viernes, diciembre 17, 2010

¿Y mañana?... Pues no sé, porque aún hoy estamos a hoy...



Este fin de semana me esperan reencuentros en el aeropuerto. Las vacaciones están a la vuelta de la esquina. Hace días que se han encendido las luces navideñas y ayer compré polvorones, de esos de chocolate, a granel, perroneros, de los que me gustan. Esta noche me voy a la ópera, aunque aún no haya decidido qué ponerme, me temo que la opción de los vaqueros no es opción, aunque casi...

De Barbara Stanwyck decían sus detractores que no era guapa en un cine en el que las actrices debían de ser guapas, pero tenía talento... y de momento es lo único que cuenta, se está alzando de nuevo el telón, bang, right between the eyes. De alguien que se hizo llamar Sugarpuss O'Shea no se podía esperar menos.

Hagamos un trato a la manera de Benedetti y construyamos un futuro a medida, pero no a plazos



Anoche tuve un sueño extraño, o más bien curioso, o raro. Tal vez lo recuerde, a diferencia de otras veces, porque el despertador sonó en el medio de muchas risas, conversaciones y canciones regadas con cervezas, las que sonaban en él. Se quedó inconcluso, por tanto. No tuvo final, ni meta alcanzada. Tampoco es que sea especialmente digno de recuerdo, no fue especialmente extravagante, ni exótico, ni al despertarme mi corazón latía más de 13 veces por minuto, para ser a la manera del poeta.

Soñé con alguien que ni siquiera conozco, aunque aparecían otros, otras personas. Sonaba Bruce, de vuelta a los viejos bares de siempre, aunque también los Burning y Rammstein. Y aparecía yo, claro, con ese vestido gris y una cazadora de cuero negro caminando por la calle Mon, y frente a mí, acercándose, caminaban tres tipos.

No puedo recordar ni reconocer al primero de ellos, aunque en el sueño le conocía, parece ser, y era una cara que en realidad he visto en algún sitio, pero que no logro identificar. Al segundo, sí, el segundo era o es real, o bueno, más o menos, o lo fue, supongo, y curiosamente por él demostraba una indiferencia absoluta, no fingida, como si estuviese de paso o fuese el sobrante. Y después estaba él, un completo desconocido que me abrazaba y al que yo abrazaba como si se nos fuese el mundo en ello, como si hiciese siglos que no nos veíamos y el mundo dejase de girar a nuestro alrededor al encontrarnos y todo estuviese de más. Alguien a quien no he visto en mi vida, del que no sé prácticamente nada, sólo me hablaron en alguna que otra ocasión de él. He visto más por casualidad que otra cosa un par de fotos suyas, algún vídeo en el que sale, alguna que otra referencia... que se parece mucho a alguien, pero siendo más alto y más guapo.

Entrábamos los cuatro en el Diario Roma, o al menos en el Diario Roma de hace diez años, porque creo que no hace menos de diez años que lo piso. Y pasábamos hasta el fondo, en la planta baja, hasta esa especie de bancos y taburetes que al menos entonces había allí, entre las sombras. Y estaban todos, los de entonces, Jorge Ilegales y Charly y aquel tipo pelirrojo que nunca me hizo caso, y la chica que tenía aquel programa de radio, y Chus y la acompañante de turno, y su hermano, que nunca decía nada; y comenzaban a circular las cervezas y sonaba la música demasiado alta aunque no conseguía opacar nuestras voces. Y el real desconocido y yo hablábamos encantados de habernos conocido, como si tuviéramos mucho que contarnos, aislados del resto, ignorando su existencia... ignorándote a ti.

Curiosos los caminos que divergen de una realidad para confluir en los sueños.






P.D. Rita Hayworth y Glenn Ford en "Gilda"


[Y en realidad tendría que sonar otra canción, de Clem Snide igualmente, pero va a ser que no]

Ante ustedes la portentosa mujer invisible...




¿Qué se puede hacer más estúpido que escuchar a Los Pecos? Tratándose de mí, ya se imaginarán, y aunque el Facebook ya sea una tontuna en sí mismo, me he superado. Tener al amor de mi vida a un clic, entiéndase eso de "amor de mi vida" como el tipo que nunca supo que existía cuando ambos teníamos dieciseis años, y con el que si me cruzo a día de de hoy, cambio de acera para evitar la ¿humillación? de que no me reconozca.

Y con el que no he intercambiado, obvio, palabra virtual alguna.








P.D. Gary Cooper en "Adios a las armas"

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