No me gusta, imagino que como a tantos, escuchar las conversaciones ajenas vía teléfono móvil. En el autobús, a punto de subirse al avión o al bajarse, en las estaciones de tren, o en plena calle, en la cola del supermercado, en la del cine e incluso a veces, dentro de la propia sala. Y tampoco me gusta, obvio, que se escuchen las mías. Por pudor, básicamente, y porque siempre me siento extraña con un teléfono en la mano. Aunque después sea capaz de mantener interminables conversaciones telefónicas si se da el caso, que se da, alguna vez, pocas.
Suelo caminar muy deprisa. Muy, muy deprisa cuando voy a solas, y bastante deprisa cuando lo hago acompañada. Casi parecería, y en muchos casos así es, que llego tarde a algún lado. Así que, aunque odie ir caminando y hablando en plena calle por el móvil, raramente mis conversaciones son captadas por oídos ajenos. Paso como una exhalación.
Hace un rato volvía de una interminable, y todo hay que decirlo, divertidísima, reunión, cuando suena el teléfono y aparece la voz de mi amiga Sal al otro lado con el clásico "¿puedes hablar?"... Pues sí, puedo, que voy camino a la oficina, y estoy en la calle, aunque intuyo que va a ser una llamada interminable, que ha vuelto a la fase ni contigo ni sin ti. Pero no, es bastante concisa, sorprendentemente... ha decidido dejarle, sí, pero no del todo. Que bueno, que se ha levantado con la convicción del ya no más, pero a lo largo que ha ido pasando la mañana la determinación se ha ido diluyendo. Y vuelta a empezar. Que digo yo que si somos amigas desde hace casi veinte años será por qué algo tendremos en común.
Y como es sí, pero no, y vuelta a empezar aunque ya no más, ha decidido recurrir a las clásicas listas de pros y contras, que a ella en estos y otros casos, siempre le funcionan. A un lado lo bueno, al otro, lo menos bueno; porque malo, lo que se dice malo, desde hace un par de horas que no encuentra nada... y de repente se queda sin nada más que contar o que querer contar, y esto, cuéntame tú algo, que tú también deberías hacer una lista a dos columnas... Y yo, esto, ¿por qué?, si a mí todo me va bien, si yo siempre bien, si las cosas están bien, tú sabes, siempre bien, todo bien...
Y no sé, pero de repente rompo a hablar y a contar... y no paro. Aunque sé que ella ha dejado de escuchar hace un rato, que yo siempre he sido muy cómoda de tratar porque nunca rompo diques ajenos, hasta que lo hago, en ese preciso instante, y empiezo a contarle una historia de la que nunca antes le había hablado, o muy poco y a grandes rasgos, pasando casi de puntillas, contando sin contar. Y de repente me veo parada en un semáforo, hablándole en voz alta al teléfono y con un tipo mirándome con una media sonrisa a mi lado escuchando lo que estoy contando... Hacía mucho tiempo que no cruzaba un semáforo en rojo.
P.D. Y creo que sí, que haré esa lista a dos columnas... y la colgaré aquí, obvio.
Hay veces que incoscientemente la necesidad de contar algo nos puede, y nos olvidamos del pudor! A mí me suele pasar! Descubrí tu blog hace poco, pero la verdad es que me tiene enganchada. Enhorabuena! Saludos! :)
¡Soy una cotiiiiiiiiiiillaaaaaaaaaaaa! A mí si me gusta escuchar las conversaciones... No tengo peligro de que me cotilleen a mí porque: 1.- nadie me llama 2.- si se da el caso, me refugio en el alemán.
Guille: Supongo que a veces necesitamos desahogarnos, aunque no tengo claro que efectivamente sirva de algo más que para alegrarle el día, o eso pareció, al tipo del semáforo que estaba escuchando.
Conguito: Nunca se sabe quién puede estar escuchando. Recuerdo no hace mucho tiempo en un tranvía en Nuremberg, una pareja, madre e hija, manteniendo una conversación que no reproduciré aquí, en español, porque obviamente pensaban que nadie las entendería. Yo estaba sentada detrás...
Yo también soy de los que van a toda pastilla por la calle como si llegara tarde. Odio el teléfono pero las cosas de la vida me toca usarlo mucho. Creo que a nadie le gusta que se escuchen sus conversaciones pero en el fondo a la gente de alrededor le importa un pimiento (a no ser que les conozcas jeje). Mientras se hable claro y no se grite. Y todos como tú, alguna vez necesitamos contar nuestras cosas a alguien aunque no nos escuche. Y por favor no cruces en rojo a ver si te va a pasar algo.. ;-)
Quizá este tipo se quedo obnubilado contigo, ¿sabes?, a mi me gusta mirar a la gente cuando habla por teléfono, lo que dice me tiene sin cuidado, es más, si no escucho mejor, me gusta mirar como gesticulan, qué cara ponen, mi imaginación es más potente que mi curiosidad.
Marikosan: Puede ser, que todo es posible... pero apostaría doble contra sencillo conque sí estaba interesado en la conversación... hacia tiempo que no pasaba tanta vergüenza...
Y lo impresionante , que es oír una conversación cuando estas en la cama y a tu amante la llama el marido , te quedas petrificado , mientras ella maneja la situación perfectamente ... Quien dijo sexo débil ...
A mí me encanta escuchar las conversaciones ajenas, ya sean en directo o telefónicas, y mirar fijamente a la gente que por h o por b llama mi atención. Para las mías suelo ser más discreta (además, no me gusta hablar por teléfono). Llámalo cotilleo, yo lo llamo alma de antropóloga social.
Vir.. yo es que más que escuchar prefiero imaginar. Soy fantástica inventando vidas a ajenas. Y a partir de ahora creo que hablaré de antropología social, no de cotilleo, me gusta.
Y es que soy muy mía y a la vez muy del cosmos, muy de las tinajas y de los moldes de galleta, de las vainas y los pomos cromados, de la cola y el carril más lento, de embalsamadores y taxidermistas, del rincón del aburrido; soy muy de los desprendidos de la crítica, fiestas provocadas y tijeretazo en casa, del orden cosas y cosas por vicio. Soy muy de todo esto y de aún más cosas. Sólo espero que alguien me reclame... sería muy violento tener que hacerlo yo misma...
Deja tus paranoias o tus deseos, gritos al aire, diarios, confesiones, declaraciones de amor o de guerra, o simplemente tu firma, tu mensaje, tus besos, saludos o consejo, bromas o entusiasmo, reminiscencias o cañones recortados, y ya descubriremos si tenemos algo de lo que hablar...
Ser ese pincel aguado por la lluvia que esboza en cada bocanada una bahía, dos volcanes y diez maneras de decir lo que deseas. Una bandada de gaviotas. La ginebra. Las noches sin futuro. Una colección de lunas llenas. Las verbenas de barrio. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Arrastrando la cobija. Tristezas a la carta por alegrías. Billie Holliday rasgando la noche. Una visita imprevista y deslenguada. Los calvos que se quitan el sombrero. Las noches "nuremberianas" al calor del Eulenspiegel repletas de ron, humo y conversaciones. Aquella voz, aquel acento."Mis" poetas: Á. González, Huidobro o Cernuda. La lluvia que parió charcos y barro. Viajar en tranvía. Volar cometas. Un par de botas sucias. El canto del urogallo. Alain Delon en "Rocco y sus hermanos". Caminar sobre hojas secas. Las tímidas que salen respondonas. Aviones que despegan. Las rosas amarillas, los lirios, las violetas. Las raras excepciones. ARJONA (con mayúsculas). Medianoche en una estación de tren. La honestidad brutal de Calamaro. Una tormenta sobre el azul inmenso del océano. Aquella buhardilla en la Peissenbergstr. Silvana Mangano en "Arroz amargo". Pisar charcos. El 14 (y la lluvia) de abril. Mi chupa de cuero. La Coca-Cola (nadie es perfecto). Besos con risas. Silvio y Ojalá como coartada. Lengua con besos. El castellano de Umbral. Esencia de playa y sal de un lugar donde habitaban las gaviotas. Pisar charcos. Un vestido y un amor. Salitre 48. EL hombre del piano. Luka, el niño del 2º piso. Compay y Celia, el son y la salsa de luto. La primera mirada por la ventana al despertarse. Las noches que sonríen en forma de luna. Estoy Bartok de todo. El olor a tiempo desgastado. Simon & Garfunkel. Waits & Cohen. Los trenes que viajan hacia el este. Rosas a Rosalía. En Lisboa, sobre lo mar. El cambio de estaciones. Dylan y su hijo Jakob. Un amanecer en la playa del Silencio. El piano ha estado bebiendo. Puentes que se cruzan en ambos sentidos. El Urriellu. Una Delirium Tremens. Las carreteras secundarias. Un otoño de párpados caídos. Los domingos al sol en el Englischer Garten. Camarón sin camisa. Frambuesas en la tarta. Las sesiones de madrugada. Las montañas mágicas de esta tierra que plantó mi corazón recibiendo el regalo de la lluvia. Chavela por Jose Alfredo. Los labios que aprovechan los rincones más olvidados, más olvidables. Veloso y su fina estampa. El miedo, el futuro incierto, el camino, la búsqueda. Je vous ai apporté des bonbons parce que les fleurs c'est périssable. Los que pudieron ser y no han querido... Dream, baby dream.
14 perdidos en el laberinto:
Hay veces que incoscientemente la necesidad de contar algo nos puede, y nos olvidamos del pudor! A mí me suele pasar!
Descubrí tu blog hace poco, pero la verdad es que me tiene enganchada. Enhorabuena!
Saludos! :)
El valor que tiene una oreja.
Aunque a veces oye como cuando suena la lluvia, pero no escucha.
Pero necesitamos soltar nuestras palabras.
¡Soy una cotiiiiiiiiiiillaaaaaaaaaaaa! A mí si me gusta escuchar las conversaciones... No tengo peligro de que me cotilleen a mí porque:
1.- nadie me llama
2.- si se da el caso, me refugio en el alemán.
Alba: Bienvenida...
Lo curioso es que yo aoy muy tímida y muy pudorosa, hasta que, claro, dejo de serlo...
Por favor, si soy de las que aún me sonrojo...
Guille: Supongo que a veces necesitamos desahogarnos, aunque no tengo claro que efectivamente sirva de algo más que para alegrarle el día, o eso pareció, al tipo del semáforo que estaba escuchando.
Conguito: Nunca se sabe quién puede estar escuchando. Recuerdo no hace mucho tiempo en un tranvía en Nuremberg, una pareja, madre e hija, manteniendo una conversación que no reproduciré aquí, en español, porque obviamente pensaban que nadie las entendería. Yo estaba sentada detrás...
Yo también soy de los que van a toda pastilla por la calle como si llegara tarde. Odio el teléfono pero las cosas de la vida me toca usarlo mucho.
Creo que a nadie le gusta que se escuchen sus conversaciones pero en el fondo a la gente de alrededor le importa un pimiento (a no ser que les conozcas jeje). Mientras se hable claro y no se grite. Y todos como tú, alguna vez necesitamos contar nuestras cosas a alguien aunque no nos escuche.
Y por favor no cruces en rojo a ver si te va a pasar algo.. ;-)
Quizá este tipo se quedo obnubilado contigo, ¿sabes?, a mi me gusta mirar a la gente cuando habla por teléfono, lo que dice me tiene sin cuidado, es más, si no escucho mejor, me gusta mirar como gesticulan, qué cara ponen, mi imaginación es más potente que mi curiosidad.
C.C. Pues yo sí creo que hay gente interesada en las conversaciones ajenas, y no digo que sea malo, pero el cotilleo es deporte nacional.
Marikosan: Puede ser, que todo es posible... pero apostaría doble contra sencillo conque sí estaba interesado en la conversación... hacia tiempo que no pasaba tanta vergüenza...
Y lo impresionante , que es oír una conversación cuando estas en la cama y a tu amante la llama el marido , te quedas petrificado , mientras ella maneja la situación perfectamente ... Quien dijo sexo débil ...
A mí me encanta escuchar las conversaciones ajenas, ya sean en directo o telefónicas, y mirar fijamente a la gente que por h o por b llama mi atención. Para las mías suelo ser más discreta (además, no me gusta hablar por teléfono). Llámalo cotilleo, yo lo llamo alma de antropóloga social.
AN: Es que yo en una de ésas nunca me he visto, afortunadamente, jajaja... Pero más que de debilidad será cuestión de mentir... y de creer.
Vir.. yo es que más que escuchar prefiero imaginar. Soy fantástica inventando vidas a ajenas. Y a partir de ahora creo que hablaré de antropología social, no de cotilleo, me gusta.
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