miércoles, noviembre 03, 2010

Es la vida... la tuya, la suya, la nuestra... pero ha podido ser un sueño



Si hay algo que a Sal le gusta tanto como las listas, es hacer miniencuestas en su entorno más inmediato sobre cuestiones propias. Que no sabe qué camino seguir, qué decisión tomar o qué color le sienta mejor a su tono de piel, pues pregunta aquí, allí y más allá y suma, resta, y multiplica dibujando tablas a dos columnas y concluye.

De este modo, esta mañana, decide preguntar en su entorno laboral, eminentemente masculino, sobre mi invitación de este viernes. Evidentemente sin permiso, el mío, se entiende. Poco importa, porque aunque me hubiera preguntado y le hubiese dicho que no, que ni se le ocurriera, lo habría hecho igualmente.

Así que en su quinto email de la mañana -el primero fue para enviarme un enlace sobre una noticia de Bruce en Roma que ya había leído, el segundo para decirme que habían salido las notas (corte en 70 con 80 aprobados en el turno libre y de 35 con 26 en la promoción), el tercero para confirmar que sí, que está embarazada quién yo sé, que ya es oficial y que tiene 41 (los correos son más discretos que las llamadas telefónicas extensión a extensión), el cuarto para decir que el café a las 11:10- me envía un estudio pormenorizado del resultado de su breve encuesta, las respuestas del respetable masculino a la pregunta: ¿Si una chica te invita a su casa un viernes noche a ver una película del año de la polka en blanco y negro, probablemente "The gosh and Mrs. Muir" en versión original subtitulada, cómo lo interpretas, polvo o película, truco o trato?

Y yo me doy por vencida. Que luego la inmadura soy yo, la infantil e ingenua, y sigo sin entenderlo, tal vez por eso. Me he pasado media vida escuchando decir a los hombres que las mujeres somos complicadas y retorcidas, que nunca decimos lo que pensamos o que en todo caso decimos justo lo contrario, que preguntamos sólo para que nos reafirmen y escuchar lo que queremos escuchar, que ellos son más honestos (en esto estoy de acuerdo, pero sólo consigo mismos), que están cansados de los malentendidos, de los juegos de palabras, de las dobles intenciones, de que no tomemos la iniciativa y luego resulta que si invitas a alguien a casa a VER UNA PELÍCULA, te estás insinuando; pero si le dices literalmente que lo que quieres es acostarte con él, sale huyendo asustado.

Porque si yo quisiera lo segundo, que no lo quiero, lo diría sin ambages, y parece que no, que eso también es un error. Que Sal, la voz de mi conciencia me lo recuerda:

-'¿No te acuerdas, bonita, de que llamaste energúmeno a aquel tipo que se abalanzó sobre ti en el sofá al que te había invitado para el último café y tú, aunque ni siquiera te gusta el café, aceptaste porque tenías curiosidad por conocer su casa; o de aquel bombero que se empeñó en enseñarte su colección de vinilos o de lo que me contabas hace dos días, que te envía E. un SMS a eso de las diez porque se está preparando una pizza y te invita a cenar y a que te pases por su casa y como tú respondes que ya has cenado, tres SMS's después no le queda otra que decirte a las claras que lo que quieres es que te presentes con un abrigo y nada debajo... intuyo que cenó solo; o por qué crees que el que yo considero que hubiera sido el perfecto padre para tus hijos te acompañó el viernes hasta casa donde tú le despediste antes de entrar en el portal con los dos besos de rigor y un hablamos? ¿Te recuerdo lo que pasó la última vez que le dijiste a un tipo, al extraño, ¿follamos? o quiero follar contigo", que no recuerdo, desde un taxi y a altas fiebres de la madrugada?... Pues eso, métete en esa linda cabecita que nunca peinas, que la última copa nunca es la última.

Lo asumo, mi mente es plana, hablo un lenguaje diferente, tendré que agenciarme un diccionario Daeddalus-Resto del mundo/Resto del mundo-Daeddalus... y o anulo la cita o a ver cómo le explico a mi expediente X que sólo habrá película en blanco y negro y en versión original...








P.D. Kim Novak y William Holden en "Picnic"



[Escuchando a Los Madison, que con permiso de "The Promise", ésta está siendo su semana]

Ha podido ser un sueño, pero es la vida... la tuya, la suya, la nuestra



Me pide que le reserve el sábado, que debemos hacer algo no ya especial, sino diferente. A lo mejor es que también cobra una subvención para hacer planes no ya especiales, pero sí diferentes, con las chicas raras. Y no sé si me apetece del todo aunque sé que debería apetecerme y por tanto asiento y prometo pensar en algo que sin ser excepcional sea distinto (se admiten y agradecen, por cierto, ideas). El viernes no, que se supone tengo una cena con otra gente, incluidos mi amiga Sal y el que según ella hubiese sido el perfecto padre para mis hijos ya batiéndose en retirada pero sin acabar de abandonar el fuerte. Sólo que ellos aún no saben que no tengo la menor intención de asistir, y juro que no mentí cuando confirmé mi asistencia; que un mal plan para una noche de viernes ha acabado por resultar un buen plan ante la ausencia de ellos. Aunque el plan sea cena y copas con gente estupenda, encantadora y simpática, de verdad de la buena, pero con la que no tengo nada de lo que hablar y menos ganas de hacer el esfuerzo; que al fin y al cabo las no conversaciones sean lo de menos, porque lo más probable es que acaben en algún inmundo local de salsa descoyuntándose las caderas entre palmeras de plástico a ritmo de danzón y merengue. Para una arrítimica como yo ése es un límite que ni atiborrada de dry-martinis se debe traspasar.

Así que miento sin remordimiento alguno y digo que el viernes no tengo planes. Aunque sea una mentira temporal y a corto plazo, que en un momento indeterminado de esta mañana dejó de serlo para convertirse en certeza, cuando le envié un SMS a Sal para decir que retiraran un cubierto de la mesa, y que le dijeran al cocinero que el bacalao es una buena opción, que la única a la que no le gustaba no va a asistir a la cena; y que no, que no tengo planes, que ya se me ocurrirá algo, terminar ese libro de Simonetta Agnello-Hornby, que por cierto no me está gustando nada, y "Tormenta de espadas"; finiquitar la cuarta de "Mad men", aunque me hayan 'espoileado' el final y comenzar con "The walking dead"; escuchar hasta el paroxismo "The Promise" e imaginar que estás a mi lado y lo exploramos y descubrimos juntos.

Sal increíblemente no se los cree, mi listado de posibles y/o probables planes, digo. Viene a decir algo así como que ni modo. 'Ándale, que tú a mí me estás ocultando algo... que estos días estás muy rara, más de lo normal, si cabe'. Y es que se ha vuelto muy suspicaz desde que le conté mi teoría del asburdo y de lo extraño, suspicaz y ofendida por no habérselo contado a tiempo, en su momento, y ahora se imagina cosas que no son o que tal vez sí sean, pero no como ella se imagina. Y le cuento que bueno que sí, que el expediente X ha vuelto a llamarme. Pero no se emociona demasiado, no tanto como lo hizo cuando le dije que el que según ella sería el perfecto padre para mis hijos, lo hizo. Y es que el segundo le cae mejor que bien y al primero apenas le conoce, sin que tampoco parezca tener muchas ganas de hacerlo. Y vuelta la burra al trigo, que no sé lo que quiero aunque yo sí crea saberlo y por eso me equivoco siempre y elijo lo absurdo y lo extraño frente a lo terrenal, real, realizable y no sé cuántas "r" de más. Nunca ha acabado de entender que lo que ella encuentra interesante a mí me deja fría, y viceversa. Parece haber olvidado la única vez que nuestros intereses convergieron, como ni para ti ni para mí, y eso que yo me aparté para darle a ella una oportunidad perdida para ambas y brindársela, por contra, al Holandés errante. Muy de cuando en cuando me acuerdo de aquel leonés que me susurró al oído que jamás tiraría diez años de amistad a la basura por una mujer que acababa de conocer.

Así que le cuento que volvimos a hablar, mi expediente X y yo, decidido ya que el sábado se lo reservo a él y el viernes me lo reservo a mí. Y cómo me pregunta qué haré por tanto este viernes sin planes, si me quedaré en casa a ver una película de Steve McQueen acompañada de helado de dulce de leche. Hace tan poco que me conoce y ya sabe tanto de mí... Y le digo que sí, probablemente, que Steve McQueen siempre es una buena opción, y él bromea y dice que entiende que no es competencia frente al bueno de Steve. Y yo digo que en todo caso me apetece volver a ver una vez más "El fantasma y la Sra. Muir", que es mi película favorita; o tal vez "Picnic". Que así, sin querer decir, ya puede ir tomando nota de cuál es mi película preferida, aunque en realidad no tenga menos de cien películas preferidas; y tener presente que jamás bailaré como Kim Novak, aunque imagino que él tampoco se quitará la camiseta como Wiliiam Holden. Y él dice que desde luego es un buen plan y yo le digo que si quiere le invito a compartir película y helado, pero que yo elijo ambas cosas. Y cuando se lo cuento a Sal pone el grito en el cielo sin dejar de tener los pies en la tierra.

'¿No se supone que esta vez querías hacer las cosas "bien" y tomarte tu tiempo y nada de nada antes de la tercera no-cita, etc, etc...?'. Pues sí, quiero hacer las cosas "bien", y tomarme mi tiempo, y nada de nada antes de la tercera (o la qué sea) no-cita. Lo mantengo, lo quiero y pienso intentarlo... Pero Sal no comprende, no le salen las cuentas, porque si quiero todo eso, por qué le invito a ver una película en casa un viernes por la noche. Y yo, obvio, no comprendo a Sal, porque mantener mis deseos no creo sea incompatible con ver una película en casa un viernes por la noche. 'Que no, no aprendes nada, no aprendes nunca, Dae; porque si no quieres acostarte con él (aún), por qué vas a invitarlo a ver una película en tu casa un viernes por la noche'. Pues porque no quiero acostarme con él (aún) y sólo quiero ver una película en mi casa un viernes por la noche, que para mí invitar a alguien, a un hombre en este caso, a ver una película en casa un viernes por la noche equivale exactamente a eso: película+helado sentaditos en el sofá+dos besos de buenas nochés+tú en tu casa y yo en la mía...

Y claro, me entra la duda, porque parece que hablamos dos idiomas distintos, porque cuando yo digo "ver una película", quiero decir "ver una película"; aunque según Sal cuando una dice "ver una película", quiere decir "echar un polvo", y sin el añadido de tener que discutir si en tu casa o en la mía. 'Para que luego preguntes qué equívocas señales emites, y no, que te conozco, ni se te ocurra llamarle para explicarle que cuando le has invitado a ver una película en tu casa el viernes por la noche le invitas exactamente a eso, que no vais a follar ni nada por estilo'. Y yo ya tengo el teléfono en la mano...





P.D. Natalie Wood y Steve McQueen en "Love with the proper stranger".

Se pregunta Josele Santiago que por qué escuchar si las cosas no escuchan, aunque antes rieran y ahora se van




Recuerdo ahora aquellas primeras palabras del joven Marías en "Corazón tan blanco", uno de mis libros favoritos, uno de mis comienzos preferidos...

"No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados".

Porque de alguna forma aquellas palabras fueron el comienzo de todo aunque yo entonces no lo supiera. Y es que yo no quería saber, pero supe... y no, no me avergüenzo de que mis manos sean de tu color, ni de portar un corazón tan blanco...

Y porque hoy quería hablar de ti. Pero no voy a hacerlo porque me he prometido a mí misma que la próxima vez que te nombre sin nombrarte será la última; si bien es probable que no llegue a cumplir mi promesa, al fin y al cabo poco importa, que dudo nadie sepa de quién hablo y tú imagino ni siquiera ya lees esto. Y no, no quiero que desaparezcas, no todavía, aunque en realidad hace mucho que lo hiciste.







P.D: Tina Louise

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