martes, junio 29, 2010

¿Acaso lo sabes tú?



Sonaba esa canción y yo pensé lo mucho que me gustaba, pero no lo dije. Estuve a punto de soltarlo, cómo me gusta esto que suena... pero pensé que poco iba a importarle a ese romano que a mí me gustasen o me hubieran gustado los Fabulosos Cadillacs, que hacía tropecientos mil años que no la escuchaba o qué tiempo tan feliz fue aquél durante el cuál se convirtió en mi banda sonora; nunca fui tan feliz como entonces, nunca sonreí, nunca reí tanto y ni modo, nada que ver con los años, mucho más escasos que los actuales; ni con la libertad recién estrenada; ni con el alcohol, siempre generoso, o tal vez sí... tengo que volver a beber... y a escuchar a Vicentico.

domingo, junio 27, 2010



De un tiempo a esta parte todo el mundo me acusa de envidiosa y rastrera. Parece que sólo se puede criticar a las feas (Barbra Streisand es una petarda), porque es mentar a Shakira o a Sara Carbonero, por poner dos ejemplos, y ya se me acusa de caer en la envidia. Y vale que la segunda es monísima y la primera pone en movimiento músculos que la común de los mortales, o sea yo, desconoce poseer; pero eso no es óbice para tener una opinión negativa sobre ellas. A mí Gene Tierney siempre me ha parecido el animal más bello del mundo y nunca la he envidiado (¿qué vería en Oleg Cassini?)...

A veces, sucede



En menos de 24 horas tengo que confirmar mi asistencia (o mi ausencia) a una boda a la que me han invitado con menos de un mes de antelación (ayer mismamente), de alguien al que hace por lo menos 15 años que no veo (el novio) y que tendrá lugar en las Canarias. Y no es no me apetezca escaparme en veinte días a Las Palmas a meterme un fiestón entre pecho y espalda, pero es mirar el estado de mis finanzas (claramente menguadas durante mis últimas tres recientes semanas de asueto primaveral) y quitárseme la idea de la cabeza. Tampoco falta el clásico chantaje del "yo sólo voy si tú vas", tres personas distintas me lo han hecho; no era consciente yo de mi valía como acompañante a festejos varios. Y luego, obvio, está el qué me pongo, que sólo de pensarlo me levanta dolor de cabeza... Lo más curioso de todo es que alguien, creo que mi madre, o una de mis tías, que viene a ser lo mismo, con intención de animarme, me dijo algo así como "con la cantidad de * solteros que va a haber" (el asterisco se corresponde a la 'profesión' del novio). Frase que en condiciones normales habría bastado para decidir que no, que no iría, pero que en este caso y teniendo en cuenta los tiempos y días en los que más que inmersa ando perdida, no sólo no me molestó sino que hasta se ha convertido en un punto a favor para asistir. ¿Qué me está pasando?

P.D. Kathryn Grayson



Javier Ruibal... porque yo lo valgo.




Me estoy empezando a cansar de mí misma (una vez más) y no me gusta la idea.


jueves, junio 24, 2010

It ain't easy being me





Cada vez lo tengo más claro. No me gusta la gente que se parece a mí. Y tú, querido, has cometido el terrible error de caer en ello. Puede que en realidad no tengamos nada en común y que lo que yo vea como similitudes sólo sea puro azar y coincidencia. Puede que no tengamos nada que ver. Puede que habitemos en universos paralelos. Puede que conduzcamos en sentido contrario en una misma autovía. ¿Recuerdas aquello de tan sólo coincidir en las vías de servicio?…



P.D. Patricia Neal

miércoles, junio 23, 2010

Aún estamos a tiempo


Las llamas rompían


contra el falso techo


de nuestro dormitorio


como olas en marejada


contra el dique del muelle:






esto no es realismo mágico:






esto es realismo:






la casa entera


y no solo aquel cuarto


se llenó de ceniza


y de humo negro:


estábamos follando


cuando el pantalón de mi pijama


y su camisón transparente


se corrieron al mismo tiempo


encima del brasero eléctrico


prendiéndose fuego ellos


la ropa de la cama


y una estantería con libros






esto no es realismo mágico






esto es realismo






pero fue mágico:






era la noche de san juan


y la ciudad entera


estaba tomada por las hogueras,


la gente danzaba a su alrededor


y saltaba por encima de ellas


y nadie, nosotros tampoco, resultó


con quemaduras.


Realismo mágico de David González







P.D.1 Peggy Cummings

P.D. 2 Feliz noche de San Juan. Dispuesta que está una a inmolarse en la 'foguera'.

martes, junio 22, 2010

Yo quiero verte danzar



Voy a contarte algo que no sabes, que ni tan siquiera intuyes... Yo sólo bailo en la intimidad escuchando a Johnny Cash y sintiéndome Kim Novak. Y hoy quiero bailar, en la intimidad, pero contigo... si te encuentro, claro.





P.D. Esta canción hoy me da alas...

Impaciencia


Necesito que me pase algo, y necesito que sea ya. No sé qué, bueno, si lo sé; pero necesito que suceda... Estoy empezando a conformarme, y eso no me gusta.



P.D. Sarah Miles

lunes, junio 21, 2010


El círculo se cierra



Viernes, en torno a las tres de la tarde. Salgo del trabajo y camino de casa hago un alto en el supermercado que está al doblar una esquina de mi portal. Hace demasiado calor y yo voy demasiado abrigada (a las siete de la mañana había nueve grados), llego sudando, cargada como una mula con el maxi-bolso a rebosar (los viernes hago limpieza en mi mesa y me lo meto todo en el bolso, botellas de agua, libros, apuntes) casi rozando el suelo. La gabardina en otra mano, arrastrando el cardigan y luciendo camiseta de tirantes que no estaba previsto que viera la luz cuando me la puse esa mañana, el pelo recogido, gafas (las lentillas me mataban esa mañana) y el rímmel corrido. Resumiendo, un auténtico adefesio.

Lo dicho, entro en el super arrastrando mis pertenencias y obvio, no hay carritos disponibles y tengo que cargar con una cesta haciendo equilibrios. Me pongo a la cola, a una de las dos, ambas kilométricas, y como no podía ser de otra manera, la otra va más rápido y a mí para no perder las buenas costumbres se me cuela una buena señora con la excusa de la barra de pan (si es que yo sólo llevo una barra de pan, aunque las más de la veces no necesitan excusas para colárseme). Un buen día tengo que probar a poner cara de mala y decir que no, que si ella lleva una barra de pan yo tan sólo llevo tres artículos (o cuatro, o cinco, aunque eso sea lo de menos), pero no sirvo para esas cosas y el día que en mi presencia mi hermano le dijo “no” a la señora de turno quise que me tragara la tierra. Así que sonrío, digo que por supuesto, que pase, que no me importa, que no tengo prisa; y a falta de una, se me cuelan dos, porque de seguido aparece otra buena mujer con un cartón de leche y una más que pregunta, afirmación: ¿te importa, mocina?
¿Por qué las que se cuelan son siempre las señoras, nunca un señor, o un buen mozo?

Me aparto y ocupo mi nueva posición en la cola, dos puestos más atrás que me colocan la última, cuando de repente noto una presencia imponente a mi espalda. Un hombre aparente, claro; un tipo de metro noventa mínimo. Esas cosas se perciben, no hizo falta girarse, aunque me giré. Y me encuentro con una sonrisa, que para que resultara más poético podría decir que era deslumbrante. Pero no, era sonrisa a secas, que yo de primeras interpreté como de burla: hay que ver a esta tonta a la que se le cuelan todas… así que no correspondo a la sonrisa con otra, sino más bien con un gesto entre la altivez y la resignación mientras la sonrisa me sigue mirando desde arriba.

La cola sigue sin avanzar demasiado porque en ese momento les toca pagar a dos gitanas el importe exacto de dos carros a rebosar y sólo se les ocurre pagar con monedas que van sacando de vez en vez de una especie de pliegue de sus amplias faldas. La cajera pacientemente contando los céntimos de euro y actualizando el dinero que falta y que ellas van cubriendo con monedas de cinco céntimos, de uno, de dos… mientras yo sigo haciendo equilibrios con el bolso, la cesta, la ropa, hasta que llega un momento en el que no aguanto más y tengo que posar en el suelo parte de mi carga, girándome inconscientemente y volviéndome a topar con la sonrisa que se ha tornado en perenne. Y esto ya empieza a preocuparme, por qué no deja de sonreírme un tipo tan aparentemente aparente. Me reviso de arriba a abajo y de abajo arriba, cierto que llevo unas pintas penosas, no soy yo precisamente en mi vida diaria el ejemplo del glamour y la elegancia, y menos en este instante, pero tampoco soy especialmente digna de estudio.

Por fin llega mi turno y la sonrisa sigue a mi espalda, coloco las cosas en la cinta, las meto en las bolsas, pago, y sigo con ella clavada en mi espalda. ¿Acaso acabo de ligar en un supermercado? Yo sonrío, devuelve la sonrisa… ¿Cómo se actúa en estos casos? ¿Debo ralentizar mi marcha para tratar de coincidir a la salida? ¿Debo hacer que se me cae algo para que él, sin duda un caballero, me ayude a recogerlo? ¿Debo preguntar si nos conocemos?...

C*, pues claro que nos conocemos, y es justo en ese preciso instante, haciéndome mentalmente la pregunta, cuando hallo la respuesta. Nos conocemos, y además en el sentido bíblico y oh Dior, mío, tierra trágame. ¿Qué hace este romano a las tres de la tarde comprando en mi Alimerka, en un supermercado cualquiera de un barrio de Oviedo? No lo sé, no me importa, no me interesa, no pìenso averiguarlo. La sonrisa, obvio, ya entiendo a qué venía… cómo podré haberme liado yo tiempo atrás (años) con esta pintas. Y me entra el pánico, en primer lugar por mi memoria de pez, he tardado quince minutos en reconocer a alguien; y en segundo lugar, ¿es que ya no quedan tipos aparentes en esta y otras ciudades libres, disponibles y receptivos que condenada me quedo a reencontrarme con mis exsex?

domingo, junio 20, 2010


Desde que en mi más tierna infancia viera a Olivia de Havilland en "La heredera" supe que yo no me casaría nunca. Cuando vi en t.v. la boda de Charles y Lady Di (yo no levantaba dos palmos del suelo) le declaré la guerra a las bodas y desde que tengo uso de razón he asistido a las menos posibles, disculpando mi asistencia en la inmensa mayoría a las que tuve a bien ser invitada.

Pero este fin de semana algo ha cambiado (no sé por cuanto tiempo). He presenciado la boda más hermosa que he visto en mucho tiempo, y a la novia más radiante, feliz y enamorada de los últimos lustros (les recuerdo que yo no he asistido a muchas bodas ni conocido a muchas novias). Una boda televisada me arrebató la fe bodil y casi 30 años después otra me la ha devuelto.

Sé que una tenía cosas mejores que hacer que pasarse la tarde del viernes (y la del sábado) frente a la televisión pública sueca, retransmitiendo en sueco, obvio (idioma ininteligible para mí), la boda de su princesa heredera, Victoria; y su ex-preparador físico, acá Mr. Ripley, digo Daniel Westling; actual propietario de gimnasios y a partir de ahora príncipe heredero consorte. Pero a veces una olvida sus obligaciones y como un evento social (desde la barrera) me gusta más que el helado de dulce de leche, me pasé mis buenas horas disfrutando del concierto del día antes y de la boda del día después (incluida la ceremonia, el desfile de royals, el paseo en barco, la escena del balcón, la entrada al ágape, la cena, los discursos del novio y de los padres de los novios, el corte de la tarta, el vals y el quiero y no puedo de Azpirante). Y es que los suecos sí que entienden el concepto de transparencia.

Todo comenzó con la pregunta... quién es el calvo al que saluda Mary "me he tragado entero el Reino de Dinamarca" Donaldson... y con la respuesta recibida: es el primer ministro sueco, Dae. Puesta en evidencia mi ignorancia ante las personalidades políticas suecas decidí no hacer más preguntas y dedicarme a lo mío, informar puntualmente del quién es quién en las casas reinantes y no reinantes (ay, esas repúblicas con royals aspirantes y no tan aspirantes, qué sería de mi Kyril) y de la distribución de las tiaras entre Infantas, la Azpirante y la Reina Sofía. Elena la de Marichalar; Cristina la tan soberbia de Cartier, de la reina Victoria Eugenia, digna de una reina; la Azpirante la de Franco, regalo de Franco a la entonces princesa Sofía, y la reina Sofía la de la Chata. Sí, lo admito, mi cerebro acoge un elevadísimo tanto por ciento de información rotundamente inútil. Luego fue ver (y escuchar) a Roxette y su The look, y pensar que ésa era la boda perfecta, con su dosis de horterismo pertinente mientras Máxima de Holanda (enfundada en un precioso Valentino, por cierto, repetía modelo, aunque yo a Máxima se lo perdono casi todo) se desgañitaba cantando y dándole a las palmas y Azpirante se retocaba los labios.








Acá Máxima, su Valentino y su Willem saludando al respetable. Al lado su suegra, la reina Beatriz, que nunca me defrauda.

Mary, impecable como siempre y su suegra, la reina Margarita y sus esmeraldas. Aunque las joyas que yo quiero poseer son ese collar y esas pulseras de Tatiana no sé qué, novia o prometida de uno de los primos Grecia (le ha salido una buena competancia a Marie Chantal)









Y por si alguien tenía dudas de quién es la más Borbón de los Borbones, llegó Elena a disiparlas.






Y por si alguien tenía dudas de la elegancia de la Azpirante, llegó ella a refrendarlas, digo, disiparlas.




A las demás no las pongo, que me aburren, y no he encontrado fotos de Kyril, pero sí de Rosario Nadal, que no entiendo qué c* hacía allí si ya están divorciados. Como siempre dando una lección de elegancia. Mostrar también a Mette Marit, que cada vez luce mejor, y a Madeleine que parece recién dama de honor en la boda de su mejor amiga de Dakota del Norte (con lo guapa que es esta chica y lo guapo que es su hermano ).




Y por supuesto la novia, que estaba maravillisosísima (¿Dior, Armani, Elie Saab?)



P.D. Edito porque por fin he encontrado una foto de Kyril, ése hombre, aunque sea con su ex...


Y ya puestos cuelgo a Rania, qué decepción, ya en camino de momificarse con lo joven que es y esos labios como morcillas (el marido a su lado parece el soldadito de plomo). Y Máxima cometiendo un error de principiante a lo Beyonce (con esas caderas el corte sirena debe desterrarse).




P.D. 2 Y lo siento, pero no puedo resistirme... Las mejores, con diferencia, será que los extremos se tocan.

jueves, junio 17, 2010

Quererlo todo ya y al mismo tiempo



Me llama mi madre. Me cuenta que ha hablado con la tía C. que a su vez ha hablado con la prima P. y me cuenta lo que la tía le ha contado, que a su vez es lo que la prima le ha contado a la tía. Un cotilleo, obvio… ¿Te acuerdas de esa chica tan sosa amiga de P. que es maestra? Y yo digo que sí aunque en realidad la respuesta es no. Perro siempre que mi madre me pregunta si recuerdo a alguien, aunque no sea cierto, le respondo que sí. Es el método más eficaz que conozco para ahorrarme la exposición de filiaciones, parentescos y vecindades (ya sabes, la nuera de la cuñada de la prima de la hija de la amiga de la vecina del quinto).

Satisfecha con mi respuesta, mi madre continua con la exposición… ¿Es más o menos de tu edad, no? Supongo que sí. Como no sé quién es, doy por bueno todo lo que me dice. ¿Y nunca ha tenido novio, verdad? No, creo que no, una chica muy discreta. Mi madre, sabiamente pasa por alto este último absurdo comentario mío y sigue contando mientras yo finalmente ubico a la chica en cuestión, que no es maestra sino enfermera y no es de mi edad, sino diez años mayor. Obviamente me ahorro las correcciones, callo y sigo escuchando.

Pues ahora se ha echado un novio. ¿Por qué nunca había tenido un novio, verdad? Pues que bien, que le vaya estupendamente con ese novio a la chica que nunca ha tenido novio… Es que no se te puede contar nada, ya mi madre con ligero tono irritado. Parecido al mío porque ya sé por donde va, porque yo, a sus ojos, tampoco he tenido nunca novio, y supongo que en parte es cierto. Nunca en mis (me cuesta asumir mi edad recién adquirida) años me he presentado en casa de mis padres colgada del brazo de un chico y he dicho, papá, mamá, acá mi novio; novio, acá mis progenitores. Y eso, yo sé que a mi madre le duele, lo que ella llamaría falta de confianza; y yo, que no ha habido nadie en mi vida digno de tal mención.

Pero ella sigue… Está divorciado y con dos hijos (o tres, no recuerdo bien). Se hace el silencio. ¿Y? Y la tía C. está escandalizada, ya bien tú sabes que ella esas cosas no las entiende. Tú tampoco, pienso y callo. Y ya dice la prima P. (también de más de cuarenta, como la amiga, soltera, aunque con historial amoroso a sus espaldas), prosigue mi madre, que esa relación no tiene ningún futuro, que ha intentado quitárselo de la cabeza, pero que ella está enamorada y ni modo, no atiende a razones, y es que un divorciado y con dos hijos, a dónde vamos a parar y además de 48 años… ¿Y? Pero si ella debe de andar por los 45, ¿dónde está el problema? Se me olvida que presuntamente la amiga es de mi edad. Pero mi madre parece no haber escuchado lo que he dicho (no hay que perder las buenas costumbres). Y sigue con el presunto escándalo, que se van a casar el año que viene, que quieren tener hijos y un largo bla, bla, bla para finalizar contando que además es feo, porque la tía C. le ha enseñado una foto que a su vez le ha enseñado la prima P., porque para colmo de todos los males se han conocido por Internet. Y quién sabe, igual es un buen hombre y todo, aunque sea divorciado, que bueno, que ya se sabe que todo el mundo merece segundas oportunidades, pero una chica tan maja, tan profesional, tan decente y tan soltera…

Corto la comunicación porque presuntamente me llaman al móvil, y me quedo con la duda, si debo o no debo buscarme vía Internet a un novio divorciado, con dos hijos, feo y de 48 años.

P.D. Liz Montgomery

miércoles, junio 16, 2010

Probando


Yá dicen dalgunos que ye inútil pone-y puertes al campu. Y cuando una ye boba, y acá un exemplu, nada-y pon remediu. Pregúntame A. (lléase la Ameba, pero güei nun quiero ser cruel y dexemos la inicial) pola mio ausencia cuasi vacacional.

Y yo, agafada porque él se meta nuna conversación ayena que non -y incumbe y qu'al par caltengo con Blair Waldorf, namá m'asocede contestar que ye “top-secret”, asina a les braves, n'inglés. Agilipollá perdida que ye una. Y ensin remediu a la vista.

P.D. Natalie Wood en "A cry in the night".

Por la pérdida y los encuentros


A N. la veo de higos a brevas -aunque-nunca haya sabido exactamente qué viene a decir esta expresión, será que no me gustan los higos (ni las brevas)- nos vemos una media de una vez cada año y medio y jamás nos acordamos de nuestros respectivos cumpleaños ni nos enviamos ñoñas felicitaciones navideñas. Los emails van y vienen con retraso, las conversaciones telefónicas generalmente se producen a altas fiebres de la madrugada y suelen ir precedidas de ataques de pánico y los encuentros frente a frente están siempre presididos por la ginebra, a mi vera y el güisqui, a la suya. Nos conocemos desde hace un buen puñado de años, y otros tantos han pasado desde que nuestros caminos se separaran, tomáramos distintos rumbos y los kilómetros se interpusieran entre nosotras sin llegar nunca a separarnos del todo, olvidando aquello que nos unió en un pasado y que con el paso del tiempo ha sido sustituido por lo que nos distancia, que a su vez es lo que nos mantiene unidas. Un tren que viaja hacia al este en una madrugada cualquiera de un mes de febrero de un año olvidado. Una estación de tren en la frontera checa invadida por las risas que combaten al hielo y al frío. Tan fácil como no encontrar las palabras acertadas en el momento justo y en el lugar adecuado celebrando al sol con unas sandalias del color de las turquesas.

martes, junio 15, 2010

Hay días que duran demasiado


Llevo un rato sentada frente a la pantalla en blanco... quería escribir algo ocurrente, algo oportuno, pero siempre acabo en lo mismo, y no, hoy no toca eso, tampoco lo otro, aunque de eso si tenga ganas (y muchas).






P.D. Marie Wilson y Anne Nagel.




Este año he puesto especial empeño en olvidar mi cumpleaños. Sin ningún éxito, claro. A las seis de la mañana del día en cuestión me despertaron deseándome un cumpleaños feliz y tarta en mano con las velitas de rigor recordándome la fatídica cifra. Y así, ni modo, no son formas de empezar un día que yo había decidido consagrar al olvido y a los kilómetros.

Tener el móvil desconectado (en realidad llevaba así tres semanas completas) tampoco fue garantía de éxito. Al encenderlo cuando acababa el día siguiente al cumpleañero, allí estaban uos cuantos mensajes de felicitación, siempre bien recibidos, obvio, aunque una nunca deja de preguntarse por qué cierta gente sólo aparece en tu vida el día de tu cumpleaños y en Navidades, enviándote un mensaje exactamente igual a los tropecientos que ha enviado ese día o si tal vez se deba a que simplemente se le olvidó decirle a su secretaria que me borrara de la lista de sujetos a felicitar. Casi prefiero pensar esto último. La condescendencia y ciertas buenas maneras me pueden (y no para bien).



P.D. Habemus (presunta) boda real el sábado y acaba de estrenarse la tercera temporada de "True blood". Motivos suficientes para sacar a pasear a mi otro yo.


[...]En el otro extremo, tengo un follamigo, Óscar, al que siempre parece a punto de cambiarle la voz o de quedarse sin ella: es abrir la boca y por ahí le sale gallo tras gallo. Al final, después de dos o tres ataques de risa, decidimos que, cuando quedáramos para echar un polvo, en cuanto nos quitáramos la ropa se acababan las palabras. Así es que follamos como mudos desesperados en sesiones eróticas en las que todo hay que adivinarlo por los gemidos de aprobación del otro. Y oye... también tiene su encanto.

Últimamente, cuando viene a casa aprovecho y doy rienda suelta a una de mis fantasías auditivas más antiguas: Bruce Springsteen. Pongo su música y me dejo llevar.

Sí, lo confieso: la voz de El Jefe me pone. Me excita hasta límites poco confesables. Hace unos años fui con Elena a un concierto suyo al Bernabéu y pensé que me daba algo escuchándole entre tanto hombre sudoroso y guapo. Y yo condenada a oírle y a mirar sin atreverme a tocar(me) nada, con el cuerpo en tensión atenta a cada roce por si alguno era un poco más que fortuito. Fue mágico, enloquecedor y tan excitante que mi sexo despertó al oír su voz. En memoria de aquel día, a veces me pongo sus cds de hilo musical mientras me doy alguna alegría solitaria en el sofá.

Pero mucho, mucho mejor es cerrar los ojos mientras Óscar va trepando beso a beso, muerdo a muerdo por mis piernas y Bruce se desgarra la garganta en nuestro honor.

De hecho, hace poco me tomé la molestia de hacer una selección especial y os aseguro que estoy deseando que venga esta noche a casa para probar con él la nueva combinación estratégica de Secret Garden, Fire, My Hometown, Brilliant Disguise, Streets of Philadelphia, Blood Brothers, Cross My Heart...


Copio y pego una historia que he leído en no sé cuál blog no sé dónde y que me hecho tremenda gracia.. y yo que pensaba que era la única (o casi). Aunque de esa selección yo me quedo con Brilliant disguise, Fire, Fire, Fire, Fire, Fire, Fire, Fire y Fire...


Parecidos razonables



Yo, como tantos otros, supongo, fui lectora (voraz) de blogs antes que autora, hasta que llegó el momento en el que llegué a la conclusión de que si ésos podían, por qué no yo. Ninguno tenía, ni ellos ni una servidora, nada que aportar al mundo (ni intención, ni ganas), pero no deja de ser una forma de divertimento tan buena (o incluso mejor), que otra cualquiera.

Si alguien me preguntara por qué escribo un blog (y algunos lo han hecho), no sabría encontrar una respuesta razonada y convincente. Aunque tampoco sabría encontrar el por qué sigo y leo y releo determinados blogs día tras día. En algunos casos, la gran mayoría, la respuesta es obvia, porque son soberbios y me trasladan a otras vidas y a otros mundos, o me hacen reír o me emocionan o simplemente me gustan porque sí. En otros casos voy de paso y en otros, o en otro más en concreto, me une una irresistible atracción de amor-odio hacia el blogger en cuestión. No sé si calificarlo de masoquismo, por mi parte; de atracción fatal o de simple bobería, pero no encuentro explicación para no dejar de leer algo que no sólo no me gusta ni me aporta nada sino que también me irrita y las más de las veces me hace morderme la lengua porque si me pusiera a comentar no dejaría títere con cabeza.

He llegado a la conclusión de que tal vez en el fondo lo que esta persona escribe (casi siempre) podría haberlo escrito yo. Tal vez me siento esencialmente reflejada en ella, como si me mirara en un espejo. Y tal vez esta persona opine lo mismo de mí, si hasta a veces ha colgado para ilustrar sus entradas las mismas fotos que yo.

lunes, junio 14, 2010

Comin' home



6 horas de autobús, 55 minutos en tren, una hora en coche, 50 minutos en metro, 15 en taxi, dos horas y media de avión, 7 horas en un coche-cama y un par de kilos de menos… no necesariamente en este orden y con parada y fonda en Callao, para comprobar que aunque no seamos los mismos seguimos siendo iguales (o incluso un poco peores).

P.D. Whitney Blake

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