddalus@gmail.com 









P.D. John Litel, Don Porter y Constance Bennett.



[Y Él ya está aquí. Se levanta el telón.]

jueves, mayo 10, 2012

La única herida




Hace un par de fines de semana a altas fiebre de la madrugada departía con un amigo del género masculino sobre lo divino (el Bruce) y lo humano (nosotros). Sonaba “Ring of fire” a petición nuestra y nos embarcamos en la eterna guerra de sexos. No suelen hacer falta muchas excusas para acabar discutiendo el porqué de que los hombres sean de Venus y las mujeres de Marte (o al contrario, que nunca recuerdo cuál es la asignación correcta).

Hablaba de lo que él vino a llamar “su época negra u oscura o abismal”. A los dieciocho, a los veinte, a los veintitantos y tal vez a los treinta. No ahora, con los cuarenta cumplidos, los deberes hechos, las cosas claras y los horizontes lejanos.

-“Yo siempre he sido un pagafantas”. Confesaba entre la resignación y el hastío. “O al menos lo fui en los períodos en los que no tuve novia o pareja estable en aquella época negra de mi vida. E incluso entonces, cuando estaba emparejado”.

Nadie lo diría. No lo conocía entonces. Lo conozco ahora.

-“Os comportabais mal. Las mujeres. Y sí, estoy generalizando”. Yo permanezco en silencio, asiento y le invito a que siga. “Actuabais como si nos estuvieseis perdonando la vida. Nos mirabais por encima del hombro casi con desprecio. Ninguno estábamos a la altura de vuestras expectativas, del príncipe azul que sin duda vendría a rescataros de vuestra absurda rutina”.

-“Ahora ya no me importa. Ya sé lo que quiero y especialmente lo que no quiero. Me da igual que paguen justas por pecadoras. Ahora recogéis lo que sembrasteis. Si desparezco, si no llamo al día siguiente, si no doy explicaciones, si no me comprometo, si me voy, como tú bien dices, porque nunca he estado… es mi venganza por tantos años de humillación, de hacer el tonto, de comportarme como el perfecto caballero que nunca fui. Ahora soy yo el que tengo la sartén por el mango, el que toma las decisiones, el que elijo. Y esa es mi elección”.

No supe que contestar. Tan sólo me acordé de aquél que hace mucho tiempo me dijo que él era uno de esos hombres. Y cuando le pregunté el porqué tan sólo contestó mientras se encogía de hombros: "¿por qué me divierte?, ¿por qué no me importa?..."



P.D. Ann Dvorak, James Cagney y Margaret Lindsay. 

miércoles, mayo 09, 2012

No hemos venido al mundo a ser felices



Leo... leía. Leí, "Yo confieso", de Jaume Cabré. Alguien me lo recomienda entusiasmadamente. Hacía mucho tiempo que no oía hablar con tanta vehemencia de un libro. No le ha cambiado la vida al modo de Paulo Coelho, pero le ha descubierto, vayan ustedes a saber en base a qué, a Anne Sophie Mutter y a Karajan, que tanto le recuerda, que tanto me recordaba a mí, al otro von.

No digo que ya conozco a Jaume Cabré. No quiero romper la ilusión de su "descubrimiento". Un tipo, reitera sin tregua, que merece todo el reconocimiento del mundo; el que no tiene a cambio de que otros sí lo posean. Los Ruiz Zafón, los Vila Matas, los Rivas y hasta el joven Marías.

Yo había leído "Las voces del Pamano" hacía tiempo, tal vez dos años atrás. Unas Navidades cualquiera en familia cuando el que más o el que menos había incluido en su equipaje no menos de dos libros, tal vez para tener excusa para ausentarse de las largas sobremesas con el cuñado divagando sobre música escandinava contemporánea (me acordé de él esta mañana leyendo en el periódico que Arvo Pärt es posible, no sé si probable, candidato a los premios Príncipe).

Me lo encontré reposando sobre el brazo de una butaca. Iba a sentarme y lo aparté sin fijarme demasiado en el título, "Die Stimmen des Flusses"; aunque me llamó la atención el autor, un nombre catalán. Así que comencé a hojearlo y acabé leyéndolo quedándome con la duda, a la manera de Joan Sebastian, o con la curiosidad o la intriga, por su éxito y reconocimiento en Alemania. De hecho la publicación de su siguiente novela, “Yo confieso”, fue un auténtico fenómeno editorial y mientras aquí se vivía entre mayor o menor indiferencia allá se formaban grandes colas en las librerías y hasta se organizaron sesiones de lectura a cargo de actores consagrados. Puede que al público alemán le conmuevan tanto las españolas novelas guerracivilistas como a mí las que versan sobre la Gran Guerra sean de la nacionalidad que sean.

Debo confesar que no me gustó demasiado. Tal vez poco, nada. Un autor español más que salda su deuda de escribir sobre la guerra civil, supongo. Me divirtió al principio y me aburrió al final. No despertó en mí la curiosidad por seguir leyendo a Cabré y acabé meciéndome “En el nombre del viento” de Patrick Rothfuss. Novela que se suponía debía de subyugar a una pertinaz seguidora de “Canción de hielo y fuego” como, yo pero que acabó aburriéndome aún más que la anterior.

Con “Yo confieso” me ocurrió algo parecido a con “Las voces del Pamano”.  Me gustó al principio. La otra simplemente me había divertido las primeras doscientas páginas. Me enterneció, y mucho, el pequeño Adrià Ardèvol con su jersey de canalé color Burdeos, el que quería aprender alemán y hablar arameo. Me gustó la Trullols y la señorita Cecilia a la que imaginaba en sus años mozos como una Verónica Lake venida a menos. El valeroso y astuto jefe arapaho Águila Negra y el sheriff Carson, la Universidad Gregoriana y Túbingen me trajeron ecos de otras vidas, aunque fueran mías.

Pero Adrià Ardèvol crece y conoce a Sara Voltes.Epstein en París, y Bernat Plensa se casa con Tecla (qué nombre tan absurdo para una pianista)  y Lola Xica deja de serlo. Y yo comienzo a odiar al ya no tan pequeño Adrià que ya no usa jerseys de canalé color burdeos, que es un violinista mediocre y un coleccionista obsesivo. Tengo que llegar a la página 757 para darme cuenta de que no puedo disfrutar de la que sin duda es una gran novela porque hace un puñado de cientos de páginas en las que no se habla de Adrià Ardévol i Bosch, se habla de ti.

No me había dado cuenta hasta ahora y tenía que decírtelo.


viernes, abril 20, 2012

En la vida hay tinieblas... tan cierto como la luz las disipa.





Siempre se dijo que "Drácula" de Bram Stoker era una mala novela (de un mal escritor que creó un gran personaje). Yo siempre sostuve que era una de mis novelas preferidas (la otra sería la "La isla del tesoro" de Stevenson).

Hoy se cumplen 100 años de la muerte de Stoker. Una excusa tan buena como otra cualquiera para recordarle. A él, a Mina, al Conde, a Jonathan Harker... Para cocinar un "Paprika-Hendl". Para entrar libremente y por mi propia voluntad en una casa ajena que tal vez algún día sea la mía, que tal vez me aporte parte de la felicidad que hoy ofrezco.


P.D. Bela Lugosi

jueves, abril 19, 2012

El traje nuevo del emperador






- ¡París! Nosotros tenemos los ideales, pero ellos tienen el clima...

Ninotchka 


Una, que es ciertamente republicana desde que tiene uso de razón, y lo será mientras siga convencida de que el linaje y la sangre no son méritos para alcanzar la jefatura de un estado, de cualquier estado; se pasea estupefacta estos días entre indignados patriotas, portadas de periódicos, tertulias de café y princesas alemanas zu Sayn-Wittgenstein que ni son princesas ni son alemanas. Qué admirables y fabulosas, por cierto, estas mujeres que acumulan matrimonios y por tanto divorcios sin desprenderse de los títulos más o menos nobles o pretenciosos de los que fueran sus maridos a la manera de Carolina de Mónaco o de Rosario Nadal. Aunque sea altamente comprensible que si una puede ser princesa de Hannover o de Preslav, si una puede apellidarse Saxe-Coburg o zu Sayn-Wittgenstein; no va a quedarse con un vulgar Grimaldi heredado de un pirata o un Larsen más propio de escritor sueco de novela negra. Ya lo escribía hace un par de días el sin par Salvador Sostres en el periódico de Pedro Jota, sólo el servicio da explicaciones... sólo el servicio, añado yo, se divorcia como Dios manda y te devuelve los apellidos y el rosario de tu madre.

Pues eso, que asombrada me hallo de tanto republicanismo de nuevo cuño. De tanto asombro porque alguien se asombre de que Don Juan Carlos de Borbón y Borbón-Dos Sicilias borbonee, que para eso es doblemente Borbón, digo.

Larga vida al rey en este país juancarlista y de prensa sumisa y cortesana más que merecida. Larga vida a la Reina, esa gran profesional, tan culta,  vegetariana y melómana, la que tras más de 40 años de consorte en un país que no es el suyo no es capaz de mantener una conversación de 15 minutos en ese idioma que no es el suyo.

Y larga vida a los españolitos de a pie que se acaban de despertar de un largo sueño en el que eran prósperos y ricos y los bancos concedían hipotecas del 110% del valor de un piso en el extrarradio de 60 metros cuadrados, y préstamos para coches de alta gama y vacaciones en Punta Cana; y obvio, tenían un Rey que reinaba pero no gobernaba tan campechano él que rivalizaba con la señá Duquesa (de Alba, of course).

Ya lo dijo la infanta Elena de Borbón y Grecia:

- "Yo no sé nada. Estaba con su padre".
- "Yo no oí nada. Estaba trabajando".

Más vale tarde que nunca... supongo.



P.D. Greta Garbo

miércoles, abril 18, 2012

Lección de gramática




"¿Cómo se diz en uolof la palabra frontera, la palabra
patria? ¿Y en soniké? ¿Cómo-y llamáis al desamparu?
Si queréis dicir en bereber, por exemplu, “yo tuvi una casa
nun arrabal de Rabat” ¿ponéis nesti orde la frase? ¿Cómo
se conxuguen en bambara los verbos que lleven al norte,
qué axetivos-y cuadren a la palabra mar, a la palabra muerte?
Si tenéis que marchar, ¿ye la palabra adiós un sustantivu?
¿Cómo se pronuncia en diakhanké la palabra exiliu? ¿Hai que
xuntar los llabios? ¿Duelen? ¿Qué pronomes usáis pal qu’espera
na playa, pal que regresa ensin nada? Cuando señaláis p’allá, 
pa  contra casa, qué alverbiu escoyéis?
 ¿Cómo se diz na vuestra, na nuestra llingua
la palabra futuru?"

Berta Piñán













P.D. Irene Dunne y Cary Grant en "Penny Serenade".

viernes, marzo 23, 2012

Días extraños




Recuerdo estas palabras de Ray Loriga, de 'Tokio ya no nos quiere':  "Los días son a veces tan tristes que sencillamente no merecen la pena. No merece la pena correr, ni esperar, ni vigilar. Días tan tristes que no merecen ni un esfuerzo, ni el más pequeño movimiento. Los días así hay que dejarlos correr, como los trenes nocturnos..."

Siempre me gustó Ray Loriga. Siempre pensé que era guapo. Y me gustaba más por guapo que por escritor.

P.D. Natalie Wood

martes, marzo 20, 2012

Tu hiciste de mi vida un cuento para niños en donde naufragios y muertes son pretextos de ceremonias adorables, escribió Alejandra Pizarnik





Siempre bromeo y digo que la semana que explicaron esa lección vital en el colegio yo debía de estar en la cama con escarlatina; y que por tanto, falta de tan básica educación, no pude o no quise (o no supe) desarrollar la habilidad o capacidad de decir sin querer decir, de callar queriendo hablar, de hablar por no callar o de contar lo que se intuye el otro quiere escuchar.

Desde bien chica me gané, probablemente bien ganada, la fama de soberbia, de ingrata, de desagradecida, de sobrada, de antipática... por decir cuando lo conveniente era callar, por no ser amiga de mis amigos si la ocasión no lo merecía; por exigir explicaciones y respuestas cuando yo en ese lugar las daría; por no conformarme con las palabras si yo quería hechos, si yo quería y exigía la verdad por amarga que fuera, la misma que estaba dispuesta a ofrecer. Que vale mil veces más un golpe certero al corazón que una programada agonía.

Sal siempre me decía (y me dice), ayer me lo repetía, que ése es el camino que conduce al abismo. Que a nadie le importa la verdad o las certezas. Que uno quiere escuchar lo que quiere escuchar (y punto). Que desde que el mundo es mundo y el hombre es hombre, se ha dado un juego de reglas tácitas no escritas aceptadas por todos excepto por mí. Empeñada en cambiar las normas, en jugar a mi modo por mi cuenta y riesgo. Condenada siempre y sin remedio a perder.

Me pone ejemplos. ¿Te acuerdas del de la teoría de los conjuntos?... ¿Cuál de ellos?... Aquél, bueno, no importa, se repite el mismo patrón, pero sí, aquél, el que se fue buscando su espacio. Otro, y son legión, abonado a la teoría del "no eres tú, soy yo"; pero que se fue sin desaparecer del todo dejando una puerta abierta. Todos lo hacen. Que aparecía de cuando en cuando asomando la patita por debajo de la puerta para decir que seguía on the road. buscando su lugar. Como si a mí me importase, como si fuese necesario. Cuando lo único que hubiese estado de recibo era haberse despedido, haber dicho que se iba y no pensado volver.

No, así no, reniega Sal; aunque sabe que no va a convencerme. ¿Cómo es esa frase tuya?... Todo un clásico, "no te digo hasta luego porque no pienso volver a verte". ¿Cómo te crees que se siente el romano que escucha eso mientras le lanzas un beso al aire y cierras la puerta del ascensor?... ¿Acaso tiene que importarme cómo se sienta? ¿Tengo que preocuparme de los sentimientos de alguien que no sea yo? ¿Tengo que pensar que le estoy haciendo daño o hiriendo o menoscabando? No, ni modo, que en realidad le hago el favorcito de ser yo, no él. Le indico el camino de salida, le dejo libre, le hago víctima, que siempre da más juego y le brindo no más de cinco minutos de mal entendido orgullo regalándole una anécdota para contar una noche cualquiera en un bar cualquiera. ¿Sabéis lo que me dijo esa chica tan rara? Y alguien dirá que yo ya apuntaba maneras.

¿Me convertía eso en una mala persona? Puede... pero no voy a decir que seremos amigos cuando ambos sabemos que me olvidará una vez cruce esa puerta. No, no tomaremos café de cuando en cuando, ni nos llamaremos por nuestro cumpleaños. No vamos a fingir que nos importa lo que nos suceda a partir de ahora porque bien cierto es que no nos preocupa.

No puedo evitar preguntarme por qué a la gente le cuesta tanto decir la verdad, que tampoco se trata de ser un libro abierto, yo no lo soy y tampoco lo intento; pero decir lo cierto es casi tan o más simple que murmurar una disculpa.

Supongo que por eso me gusta. Porque nunca da explicaciones, ni tampoco las pide. Se tienen simplemente razones o motivos. Y ya sabes, honey, si no te gustan, lo siento, porque no tengo otros. Suele ser fácil estar a su lado porque lo único que pide es honestidad, que tan cara se vende, la misma que él ofrece. Esto es lo que soy, esto es lo que ofrezco, lo que tengo, lo que no está en venta, lo que ves... y lo que no se ve carece de importancia, eso ya sólo es mío, ya no ve la luz. Sí, era y es fácil, no hace falta fingir, ni sonreír sin ganas antes los malos chistes ajenos. Y somos amigos porque nunca nos prometimos que lo seríamos. No, no siempre se necesita prometer y jurar en falso para que ciertas promesas se cumplan; porqué él aceptó y entendió mis ritmos lentos; mi pretendida ingenuidad, un arma como otra cualquiera, una sentencia como otra cualquiera; inequívoca condena al modo espera.


Feliz día...




P.D. Jane Greer y Lizabeth Scott





viernes, marzo 16, 2012

Lou Reed dice que si cierras la puerta tal vez la noche (el sueño) dure para siempre




Estoy con C., que tiene muchos menos años que yo y casi tantas ilusiones como sueños. Estamos sentadas en una de esas confiterías con mantelitos blancos que tanto me gustan, cuyo gusto comparte conmigo, y donde la media de edad supera la edad de jubilación. Se nos había antojado comer pancakes con jarabe de arce, que no tortitas con nata y caramelo, que aunque sea lo mismo, no lo es, y no sólo por el sirope y tampoco porque en realidad C. diga panqueques y a mí no me guste la nata (no soporto la leche, ni sus derivados, ni nada que se le parezca en olor, apariencia o gusto aunque poco o nada tenga de producto lácteo; léase la horchata).

Y hablamos de chicos, que no de hombres... aunque es ella la que habla más bien. Y en un determinado momento me pregunta qué es eso de mantener una relación abierta, que lo ha visto en el Facebook o en el Lokalisten, ya no recuerdo. Y a mí estas cosas se me dan mal, pero lo intento pese a todo, y ella me contesta que sí, que ya le parecía, que los adultos somos muy raros.

Y hablamos de libros, de Cornelia Funke y el Capitán Alatriste; y me recuerda que yo les regalé toda la saga, pero que ella aún no los ha leído, piensa que igual no le gusta Reverte, que igual es de chicos, aunque esas distinciones le parezcan absurdas, que la saga Crepúsculo, aunque sea de chicas no va con ella.

Y hablamos de música, de Hannah Montana, aunque ella sea más de Ashley Tisdale y acabamos tarareando el 'Achy breaky heart' del padre de la artista, canción que ella no conoce pero que enseguida entona, y yo le cuento la historia de esa canción, todo un hit hace tantos años que yo probablemente tendría entonces los que ella tiene ahora. Y me pregunta qué música escucho ahora, tantos años después; qué músicos me gustan, así, que sean guapos, y no lo dudo ni un momento cuando me pide que le nombre a tres, aunque los tres a ella le parezcan unos viejunos: Bruce, Jorge y Andrés, que sobran las presentaciones. Y me dice que esos no valen, que no son guapos... y yo le digo que no es cierto y que no, que no son cosas de la edad, que yo a los catorce ya estaba enamorada de Bruce... pero ni modo, tengo que buscarme otros, pero que sean guapos de verdad de la buena, y no tan viejos, que yo no lo soy tanto... Pero no tengo otros, porque para mí eso es belleza... Aunque no la convenzo, o no del todo, y piensa que mis gustos son raros, o que no sé apreciar lo bonito, y yo digo que es como el que va repeinado con su raya al lado y sus zapatos relucientes, que las fachadas son sólo eso, fachadas, y no, no caigo en el absurdo tópico de que la belleza está en el interior, que puede ser cierto, o no, quién sabe... pero es que a mí me gustan los hombres así, que puede que no sean guapos, no sé, tal vez... pero a mí me lo parece, y eso, hasta el momento, me resulta suficiente, you know.





P.D. Helen Broderick y Constance Bennett

jueves, marzo 15, 2012

Life is the fast lane




Creo recordar... no, creo, no... lo recuerdo a la perfección. Fue en uno de mis fines de semana madrileños. Mañana de sábado de compras con C. en la calle Fuencarral. Estaba apoyada en el escaparate de... bueno, me importa poco hacer publicidad... de Desigual. C. es fan absoluta de esta marca (y de Custo, obvio), a mí no me gusta; poco, nada; o en realidad no me disgusta en otros y me disgusta en mí. Ahora en realidad la moda me la trae al pairo; las modas, los colores, los estilos; acabo siempre poniéndome casi cualquier cosa... pero cuando aún iba de compras, leía el Vogue y hasta me compraba el Cosmopolitan; me apuntaba a todas las tendencias, que no modas, cuando ni siquiera existían las tendencias, y decidí que no me gustaban los estampados igual que no me gustan los cacahuetes, las joyas de oro (amarillo) o los tipos que van de graciosos haciendo un chiste a cada frase pronunciada.

Los estampados (y los cuadros) no son para las chicas tímidas. Y yo, no lo olviden, soy de las tímidas. Tampoco para las chicas altas, y yo estoy por encima de la media. Me costó mucho aceptar, por cierto, que yo nunca sería una de esas chicas pequeñitas, de huesos frágiles, que inspiran ternura y afán de protección, que impulsan a abrazarlas.

Pero estaba yo allí, apoyada, fingiendo mirar el escaparate y debatiendo conmigo misma la oportunidad o no de comprarme una cazadora de cuero de color verde oliva que no necesitaba para nada con un dinero que no me sobraba... Y allí estaba él, en medio de esa situación absurda que tantas veces se da y que yo nunca he acabado de entender, su chica (doy por sentado que eran pareja), comprando compulsivamente y él aguantando estoicamente a a la entrada de la tienda, cargado con las bolsas, haciendo equilibrios entre éstas y su cigarro apurado. Le sonrío casi involuntariamente con gesto de comprensión, tira la colilla y me envía una sonrisa de vuelta, intuyo que a modo de despedida, que regresará al interior de la tienda a decirle a su chica lo bien que le sienta el color morado. Pero no, sigue fuera con las bolsas en la mano, con un vago gesto de acercamiento me ofrece un cigarro y un par de sonrisas de más. Rechazo el ofrecimiento, no fumo, gracias. Y él guarda el tabaco y tampoco fuma, y sonríe de nuevo titubeando, parece que quiere decir, pero no dice... y yo, qué vamos a hacerle, no soy yo de las que liga en las puertas de las tiendas de la calle Fuencarral con desconocidos que me ofrecen cigarros mientras sus novias se prueban ropa con dos tallas de más. Además aparece C. con sus compras y me salva del Averno ofreciéndome unas cañas y presentarme al amigo del primo del hermano mayor de no sé quién, que me va a encantar, que estudió en la Sorbona y es más alto que yo, y obvio, habla francés y no cuenta chistes malos, y le gustan los pistachos y conducir en carreteras sin rumbo. Así que con una media sonrisa nos despedimos y una parte de mí que no controlo le dice "Hasta la próxima. Suerte"...

Y como yo soy de las que olvida hasta mi nombre pero jamás una cara, sentada ayer en una terraza al sol de marzo, creo reconocerle dos mesas más allás tras mis gafas de sol. Han pasado probablemente más de dos años, y la chica que le acompaña no es la misma de aquel entonces. Aunque también sea morena, de uno sesenta, de huesos frágiles y apariencia dulce. Él la mira embobado sin percatarse de nada de lo que ocurre alrededor. Ella viste una falda rosa de estampado de leopardo, los estampados de leopardo tampoco son para las chicas tímidas. Están bebiendo café (yo coca-cola light) en una de esas tazas grandes para el café con leche, no para los cafés solos ni para los cortados. Él acerca la taza a sus labios, la abraza con la mano, la izquierda, y pienso que me gustan los hombres que acarician la taza cuando beben y no puedo evitar darme cuenta de que nunca me he fijado en cómo coges tú la taza del café.


miércoles, marzo 14, 2012

By(e) the way



Hace muchas lunas, cuando aún vivía en las tardes de verano, sentados al sol, perdíamos el tiempo de la mejor forma que conocíamos... juntos. Y hablábamos recorriendo las rutas que un no tan lejano dia subidos a una Harley hollaríamos, prometiéndonos inciertas querencias, dibujando los mapas de un futuro que ambos sabíamos no sería en común. La tela de araña que tejíamos no estaba destinada a atraparnos a nosotros.

Decía Carrie "Sex and the city" Bradshaw (y mucho antes que ella lo dije yo) que en el mundo había dos tipos de mujeres, las mujeres de pelo liso, y las mujeres de pelo rizado. Las primeras eran las que acababan por ser felices con tipos como Hubbel (Robert Redford en 'The way we were'-Tal como éramos). Él sólo quería ser feliz y encontrar a alguien que se sentase a su lado a ver 'Friends' y se ríese de los mismos chistes. Y yo, en fin, yo era (soy) una chica de pelo rizado.

Se me ocurrió entonces, a mí, enemiga a muerte de etiquetas y valores, siempre contradiciéndome, una nueva clasificación. Las personas a las que les gusta 'Friends' y quién dice 'Friends' dice 'Seinfeld' o 'Frasier'; y las personas a las que les gustan 'Six feet under', 'Deadwood' o 'The wire'. Por poner unos ejemplos tontos y probablemente no válidos, que en el mundo mundial ha habido y habrá telespectadores que disfruten de todo a la vez. Pero yo no.

No, a mí no. A mí no me gustan las comedias de situación de media hora de duración y con risas enlatadas; por grandioso que fuera el psiquiatra Frasier, corrosivo el humorista Seinfeld o delirante la entrañable Phoebe. Él negaba con la cabeza, diciendo que yo era demasiado inteligente para preferir los culebrones mexicanos, no tanto los venezolanos, tiempo atrás confesé mi vergonzosa adicción en este mismo lugar; a las ilustres divagaciones de Chandler. Pero ni modo, me dejaban fría. Y no sería por no intentarlo, allá donde iba encendía la tele y siempre aparecían Rachel y Ross tirándose los trastos. Tendría que haber una motivación oculta, una traición de mi subconsciente. ¿Por qué yo no era como los demás veinteañeros? ¿Por qué yo no era como los demás pseudointelectuales que se postraban ante Frasier y familia?

Lo intenté, juro que lo intenté. Vaya si lo intenté. Pero siempre se me cruzaba Lorelai Gilmore o me perdía en el ala oeste. Me disperso fácilmente, lo admito y lo intenté, casi tanto como intenté quererle a él. Pero sólo conseguí quererme a mí cuando estaba a su lado. Llegué a admirar a la mujer que yo era cuando él estaba aquí. Más fuerte, más serena, más valiente. Pero eso nunca fue suficiente.

Él me mira muy serio y me dice... ¿por qué eres tan triste?... y a mí sólo se me ocurre pensar que eso ya lo cantaba Enrique Urquijo, y que hay mucha gente que no soporta a Los Secretos (yo tampoco desde su muerte). Aunque esté Quique González, para remediarlo, en parte. Y él vuelve a mirarme, e insiste... como si yo nunca riese, que bueno, sí, río poco (que salen arrugas), pero le sonrío todos los días al espejo.

A lo mejor es sólo un disfraz. El de una chica triste y solitaria (ahora que no está Antonio Vega para disputarme el trono), que prefiere las penas ajenas para no tener que enfrentarse a las propias.

O tal vez por primera vez en mi vida he sido más rápido que ellas...



P.D.1 Clara Bow

viernes, marzo 02, 2012

Niebla y silencio. Tiempo y nada.



Iba a hablar de decepciones y  desconfianza ajena, amores truncados, amistades vacías y soledad. Pero suena el Nessum dorma de Puccini y una es chica fácil y no solamente de lágrima. 
Se me han quitado las ganas, de momento, de poner los puntos sobre las íes. De decir aquí no lo que ni dije/diré frente a frente. Probablemente mejor así, a perro flaco todo son pulgas. Llegar a tiempo con la palabra precisa nunca ha sido lo mío.

Algunos dicen que la esperanza se viste de verde... Creo que me sienta bien ese color.



"Get ready for me love, 'cause I'm a "comer"
I simply gotta march, my heart's a drummer
Don't bring around the cloud to rain on my parade..."

Don't rain on my parade



viernes, febrero 24, 2012

Down at the twist ans shout



"We can't speak like lovers we used to be.
We can't change ancient history
and love wounds with such simplicity
and I threw it down, down down down, down..."




Regreso de la biblioteca. Me gusta ir a tratar de estudiar allí, a perder el tiempo entre libros y leerme las páginas finales de novelas que nunca leeré. El piloto del contestador parpadea, pero sólo le sigue un pitido intermitente. Saludo al portero con un lacónico buenas tardes y recuerdo que anoche tuve un extraño sueño con él, pero sin ser él; tenía otra voz, un acento uruguayo, como aquel de mis viejos amores. Escucho a Mary Chapin Carpenter mientras me descalzo y me hago reverencias a mí misma a lo largo del pasillo al quitarme la ropa. Ya llego tarde y aún tengo que vestirme de señorita bien ubicada.

Y te vi. Esta tarde, hace un rato. Cruzando la plaza de la Gesta. Tal vez salías de la cafetería del Auditorio, donde casi siempre nos citábamos. A ambos nos gustaban los lugares impropios.

No sabía ni imaginaba que estuvieras aquí. Te sabía lejos, en la distancia y aún más en el tiempo. Te observé, dudé si acercarme y saludarte, hey, babe, here I am... Pero no lo hice. No hubiera sabido qué decirte, y cuando levanté la vista de nuevo, habías desaparecido en el subsuelo del parking.

Estabas guapo. Aunque tú no hubieses estado de acuerdo, siempre afirmabas sentirte ajeno a ti mismo con traje y corbata. Pero lo estabas, con tu gesto serio y adusto concentrado en tu Blackberry y tu nudo Windsor a medio deshacer (no me dio tiempo a aprender). Decías sentirte disfrazado cuando tocaba ponerse el saco gris, y yo no podía evitar sonreír y pensaba lo mucho que me enternecía veros desubicados entre patrones y solapas.

Nunca imaginé que fuera a ser así, un visto y no visto, un saludo abortado, unas palabras que no llegaron a salir, besos dados al aire. Siempre pensé que si alguna vez volvíamos a encontrarnos nos perseguirían un reguero de reproches y promesas incumplidas. No llegamos a ser amigos, no nos llamamos por nuestro cumpleaños ni nos felicitamos el nuevo año. No volvimos a contar el uno con el otro; y yo imaginaba palabras de más y explicaciones de menos. Llas que tú nunca dabas y por tanto nunca pedías; y yo, obvio, por tanto no contaba. Si tú no querías saber o no sabías preguntar, ni modo, no iba a ser yo. De atrofiada emocionalmente a atrofiado socialmente, hablar de lo que sentíamos nunca fue lo nuestro y de tanto que nos callamos, nos callamos hasta el final.

Recuerdo que una vez sí nos vimos. Como tantas otras noches, aunque esta vez por separado, en el Ca Beleño. Estaba acompañada de los madrileños y te vi de pasada al acercarme a la barra a pedir mi segunda Guinness. Estabais ambos sentados en una mesa del fondo, al final del humo y las conversaciones y supe que no me habíais visto. Podía haber vuelto a mi sitio y ciertamente estuve tentada de hacerlo, pero me dije que ya era hora de comportarme como una mujer adulta y que no podía pretender esconderme cada vez que fuera a encontrarme contigo. Así que con la mejor de mis sonrisas y uno de esos, mis chistes malos, en mis labios, me acerqué a vuestra mesa, os planté un par de besos a cada uno y supongo que hablé mucho y demasiado deprisa soltando una buena sarta de tonterías. Volví con los míos con la satisfacción del deber cumplido y pasados no más de cinco minutos, a pesar de que juraría que vuestras respectivas cervezas estaban intactas, pasasteis a mi lado con un vago gesto de despedida en dirección a la puerta. Dos semanas después me preguntabas vía correo electrónico qué habías hecho mal. No supe contestarte.

Y hoy, esta tarde, al verte, no sentí nada.




En mi habitación siempre son las cuatro y diez



Una vez quise que vieras "Los gozos y la sombras", la serie de TVE, que del libro de Torrente Ballester ni hablamos. Intenté convencerte con todo tipo de argumentos que empezaban y acababan en Charo López. No lo conseguí. No recuerdo el por qué de mi empeño, nunca he pensado que haya que compartir las mismas filias, aunque tú y yo ya no compartiéramos nada.

Yo habia visto la serie muchos años atrás, en vídeo, en aquellos temibles meses del que fue el peor de los inviernos. Leo y yo secuestrábamos el reproductor de VHS y la televisión y cada día visionábamos un capítulo ante las quejas del respetable. Aquel ambiente opresivo en el que siempre estaba lloviendo y que a mí tanto me recordaba a mi norte, era cambiado, a su fin, por el paisaje nevado que nos rodeaba. No paró de nevar aquel año... Aunque éramos jóvenes y el frío no nos daba miedo. Temíamos a aquel pueblo en medio de la nada, a sus gentes y ese improbable acento que nunca llegamos a dominar del todo... Y nos dabas miedo tú, la única luz de aquellos días. Sabíamos que un buen día tendrías que elegir. No te dio tiempo, llegó la primavera y con ella, el deshielo.

De aquellos días recuerdo poco. La nevera improvisada en el alféizar de la ventana. Los viajes en tren entre paisajes helados, ¿alguna vez han visto la desolación de una llanura envuelta en hielo? La calidez de Grönemeyer mostrándonos que siempre hay un camino... nunca, nunca, nunca, me olvidaré de esa canción. El frío comiéndose nuestras uñas moradas. Nuestra colección de boinas y la honestidad brutal de Calamaro que nos brindó banda sonora sin pedir nada a cambio.

Y recuerdo a Eusebio Poncela recién llegado de Viena, que día tras día se colaba en nuestras vidas... hasta que llegó esa película... Cuando no sabíamos que hacer, siempre nos decíamos, vamos a ver "Martín H", aunque al final siempre dejáramos de lado la pantalla. Ése se convirtió en nuestro grito de guerra. Pero que mal estandarte hicimos de él.

Sigo escuchando a Grönemeyer, suena ahora la canción... Sigo viendo "Martín H" cuando no sé, ni tengo nada mejor que hacer. Sigo pensando que hay que follarse a las mentes. Sigo queriendo que alguien me permita colarme en sus sueños aunque ya  no busque a alguien a quién contarle que aquél fue el peor de los inviernos.


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