viernes, junio 10, 2011

La brújula


Supongo que a todos en determinados momentos nos gusta que nos den la razón. Todos en mayor o menor medida encajamos las críticas, las opiniones ajenas y contrarias a las nuestras y los desaires.

Entiendo que pese a mi nula capacidad empática me llevo bien con lo opuesto. En ocasiones la indiferencia es un arma, pero a ratos, igual que nos gusta mirarnos en el espejo y que éste nos devuelva un guiño, necesitamos que nos refrenden. O tal vez no es necesidad, sino capricho, pero poco importa. Que si dice que su opinión no cuenta, la de él; porque a él le cae bien todo el mundo, porque tiene la capacidad de ver el lado bueno de todo y de todos... pues qué quieres que te diga, que yo acepto esa opinión, la suya, tal vez en exceso ingenua y benevolente. Y lo dice alguien, yo, a quien el 99,9% de la población mundial le parece fea, atrofiada y cero interesante. Así que qué bueno que al menos alguien piense en este caso así, pese a que otros no le crean o le tomen en serio.



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