lunes, julio 26, 2010

A ti (que conoces el olvido)



Nunca pensé que fuera a echarlas de menos, a ellas, a mis ex. Mis ex-compañeras de trabajo, se entiende. Hace aproximadamente año y medio pasé de tener un entorno laboral eminentemente femenino a estar rodeada de hombres. Acá entre nos, he perdido con el cambio. Y no, no es que fuésemos amigas de mis amigos y del mundo mundial, nada que ver; en términos generales nos llevábamos fatal, todo lo mal que un grupo de mujeres en edad de merecer, con aspiraciones a una única jefatura, un jefe paternalista y machista y mucho tiempo libre; pueden llevarse. Y les aseguro que es mucho y mal. Que si no llegamos a las manos fue porque presumíamos de ser personas bien educadas, pero que ganas (muchas) no faltaron; y las discusiones a voz en grito (perdiendo esa presunta buena educación de la que hacíamos gala) abundaban, unas tres de media a la semana. Y lo que no eran discusiones, sino zancadillas (en el sentido literal), críticas, alusiones personales, insidias, cotilleos malintencionados, barricadas, insultos llegado el caso, desprecios varios, regalos envenenados, lloros y un largo etcétera de malas artes.

Y no, no voy a decir que a pesar de eso nos queríamos. Aunque fingíamos bien cuando compartíamos el café u organizábamos esas cenas de mal entendida y ficticia confraternización. Aunque sí es cierto que hacia el tercer gin-tonic se agradecía que en lugar de dejarte notitas con acusaciones varias (práctica habitual dado que por temporadas evitábamos dirigirnos la palabra, la acusación podía ir desde haberse dejado una luz encendida a haber falsificado una firma o el nº de registro, esto último era un clásico), directamente te lo reprocharan cara a cara y te dijeran eso de que eras una perra con todas las letras, pero como siempre había alguien, alguna otra, que además lo era con mayúsculas, pues no pasaba nada y hasta agradecías semejante alarde de sinceridad. Al menos hasta el martes siguiente (los lunes eran días de reflexión y arrepentiemiento), donde volvía a aparecer un post-it amarillo sobre tu mesa acusándote de haber redactado mal un oficio y cualquiera de ellas, en un aparte, te contaba que lo último que había dicho alguien de ti es que eras una perra, eso sí, esta vez con mayúsculas.

Cómo sobreviví casi cuatro años a eso, lo ignoro; y cuando llegaron los traslados y el jefe se enfadó tanto -¿pero dónde vas a estar mejor que aquí?- considerando que éramos, como poco, de su propiedad, descubrí que a pesar de todo se habían creado ciertos lazos de amistad, o algo parecido; no ya con todas, sino con un pequeño y reducido círculo que decidió por unanimidad inquenbrantable que a pesar de la disparidad de los nuevos destinos de las desterradas, debíamos de seguir reuniéndonos de vez en cuando. El de vez en cuando inicialmente iba a ser una vez al mes, acabó por convertirse en una vez cada tres meses y finalmente suele ser cuando a alguien le apetece, lo propone y consigue ponernos a todas de acuerdo. La última vez fue este viernes, y la anterior hacía seis meses.

La viudita alegre, Blancanieves, la Reina del Sur, una servidora y alguna que otra más, nos reímos como pocas veces lo he hecho en estos últimos tiempos. Descubrí no sólo que las echaba de menos, que tenemos que vernos más y que el aprecio es sincero, sino que a veces, simplemente, necesito estar con mujeres, sólo con mujeres. Si alguna vez hiciera una 'kedada bloguera' a la manera de Mr. Tordon, creo que estaría restringida al género femenino. Es curioso, ya lo comentaba antes, pero tengo la sensación de que no sólo es que yo lea preferiblemente blogs escritos por mujeres (tengo mi Santísima Trinidad blogueril y femenina), sino que me da la impresión de que también poseo mayoritariamente lectoras (imagino que lectores masculinos habrá, manifiestense, si lo desean; pero en menor número o es que son más discretos).

Lo cierto es que avanzada la tarde y cuando comenzó la retirada, nos quedamos la Reina del Sur y yo a solas. Al fin y al cabo ninguna de las dos teníamos ninguna prisa en regresar a nuestros respectivos hogares. En mi caso porque no me esperaba nadie, en el de ella justo por todo lo contrario, había demasiadas personas reclamando su presencia. Y ante su cuarto gin-tonic y mi tercera coca-cola light surgió la inevitable pregunta:

- ¿Qué sabes de él?

Para ella sólo hay un 'el' relacionado conmigo. El otro 'él', el E. primigenio suele tener derecho a ser nombrado. Pero él es simplemente un pronombre. Y yo cuento que mantenemos cierto contacto aunque hace siglos que no nos vemos (en realidad desde entonces), que hace algo más de un mes me mandó un SMS y un email para felicitarme por mi cumpleaños; yo le contesté hará unas tres semanas para agradecerle el gesto; él contestó hace dos a mi agradecimiento; y yo aún no he contestado a su agradecimiento de mi agradecimiento...

- Qué tonta fuiste... pero qué tonta, que borde, que antipática, qué soberbia, qué irreflexiva, que equivocada estuviste. Pero qué perra fuiste...

P.D. "The women" de George Cukor.

13 perdidos en el laberinto:

Ana H.H. dijo...

¿Te imaginas la vida en un convento de clausura? No me extraña de decreten el silencio... si no correría la sangre. ¡Pero como somos! Ni contigo, ni sin ti.

Luis dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis dijo...

Me pongo a la cabeza de la manisfestación de tus "lectores" y si además hay admiradores como es mi caso también... todo eso te llamó tu amiga?... ¡pero que perra!... uyssss... perdón... Besis

Paciente Asturiano dijo...

Has puesto todos los sobrenombres de tus ex-compañeras. ¿Cómo te llaman a ti?.
Supongo que será secreto de Estado.

Sonix dijo...

Jeje, la verdad es que entre mujeres siempre se acaba hablando de cosas que con tíos delante no, y a veces hasta una se relaja más.
Pero ya veo que tienes lectores hombres, por aquí están!
Uyuy, esa amiga que te llamó tantas cosas, no sé yo, ahí había resquemor, ¿no querría a ese "él" para ella?
Madre mía, qué mal os llevabais en el trabajo, qué horror de ambiente!
Bueno, un beso!

Susana Terrados dijo...

Me parece una entrada perfecta. Dejando de lado los adejtivos que te da tu amiga creo que describes muy bien una relación entre amigas del trabajo.
Gracias por compartirla. Saludos.

Nebroa dijo...

Hija mía, cada día escribes mejor por dios!
Yo siempre me he mantenido al margen de peleas de féminas, como he sido un poco machorrín me costaba entrar en el jaleo, pero en el último curro, aunque mis compañeros más cercanos eran machos-men, ellas, las de otros departamentos, tenían tal jauría montada que llegó a salpicarme sin ni siquiera haberme pronunciado. Las mujeres no suelen trabajar bien juntas, es una generalización, claramente, será el afán de demostrar siempre que somos válidas, buenas, perfectas y segurísimas de nosotras mismas, será por eso que a veces, cuanto más lo mostramos, menos lo parece...

Daeddalus dijo...

'Conozco' la vida en un convento de clausura, precisamente este fin de semana lo pasé en uno. Preguntando a las monjas cómo era eso de vivir durante más de 30 años con las mismas mujeres y entre las mismas paredes, admitían no haber tenido nunca ningún problema de convivencia. Sinceramente, no me lo creo.

Daeddalus dijo...

Desde el cariño, Luis, siempre desde el cariño. Ya tú sabes...

Daeddalus dijo...

Me quedó algún nombre, el perro de los Baskerville, Pato lacado y alguno que otro que he preferido olvidar. Pero no tengo ni idea de cómo me llaman ellas a mí, en el caso de que lo hagan por algún sobrenombre (probablemente no, no tienen tanta imaginación).

Daeddalus dijo...

No me gusta hacer bueno el tópico de que el peor enemigo de una mujer es otra, pero es que en este caso se cumplía a rajatabla. Puede que la ociosidad propia, en algunos casos, de la administración pública, también tuviese algo que ver. Pero es que el único hombre al margen de nuestro jefe, el que llevaba el mantenimiento y demás, era capaz de llevarse bien con todas. Juro que yo durante mucho tiempo traté de seguir su ejemplo y mantenerme al margen, no lo conseguí, y a día de hoy aún me arrepiento.

Daeddalus dijo...

Susana, bienvenida... no sé si así es habitualmente el trabajo entre mujeres. Así fue mi experiencia, una auténtica casa de los horrores que espero no volver a encontrarme nunca jamás. Y es curioso, porque ahora trabajo rodeada de hombres (sólo somos dos mujeres) y aunque me consta que ellos no se llevan demasiado bien (en algunos casos directamente fatal) flota en el aire una cordialidad que todos se esfuerzan en mantener. Una situación así con mis ex-compañeras hubiese sido una utopía.

Daeddalus dijo...

Soy una persona tremendamente pacífica. Raramente alguien no me gusta o me cae mal, y is es así suelo ignorarla. La mayoría de las personas o me caen bien o me resultan indiferentes. Nunca levanto la voz, raramente e insultado a alguien (de hecho los insultos y tacos están desterrados de mi vocabulario), y excepto algua honrosa excepción masculina nunca le he deseado ningún mal a nadie. Pero cuando un día y otro, y al siguiente, y a la semana y durante tres años te 'buscan' acaban encontrándote. Sólo hay una persona que se ha merecido el honor de mis gritos (en dos ocasiones), algo de lo que a día de hoy sigo arrepintiéndome, y fue una compañera de trabajo. Adoptamos comportamientos tan agresivos y típicamente masculinos como la única forma de poder demostrar nuestra valía, que así nos va.

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