jueves, enero 22, 2009

De un pasado perdido


Parada delante de un escaparate de la Theatinerstr. admirando ropa que no podría pagarme y que de poder hacerlo probablemente nunca me (compraría) pondría (sería distinto si hablásemos de zapatos o bolsos, probablemente me los compraría aunque no pudiera pagármelos). Al girar y retomar mi camino en busca del siquiente tropiezo con un hombre agachado atándose un zapato o al menos eso deduzco por sus gestos.

No le reconozco en un principio mientras murmuro una disculpa que acaba siendo recíproca pero percibo cierto brillo en sus ojos, inusual en la mirada de un desconocido. De pronto me veo envuelta en un abrazo, una mano tendida con saludos ininteligibles y es Georg S., sin barba, con unos cuantos años de más (al igual que yo), pero que a él parecen pesarle más, la diferencia de edad cuenta, imagino.

Hace una cerveza y mientras apenas yo apuro mi Radler él ya se ha ventilado cuatro Weizen. Recuerdo que cuando le conocí, yo era aún adolescente, me fascinaba la capacidad que tenía para beberse una cerveza tras otra y seguir manteniéndose en pie y con una conversación coherente (algo tan propiamente bávaro y lo sé, un absurdo tan grande como decir que los asturianos somos consumidores natos de sidra, cuando por ejemplo a mí no me gusta). Pronto comprendí que aquello no era precisamente una virtud digna de ser emulada, pero ésa es otra historia. Y además no es de él de quién quiero hablar.

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