¿Acaso sabes tú cuánto mide la memoria?... Porque no olvides que ésta siempre cambia el tamaño de las cosas (I)
Si mi madre leyese esto, que no lo va a hacer, supongo, entre otras cosas porque desconoce su existencia, obviamente, y ni oportunidad va a tener, creo que se sentiría especialmente defraudada conmigo, y probablemende decepcionada consigo misma. Diría algo así como que ella no ha educado a su cuarta hija para que estuviera llena de miedos, de temores, de infelicidad, de inseguridades y abismos; y que ni modo, desde luego tampoco para que su felicidad dependa de tener o no un hombre a su lado; ni para que viviera en un cuento de le lechera permanente, haciendo planes de continuo sobre qué hacer con su vida en caso de tocarle la lotería, cuando ni siquiera se compra un mísero cupón de la Once.
Tres hermanas mayores siempre independientes y felices; y un hermano pequeño, el príncipe no precisamente destronado; y yo, la cuarta de cinco, la autónoma y autosuficiente, siempre a solas por los rincones de esa enorme casa con un padre en exceso autoritario y una madre siempre ocupada. Obediente y cabal, rodeada de libros adultos y discos robados a los novios de mis hermanas, Leonard Cohen y Mike Ríos iniciaron el camino que nunca llegaría a Itaca, sino a Atlantic city; construyéndome un mundo a medida en cualquier rincón entre las sombras, siempre pasando desapercibida y tratando de no molestar y no hacer ruido. Una vida que comenzaba al bajarme a las cinco y media de la tarde del autobús, me quitaba el uniforme del colegio mientras merendaba con Espinete de fondo y hacía los deberes sin que nadie me recordara que era mi obligación. Puntualmente a las ocho en la cama con un libro entre las manos, la luz apagada no más allá de las diez y el walkman escondido entre las sábanas. Si ese día, Pilar Miró que estés en los cielos mediante, ponían una de Gary Cooper o de Montgomery Clift, mi madre concedía la excepción que nunca confirmó la regla.
Yo sabía en todo momento lo que tenía qué hacer, cuáles eran mis deberes y obligaciones, cuándo tocaba sonreir y sentarse con la falda bien estirada y las rodillas bien juntas. Cuándo correspondía asentir y dar las gracias y dejarse peinar y subirse los calcetines para pasar revista ante las visitas, ante las tías que siempre me recordaban que yo era rubia y rizosa como ella, pero que ojalá no heredara su carácter y esa total falta de ausencia de buenos modales, sentido común y protocolo. Y mi hermana C., tres años mayor, siempre preguntaba a quién se parecía por tanto ella, y mi tía P. le decía que si mis cabellos brillaban como el oro, los suyos lo hacían como la plata, y ella asentía satisfecha, hasta que un buen día se sentó frente al espejo comparando el tono oscuro de su pelo con la fotografía enmarcada en plata de la foto de bodas de los abuelos... esa misma tarde se acabó mi infancia, que los Reyes son los padres, por si no lo sabías.
14 perdidos en el laberinto:
Yo en cuanto supe que los reyes eran los padres empecé a pedir hermanas... nunca llegaron. Igual por eso jamás perdí la infancia, vete tú a saber.
El ser hija única deja un hueco vacío dentro que no se llena nunca.
Yo quiero cabellos de metales nobles!!!!!
Siempre me gusta lo que cuentas y como lo cuentas, se me hace dificil comentarte.
besos
Mi memoria es de elefante, me acuerdo de demasiadas cosas, tantas cosas que me impiden avanzar, creo que para avanzar hace falta ser un poco desmemoriado o mejor aun una memoria selectiva, y poder borrar ciertos episodios de la vida.
Me hago fan y partícipe de todo lo dicho por anónimo...
( ¿ he dicho fan?, demasiado facebook creo)
Si tu madre leyese esto, debería sentirse orgullosa de la manera que tiene su hija de explicar como se siente.
No sé qué decirte, Daedd, pues tal vez ni me creas...
Pero sí me veo obligada a decirte, por otra parte, que mi novela (la que aún estoy escribiendo) gran parte de ella va precisamente de eso, entre otras cosas varias.
Va de lo que tú hablas en este post. Es una novela costumbrista, así calificada por los editores y por quienes han leído capítulos sueltos.
Ésas familias numerosas y (bastante) tradicionales de una España tradicional y oscura como es la nuestra son las que me inspiran en mis escritos de ficción.
Inevitable, pero felizmente en la novela en cuestión, tengo un personaje que se parece mucho a ti. A ti por lo qué describes y por cómo te describes (y lo bien que lo haces, dicho sea de paso), pero no porque te conozca en persona, que sólo te conozco a través de tus letras.
Resulta que tú sin querer y menos sin saberlo, eres una de las protagonistas.
Cabe puntualizar, que escribo ficción fuera de mi blog (como creo haber dicho en varias ocasiones), para compensar la realidad que plasmo, y en la ficción escribo sobre cosas que no tienen qué ver directamente conmigo.
Me explico... Mi familia era y es tremendamente ecléctica y bastante diferente a la mayoría que encontramos en una España tradicional y oscura.
Hija de cineasta y filósofo, pareja bohemia e inconformista, comprensivos, luchadores, padres ácratos y cariñosos donde los haya, y, claro, a sus dos hijas nos entraba "complejo" de tener una familia así (en las primeras épocas de escolarización, luego, sin embargo, lo superamos), por eso te doy las GRACIAS por ser para mí una fuente de inspiración. Porque mi familia no era tradicional. O lo que yo entiendo por tradicional. Y leyendo estas cosas que narras me van inspirando.
De ahí que me haya explayado contándote un poco sobre mí. Para que entiendas mi agradecimiento sobre lo que nos vas explicando acerca de tu vida y tu vivir.
Y ya sé que mi vida no le interesa a nadie, pero tenía que explicártelo para que supieras el por qué.
En fin, no me hagas caso que divago... Y encima me extiendo que da miedo...
- Blogboreta: Puedes decir por ejemplo que mi hermana fue una cabrona por romper lo mejor que tiene la infancia, que es la magia. Aunque claro, ella diría que antes se la rompieron a ella, cuando dejó de colar eso de que sus cabellos brillaban como la plata y no como el ala de cuervo.
- Anónimo: El día menos pensado voy a patentar la pócima del olvido. Yo quiero tener memoria de pez, además me gustan mucho más que los elefantes. Aunque memoria selectiva creo que tenemos todos, y tampoco se trata de eso, que como bobos nos quedamos sólo con lo bueno. Yo sólo quiero dejar de recordarlo todo, absolutamente todo.
- Marikosan: Creo que mi madre tiene en gran estima a la capacidad para no dejar traslucir los sentimientos.
- Amber: Te debo un correo, no se me olvida ;)... Te contesto de forma privada, y que sepas que lo de Manuel Rivas y Santiago me encantó. Me hubiera gustado, aunque lo considerara inmerecido.
¿esa es la causa, por la que no le gusto?, que tengo memoria de elefante, pues como dijo el cantante,
quisiera ser un pez...............
y yo entrando cual elefante en un cacharreria.
Esto, no sé... tú sabrás...
No debemos avergonzarnos de nuestros temores, de nuestras carencias, ellas no indican que seamos malas personas.
Intentaremos superarlos a o asumirlos pero lo importante es ser amigo de nuestros amigos y tal y tal...
Por cierto te recomiendo el Principe destronado de Delibes.
Miro atras, todos los sitios donde estuve estan vacios.
-Sese_ Es que yo nunca he sido amiga de mis amigos, creo que es evidente... Y gracias por Mentar a Delibes, lo leí hace mucho, mucho tiempo...
-Guille: Mientras no te hayas quedado tú vacío...
Podría haberlo dicho, creo que no pillé el quid del asunto :/
Pues mira yo tuve una infancia casi igualica que la tuya.
Solo que hasta los 11 años no tuve un hermano sobre el cual cayeran todas las atenciones y estaba presa de mi "saber estar".
Así salí luego corriendo por la vida...como los toros cuando los sacan a correr en los Sanfermines por la calle Estafeta.
Y sí, mi madre está hoy en día muy decepcionada conmigo. Y- ME-EN-CAN-TA.
-Evinchi: Supongo que a veces cuento las cosas de forma muy enrevesada...
-Fiebre: Y tú me encantas a mí...
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