martes, julio 08, 2008

Que se mueran los feos


Leía el Hola, la revista, se entiende, en la consulta del dentista. Más concretamente hojeaba un ejemplar atrasado en la sala de espera, y digo atrasado porque al menos esa es la conclusión a la que llegué tras ver los reportajes que se publicaban y no encontrar entre ellos ninguna referencia a las bodas de la Esteban y de la hija de Bono (que se casaba con un hijo de Raphael, España cañí) y que tuvieron lugar si la memoria no me falla hace un par de semanas. No me avergüenza confesar que si un ejemplar cae en mis manos aunque no lea la letra pequeña devoro fotos y titulares, bien sea en la peluquería (en este caso me limito a mirar de reojo las fotos tratando de mantener en equilibrio la revista entre los requerimientos de mi peluquero) o en la sala de espera de cualquiera de las tres clínicas dentales que visito (cada una por motivos diferentes), en la del dermatólogo, en la del ginecólogo, en el centro de estética o en cualquier salita con sillones y mesa baja con montones ordenados, o no tanto, de revistas del corazón.

No recuerdo prácticamente ni uno sólo de los temas (por llamarlos de alguna manera) de los que hablaba. Eso es lo bueno de ese tipo de publicaciones, son de usar y tirar, mucho colorín e imposturas que olvidas una vez pasas de página, pero si he de confesar que me llamó la atención un ¿reportaje? sobre dos tipos que resultaron ser los hijos de Nati Abascal. Desconocía yo ese dato (la existencia de ese par de guapos mozos) sobre esta sin par mujer de la que de siempre me he considerado fan declarada, porque cómo no hacerlo tras ver su atuendo en no sé qué boda, quién si no Nati Abascal puede acudir vestida de Lacroix combinando estampados, cuadros vichy, sombrero cordobés, colores y tocado y salir airosa y así de estupenda.




Me fascina la Nati Abascal que se pasea por los aeropuertos perseguida por los reporteros asfálticos micrófono en mano, hiératica como una diosa, sin torcer el gesto, sonreir ni quejarse, mucho más digna, a dónde vamos a ir a parar, que en otros momentos. Si te viera Oscar de la Renta...











Lo cierto es que los hijos, ambos estupendos, me reitero, parecen recien salidos de un anuncio de Tommy Hilfiger o Ralph Lauren de esos de chicos (y chicas), de casta le viene al galgo, que diría el castizo, y aunque les sobran las ganas, les falta la actitud. Trataba yo de recordar a quién me recordaban, y no, no eran a mi vecino, ni a los tipos con los que me cruzo por la calle a diario, por mucho que digan que Oviedo es una ciudad con mucho estilo (el que no se consuela es porque no quiere), me recordaban, salvando las distancias, a los chulazos que salen en The Sartorialist. Véase abajo un ejemplo:







He de confesar aquí que ojear casi a diario ese blog se ha convertido en uno de mis recién adquiridos vicios, no es el único, pero si el confesable (al menos aquí y ahora), y no por los outfits (que es como hay que decirlo ahora), los estilismos o el vestuario de las chicas que me resultan un tanto (pre)tendenciosas. No acabo de creerme eso de los encuentros casuales y el street style, será que soy de provincias. Pero ellos... ahí jugamos en otra liga:






No resulta difícil imaginar que estos hombres huelen a Acqua di Parma, veranean en Portofino o la Costa de Amalfi, se hacen los zapatos a medida y saben que existe un nudo de corbata llamado Windsor. No me resulta difícil imaginar que los príncipes azules, aunque sea sólo en apariencia, existen. Yo para los próximos Reyes me pido uno, ni gafapasta con ínfulas intelectuales, ni metrosexuales ni musculitos de gimnasio... desgraciadamente en esta Asturias mía abundan mucho los primeros y los terceros, no tanto los segundos, pero hombres que aún sepan colocarse el pañuelo el bolsillo, pocos, muy pocos.

1 perdidos en el laberinto:

Dita Ciccone dijo...

me encanta, ésta es una entrada DELICIOSA. Volveré

Related Posts with Thumbnails