jueves, agosto 26, 2010

Let it be me



La de abajo, bueno, la de abajo no, que es Romy "Sissi Emperatriz de Austria y reina de Hungría" Schneider, la que con Alain "Rocco y sus hermanos" Delon, formó la pareja más guapa del mundo mundial (y la más trágica) e hizo llorar a mi madre lo que no está en los escritos.
Pues eso, la de más abajo es Chrissie "The Pretenders" Hynde, que imagino que no necesita presentación.

Ya sé, la lista de mujeres a las que yo siempre he querido parecerme (a todas, o casi, menos a mí misma) es interminable. Siempre les cuento lo mismo... yo quería ser como Veronica Lake y tener una granja en Africa al pie de las colinas de Ngong, ser Audrey Herpburn, casarme con Michael Caine y soñar que volvía a Manderley perdiendo la cabeza como Ninotchka, viviendo un amor que desafiara al espacio y al tiempo con el capitán Gregg... Y quería tener la voz y el talento de Chrissie Hynde, y obvio, su flequillo...

Decía Leonor Watling, 'antes de', en una entrevista, que lo de su pelo era una tragedia griega. Y yo, que ni me parezco, ni quiero parecerme a ella (que Jorge Drexler se vaya es cuestión de tiempo y yo estaré ahí esperándole), comparto tragedia capilar con ella.
Entiendo que lo normal es que una le tenga miedo a perder la cabeza por quién no te ha de corresponder, a que te atropelle un coche cuando cruzas un paso de cebra pese a que has esperado como una completa gilipollas a que el semáforo se pusiera en verde, al dolor, al daño y a las penas, a que Bruce deje a Patti y no sea precisamente para venirse conmmigo, a que mi sobrina de tres años me pregunte por qué no tengo niños y yo me quede sin respuestas, a la depilación a la cera, al abandono, a la muerte, a sentarse en el sillón del dentista y a sus facturas. Pero ni modo, yo le tengo miedo a pasar por delante de una peluquería cualquiera de un barrio cualquiera un día de estos cualquiera, y a lo que es peor, a entrar.
Cuando decidí convertirme (aún más) en la portentosa mujer invisible, me corté el pelo. Háganme caso, si lo que quieren es desaparecer del mapa, corténse el pelo a lo garçon; a lo chico, vamos; que los franceses dicen lo mismo pero siempre lo dicen mejor (sí, lo sé, esto ya lo conté). De eso hace más de año y medio y a día de hoy mi pelo luce un aspecto indescriptible que no es ni corto, ni largo; a juego con un color igualmente indescriptible. Cuando decidí transmutarme en invisible decidí hacerlo del todo, así que abandoné coloraciones y tintes y me decanté por lucir eso que algunos llaman 'mi color natural'. A saber, como dice mi amiga C., color rata, que traducido equivale a ese castaño alcanzado con el paso de los años en las que fuimos medio rubias de infantes. Años atrás me teñía, decoloraba y me aplicaba todos los inventos habidos y por haber para travestirme de chica Pantene y obtener reflejos, luminosidad, color, intensidad y todo ese montón de bla, bla, blas que nos venden en los anuncios de champú y que por si no lo saben, son mentira.
Nunca fui rubia platino y me declaré enemiga, no precisamente íntima, de las mechas rubias; así que entre 'dulcecastañaclaracolormiel' y aguerrida pelirroja anduvo el juego. Curiosamente fue dejar de teñirme y que todo el mundo me preguntara dónde me compraba el tinte y cuál era su número. Cuando paseaba por la vida de improbable pelirroja, nadie cuestionaba que ése fuera mi 'color natural'.
No sé si se han dado cuenta, en todo caso yo se lo cuento; el mundo de una 'mujerblancasolterabusca' se divide en rubias y en morenas, en mujeres de pelo largo... y mujeres de pelo largo... y liso. ¿A qué no se lo imaginaban? Hagan una encuesta entre los hombres de su entorno, no necesariamente solteros; pregúntenles cómo es su mujer ideal aunque ya yo les digo cual sería la respuesta de una inmensa mayoría. Rubia o morena, eso va por barrios; de pelo largo y liso, y ojos azules o verdes, también va por barrios. Y como ustedes bien saben y ven a diario en sus calles, éste, nuestro país, está lleno de mujeres de pelo liso, largo, morenas o rubias y de ojos azules o verdes. Y es curioso, porque si a mí alguien me pregunta cómo es mi hombre ideal lo último de lo que se me ocurre hablar es del hipotético aspecto físico. Es de cajón que a todos nos gustan los guapos y en mi caso, paso de descripciones, que si alto, que si moreno, que si guapo... vamos, que saco la foto de Hugh Jackman que llevo en la cartera, la muestro y paso a enumerar lo que de verdad es importante en un hombre ideal.
En resumen, no soy rubia ni soy morena (jamás se me ha pasado por la imaginación teñirme del color ala de cuervo, intuyo que me quedaría fatal no haciendo juego con la palidez de mi piel), no tengo el pelo liso ni los ojos claros, ni siquiera tengo el flequillo de Chrissie Hynde; no puedo permitirme volver a cortarme el pelo.

No puedo estar amable, simpática y sobria al mismo tiempo.




-"El miedo es como el frío. 
Una vez que se ha sentido nunca se va del todo."

De 'Tokio ya no nos quiere' - Ray Loriga



Anoche me costó mucho dormir. Di vueltas y más vueltas, leí. Me aburría el libro que tenía entre manos, me aburren los libros 'guerracivilistas' (aunque después me los lea todos); tengo ganas de terminarlo, y otro en la recámara. Escuché dos veces el nuevo disco de Ricardo Arjona, "Poquita ropa"; los nocturnos de Chopin, a John Mellencamp, Christina y los Subterráneos, Caetano Veloso y a la Velvet Underground. Escribí no menos de tres posts en mi mente, que esta mañana ya había olvidado. Me recreé visualmente en las fotos de la boda de Nicolás de Grecia con Tatiana Blatnik y me pregunté por qué Rosario Nadal con el porte y la elegancia que tiene siempre parece la novia cadáver y nunca se peina. Me hubiese gustado ser fumadora no circunstancial, encender un cigarro y asomarme a la ventana, a la quietud de la noche y a mi calle desierta; tener a Edward G. Robinson o a Joseph Cotten en la pantalla muda del televisor y a mi espalda una conversación pendiente en el sofá que aún no me he comprado... contigo, claro, que estarías preparando los gin-tonics.



P.D. Romy Schneider.

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