Sonaba esa canción y yo pensé lo mucho que me gustaba, pero no lo dije. Estuve a punto de soltarlo, cómo me gusta esto que suena... pero pensé que poco iba a importarle a ese romano que a mí me gustasen o me hubieran gustado los Fabulosos Cadillacs, que hacía tropecientos mil años que no la escuchaba o qué tiempo tan feliz fue aquél durante el cuál se convirtió en mi banda sonora; nunca fui tan feliz como entonces, nunca sonreí, nunca reí tanto y ni modo, nada que ver con los años, mucho más escasos que los actuales; ni con la libertad recién estrenada; ni con el alcohol, siempre generoso, o tal vez sí... tengo que volver a beber... y a escuchar a Vicentico.
martes, junio 29, 2010
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2 perdidos en el laberinto:
Pues mira, el alcohol puede volverse un enemigo terrible... Pero aquél que huye de sus enemigos es un cobarde.
Lo imagino. Aunque yo ya me ahogue en una pinta de cerveza.
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