viernes, octubre 22, 2010

If Wishes were horses, I'd have a ranch





Me he pasado buena parte de la tarde sentada sobre cojines viendo cuatro capítulos seguidos de la tercera temporada de "True blood" (la de los hombres lobo). Y he pensado que no es ni medio normal que prefiera estar delante de una pantalla viendo, como adolescente alucinada con "Crepúsculo", un desfile de tíos buenos y torsos desnudos, acompañada de sugus de cereza; que salir a esta ciudad hoy especialmente engalanada e inundada por el sonido de las gaitas.

No sé en que momento comenzaron a gustarme los chicos guapos y las camisas de cuadros...



Dice Leonard Cohen que si lo que quieres es un amante, él hará todo lo que le pidas; pero si lo que quieres es otro tipo de amor, se colocará detrás de una máscara





Hoy es un día perfecto para disfrazarse y creer que hay un sueño a la vuelta de la esquina que puede convertirse en real. Así que kiss me quick, que la vida es breve y no me importa que me mientas, que ya lo dice Lucinda...


Besarme, mentir... no importa el orden.




Pero hazlo...                         por favor.






Dust in the wind







[Anoche, parafraseando a Daphne du Maurier, soñé que volvía a Nürnberg. Las pocas horas que dormí se vieron revueltas con sueños extraños y confusos, y uno de ellos fue el que me despertó y me impidió seguir durmiendo.

Reviví historias, circunstancias y situaciones reales y pasadas. Pero los protagonistas no eran los de entonces, era el mismo escenario y se representaba el mismo guión, pero las caras eran distintas; las de personas que entonces no conocía y tardarían muchos años en aparecer, aunque sólo haya sido rozándola, en mi vida.

Caminando por las orillas heladas del Pegnitz hacia la Andrei-Sajarov-Platz. Fue largo aquel invierno... y ya se avecina el siguiente.]








Cerrabas los ojos y entonabas siempre la misma canción y en tus labios sonaba distinta. Ohne Sahne, latte macchiato para tí. Olvidando las llaves en los rincones de las urgencias. Los posavasos centinelas de nuestras cervezas mientras trataba de enseñarte las reglas del mus. La cama como una cuna con el colchón marcando nuestras cadencias. La humedad hasta los huesos corriendo de madrugada por las heladas calles. Las tazas robadas de Glühwine reservadas para el mate. El blanco suelo de tarima cojeando con peligro inminente de vencerse el viejo armario heredado. Pan negro y mantequilla aliñados con ron y maría. Estaciones de tren siempre mirando al este. La verde Irlanda que tanto me recuerda a casa. Boinas de Bordeaux y geranios. El verano que no llega y cuando lo hace siempre se queda corto. Codillo en el Elbsee bañándonos desnudos en el lago helado. Venecia en la distancia y poemas para leer en tranvía...

Cuesta creer que en algún momento fuimos felices ahora que hemos dejado de serlo y lo somos por separado.

Perfecta imperfección


Cuando esta mañana salí de casa, ni siquiera hace un cuarto de hora, no se habían puesto aún las calles. A las siete menos cinco estaba ante la puerta y dos minutos más tarde encendiendo las luces y disfrutando de la poco más de media hora de tranquilidad antes de que empiecen a llegar los más madrugadores a la oficina. Llevaba despierta desde entrada la madrugada, creo que no he llegado tan pronto a trabajar nunca antes.

Sobre mi mesa sólo tengo dos tareas pendientes para una mañana que se ha de alargar hasta casi las tres, aunque con eso de ser viernes igual le robo un cuarto o media hora. Tengo que dosificar por tanto el trabajo. Y aunque no tenía demasiada intención de escribir, entre otras cosas porque no tengo nada que contar o en todo caso contaría lo de siempre, aquí estoy. Supongo que necesito mantener las manos ocupadas o me quedaré dormida sobre el teclado.

Se presenta un fin de semana extraño, lleno de planes, citas y personas a las que ver. Y si ahora alguien me preguntara qué es lo que querría hacer yo sólo diría que quedarme encerrada en casa y dormir y olvidar y ver capítulos de "True blood". Siempre me quejo de no tener planes, y paradojas de mi inexistencia, cuando los tengo, de todas las formas y colores e incluso caras B y alternativos, no me apetece ninguno. En realidad miento, sí querría otras opciones, que obviamente no son posibles, pero en fin.

Últimamente han entrado varias personas en mi vida, entre otras cosas porque yo les abrí la puerta, y no es que me arrepienta de haberlo hecho, que ampliar horizontes humanos siempre es bienvenido, pero siento que me importan cada vez menos, y eso no me gusta. Y no porque no siempre haya sido así, o al menos un poco, o al menos no tanto como ahora. No sé, hay alguien que lleva llamándome toda la semana y con el que he quedado esta tarde, sólo que él no sabe y tendré que decírselo cuanto antes, que no voy a aparecer. Bueno, en realidad no tengo nada decidido, pero si empiezo a dudar me conozco lo suficiente como para saber de qué lado va a caer la pelota. Y es una persona estupenda, como decía Sal cuando lo conocimos hace una semana, el que sería un perfecto padre para tus hijos... pero no, aunque siempre que llame le responda y hablemos y nos contemos, porque supongo que la buena educación mal entendida me puede y prefiero descolgar y meterme en una conversación que no me importa mientras mi mente vuela que dejar sonar el teléfono o inventarme excusas. Últimamente lo hago demasiado, y también me preocupa, porque yo siempre era de mantenerme a buen recaudo para evitar retiradas a destiempo, que lo último que deseo es herir a nadie. Aunque lo esté haciendo, con él, con el otro, con el de más allá. Y lo que es peor, no me importa. No me importa haberme equivocado más en estas últimas semanas que en los últimos cinco años. Gestos y palabras de más. Y en realidad miento si dijo que no, que no me preocupa, porque no es así en todos los casos, pero casi, que no es lo mismo, lo sé, pero poco puedo hacer por arreglar lo que sí querría arreglar. Porque sí me duele sentir que en un determinado momento o en varios momentos no era ésa mi intención. Y es extraño sentir que te golpeas una y otra vez contra la misma pared, cuando lo único que quieres es atravesar una puerta, que esta vez sí, ha sido otro el que te la ha cerrado ante tus narices.

Porque no puedo permitírmelo, pero lo único que desearía es irme unos cuantos días fuera, tampoco demasiado lejos, no necesito destinos exóticos ni lejanos. Sintra o Huelva, y ser por un tiempo, tal vez no más de una semana, una completa desconocida, que eso se me da bien. Soy estupenda como desconocida, extraña y lejana, ni se imaginan... el problema viene, obvio, cuando dejo de serlo.



P.D. Terry Moore

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