Es curioso que yo, adicta a la última palabra, y entiéndanme, no necesariamente quiere decir eso que tenga que ser yo la que cierre la puerta, sino que quiero que ésta siempre quede cerrada independientemente de quién lo haga, esté dejándolo pasar no una, ni dos, sino tres veces, con tres personas distintas... A lo mejor es que por fin he aprendido, va a ser que no, que si una no está segura de que lo que va a escuchar le va a gustar, mejor dejarlo pasar y que quede en suspenso hasta que caiga por su propio peso y el del paso del tiempo que todo lo cura y a todo le pone remedio... Pero es que a mí siempre me gustó escuchar aunque las palabras que fuera a oír no me gustaran... y siempre que el último cierre la puerta, que no puedo dormir con puertas abiertas, ni siquiera las de los armarios. Y no sé... aunque sepa.
P.D. Barbara Harris
[La canción de Jorge Drexler, que cada cuál la interprete como le venga bien en gana,
que al fin y al cabo nadie escucha las canciones ajenas, ¿verdad?...]
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perdidos en el laberinto:
Anónimo
dijo...
ayer me metieron una enorme calabaza, y sin embargo estoy feliz. ¿debe ser que deseaba cerrar esa puerta?
Pues según el psicoanálisis, estimada Dae, esa obsesión por cerrar puertas sería el reflejo de una personalidad que trata de protegerse de los acontecimientos externos, la manifestación inconsciente de notables incertidumbres, el enojo ante las propias emociones y los escondidos anhelos.
Aunque ya se sabe que esto de lo freudiano es muy opinable y que en lo psicológico existen grandes dosis de fantasía.
Y, en el peor de los casos, siempre se le puede solmenar un bofetón al terapeuta.
Y ahora que se acerca diciembre, ya me estoy echando a temblar…
Con Freud hemos topado... mañana me compro la pecera, y no se descuide, estimado Tordon, que este invierno se llevan los guantes, de esos largos, que seguro amortiguan las bofetadas...
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.
6 perdidos en el laberinto:
ayer me metieron una enorme calabaza, y sin embargo estoy feliz.
¿debe ser que deseaba cerrar esa puerta?
Pues según el psicoanálisis, estimada Dae, esa obsesión por cerrar puertas sería el reflejo de una personalidad que trata de protegerse de los acontecimientos externos, la manifestación inconsciente de notables incertidumbres, el enojo ante las propias emociones y los escondidos anhelos.
Aunque ya se sabe que esto de lo freudiano es muy opinable y que en lo psicológico existen grandes dosis de fantasía.
Y, en el peor de los casos, siempre se le puede solmenar un bofetón al terapeuta.
Y ahora que se acerca diciembre, ya me estoy echando a temblar…
Besos, escueta tituladora.
por que pone la Pd a medias se deja al rey del suspense, creo Alfred.
Le preguntaré a mi psicoanalista, Anónimo, pero me da a mí que sí...
Con Freud hemos topado... mañana me compro la pecera, y no se descuide, estimado Tordon, que este invierno se llevan los guantes, de esos largos, que seguro amortiguan las bofetadas...
Porque es tan evidente, Anónimo, que ni merece la pena... Me gusta dejar las cosas a medias.
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