miércoles, marzo 14, 2012

By(e) the way



Hace muchas lunas, cuando aún vivía en las tardes de verano, sentados al sol, perdíamos el tiempo de la mejor forma que conocíamos... juntos. Y hablábamos recorriendo las rutas que un no tan lejano dia subidos a una Harley hollaríamos, prometiéndonos inciertas querencias, dibujando los mapas de un futuro que ambos sabíamos no sería en común. La tela de araña que tejíamos no estaba destinada a atraparnos a nosotros.

Decía Carrie "Sex and the city" Bradshaw (y mucho antes que ella lo dije yo) que en el mundo había dos tipos de mujeres, las mujeres de pelo liso, y las mujeres de pelo rizado. Las primeras eran las que acababan por ser felices con tipos como Hubbel (Robert Redford en 'The way we were'-Tal como éramos). Él sólo quería ser feliz y encontrar a alguien que se sentase a su lado a ver 'Friends' y se ríese de los mismos chistes. Y yo, en fin, yo era (soy) una chica de pelo rizado.

Se me ocurrió entonces, a mí, enemiga a muerte de etiquetas y valores, siempre contradiciéndome, una nueva clasificación. Las personas a las que les gusta 'Friends' y quién dice 'Friends' dice 'Seinfeld' o 'Frasier'; y las personas a las que les gustan 'Six feet under', 'Deadwood' o 'The wire'. Por poner unos ejemplos tontos y probablemente no válidos, que en el mundo mundial ha habido y habrá telespectadores que disfruten de todo a la vez. Pero yo no.

No, a mí no. A mí no me gustan las comedias de situación de media hora de duración y con risas enlatadas; por grandioso que fuera el psiquiatra Frasier, corrosivo el humorista Seinfeld o delirante la entrañable Phoebe. Él negaba con la cabeza, diciendo que yo era demasiado inteligente para preferir los culebrones mexicanos, no tanto los venezolanos, tiempo atrás confesé mi vergonzosa adicción en este mismo lugar; a las ilustres divagaciones de Chandler. Pero ni modo, me dejaban fría. Y no sería por no intentarlo, allá donde iba encendía la tele y siempre aparecían Rachel y Ross tirándose los trastos. Tendría que haber una motivación oculta, una traición de mi subconsciente. ¿Por qué yo no era como los demás veinteañeros? ¿Por qué yo no era como los demás pseudointelectuales que se postraban ante Frasier y familia?

Lo intenté, juro que lo intenté. Vaya si lo intenté. Pero siempre se me cruzaba Lorelai Gilmore o me perdía en el ala oeste. Me disperso fácilmente, lo admito y lo intenté, casi tanto como intenté quererle a él. Pero sólo conseguí quererme a mí cuando estaba a su lado. Llegué a admirar a la mujer que yo era cuando él estaba aquí. Más fuerte, más serena, más valiente. Pero eso nunca fue suficiente.

Él me mira muy serio y me dice... ¿por qué eres tan triste?... y a mí sólo se me ocurre pensar que eso ya lo cantaba Enrique Urquijo, y que hay mucha gente que no soporta a Los Secretos (yo tampoco desde su muerte). Aunque esté Quique González, para remediarlo, en parte. Y él vuelve a mirarme, e insiste... como si yo nunca riese, que bueno, sí, río poco (que salen arrugas), pero le sonrío todos los días al espejo.

A lo mejor es sólo un disfraz. El de una chica triste y solitaria (ahora que no está Antonio Vega para disputarme el trono), que prefiere las penas ajenas para no tener que enfrentarse a las propias.

O tal vez por primera vez en mi vida he sido más rápido que ellas...



P.D.1 Clara Bow

5 perdidos en el laberinto:

Anónimo dijo...

Mencionas a Enrique Urquijo y a Antonio Vega y yo no puedo evitar pensar que siguen cantando juntos...

www.youtube.com/watch?v=-qxuL09I4-w

Anónimo dijo...

Me gusta Bruce y creo que las risas en lata destrozan una serie, siento llevar la contraria pero mujeres hay de mil tipos, es como el anuncio de cocacola, o por lo menos esa es mi experiencia, lo que si que es claro que muy adentro uno sabe realmente lo que le gusta y no se puede ir en contra de lo que uno es, si te gustan los huevos con chistorra es complicado que te guste la reducción a la esencia del orujo del valle del Júcar.
Y claro, es cierto que cuando se murió Antonio Vega muchos pensamos que el Gran Hermano había avanzado tres casillas de golpe y que ahora sería mucho más complicado soportar a Belén Estéban.

Espera a la primavera, B... dijo...

Quizá es que haya dos formas de afrontar el mundo, con tantos matices cada una que, al final, puedes encontrarte al otro lado de la frontera que las separa creyendo que estás en ésta. Y tal vez la fatalidad es la única forma de ver las cosas tras la que sólo queda el optimismo. Siempre he dicho que detrás de un pesimista hay alguien que, en el fondo, mantiene intacta la esperanza de que las cosas mejoren.

Con la tristeza pasa lo que ocurre con los juguetes que conservas de niño, por muy viejo y sucio que esté, no se te pasa por la cabeza tirarlo porque ya tiene algo así como una personalidad propia. De todos los que han pasado por mi vida, la única verdaderamente fiel, ha sido esta forma de sentir. Es la que se ha quedado a dormir conmigo, la que se ha sentado conmigo cuando nadie más lo hacía... y me habla con mi propia voz y me entiende como nadie.

Si se va la tristeza quedo a merced de lo volátil, de las sonrisas enlatas y del dedo que, en el control de sonido, las provoca leyendo el guión de, probablemente, alguien abonado a la tristeza de un trabajo de guionista, como los payasos tristes bajo el maquillaje.

Me he enrollado mucho y he perdido un poco el hilo... lo que quería decir es que no podemos sustraernos al piloto automático de la conciencia, como si de niños algo o alguien la activara y se la dejara encendida. Así que pienso que, por lo menos, hay luz, una mínima conciencia de estar vivos y, a veces, el poder reconocer a alguien como nosotros en cuanto lo leemos, le escuchamos, con el tiempo basta con verlo.

En cualquier caso, siempre mantendremos la esperanza de que a alguien no les moleste demasiado nuestra tristeza; a nosotros, en el lado opuesto, al menos a mí, nos incomoda.

Daeddalus dijo...

Creo que es al contrario Sr. Dido, lo que deberíamos evitar son los reduccionismos. A mí me gusta la chistorra con patatas y cualquier reducción al absurdo. Me gusta la montaña y la playa, el fútbol y Vila Matas, el negro y el naranja, el ni contigo ni sin ti...

Y no te equivoques, las mujeres somos todas iguales. Lo único que nos diferencia es el tinte del pelo.

Daeddalus dijo...

Puede que por momentos, cuando veo que la tristeza sale por la ventana al tiempo que el amor entra por la puerta, sienta cierto desamparo. Puede que no sepa ubicarme entre risas y flores, que ya lo cantaba Jacques Brel: J'vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs, c'est périssable. Puede que si nos quitan lo que somos dejemos de ser.

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